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La política en México: ¿Consolidación democrática o deterioro?
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Libro electrónico653 páginas12 horas

La política en México: ¿Consolidación democrática o deterioro?

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Riguroso análisis acerca de los orígenes y el desarrollo de la cultura política en el México contemporáneo. El eje del estudio es la acentuada tendencia de dicha política hacia la democracia y las consecuencias que para ella tuvieron, sobre todo, tres factores: el incremento del narcotráfico y la agresiva estrategia de solución que emprendió el gobierno de Felipe Calderón, la crisis económica a nivel mundial iniciada en Estados Unidos en 2008 y la enérgica pugna por la constitución de una verdadera democracia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento6 jul 2018
ISBN9786071655684
La política en México: ¿Consolidación democrática o deterioro?

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    La política en México - Roderic Ai Camp

    SECCIÓN DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO


    LA POLÍTICA EN MÉXICO

    RODERIC AI CAMP

    La política en México

    ¿CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA O DETERIORO?

    Traducción

    GUILLERMINA DEL CARMEN CUEVAS MESA

    Primera edición en inglés, 1994

    Sexta edición en inglés, 2014

    Primera edición en español de la sexta en inglés, 2018

    Primera edición electrónica, 2018

    Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit

    Fotografía: Francisco Olvera / La Jornada / México

    Título original: Politics in Mexico: Democratic Consolidation or Decline?

    © 2014, 2007, 2003, 2000, 1997, 1994 by Oxford University Press, Inc.

    Politics in Mexico was originally published in English in 1994. This translation is published by arrangment with Oxford University Press. Fondo de Cultura Economica is solely responsible for this translation from the original work. Oxford University Press shall have no liability for any errors, omissions, inaccuracies or ambiguities in such translation or for any losses caused by reliance thereon.

    Politics in Mexico se publicó originalmente en inglés en 1994. Esta traducción se publica por acuerdo con Oxford University Press. El Fondo de Cultura Económica es el único responsable de la traducción de la obra original. Oxford University Press no se hace responsable por errores, omisiones, imprecisiones o ambigüedades en dicha traducción, como tampoco por las pérdidas que puedan generar.

    D. R. © 2018, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios: [email protected]

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5568-4 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    Para Don y Elsie Maxam, amigos especiales
    y modelos para la siguiente generación

    SUMARIO

    Prefacio

    Presentación de la nueva edición

    Agradecimientos

    México en un contexto comparativo

    Raíces político-históricas: el impacto del tiempo y el lugar

    Cultura política contemporánea: lo que creen los mexicanos y sus consecuencias para la democracia

    Actitudes políticas y sus orígenes: interés, conocimiento y partidismo

    Hacia la cúpula: el reclutamiento del liderazgo político en un México democrático

    Los grupos y el Estado: ¿relación alterada en un sistema democrático?

    Las instituciones políticas en México: estructura de la toma de decisiones

    Ampliar la participación: el proceso electoral

    Política exterior: relaciones con Estados Unidos

    Modernización política y económica: ¿una revolución?

    Ensayo bibliográfico

    Índice

    PREFACIO

    Ésta es la primera vez que una editorial me pide un prefacio para dirigirme a mis lectores mexicanos. Estoy en deuda con Rocío Martínez Velázquez, mi editora, por la sugerencia, y agradezco profundamente la oportunidad de responder a esta solicitud. Éste es mi decimoséptimo libro que se traduce al español. Al considerar lo que podría incluir en este breve ensayo, se me ocurrió que los mexicanos podrían querer saber cómo fue que me interesé en México y, en última instancia, por qué escribí este libro. Mi educación en el sur de California tuvo una gran influencia en mi carrera como profesor y estudiante de la política mexicana. Mi madre reconocía la importancia de la cultura mexicana en Orange, el lugar en el que me crié durante la década de 1950, y me animó a aprender español en la escuela. Además, como ella era voluntaria en The Friendly Center, una organización local que ayuda a las madres mexicanas inmigrantes a mejorar sus circunstancias, yo la acompañaba a cuidar de los niños. Esa experiencia despertó mi interés en México y en la alegría de ayudar a otros.

    Al principio pensé que quería ser funcionario del servicio exterior, así que para conseguir ese objetivo opté por inscribirme en la George Washington University, en la capital de los Estados Unidos. Después de mi primer año, decidí hacer carrera en el ámbito intelectual y obtener un doctorado con enfoque en México y América Latina. Durante el verano descubrí la Universidad de las Américas, luego una universidad de artes liberales en las afueras de la Ciudad de México. Posteriormente me embarqué en una aventura que me cambiaría la vida: en el otoño de 1964 viajé solo en autobús a la Ciudad de México. Viví con una familia mexicana y asistí a aquella institución, y también a la Universidad Nacional Autónoma de México. Al volver conocí a la que sería mi esposa, una mujer experta en música y artes, en una clase de baile popular, y me recibí de la licenciatura durante la última parte del año. En 1966 nos casamos y continué con una maestría en relaciones internacionales, en la que recibí la influencia de Mario Rodríguez, un destacado estudioso de la historia centroamericana; posteriormente fui a la Universidad de Arizona y estudié bajo la tutela de Paul Kelso, Edward J. Williams, Charles O. Jones y George A. Brubaker, y me doctoré con una disertación sobre gobierno e historia.

