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Querido novio: Cartas, escrituras y contextos culturales
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Libro electrónico131 páginas1 hora

Querido novio: Cartas, escrituras y contextos culturales

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Querido novio. Cartas, escrituras y contextos culturales.
Sarah Corona Berkin.
9789702711469.
Editorial Universidad de Guadalajara.
Colección Jalisco.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2020
ISBN9789702711469
Querido novio: Cartas, escrituras y contextos culturales

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    Querido novio - Sarah Corona Berkin

    I. La carta de amor y las escrituras amorosas

    Ridículas parecen las cartas de amor de los grandes pensadores de la historia y de los escritores de extraordinaria prosa. Con pena se leen las misivas amorosas de políticos contemporáneos y de amigos cercanos. Llega el momento en que las propias letras provocan vergüenza.

    Entonces, ¿por qué escribir un libro sobre las cartas de amor de jóvenes desconocidos, anónimos, habitantes comunes del campo y de la ciudad?

    Tal vez porque los asuntos amorosos se reflexionan poco desde el campo académico, a diferencia con su constante presencia en los medios audiovisuales de comunicación, los impresos comerciales de gran difusión y las diversas manifestaciones populares.

    Otra respuesta tiene que ver con la importancia del lenguaje, su forma escrita y su especificidad amorosa.

    Es verdad que todos los autores de cartas de amor escriben la misma misiva vacía, pero también es cierto que cada enamorado expone su sentimiento único y cree en la carta de amor, por tres motivos principales: porque en ella se presenta y existe, porque escribe y busca agregar algo más al lenguaje hablado y porque crea un documento.

    El enamorado, cuyo fin es dar cuenta de su existencia al otro, intenta presentarse por medio de cualquier lenguaje, pues éste no sirve sólo para comunicar, sino para ser reconocido por su amado. Es, cuando le habla, y es, cuando le escribe.

    Más allá de la función fática del lenguaje, que se orienta por el mero deseo de contacto, la carta de amor se redacta como un diálogo que le da existencia al sujeto que escribe y al sujeto que recibe ese testimonio y que se encuentra presente en la misiva.

    El enamorado también hace cartas de amor porque cree que en ellas puede exponer su sentir de manera más completa. Sabe que las palabras, cuando habla, son limitadas, pero cuando escribe trata de enriquecer el lenguaje para expresar ese amor que siente. Al redactar, busca las palabras precisas, las mejores metáforas, los sobrenombres íntimos, las imágenes inventadas que puedan complementar el lenguaje y potenciar su comunicación. El flechado en su misiva desea superar el desgaste del lenguaje cotidiano e intenta hallar una jerga del amor. Sin embargo, por lo general las cartas de amor de los jóvenes muestran que el lenguaje siempre ofrece las palabras para decir unas cosas y no otras, que los obliga a expresarse de una manera, y que a cada grupo social le permite escribir el amor de una forma como se lo impide hacerlo de otra.

    Finalmente, la misiva amorosa se redacta como un documento. La trascripción aleja al discurso hablado de su contexto, de los gestos y texturas que lo acompañan, del acto de la enunciación y de la presencia del interlocutor inmediato. Así, no tiene sentido escribir todo lo que se habla.

    Pero la carta de amor tiene una fisonomía particular. Lo que pierde en expresión oral, lo gana en distancia y determinación. El que escribe puede ordenar sus ideas, escoger los términos más persuasivos, soltar las emociones que lo invaden y expresar compromisos con palabras que no se lleva el viento.

    Cuando se recibe la misiva amorosa, se guarda, se relee, se medita su respuesta. Este documento es especial, pues como fetiche acompaña al amado en el bolso, bajo la almohada, entre las páginas de un libro. Además es valioso, por eso poco se confía a la oficina de correo, antes se entrega en mano o se encomienda a un cómplice mensajero, tal y como se hacía en el pasado.

    Ahora bien, todo enamorado de la carta de amor sabe que la construcción reposa sobre una paradoja: es el lugar de los sentimientos únicos y de los códigos cerrados. Por eso, cuando se lee una misiva amorosa ajena, se percibe únicamente el código rígido, el discurso plano, limitado, repetitivo; cuando más, vehemente, apasionado y ridículo. Pero, cuando el lector es el involucrado, escucha allí mismo el alma del que ama. Los trazos, las palabras, la longitud de la carta y el papel son pistas que el enamorado, convertido en hábil hermeneuta, puede descifrar.

    Con los ejemplos que se incluyen en este estudio, es difícil determinar el sentimiento amoroso de los jóvenes que escriben, simplemente es posible acceder a las palabras que piensan verosímiles para expresar el amor, para presentarse ante el otro y su imaginario de la carta de amor.

    Las cartas de amor juveniles

    Si se quiere pensar la escritura de las cartas de amor, es necesario contemplar dos aspectos: conocer lo escribible desde la tecnología del sistema de signos utilizado, desde lo que el código escrito permite y exige, así como desde las pautas culturales específicas en cada grupo social, es decir, los escribibles desde los sujetos escritores. Este doble abordaje tiene que ver con la comprensión de los lenguajes de la comunicación desde las lenguas codificadas y las distintas hablas de los sujetos que las ponen en acción.

    Reflexionar sobre la tensión existente entre la oferta o las formas de uso que propone la escritura epistolar amorosa y las tendencias renovadoras de los distintos grupos sociales, arroja algunas preguntas: ¿qué escriben los grupos sociales que han pasado de la oralidad a los lenguajes audiovisuales de los medios masivos de comunicación, sin haber tenido una historia social de lecto-escritura? ¿Y los que se revelan directamente de las prácticas orales sin pasar por los medios masivos de comunicación? ¿Y aquellos que han tenido una capacitación temprana en la escritura, además de un amplio entrenamiento en formas audiovisuales y nuevas tecnologías de comunicación? En otras palabras, ¿cuáles son los resultados de la negociación entre la diversidad cultural de los grupos sociales y la tendencia homogeneizadora del código de la escritura?

    En este libro se muestran los resultados de una investigación realizada con jóvenes pertenecientes a tres grupos sociales: indígenas sin contacto con los medios de comunicación masiva, que saben escribir en castellano y que conviven con prácticas orales de comunicación; individuos de bajos ingresos que están inmersos en los medios masivos de comunicación, que tienen poca relación y que recurren a la oralidad como su forma más común de comunicación; y los privilegiados económicamente, que tienen acceso a todos los medios masivos de comunicación, así como a las modernas tecnologías de información y a la Internet. Estos últimos utilizan la escritura como una herramienta importante de comunicación y poder.

    Las cartas de amor de los grupos de jóvenes descritos presentan ciertas reglas constantes o fragmentos propios de la escritura epistolar, y otros elementos recurrentes según el grupo social.

    Con ayuda de herramientas etnográficas se busca determinar lo que estos individuos valoran, dicen y hacen respecto a la escritura. Además, el análisis del discurso de los textos escritos por los jóvenes permite conocer los códigos que definen la escritura epistolar y la codificación propia de cada grupo social. Existen tres factores fundamentales en las distintas ejecuciones de la escritura epistolar: el factor tecnológico en interrelación con la oralidad, la audiovisualidad y la Internet; el factor escolar y el acceso a la letra impresa; y la valoración de esta forma comunicativa.

    En las cartas de amor, que parecieran intercambios puramente subjetivos, hay una doble codificación: la que implica el género epistolar y la que se construye por grupo social. Las cartas seleccionadas por su especificidad amorosa no contienen un propósito informativo o referencial, como le llama Jakobson al mensaje que tiende a la univocidad. Más allá de lo que dicen los jóvenes en la puesta

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