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El lenguaje del reino
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Libro electrónico207 páginas3 horas

El lenguaje del reino

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Las palabras curan o hieren, generan vida o muerte. Las palabras provocan guerras o contribuyen a la paz. Las palabras de un padre construyen o destruyen la vida de sus hijos. Las palabras unen o separan personas. Las palabras extinguen o extienden fuegos. Se debe prestar atención a las palabras que emitimos y admitimos; a las que decimos y a las que nos decimos.
Muchos individuos descuidan sus palabras. Ignorando el potencial que como semillas poseen, recogen cosechas de tristeza, dolor y enfermedad. Lo peor del asunto es que desconocen que semejante aflicción se la originan ellos mismos con su modo de hablar.
La Biblia esconde entre sus páginas cientos de principios relacionados con el uso del lenguaje; al aplicarlos, se obtienen los beneficios que otorga el buen uso de las palabras.
El lenguaje del reino fue escrito para quienes reconocen que su lenguaje necesita una profunda renovación.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 sept 2020
ISBN9788409073450
El lenguaje del reino
Autor

Miguel Ángel Acebal Riesco

Nacido en Asturias (España), es Pastor, escritor y profesor de formación vial.

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    El lenguaje del reino - Miguel Ángel Acebal Riesco

    1. Prudente en las palabras

    Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él (1 Samuel 16.18).

    Prudencia. 1

    - Cualidad que consiste en actuar con reflexión y precaución para evitar posibles daños.

    - Moderación al hablar o actuar.

    - Virtud de comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado, así como actuar respetando los sentimientos, la vida, y las libertades de las demás personas.

    Sinónimos de prudencia son: 2

    - Cordura. 

    - Sensatez. 

    - Cautela. 

    - Moderación. 

    - Juicio.

    - Tacto.

    - Reflexión. 

    - Seriedad.

    - Madurez.

    La Biblia considera prudente a quien:

    - Refrena sus labios, es decir, a quien sabe hablar y callar (Proverbios 10.19).

    - No menosprecia a su prójimo (Proverbios 11.12). Menospreciar es tener a alguien en menos de lo que merece. 

    - Ejerce el autocontrol cuando es injuriado o criticado (Proverbios 12.16).

    - Acepta y guarda la corrección (Proverbios 15.5).

    - Abre la cabeza antes de abrir la boca. El sabio es más reflexivo que impulsivo (Proverbios 16.21).

    - Guarda la ley de Dios (Proverbios 28.7. Mateo 7.24).

    La prudencia puede contemplarse desde varias perspectivas:

    - La humana. Generalmente subjetiva. Muchos hay que proclaman su propia bondad, pero un hombre de verdad, ¿quién lo hallará? (Proverbios 20.6). Para evitar caer en las redes del autoengaño, la Biblia advierte: Confía plenamente en el Señor y no te fíes de tu inteligencia (Proverbios 3.5 BLP). 

    - La divina. Objetiva y justa en su apreciación, en ocasiones concede la razón a la persona, y en otras se la arrebata. 

    ¿Por qué es importante la prudencia al hablar?

    - Por el potencial que contienen las palabras de generar vida o muerte, y de levantar o derribar (Santiago 3.1–12). El bruto cae por su propia boca y con sus labios se destruye a sí mismo (Proverbios 18.7 PDT).

    - Porque puedes llegar a pecar (Proverbios 11.19).

    - Porque habrás de dar cuenta a Dios por aquello que hablas o callas.

    - Porque puedes sanar a otros y a ti mismo con la forma de hablar (Proverbios 12.18. 15.4).

    - Porque la muerte y la vida están en poder de la lengua (Proverbios 18.21).

    - Porque hablar correctamente te permitirá ver días buenos (1 Pedro 3.10).

    - Porque un hijo de Dios debe expresarse como lo hace su Padre. El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios (1 Pedro 4.11 NVI).

    - Porque cuando guardas tu boca, guardas tu alma. Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo; el que habla mucho se arruina solo (Proverbios 13.3 DHH). El que guarda su boca y su lengua, su vida guarda de angustias (Proverbios 21.23).

    Prudencia no es sinónimo de cobardía. David fue prudente, pero supo actuar con arrojo cuando la ocasión lo precisaba. Ejemplificó el equilibrio perfecto entre el habla y el silencio. Lenguaje y silencio deben regirse por la prudencia. Prudencia y valentía no son incompatibles; ambas constituyen dos buenas compañeras de viaje. 

