Los dos virreyes
Por José Zorrilla
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Los dos virreyes es un drama teatral en tres actos de José Zorrilla. Narra el enfrentamiento de dos potentados en la Nápoles de 1653.-
José Zorrilla es un autor nacido en Valladolid en 1817 y fallecido en Madrid en 1893. Su obra, repartida entre la poesía y el teatro, es sobre todo conocida por el drama romántico Don Juan Tenorio.
José Zorrilla
José Zorrilla (1817-1893) nació en Valladolid, hijo de un padre severo, conservador y furibundo absolutista y de una madre sumamente piadosa. Cuando tenía nueve años, él y su familia se trasladaron a Madrid, pero tras la muerte de Fernando VII su padre fue desterrado a Burgos. Fue enviado entonces a la Real Universidad de Toledo para estudiar derecho, formación que completaría en la Universidad de Valladolid. No obstante, el joven José Zorrilla tenía otros intereses mucho más vivos que la legalidad: la literatura, el dibujo y un carácter eminentemente enamoradizo primaban en él, quien en 1936 huyó a la capital, donde empezaría a frecuentar ambientes intelectuales y literarios. Allí trabó amistad con José de Espronceda y se casó con Florencia O'Reilly, una viuda irlandesa mayor que él. Infeliz en su matrimonio, Zorrilla tendría varias amantes y viajaría a París en más de una ocasión; donde conocería, entre otros, a Victor Hugo y a Alexandre Dumas. Tras una vida recibiendo honores por su prolífica y genial obra teatral y poética, murió en Madrid en 1893. Sus restos, originalmente enterrados en el cementerio de San Justo, fueron trasladados a Valladolid al cabo de tres años, tal y como el dramaturgo había deseado.
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Los dos virreyes - José Zorrilla
Los dos virreyes
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1905, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726561906
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
PERSONAJES
El Conde de Vergana.
don garcía de Orellana.
don rodrigo de luz, Conde de Monforte.
diego .
angelina .
Un Juez.
un soldado .
Un pescador.
Jueces, soldados españoles, þescadores naþolitanos, miembros del Consejo colateral, etc., etc.
_____________
La escena es en Nápoles, el10 de Noviembre de 1653.
ACTO PRIMERO
Salón del palacio del Virrey, suntuosamente adornado cuya bóveda está sostenida por dos robustos pilares. Balcón á la derecha, puerta en el fondo y secretas á los lados. Mesa con cubierta de terciopelo blasonada. Sillones, escribanía, etc., etc.
ESCENA PRIMERA
el virrey
Por Cristol Esa vil canalla
no se contenta jamás.
¡Oh! ¡No he de volverme atrás,
ni rehusar la batalla!
¿Qaiere el populacho guerra?
Pues habrá guerra, y cruel.
Con tu sangre, pueblo infiel,
fertilizaré tu tierra.
(Mirando por el balcón.)
Sí; retoñarán tus mieses
granos con tu sangre rojos,
y trocarán mis enojos
tus frutales en cipreses.
Sangre habrá, duelos prolijos,
y ¡vive Dios! que, de hoy más,
en sangre te bañarás,
sangre han de beber tus hijos.
ESCENA II
el virrey , varios individuos del Consejo colateral, con togas, etc., y los Síndicos, etc.
el virrey
¡Hola! Adelante, señores;
entrad y dadme noticias
de esa rebelión.
un consejero
Albricias
os damos ya. Los traidores
se han dispersado; está sola
la plaza, y Nápoles todo
se calma del mismo modo
ante la enseña española.
el virrey
¿Conque vuestra fiel ciudad
de Nápoles va ¡pardiez!
por la vigésima vez
contra su Rey? En verdad,
que debiera con más juicio
andar en tales proezas,
y no ofrecer más cabezas
al altar del sacrificio.
consejero
Señor Conde…..
el virrey
Idos de aquí,
señores, y no os dé empacho
en decir al populacho
lo que vais á oir de mí.
Decid que mandé plantar
una horca en esa plaza,
y en vez de azote y mordaza
sus cuerdas mandé emplear.
Decidle que si pensó
escudarse con la ley,
ya no hay más ley, ni más rey,
ni más tribunal, que yo.
Y al que murmure ó se asombre
haré, porque el resto calle,
matarle donde se le halle,
sea mujer, sea hombre.
¿Lo habéis entendido bien?
Pues id al pueblo á decirlo,
y tomadlo, al repetirlo,
para vosotros también.
Si Nápoles no se humilla
de Castilla al blando yugo,
se humillará del verdugo
bajo la corva cuchilla.
Salid, y no os olvidéis
que, si no cesa el tumulto,
hago degollar á bulto
á cuatro por cada seis.
ESCENA III
el virrey
Yo pondré esa chusma vil
de pescadores soeces,
como ellos ponen sus peces,
prensados en el barril.
Y si aun me osan levantar
una voz esos infieles,
sobre sus propios bajeles
se los sorberá la mar.
ESCENA IV
el virrey y diego
el virrey
¡Hola, servidor leal!
Te esperaba con ardor.
¿Qué hay por ahí?
diego
Nada, señor.
Ya está remediado el mal.
el virrey
¿Cuál ha sido la ocasión
de esa bulla?
diego
El santo celo
de pedir de Masanielo
el virrey
¿Qué?
diego
La canonización.
el virrey
¡Diego!
diego
No es más que lo dicho:
esos pescadores ruines,
que han dado en armar motines
con el más terco capricho,
su cadáver exhumaron,
y en procesión funeral,
de su amigo el Cardenal
hasta el palacio llegaron.
Hubo blasfemias atroces;
mendigos, viejos, muchachas,
con faroles y con hachas,
pedían á grandes voces
que declarase por santo
al rebelde Masanielo,
mártir de Dios.
el virrey
Y el Capelo,
¿qué es lo que hacía entretanto?
diego
Estarse como un hurón
encerradito en su alcoba,
que no es Su Eminencia boba,
ni peca de imprevisión.
Ya el populacho impaciente,
al ver señas tan inciertas
en el Cardenal, sus puertas
desvencijaba insolente.
Mas todo ello concluyó,
muriendo sus esperanzas,
cuando con setenta lanzas
metíme en la plaza yo.
El que en sus piernas no puso
su salvación, la cabeza
perdió allí por su torpeza.
Ya sabéis que este es el uso.
Y á los minutos siguientes,
las más bravas, en dos filas,
los tazones y las pilas
festonaban de las fuentes.
Con lo cual, los que escaparon
de esta justicia agarena,
sin duda on cabeza ajena
escarmentando, callaron.
el virrey
Tu lealtad no se acrisola
hasta sacar con sigilo
el ovillo por el hilo;
esa