    La política en México ha jugado un papel especial en mis investigaciones sobre México. Escribí este libro específicamente como una introducción general dirigida a los lectores estadunidenses y mexicanos, incluidos los alumnos de mis propios cursos. A lo largo de los años ha sido revisado seis veces, comenzando con la primera edición en 1993. Lo que espero transmitir a los lectores mexicanos es una interpretación objetiva de todas las facetas de la política mexicana, con un especial enfoque en la transición democrática que comenzó en los años ochenta. Los lectores mexicanos deben tener conocimiento de que me he dedicado a la investigación de campo en México desde 1969, y de que gran parte de mi trabajo durante casi cinco décadas se ha enfocado en comprender el liderazgo en México, ya sea político, económico, religioso, militar o intelectual. Como consecuencia de ese enfoque, he tenido la oportunidad de reunirme con y entrevistar a cientos de mexicanos destacados. Mis amistades tempranas con numerosos individuos me permitieron observar diferentes aspectos de la política mexicana y experimentar de primera mano elecciones presidenciales, así como realizar viajes de trabajo con los jefes de varias agencias y, en un caso, con un presidente mexicano.

    Al comenzar con esta edición de La política en México, muchos de mis colegas me alentaron a incluir observaciones sobre algunas de estas experiencias personales, particularmente las que tenían que ver con la transición democrática en sí. Tuve la suerte de ser testigo de numerosos cambios y acontecimientos históricos, y de poder contrastar el cambiante entorno político y social durante un amplio periodo. Creo que mis numerosas experiencias personales me han permitido analizar cuidadosamente tales cambios y comprender mejor las sutilezas de esos eventos. Espero que usted, como ciudadano mexicano, se beneficie de mis interpretaciones, no como la obra de un estadunidense, sino como la de un individuo que ha dedicado toda una vida a comprender su país.

    RODERIC AI CAMP

    Traducción de Dennis Peña

    PRESENTACIÓN DE LA NUEVA EDICIÓN

    Desde que se publicara la quinta edición de La política en México, en octubre de 2006, han ocurrido en México tres cambios importantes que ameritan ser destacados en esta nueva edición.

    Primero, se evalúa y analiza profundamente el gran esfuerzo del país para consolidar su democracia. De hecho, el enfoque temático de la sexta edición, cuyo subtítulo es ¿Consolidación democrática o deterioro?, radica en las fallas y los éxitos de la búsqueda de un sistema político consolidado desde 2000. Más allá de la democracia electoral, México no ha sido tan afortunado como esperaban sus ciudadanos en la transición. Con el presidente Calderón la gobernabilidad se empantanó como con Vicente Fox, en parte por las diferencias partidistas de la rama legislativa y por las divisiones partidistas en la sociedad. Al evaluar los esfuerzos del país, hago mucho énfasis tanto en las estructuras e instituciones informales como en las formales.

    (BaFEF

    También evalué los cambiantes valores del mexicano común y de los líderes a través de encuestas integrales y comparativas sobre la región aplicadas por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina [Latin American Public Opinion Project] (BaFEF) de la Universidad Vanderbilt. En la conclusión de cada capítulo se analiza la pertinencia de los resultados respecto de las metas de la consolidación democrática. También subrayo la importancia de diversos actores e instituciones y su influencia o sus intentos de influir en los resultados en materia de política. Puse más énfasis en varios grupos, pero especialmente en la repercusión de los movimientos sociales. Pienso que las organizaciones de narcotraficantes han llegado a ser tan influyentes social, política y económicamente que ameritan su propio análisis original en este contexto. También describo las consecuencias de las elecciones de 2006 en cuanto a legitimidad política y la importancia de las de 2009 para entender los acontecimientos de la contienda presidencial de 2012, testigo del notable retorno del Partido Revolucionario Institucional. Queda por ver qué tan bien enfrenta los retos de sus predecesores Enrique Peña Nieto, nuevo presidente de México.

    Segundo, Calderón introdujo un componente totalmente nuevo en la situación política de México con su agresiva estrategia contra los cárteles de la droga. Esta estrategia proactiva tiene graves implicaciones para la soberanía política de México en el ámbito local y regional, su relación con Estados Unidos y la sensación de seguridad real y percibida entre la población, además de implicaciones sociales y económicas para el crecimiento y el desarrollo. Cada una de estas consecuencias se analiza a profundidad tanto de forma independiente como en relación con otras. A lo largo del texto se incluyeron muchos cuadros nuevos para documentar las actitudes de los ciudadanos ante los homicidios relacionados con la droga, la estrategia gubernamental contra las sustancias ilegales y el grado en que Estados Unidos debe involucrarse en los esfuerzos de México para acabar con los cárteles. Incluí mi propia investigación sobre el papel de las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico en México, así como los estudios de muchos otros autores, para evaluar en todos sus aspectos las organizaciones de narcotraficantes en México.

    Tercero, la recesión mundial introducida por Estados Unidos en 2008 ha afectado a México con más virulencia que a cualquier otro país de la región debido a la dependencia económica de su alianza comercial. El negativo impacto de la recesión en el crecimiento económico ha impedido que en México se reduzca la pobreza, problema al que se han abocado las tres últimas administraciones, con cierto éxito al final de la administración de Fox y en el primer año del periodo de Calderón. Incluí muchas nuevas estadísticas internacionales del Banco Mundial y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), así como de agencias gubernamentales mexicanas que han intentado medir el nivel de pobreza en el país de forma más elaborada y útil. Puse énfasis en este tema como preocupación de gran importancia política, porque es crucial conformar la actitud de los mexicanos hacia la democracia, la justicia social y la eliminación de la violencia de los cárteles de la droga.

