Antología poética
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Miguel Hernández
Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910. Desde muy joven tuvo que compaginar su vocación poética con su trabajo de pastor de cabras. En 1934 se traslada a Madrid, donde su obra empezó a conocerse. Fue decisiva para su evolución ideológica y literaria la amistad con Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Al estallar la guerra, se alistó como voluntario a favor de la causa republicana. Atravesó, en poco más de diez años de creación, distintas etapas literarias que se relacionan, sin duda, con sus datos biográficos: muerte de su primer hijo, nacimiento del segundo cuando la guerra toca a su fin, su encarcelación... Entre sus obras destacan Perito en lunas, El rayo que no cesa, Viento del pueblo, El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias. Miguel Hernández muere tuberculoso en la cárcel de Alicante a los treinta y un años.
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Antología poética - Miguel Hernández
ELEGÍA PRIMERA
A Federico García Lorca, poeta
Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasada con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo