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Vigilante Nocturna
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Libro electrónico151 páginas2 horas

Vigilante Nocturna

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Breaking Bad se cruza con Batwoman en esta aventura llena de acción, del autor de best-sellers John Reinhard Dizon.

Luego de la muerte de su padre, Sabrina Brooks, la heredera de Brooks Chemical Company, debe reacomodar toda su vida, pieza por pieza. Con acceso a archivos gubernamentales ultra-secretos y conocimientos de química, Sabrina confeccionará sus propias armas y se convertirá en la justiciera conocida como Nightcrawler.

Con la ayuda del oficial Hoyt Wexford de la policía de Nueva York, Sabrina librará una batalla contra la pandilla de traficantes más peligrosa de la ciudad. Pero incluso con todos los recursos y el trabajo en equipo, ¿podrán derrotar a los malignos criminales de una vez y para siempre?

IdiomaEspañol
EditorialNext Chapter
Fecha de lanzamiento31 jul 2020
ISBN9781071541241
Vigilante Nocturna

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    Vigilante Nocturna - John Reinhard Dizon

    Capítulo Uno

    Perdóname padre, porque he pecado. Han pasado un par de semanas desde mi última confesión.

    Hay sólo un Padre Celestial, y es sólo Él quien perdona los pecados.

    Lo siento, Pastor. Es difícil deshacerse de los viejos hábitos.

    Siempre es bueno verte, Bree. Toma asiento.

    Sabrina Brooks había emprendido una búsqueda espiritual desde la muerte de su padre. La había dejado como única heredera de Brooks Chemical Company, y repentinamente tuvo que volver a la realidad, luego de toda una vida en un mundo de fantasías. Había sido una niña malcriada que creció convirtiéndose en una fiestera, sólo la muerte de su madre, cuatro años antes, la llevó a la sobriedad para conseguir un título en química en la universidad de Nueva York. Estaba siguiendo de muy mala gana los pasos como sucesora de su padre, pero necesitaba respuestas para su alma atormentada. Finalmente llegó a la Iglesia Cristiana de la Fuerza de Dios en el Bowery, y Matt Mitchell estaba ayudándola a encontrarlas.

    Mitchell había abierto las puertas de la iglesia hacía un año de puro milagro, y Bree llegó justo cuando la situación comenzaba a estabilizarse. La gente de la comunidad buscaba estabilidad en la Gran Recesión, y él tenía suficientes devotos que pagaban el diezmo regularmente para mantener abiertas las puertas a los creyentes de la Verdad. Bree iba dos veces por mes, y sus donaciones eran tan grandes que doblaban los ingresos de la iglesia. Iba durante la semana de vez en cuando buscando consejos, y el pastor siempre estaba alegre de ayudar.

    Creo que tendré volver a salir, dijo ella suavemente mientras se sentaban en la oficina del fondo del pequeño pero cómodo lugar.

    ¿Por qué?

    ¿Ha visto los periódicos?

    El Pastor, un hombre en sus cincuentas con creciente pelo canoso y gafas de montura metálica, miró hacia el escritorio en donde Bree estaba sentada frente a él, respondiendo.

    Sabes que ellos tienen al Homeland Security, al FBI, y probablemente a los militares en esto dijo él, gentilmente. ¿Realmente sientes que necesitan tanta ayuda?        No tiene que ver conmigo. Es sobre el contrato que la compañía de mi padre tenía con los militares. Esa gente está amenazando a la ciudad con un arma química. No puedo evitar pensar si hay alguna manera de infiltrarme en el grupo, ofreciéndoles tecnología a cambio de información. Puede que tenga la posibilidad de salvar vidas.

    Sabrina, ya hemos discutido esta situación, y no creo que tenga más sugerencias o respuestas para ti, dijo él, resignado. Conozco tu razonamiento y tu motivación, y coincidiste en que habías encontrado un cierre al reprender a esos traficantes de drogas hace unos meses. Ahora sabemos que el Señor tiene un propósito para cada uno en su vida, y tú has servido bien al hacer lo que hiciste. En este momento, estás siendo de gran ayuda para éste pastor, ésta congregación y ésta comunidad. No sé si comprendes la pérdida que sería para nosotros si algo te pasase a ti.