    Por último, se han integrado a esta nueva edición los resultados de unos 200 estudios de especialistas nacionales e internacionales. La investigación original de mi más reciente obra sobre los líderes democráticos (Metamorfosis del liderazgo en el México democrático), sobre los temas e interrogantes culturales, económicos, históricos y políticos más importantes (Mexico, What Everyone Needs to Know) [México, lo que todos necesitan saber] y las opiniones de 32 importantes académicos sobre todos los aspectos del desarrollo mexicano y sus repercusiones en la consolidación de la democracia (The Oxford Handbook of Mexican Politics) [Manual Oxford de política mexicana], todos publicados por la Oxford University Press desde 2010. Por sugerencia de varios revisores, incorporé por primera vez una serie de anécdotas, experiencias y observaciones personales de más de cuatro décadas de viajes y estudios en México que arrojan luz sobre numerosos aspectos de la política mexicana. Los revisores son James Bowen, Saint Louis University; Kenneth Greene, University of Texas at Austin; Victor J. Hinojosa, Baylor University; Claudio A. Holzner, University of Utah; Adrian P. Hull, State University of New York at Cortland; Mark A. Martinez, California State University at Bakersfield; Dag Mossige, Davidson College, y Pamela K. Starr, University of Southern California.

    AGRADECIMIENTOS

    Quien se ha dedicado a la enseñanza en algún momento escribe mentalmente un libro de texto que no deja de revisar y presentar oralmente en varias clases. Sin embargo, como maestros, a menudo soñamos con escribir justamente el libro adecuado sobre nuestro interés o curso especial. Naturalmente, en ese libro están nuestros propios sesgos y objetivos. También se basa en el conocimiento y las experiencias de muchos otros maestros. Aún adolescente, pensé en ser maestro y, cosa rara, tal vez profesor universitario. En todos los niveles educativos, los maestros que se cruzaron por mi vida influyeron en esta decisión, lo mismo que en la forma en que enseño, en mi relación interpersonal con los estudiantes y en mi filosofía de la enseñanza y de la vida. Gracias de todo corazón por esa influencia, y espero que esta obra retribuya aunque sea un poco lo que yo recibí personal y profesionalmente, al igual que muchas otras generaciones de estudiantes.

    De entre esos maestros especiales, quiero mencionar a Thelma Roberts y Helen Weishaupt, que dedicaron su vida al bienestar de niños pequeños, infundieron valores y creencias valiosas y predicaron con su admirable ejemplo personal, y a la señora Lloyd, por sus incontables conversaciones vespertinas en Cambridge School. Mi agradecimiento para Ralph Corder y Don Fallis, que alentaron mi natural interés por la historia hacia un interés más específico por los estudios sociales. Sharon Williams y Richard W. Gully, mis más exigentes maestros de secundaria, me introdujeron en la investigación seria y al disfrute de la investigación de temas intelectuales, y a Inez Fallis, quien, a través de cuatro años de español, despertó mi continuo interés por México. Robert V. Edwards y Katharine Blair subrayaron la importancia de la comunicación oral y por escrito y me ayudaron a entender los ingredientes esenciales del proceso de instrucción. El doctor Bergel, mi profesor más desafiante, en un programa de enseñanza media en Chapman College me abrió los ojos a la civilización occidental y al festín intelectual que puede ser la enseñanza interdisciplinaria.

    Por su humanismo, sus consejos y su habilidad con la lengua inglesa, sigo en deuda con George Landon. Como mentor en el salón de clase e investigador modelo, Mario Rodríguez me llevó a la Biblioteca del Congreso y al disfrute de la investigación de archivo. A mi llegada a Arizona, Paul Kelso me cubrió con sus alas y contribuyó en gran medida a incrementar mis conocimientos sobre México y el disfrute del aire libre, al compartir una gratificante vida social con su esposa, Ruth. De igual forma, aprendí más sobre Latinoamérica y la docencia en las exigentes aulas de George A. Brubaker y Edward J. Williams. Ambos me convencieron de la importancia de la claridad; me enseñaron a escribir con sustancia. Por último, los seminarios de Charles O. Jones y Clifton Wilson pusieron el ejemplo de lo que yo esperaba lograr como docente.

    Indirectamente, tengo que agradecer a los cientos de estudiantes que han honrado mis aulas y respondido con entusiasmo, y a veces no tanto, a mi interpretación de la política mexicana. También estoy en deuda con Bill Beezley, David Dent, Óscar Martínez, Steve Mumme, Kenneth Greene, Peter Ward y Edward J. Williams, dedicados maestros y académicos que hicieron muchas sugerencias útiles para este libro.

    I. MÉXICO EN UN CONTEXTO COMPARATIVO

    Al mismo tiempo, el patrón de democratización en México ha adquirido, o producido, una serie de características definitorias. La transición mexicana resultó de un proceso constante, paso a paso, enfocado esencialmente en las elecciones nacionales. Como resultado, queda un número considerable de asuntos inconclusos; entre otros, la calidad de las elecciones locales (y estatales), la redefinición de las relaciones entre civiles y militares, la aplicación imparcial del régimen de derecho y el fortalecimiento del poder judicial. El problema no es que México haya luchado vigorosamente aunque sin éxito para lograr reformas productivas en esas áreas, sino que esas cuestiones nunca llegaron a la agenda de la transición.

    PETER H. SMITH,

    Mexican Democracy in Comparative Perspective

    LA EXPLORACIÓN de la política de una sociedad es, por naturaleza, exhaustiva. El comportamiento y los procesos políticos son reflejo de la evolución de un país; incluyen historia, geografía, valores, etnicidad, religión, relaciones internas y exteriores, y mucho más. Como científicos sociales, con frecuencia investigamos temas de interés político actual pero ignoramos la mezcla de influencias del pasado.