    Cuida lo que dices

    Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario que leía su libro de Ciencias. El caballero, a su vez, leía un libro de portada negra. Fue cuando el joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos. Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del viejo y le preguntó: –Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos? –Sí, mas no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado? –Pero claro que lo está. Creo que usted señor debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión. Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted señor debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso. –Y... ¿es eso mismo lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia? –Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia. El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando este leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose peor que una ameba. En la tarjeta decía: Profesor Doctor Louis Pasteur. Director General del Instituto de Investigaciones Científicas. Universidad Nacional de Francia. 3

      Que no te suceda como al joven de la historia. Recuerda que la prudencia es una buena compañera de viaje.

    ___________________

    1. ¿Qué significa prudencia?

    2. Según leemos en la Biblia, prudente es quien…

    3. ¿En quién debes confiar plenamente para no caer en las redes del engaño?

    4. ¿Por qué es importante la prudencia al hablar?

    5. ¿Es lo mismo prudencia que cobardía?

    6. ¿Recuerdas haberte encontrado en apuros por tu falta de prudencia al hablar? ¿Cómo te sentiste?

    2. Tu modo de hablar determinará si Dios estará contigo o no, lo cual afectará tu futuro

    Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él (1 Samuel 16.18).

    El prudente considera aquello que se propone decir o hacer y, sin dejarse llevar por las apariencias, evita emitir juicios desacertados. David fue prudente en sus palabras y Dios estaba con él. Tu modo de hablar condicionará el hecho de que Dios se sienta cómodo contigo o, por el contrario, se entristezca escuchando palabras inadecuadas.

    En Efesios 4.30 la Biblia insta al creyente a no contristar –entristecer– al Espíritu Santo. Este texto bíblico se encuentra entre otros que guardan relación con el modo de hablar. No digan malas palabras, sino palabras que ayuden y animen a los demás, para que lo que hablen le haga bien a quien los escuche (Efesios 4.29 PDT). Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia (Efesios 4.31 NVI).

    Dios permanece al lado de aquellos que muestran rasgos semejantes al del joven pastor de Israel, y envía su Espíritu sobre quienes cuidan el pensamiento y el lenguaje. El Espíritu Santo es una persona y, como sucede en el ámbito de las relaciones humanas, se debe mimar al individuo y la relación con el individuo.

    Jesús enseñó a sus discípulos un modelo de conversación con Dios sencillo y natural que conocemos con el nombre de Padre Nuestro. Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público. Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos metas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos. Amén (Mateo 6.5–13).

    Vemos también en Lucas 18.9–14 como la sinceridad del publicano, expresada por medio de concisas palabras, fue más efectiva que el largo discurso auto exculpatorio del fariseo. Que tu forma de hablar motiva el agrado o disgusto de Dios resulta obvio; mientras unas palabras te justifican y lo alegran, otras provocan su tristeza.

    Dios tiene personalidad, siente y padece tal y como lo haces tú (aunque Él es más sensible).

    La presencia de Dios es como tu sombra, lo quieras o no, sigue tus pasos, pero cuando llegan las tinieblas, desaparece. Mima tu lenguaje y el Espíritu Santo te mimará a ti. Recuerda que más importante que afirmar que Dios está contigo, es que Él afirme estar contigo. Pablo escribió: Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?. La presencia o ausencia de Dios determinan tu futuro.

    Muchos personajes bíblicos bendecidos compartían algo en común: su cercanía e intimidad con Dios. Moisés, por ejemplo, valoró la presencia de Dios más que cualquier otra cosa al ser retado a guiar al pueblo de Israel hacia la tierra de la promesa (lee Éxodo 33.11–17). Jehová le dijo: –Mi presencia te acompañará y te daré descanso. Moisés respondió: –Si tu presencia no ha de acompañarnos, no nos saques de aquí.

    Jesús enseñó: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11.28). Tu descanso interior dependerá de lo cerca que te encuentres de Dios. Esta relación se fortalece o debilita por medio de tus palabras. La presencia de Dios es innegociable. Cuando a Dios le entregas un papel con la frase: Te prometo integridad, Él te devuelve otro que dice: Te prometo amistad.