    Supongo que estoy comparando los beneficios para la comunidad con los de la ciudad entera.

    Ya te has decidido. No estabas esperando que te convenza de lo contrario, espero.

    Creo que sólo quería tu bendición.            No puedo condenar lo que estás haciendo, y no puedo pedirle a Dios que bendiga lo que haces.

    ¿No puedes simplemente bendecirme? preguntó ella lamentándose.       Claro que lo haré. Oremos juntos.

    Ella había estado en un camino de auto-descubrimiento desde que su madre murió. Lo pensaba como un tiempo de iluminación, aunque su padre solía pensarlo como un camino de auto-destrucción. Se anotó en la universidad de  Nueva York para conseguir su título en química y seguir los pasos de su padre. Luego del segundo año, abandonó para enrolarse en el John Jay College de Justicia Criminal para realizar la carrera de agente policial. En retrospectiva, lo veía  como un acto de rebelión, rechazando el legado de su padre como heredera de la BCC. Él no la convenció de volver a la carrera de química, y ella siguió su camino hasta cerrar todas las puertas que quedaban atrás.

    Hizo lo mejor para conseguir el título de Reina de la Fiesta en John Jay, saliendo de juerga con su grupo luego de la escuela, hasta que comenzó a notar que su grupo se desintegraba y era reemplazado por desconocidos. Sus notas comentaron a bajar, de su 4.0 en la NYU a un 2.0 en Jon Jay. Comenzó a faltar a clases hasta que estuvo al límite de ser expulsada de la mitad de ellas. Dejó de hablar del colegio con su padre, y llegó el momento en que ya no tenían casi nada en común para hablar.

    Ya habían pasado seis meses desde que él murió por un aneurisma pero, quienes lo conocían, decían que murió por un corazón roto.

    Uno de quienes lo creían era su socio, Jon Aeppli. Era un profesor de Vern Brooks y mentor en la NYU, y cuando su padre se graduó e invirtió su herencia en la BCC, le hizo una oferta a Aeppli que no pudo rechazar. Juntos comenzaron a trabajar en proyectos que habían discutido desde la NYU, y cuando algunos de ellos consiguieron la atención de grandes corporaciones químicas americanas, la nueva compañía no volvió a mirar hacia atrás. La muerte de su padre fue un terrible golpe para Aeppli, y le costó muchísimo sentarse junto a Sabrina para discutir un posible futuro.

    Se encontraron en Keene’s Steakhouse en el número 36 de la calle West, cerca del Madison Square Garden, una semana luego del funeral. Aeppli sabía que era uno de los lugares que los Brooks visitaban en los cumpleaños de Sabrina. Ella había quedado con un fideicomiso por el testamento de su madre, y retiraría $2000 por mes hasta que muriese. Era más que suficiente para pagar la cuenta, pero Aeppli insistió en pedir uno de los platos más baratos del menú.

    Pensé que querías discutir la liquidación de la compañía o comprar mi parte. Aeppli pareció molesto luego de que Sabrina interrumpiese su discurso.

    No, señor, he pensado mucho todo esto. La vida de mi padre giró alrededor de esta compañía. Éste era su sueño. No puedo simplemente venderlo y dejar que desaparezca.       

    No hagas esto, Sabrina. Aeppli sacudió su cabeza con arrepentimiento. Deja que la compañía se vaya con dignidad. Tu padre lo habría querido así.            Él hubiera querido que la mantuviésemos funcionando, Sr. Aeppli.        ¿No te parece que es un poco tarde para eso?              ¿A qué te refieres?                      Lo siento, Sabrina. Aeppli apoyó su servilleta en cuanto terminó su comida. Te dije, no quiero hacerlo. No va a modificar nada.