    Naturalmente, cada persona tiende a examinar las características de otra cultura, políticas o de otro tipo, desde la perspectiva de su propia sociedad, y ello no sólo como producto del etnocentrismo, sino de pensar que la sociedad de uno es superior a la del otro —de lo que con frecuencia somos criticados los estadunidenses—, y también por una cuestión de familiaridad. Si bien es lamentable que a menudo desconozcamos las instituciones y procesos políticos de nuestra propia sociedad porque estamos más familiarizados con la mitología que con la verdadera práctica, nos acostumbramos a nuestra forma de hacer las cosas en nuestro propio país.¹

    Intentaré explicar la política mexicana considerando esa proclividad natural a relacionarla muy cómodamente con nuestras propias costumbres políticas, y para ello recurriré a comparaciones tanto implícitas como explícitas con la política de Estados Unidos. Específicamente, el libro se centrará en la reciente transformación de México de un modelo político electoral semiautoritario a uno democrático; se analizará la transición democrática de los años noventa y la consolidación democrática de las décadas de 2000 y 2010. Esta comparación se potencia por el hecho de que México y Estados Unidos han estado unidos por un acuerdo de libre comercio desde enero de 1994. Además, desde 2006 los dos países han incrementado su colaboración en cuestiones de seguridad nacional bilateral, y muy específicamente en cuanto a las organizaciones del narcotráfico. De igual forma, somos producto de la más completa civilización europea occidental, en la cual gradualmente han venido desarrollándose otras tradiciones, incluidas las de las culturas hispánicas. Algunos críticos sugieren que para nuestra educación nos hemos basado exclusivamente en la tradición occidental; sin embargo, no hay duda de que esas tradiciones son la fuente principal de nuestros valores políticos. Por tanto, nuestra familiaridad con los procesos políticos, si en algún punto va más allá de los límites de Estados Unidos, es típicamente a las naciones de Europa occidental e Inglaterra.² Es obvio que para los inmigrantes recientes ese legado es diferente. También en este caso, cuando sea posible se harán comparaciones con algunos de esos sistemas políticos, incluida América Latina, a fin de ubicar la experiencia mexicana en un contexto mayor. Por último, México es un país del Tercer Mundo, categoría en la que caben casi todos los países; por eso sus características merecen compararse con características que podríamos encontrar en otras partes del Tercer Mundo.

    ¿POR QUÉ COMPARAR LOS SISTEMAS POLÍTICOS?

    La comparación de los sistemas políticos es una iniciativa emocionante. La razón de que el estudio de la política en diferentes sociedades y épocas ha intrigado a mentes inquisitivas por generaciones es una interrogante crucial: ¿qué sistema político es mejor? Identificar al mejor sistema político, no porque sea el que uno más conoce y, por lo tanto, con el que más cómodo se siente, sino por otros atributos, es por supuesto una labor subjetiva. Depende en gran medida de lo que usted quiera de su sistema político. Una forma de medir la efectividad de un sistema político es observar lo que se le exige y valorar su capacidad para responder a ello de forma eficiente y apropiada.

    Durante el siglo XX, quizá lo que más atrajo al científico social, al estadista y al ciudadano educado promedio fue qué sistema político contribuye más positivamente al crecimiento económico y al desarrollo social. Desde una perspectiva ideológica, gran parte de la política internacional desde la segunda Guerra Mundial se ha concentrado principalmente en ese aspecto.

    Los dos sistemas políticos más analizados desde 1945 han sido el capitalismo democrático y el socialismo de estilo soviético. Ambos tienen pros y contras, según los valores y las perspectivas individuales. Teniendo en cuenta lo sucedido en Europa oriental y la descomposición del Estado soviético, el socialismo está en declive. No obstante, el socialismo como modelo lejos está de haber muerto; tampoco es probable que lo esté en el futuro. De hecho, la economía que más aceleradamente crece en el mundo es la china, que representa un sorprendente modelo híbrido de autoritarismo político basado en un liderazgo colectivo combinado con un capitalismo rampante. Algunos académicos incluso han intentado interesantes comparaciones entre México y China.³ Está en la naturaleza humana buscar alternativas en todas las facetas de la vida, y la política es sólo una de ellas, incluso si en cierta forma es exhaustiva. La historia de la humanidad revela una competencia continua entre modelos políticos alternativos.

    En pocas palabras, ya sea que uno opte por capitalismo democrático, capitalismo autoritario o alguna otra alternativa ideológica híbrida, las sociedades y los ciudadanos seguirán buscando los procesos políticos más viables para obtener beneficios económicos y sociales. Como la situación económica de la mayor parte de los pueblos de la tierra es desfavorable, quieren resultados inmediatos. A menudo, los políticos de las naciones menos afortunadas buscan soluciones emulando a las naciones más ricas (Primer Mundo). Los líderes de México y su pueblo no son la excepción a este patrón general.

    Uno de los principales problemas que enfrentan los líderes en México es la naturaleza de su modelo capitalista y el grado al que el país debe emprender una estrategia de desarrollo económico copiada del modelo de Estados Unidos. Desde 1988 han tratado de modificar muchas relaciones tradicionales entre el gobierno y el sector privado, incrementando la influencia de éste en un intento por revertir la crisis económica de México y estimular el crecimiento económico. De hecho, México fue noticia internacional en la década de 1990 por el nivel y el ritmo del cambio que se propuso durante el periodo de Carlos Salinas de Gortari.⁴ Él propugnaba por la liberalización económica, que definía como un mayor control del sector privado sobre la economía, más inversión extranjera e internacionalización de la economía mexicana mediante la expansión del comercio y de las relaciones comerciales formales con Estados Unidos y Canadá. Al mismo tiempo, Salinas pugnaba por la liberalización política, que definía como mayor participación ciudadana en las elecciones, más competencia electoral e integridad en el proceso de votación, pero en realidad hizo poco para implementar el cambio democrático y prefirió mantener el poder en manos del presidente.