    Jacob recibió en un sueño estas reconfortantes y poderosas palabras: Yo estoy contigo, te guardaré dondequiera que vayas y volveré a traerte a esta tierra, porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho (Génesis 28.15). La palabra de Dios aporta descanso y su presencia imparte paz.

    David estimó la presencia de Dios como el mayor de sus tesoros. Nada es más valioso que tener –y retener– la seguridad de que Dios está contigo, y sentir que forma parte de tu cotidianidad; para ello, es determinante cuidar tu modo de hablar.

    Relacionarte íntimamente con una persona te permitirá conocer qué le agrada y qué le desagrada, de ese modo tus comentarios portarán el grado correcto de prudencia. Conocer íntimamente a Dios te conducirá a desarrollar una sensibilidad adecuada a los sentimientos y carácter de aquel a quien amas y veneras, pues lo último que desearías sería herir su corazón. Comprendiendo que Dios habita entre las alabanzas de Israel (Salmo 22.3), David se mostró determinante con sus palabras: Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba y nada hallaste; he resuelto que mi boca no peque (Salmo 17.3. LBLA).

    En la década de los ochenta, con motivo de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, quien por entonces fuera el príncipe Felipe (nuestro actual rey), nos concedió una audiencia de varios minutos a un grupo de personas que trabajábamos en el área de la rehabilitación y reinserción de toxicómanos. Días antes del evento dedicamos buena parte de nuestro tiempo a ensayar el saludo, elegir las palabras correctas y repasar el protocolo; anhelábamos estar a la altura de las circunstancias. Estar frente a un miembro de la Casa Real, bajo la atenta mirada de cientos de periodistas nacionales e internacionales, no era cualquier cosa. Con demasiada facilidad obviamos la presencia de Jesús, el hijo del Rey de Reyes, y pronunciamos palabras que no nos atreveríamos a expresar ante un miembro de la Casa Real o de una figura política eminente.

    La luminosidad y temperatura de tu vida dependen de la distancia que existe entre el Dios que provee luz y calor, y tú. ¡Cuida tus palabras!

    ____________________

    1. ¿Por qué afirmamos que la cercanía de Dios guarda relación con el modo de hablar?

    2. En Efesios 4.30 la Biblia insta al creyente a no contristar al Espíritu Santo. ¿Qué significa la expresión contristar?

    3. ¿Crees que tu modo de hablar se ajusta a Efesios 4:29-31?

    4. Si el Espíritu Santo es una persona, ¿cómo deberías comportarte ante su presencia?

    5. ¿Es importante la sinceridad en la oración?

    6. ¿Cómo la presencia o ausencia de Dios pueden determinar tu futuro?

    7. Tu descanso interior dependerá de…

    8. ¿Por qué necesitas relacionarte íntimamente con Dios?

    9. Antes de hablar ¿eres consciente de que Dios te va a escuchar?

    3. La consecuencia de que Dios esté contigo es que los demonios no querrán estar cerca

    Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él (1 Samuel 16.23).

    Dios es omnipresente, lo hallarás en todo lugar. El salmista David comprendió esta verdad y la plasmó en el Salmo 139. ¡Jamás podría escaparme de tu Espíritu! ¡Jamás podría huir de tu presencia! Si subo al cielo, allí estás tú; si desciendo a la tumba, allí estás tú. Si cabalgo sobre las alas de la mañana, si habito junto a los océanos más lejanos, aun allí me guiará tu mano y me sostendrá tu fuerza. Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara, y a la luz que me rodea, que se convierta en noche; pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti. Para ti, la noche es tan brillante como el día. La oscuridad y la luz son lo mismo para ti (Salmo 139.7-12 NTV).

    Si en este fragmento bíblico se describe la omnipresencia de Dios, en los versículos 1 al 6 se reseña otra faceta de su carácter: la omnisciencia. Oh Señor, has examinado mi corazón y sabes todo acerca de mí. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; conoces mis pensamientos aun cuando me encuentro lejos. Me ves cuando viajo y cuando descanso en casa. Sabes todo lo que hago. Sabes lo que voy a decir incluso antes de que lo diga, Señor. Vas delante y detrás de mí. Pones tu mano de bendición sobre mi cabeza. Semejante conocimiento es demasiado maravilloso para mí, ¡es tan elevado que no puedo entenderlo! (Salmo 139:1-6

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