    Ernesto Zedillo, sucesor de Salinas, que inició su mandato el 1º de diciembre de 1994, heredó un sistema político en transición y una situación económica que pronto se convirtió en una grave crisis financiera y política. Comparado con su antecesor, Zedillo aplicó una estrategia de liberalización económica y aceleró el ritmo de las reformas políticas; pero las fuertes dudas que surgieron sobre las políticas económicas neoliberales y que duraron varios trimestres generaron sentimientos nacionalistas contrarios a Estados Unidos. Sin embargo, cuando dejó el poder en 2000, el presidente Zedillo entregó a su sucesor una economía sana, por primera vez en décadas. Más importante aún, logró crear un escenario electoral competitivo administrado por actores institucionales autónomos que fueron testigo de la histórica elección de Vicente Fox, primer candidato de un partido de oposición que derrotara al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en una contienda presidencial.

    Vicente Fox, ex empresario y representante del Partido Acción Nacional (PAN), formó un gabinete bipartidista y siguió agresivamente un modelo económico neoliberal con estrechos vínculos comerciales con Estados Unidos. Sus acciones como presidente legitimaron prácticas democráticas y el Estado de derecho. Los mexicanos votaron por Fox porque representaba un cambio, pero sobre todo porque querían que mejorara el nivel de vida y la seguridad personal frente al delito.⁵ Sobre la base de los programas contra la pobreza instituidos por el gobierno de Zedillo, Fox logró, por primera vez en décadas, reducir el porcentaje de mexicanos en situación de pobreza.

    En 2006, México vivió su campaña presidencial más ambiciosa e intensiva, que puso a prueba las recientemente establecidas instituciones democráticas. Los dos principales candidatos en campaña, Andrés Manuel López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y Felipe Calderón, por el PAN, terminaron en final de fotografía. Calderón ganó por menos de medio punto porcentual del voto en la que resultó la elección más controvertida desde 1988. Los candidatos representaban visiones muy diferentes de la ruta de México hacia el desarrollo económico: López Obrador subrayaba la incapacidad de las políticas económicas del gobierno para aliviar el nivel de pobreza y sugería que una mayor participación del Estado era esencial para combatirla, a diferencia de Calderón, que opinaba que el crecimiento económico de México, con base en lo logrado por su antecesor, debía seguir enfatizando la estrategia económica neoliberal y las influencias globales institucionalizadas a través del TLCAN.⁶ Políticamente, el estrecho resultado de la elección y el impacto del supuesto fraude al determinar el voto sembraron dudas en cuanto a la integridad del proceso electoral en una importante minoría de mexicanos. Económicamente, los crecientes vínculos de México con Estados Unidos durante el gobierno de Calderón, después de la recesión estadunidense de 2008, resultaron en una drástica desaceleración del crecimiento económico de México. El nivel de desempleo, combinado con la estrategia gubernamental contra los cárteles de la droga, llevó a niveles de violencia sin precedente durante toda la administración de Calderón y despertó serias dudas sobre la legitimidad de las instituciones públicas y su capacidad para mantener la soberanía política.

    En 2012, durante una campaña presidencial muy corta, los tres partidos principales presentaron a sus nominados. La contienda presidencial de ese año otra vez se enfocó principalmente en aspectos económicos, dados los elevados índices de desempleo y los efectos de la recesión mundial, pero destacaba el tema de la seguridad personal, el problema más importante identificado por los ciudadanos mexicanos, en un momento en que la violencia relacionada con las drogas había dado lugar a más de 50 000 homicidios. Pero esta elección puso a prueba la democracia electoral de diferente manera, en el sentido de que Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, que estuvo a la cabeza de todos los posibles candidatos de su partido desde 2009, durante casi toda la campaña se mantuvo de 10 a 15 puntos por arriba de sus dos oponentes, Josefina Vázquez Mota, del PAN, primera candidata presidencial de un partido importante, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD, en su segundo intento por la presidencia. La victoria de Peña Nieto por un ligero margen, no sólo representó el regreso del PRI al poder con posibles implicaciones para la consolidación democrática, sino que, por segunda vez desde la década de 1920, dio lugar a un cambio en el control del partido en el poder.

    Naturalmente, los retos políticos y económicos combinados que enfrentó Calderón entre 2006 y 2012 plantean una interrogante sobre la capacidad de la incipiente democracia de México para resolver los problemas subyacentes. En general, esta interrogante se ha planteado en la política comparativa sobre todo en relación con países latinoamericanos, además de que se relaciona con lo que más valora el ciudadano en las economías en desarrollo.

    Si al mexicano promedio se le pide que elija entre mayor influencia política o mayor crecimiento económico, según le afecte de manera personal, la opción natural es esta última, lo cual también se aplica a otros países del Tercer Mundo. Es mucho más probable que la gente cuyo ingreso es inadecuado se preocupe más por lo que va a comer que por la libertad política. Por ejemplo, la mitad de los mexicanos consideraba en 1995, 2000 y 2006 que el objetivo más importante era un elevado crecimiento económico. Por el contrario, sólo la cuarta parte de quienes respondieron consideró como principal prioridad la mayor participación de los ciudadanos en las decisiones del gobierno.⁷ Sin embargo, el modelo económico de un país adquiere gran importancia cuando sus ciudadanos establecen una conexión entre el crecimiento económico (en relación con una mejoría en su propio nivel de vida) y el sistema político. Si creen que el sistema político, y no sólo el liderazgo en sí, es en gran medida responsable del desarrollo económico, tendrá importantes repercusiones en sus actitudes y su comportamiento políticos. Si los mexicanos establecen esa conexión, cambiará la naturaleza de sus exigencias respecto de los líderes políticos y el sistema, así como el nivel y la intensidad de su participación.

    Según un cuidadoso análisis de la contienda presidencial de 2006, al parecer muchos mexicanos empiezan a relacionar estos aspectos. La economía ha sido importante en todas las elecciones desde 1988, pero en 2006 fue diferente. En esencia, los dos candidatos principales, Calderón y López Obrador, atraían a dos tipos diferentes de votantes. Muchos de esos votantes, que se definían a sí mismos como independientes y que consideraban que la economía mejoraba, votaron por el candidato que a su parecer era más capaz de sostener el crecimiento de la economía, y ese candidato era Calderón. Por otra parte, había más probabilidades de que los votantes que querían un líder que afrontara mejor la pobreza votaran por López Obrador.

    El estudio comparativo de las sociedades ofrece un marco que permite medir las ventajas y desventajas de los modelos políticos según afectan el crecimiento económico. Obviamente, el crecimiento económico de por sí no es la única consecuencia distintiva. A algunos líderes políticos también les preocupa la justicia social (concepto enfocado en la calidad de vida de cada ciudadano y en el trato igual para todos los ciudadanos), y en ciertos casos les preocupa aún más. La justicia social puede interpretarse de diferentes maneras, y una de ellas es como medio de redistribución de la riqueza. Por ejemplo, a menudo suponemos que el crecimiento económico —el porcentaje en que aumenta la productividad económica de la sociedad en determinado periodo— automáticamente resulta en beneficios iguales para todos los miembros de la sociedad. Se presta más atención al nivel de crecimiento que a los beneficiarios de ese crecimiento, y es frecuente que los grupos con ingresos más bajos obtengan menos beneficios. Esto se ha visto en Estados Unidos, pero es aún más notorio en los países del Tercer Mundo y de América Latina. En 2009, de los 25 países con la peor proporción de ingresos entre el 10% más pobre y el 10% más rico, 17 eran latinoamericanos.⁹ Por supuesto, hay periodos en los que el crecimiento económico resulta en mayor igualdad en cuanto a distribución del ingreso.¹⁰ Las cifras del ingreso per cápita (ingreso nacional entre el total de la población) pueden ser decepcionantes porque se trata de promedios. En México, por ejemplo, incluso durante el notable crecimiento sostenido de los años cincuenta y sesenta, el poder adquisitivo real (capacidad de adquirir bienes y servicios) de las clases trabajadoras en realidad decayó.¹¹ Si bien el porcentaje de mexicanos no pobres se mantuvo aproximadamente en 57% de la población de 1984 a 1999, el de los que caen en la categoría de pobreza extrema (vivir con un dólar o menos al día) casi se duplicó, de 16% en 1992 a 28% en 1999.¹² A la mitad de la administración de Fox, con los programas antipobreza (merecedores de mucha atención durante el gobierno del presidente Zedillo y que se ampliaron en el de su sucesor) combinados con crecimiento económico empezó a reducirse la pobreza y la pobreza extrema. Si bien Calderón incrementó el presupuesto social para programas antipobreza y la estrategia mexicana Oportunidades fue el modelo aplicado por el Banco Mundial en otros países del Tercer Mundo, las graves repercusiones que tuvo en el crecimiento de México la recesión estadunidense de 2008, junto con la reducción de las remesas de los migrantes al norte de la frontera, contrarrestaron la mayor parte de estas mejoras en los niveles de pobreza. En 2009, justo un año después de la recesión, México mostró el nivel más bajo de crecimiento económico en el hemisferio (–6.5), por debajo de Haití. Por otra parte, entre 2008 y 2010, 40% de los hogares habían perdido un empleo.¹³

    Otra forma de interpretar la justicia social es sobre la base de la igualdad social. Esto no significa que todas las personas sean iguales en cuanto a capacidad, sino que cada persona debe ser tratada igual según la ley. La justicia social también implica nivelar las diferencias en relación con el éxito ofreciendo a cada persona un acceso igual a los recursos de la sociedad. Por consiguiente, la asignación de recursos puede ser una medida de un sistema político.

    El grado en que un sistema político protege los derechos de todos los ciudadanos es otro criterio de comparación de los modelos políticos. En México, donde la violación de los derechos humanos es un problema grave, hay pruebas inequívocas de que los pobres son víctimas más probables que los miembros de las clases media y alta. Los mexicanos muestran poca confianza en su sistema de justicia. En 2011, cuatro quintas partes expresaron su desacuerdo respecto de que la justicia era pronta, completa e imparcial, como se especifica en su Constitución. Sólo 14% de los mexicanos cree que los tribunales se caracterizan por su honestidad y justicia.¹⁴ Lo mismo puede decirse de muchas sociedades, pero hay marcadas diferencias de grado entre las naciones altamente industrializadas y las del Tercer Mundo.¹⁵

    Así pues, desde una perspectiva comparativa, se antoja poner a prueba la capacidad de los sistemas políticos para reducir la desigualdad tanto económica como social. Es lógico pensar que entre los modelos políticos en que la población participa significativamente en la toma de decisiones, la gente del otro lado de la frontera obtiene una participación mayor de los recursos de la sociedad. Por otra parte, es posible argumentar que en las dos últimas décadas China ha sido un extraordinario ejemplo de liderazgo colectivo, autoritario, que ha logrado un crecimiento sin precedentes modificando la situación económica de millones de sus ciudadanos mediante cuidadosas alternativas económicas y capitalismo global.

    En lo que respecta a la justicia social y su relación con diversos modelos políticos, a los líderes también les preocupa la distribución de la riqueza y los recursos entre naciones, no sólo en una nación en particular. Por tanto, la elección de un modelo político suele implicar consideraciones internacionales, las cuales son particularmente importantes para países que consiguieron su independencia en el siglo XX, sobre todo después de 1945. Estos países quieren independencia no sólo económica, sino política y cultural también. México, como casi toda América Latina, consiguió su independencia económica en los primeros años del siglo XIX, pero se encontró a la sombra de un vecino extremadamente poderoso. Su cercanía con Estados Unidos a la larga lo llevó a perder la mitad de su territorio y muchos recursos naturales.

    Una tercera forma de comparar los modelos políticos es ver su capacidad para reconstruir una ciudadanía, para modificar actitudes políticas, sociales y económicas. Un problema que enfrenta la mayoría de las naciones, sobre todo en su infancia, es crear el sentido de nacionalismo, sentido difícil de borrar, aun años después de sometimiento a otra potencia, como en el caso de la Unión Soviética y las repúblicas del Báltico, pero es igualmente difícil de crear, en especial en sociedades formadas por diferentes escenarios culturales, étnicos y religiosos.¹⁶ El proceso político puede utilizarse para moldear a los ciudadanos, para generar un sentido de unidad nacional sólido y al mismo tiempo reducir o moderar las lealtades locales y regionales. La aceptación de un modelo político, su legitimidad entre la ciudadanía, es una medida de su efectividad para desarrollar sensibilidades nacionales. México, que tenía un sentido permanente del regionalismo, luchó muchas décadas para lograr un intenso sentido de unidad y orgullo nacional.¹⁷ De hecho, en un reciente análisis, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) argumenta que si bien América Latina ocupa un rango inferior en un índice de fragmentación etnolingüística (nivel de diferencias étnicas y lingüísticas), comparado con África, Asia oriental y Asia, geográficamente (en función de ecozonas) es la región más fragmentada del mundo. Como afirma el BID, la cultura suele diferir ampliamente en diferentes ecozonas, de modo que la fragmentación geográfica es una dimensión importante de los conflictos sociales.¹⁸ Por otra parte, México no mostraba las marcadas diferencias religiosas ni étnicas características de otras culturas, como India, que tuviera que superar.

    Muchos académicos han sugerido que el aspecto más importante que regirá las relaciones entre naciones en el siglo XXI será el de los que tienen frente a los que no tienen.¹⁹ De hecho, la relación de México con Estados Unidos y Canadá en un tratado de libre comercio destaca este punto. Uno de los argumentos en contra fue la imposibilidad de eliminar las barreras comerciales entre una nación cuyo salario per cápita equivalía a la séptima parte del de la otra nación.²⁰ Uno de los argumentos a favor de ese tratado fue que podría moderar esa disparidad. Más importante aún, podría reducir el creciente número de mexicanos que buscaban trabajo en Estados Unidos, razón de que el presidente Fox propusiera un programa de trabajadores huéspedes para enfrentar el controvertido problema de la reforma migratoria, propuesta que nunca abordaron el presidente Calderón y Obama.

    Otra razón por la cual resulta útil el análisis de los sistemas políticos desde una perspectiva comparativa es personal. Como estudioso de otras culturas, uno puede aprender más de su propio sistema político reexaminando actitudes y costumbres que se dan por sentadas de tiempo atrás. En la misma forma en que un estudiante de lenguas extranjeras llega a apreciar más claramente la sintaxis y la estructura de su lengua materna y las incursiones de otras lenguas en sus construcciones y significados, así el estudiante de los sistemas políticos. Las comparaciones no sólo enriquecen el conocimiento del sistema político en que uno vive; también es probable que incremente su apreciación de características particulares.

    Al examinar la política de una cultura, implícitamente se profundiza en sus valores y actitudes. Conforme avanzamos aceleradamente hacia un mundo cada vez más interdependiente, conocer otras culturas es esencial para estar bien informado. Hemos sido testigos del extraordinario impacto de la internet, de Facebook específicamente, en los cambios políticos en el norte de África y el Medio Oriente. En México, sólo 40% de los ciudadanos usaba la internet a principios de 2012, y 90% de los usuarios presumía de una cuenta de Facebook.²¹ No obstante, desempeñó un importante papel en la contienda presidencial de 2006, y casi de igual forma en 2012, pues hacia la tercera semana de la campaña tanto los candidatos del PAN como los del PRI tenían más de un millón y medio de seguidores en Facebook.²²

    Pero el conocimiento comparado nos permite analizar nuestros valores respecto de los de otras culturas. ¿Qué tan adecuados son los nuestros? ¿En nuestra sociedad son aplicables otras creencias? ¿Son más o menos apropiadas para nuestra sociedad? ¿Por qué? Por ejemplo, una de las razones de los muchos malentendidos entre Estados Unidos y México es una visión diferente del significado de democracia política. Muchos mexicanos relacionan el término democracia con características ausentes de su definición en Estados Unidos.²³ Pasé muchos años estudiando en México, pensando que ése era el caso, pero basaba esas diferencias en muchas conversaciones con mexicanos y la observación de interacciones grupales. En 2000, la Fundación Hewlett me dio la oportunidad de encuestar a estadunidenses y mexicanos simultáneamente. La mayoría de los estadunidenses conceptualiza la democracia como libertad, pero los mexicanos no muestran consenso, conceden el mismo peso a igualdad y, en cierta forma en menor medida, a progreso y respeto. El problema surge cuando las personas no se dan cuenta de que usan un vocabulario diferente cuando discuten el mismo tema.

    Otra razón para comparar las culturas políticas es despejar dudas en cuanto a que las naciones industrializadas occidentales tienen todas las soluciones. Es natural pensar que el intercambio de ideas favorece a las naciones con mayor desarrollo tecnológico, como Japón, la Unión Europea y Estados Unidos, pero las soluciones no radican sólo en las tecnologías; de hecho, la mayoría depende de las habilidades humanas. En otras palabras, de cómo hace las cosas la gente. Esto es válido si analizamos una política o si incrementamos las ventas en el mercado. Las tecnologías pueden mejorar la eficiencia, la calidad y el rendimiento de bienes y servicios, si bien su aplicación plantea interrogantes críticas en torno a los valores, actitudes y relaciones interpersonales. Mientras sea mayor el alcance del entendimiento humano, mayor será el potencial para identificar y resolver problemas diversos provocados por el hombre.

    Por último, como novato en el estudio de otras sociedades, tal vez lo que menos le interese sea la contribución de largo plazo de ese conocimiento de por sí. No obstante, su capacidad para explicar las diferencias y semejanzas entre sistemas políticos y, más importante, sus consecuencias es esencial para enriquecer el conocimiento político. Aunque no sea siempre el caso, en general es cierto que mientras más sabe uno de algo y más entiende el comportamiento de ese algo, mejor puede explicarlo. Este tipo de conocimiento permite al científico social crear nuevas teorías sobre la política y el comportamiento político, algunas de las cuales pueden aplicarse a su propio sistema político y a otras culturas. También permite —teniendo en mente las limitaciones del comportamiento humano— cierto nivel de pronóstico. En otras palabras, dados ciertos tipos de instituciones y condiciones políticas específicas, los científicos sociales pueden pronosticar que es probable que el comportamiento político siga ciertos patrones.

    ALGUNAS INTERPRETACIONES DEL SISTEMA MEXICANO

    Antes sugerimos que los científicos sociales se imponen la tarea de formular preguntas abiertas sobre la naturaleza de un sistema político y sus procesos políticos. Para examinar individual o comparativamente los sistemas políticos es posible aplicar varias estrategias aceptables, algunas enfocadas en las relaciones entre instituciones políticas y las funciones que cada institución desempeña, y otras que conceden mayor peso a los valores y actitudes sociales y sus consecuencias en el comportamiento político y las características institucionales de un sistema político. Otros enfoques, en especial del último tercio del siglo XX, ponen más énfasis en las relaciones económicas y en la influencia de grupos sociales o de ingresos en las decisiones políticas. Llevando un paso más allá este último enfoque, muchos analistas de países del Tercer Mundo, incluido México, se concentran en las influencias económicas internacionales y su efecto en estructuras políticas locales.

    Optar por cualquiera de esos enfoques para explicar la naturaleza del comportamiento político tiene sus ventajas en la descripción de un sistema político. En mi experiencia, sin embargo, nunca he estado convencido de que un enfoque ofrece una explicación adecuada. Yo creo que un análisis de las funciones o de los procesos políticos implica un mínimo de prejuicios y que, buscando cómo y dónde se llevan a cabo esas funciones, se puede descubrir la aportación de otros enfoques.²⁴ Una aproximación ecléctica a la política que incluya cultura, historia, estructuras, geografía y relaciones exteriores representa el panorama más adecuado y preciso del comportamiento político contemporáneo. En este libro se utilizará ese enfoque ecléctico que combina las ventajas de cada uno.

    Hoy en día, el estudio de la política mexicana se centra en el análisis de México como un ejemplo de transformación capitalista, democrática y neoliberal. Las preguntas políticas fundamentales en esta nueva era son: ¿hasta qué punto México ha logrado realmente un sistema político democrático? ¿Ha trascendido la democracia electoral? ¿Se ha librado de muchas de sus características semiautoritarias? ¿Ha mejorado la distribución de los beneficios económicos y sociales? ¿Es México una democracia consolidada (sistema político democrático que ha ido mucho más allá de las elecciones democráticas y que puede definirse por otras características descritas por los teóricos de la democracia; entre otras, rendición de cuentas, transparencia, división de poderes, federalismo, derechos humanos, imperio de la ley y subordinación de las fuerzas armadas al control civil)? Y la más importante, tal vez, ¿las creencias y prácticas democráticas están suficientemente arraigadas, de tal forma que México siga siendo una democracia en el futuro?²⁵

    México puede ser justamente considerado como una democracia, si ésta se define nada más como un sistema político competitivo en el que dos o más partidos compiten en un proceso electoral abierto y equitativo e intercambian el poder sobre el liderazgo político nacional. Fue impresionante cómo el país llegó a esta forma de democracia con la victoria electoral de Vicente Fox en 2000. Por otra parte, ha avanzado hacia una etapa más difícil e influyente del proceso desde 2001, etapa profundamente arraigada en condiciones institucionales y estructurales heredadas del pasado. Por ejemplo, el presidente Fox introdujo en 2003 una ley de transparencia con la intención de que todas las agencias federales rindan cuentas a los ciudadanos y a los medios. Esta ley definitivamente incrementó la transparencia, pero, en lugar de apoyarse en esos primeros pasos, desde 2006 las agencias federales y estatales se han tornado más resistentes, y no menos, a responder prontamente.²⁶ En 2010 el presidente Calderón inició una reforma legal que modificaría el sistema legal interno del ejército mexicano. Otra vez, era un paso adelante en la eliminación de un enclave de autonomía militar respecto de las instituciones civiles que aún persistía; pero las reformas sólo resultaron en algunos cambios incrementales que permiten que las fuerzas armadas sigan gozando de una protección legal de privilegio.

    Actualmente, las prácticas políticas tradicionales de México se encuentran inmersas en una total conmoción por eso, y si destacamos sus características más importantes, éstas, necesariamente, también estarán en proceso de transición. En el pasado reciente, el país presentaba un sistema semiautoritario único, único porque permitía mucho mayor acceso al proceso de toma de decisiones y, más importante, quienes tomaban las decisiones cambiaban con mayor frecuencia de lo usual en otros lugares. En este sistema, el liderazgo

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