    Mira, vine aquí para hablar. Para mantener viva la empresa de mi padre, y tú eres el único que puede ayudarme a hacerlo. Todos saben que tú y mi padre eran los únicos que hacían que la compañía funcionase. No puedo esperar que ningún ingeniero llene los zapatos de ninguno de ustedes dos. Sr. Aeppli, si es acerca del dinero...            No me insultes, y no insultes la memoria de tu padre. Si hubieses tomado esta decisión hace cuatro años, quizás las cosas serían diferentes.              Bueno. Ella apoyó sus codos sobre la mesa. Hablemos. Lo entiendo, fui una estúpida niña que cometió estúpidas equivocaciones en su momento. Cuando mi madre murió, pensé que mi mundo colapsaba. Resentí a mi padre porque sentía que tenerme a mí no le era suficiente. Sé que fue egoísta y erróneo, pero no puedo cambiar el pasado. Dejé la NYU y fui a Jon Jay no sólo para molestarlo, sino porque quería algo que fuese mío. Pensé que ser policía podía ser una forma de cambiar el mundo, y dejar de verme a mí misma como una pequeña niña rica y malcriada.                      Sabrina, tú no tienes que...                  No, déjame terminar. Se limpió las lágrimas de los ojos, esparciendo su maquillaje.

    La juerga era psicológica, como una profecía auto-realizada. Sabía que iba a arruinarlo todo, por lo que salía de fiesta como excusa. Sabía que estaba lastimando a mi padre e intenté detenerme, pero ya había ido demasiado lejos. No es que quisiese que él fallezca, Sr. Aeppli... 

    Jon, dijo él, suavemente.            Jon. Ella esbozó una sonrisa. Creí que él viviría para siempre. Pensé que estaría ahí cuando encontrase al muchacho indicado, me casase y tuviese hijos. Si pudiese hacer todo de nuevo, sabes lo que haría. No es demasiado tarde, puedo regresar a estudiar, conseguir mi título y mantener a la compañía funcionando. Pero no puedo hacerlo sin ti, Jon. Sabes que si mi padre estuviese aquí, querría que me des una última oportunidad. Por favor.

    La química nunca fue sólo ciencia para nosotros, Sabrina. Era una forma de arte. Siempre nos veíamos como master chefs. A veces éramos como cocineros de comidas rápidas. Podíamos resolver una fórmula juntos en sólo minutos. Solíamos testearnos entre nosotros, inventar fórmulas y preguntarnos si explotarían, se convertirían en algo más o si simplemente se desintegrarían. Nos gustaba lo que hacíamos, y si tú no lo disfrutas de esa manera, entones no es para ti.

    Puedes dármelo a mí. Se lo diste a mi padre, puedes dármelo a mí.      Él ya lo tenía cuando yo enseñé la primera clase en que lo tuve de alumno, Aeppli estaba nostálgico. Él pensaba que la química era fascinante. Se quedaba después de clases para hacer preguntas, y luego iba a la biblioteca para leer al respecto. No solamente lo estudiaba, lo leía como si fuese literatura. Pensé que yo era el único en el mundo que se sentía así, hasta que lo conocí. Él pasaba un par de veces por semana por la sala de profesores para visitarme, hasta que finalmente se graduó. Me dijo lo que había planeado pero yo no le creí realmente, hasta que vino a mí con una oferta que doblaba mi salario de la universidad y resolvía mi estadía, si me iba con él. Un día desperté y comprendí que no era un sueño, y verdaderamente sucedió. Incluso en ese entonces, siguió siendo como un sueño, hasta hace dos semanas.

    Dame una chance, Jon. Por favor.

    Está bien, niña, accedió él. Nos encontraremos en la oficina de tu padre el lunes y daremos una vuelta por el lugar para ver qué ha quedado allí.

    ––––––––

    Ella no había renunciado por completo a su sueño de convertirse en policía. Amaba la camaradería, el entrenamiento, y la sensación de que haría algo que podría salvar vidas y ayudar a otros. Era una muchacha grande y fuerte, de 1.75cm y 63kg, y amaba escuchar a los hombres hablar a sus espaldas sobre su apariencia. Tenía un largo cabello rojizo, ojos color esmeralda, y una cintura de avispa que contrastaba con generosos pechos y piernas perfectamente esculpidas. Tenía una inusual fuerza en los tendones para ser una mujer, y había conocido a pocos hombres de su tamaño que pudiesen ganarle en una pelea sin restricciones. Secretamente soñaba con abrir una compañía privada de investigaciones algún día, pero no le diría una palabra de aquello a Jon Aeppli.

    En retrospectiva, se lo atribuyó a su obstinada terquedad, viéndolo como algo que todos habían dicho que no podría hacer. Aunque sabía que podía perder a Jon Aeppli para siempre si siquiera mencionaba a Jon Jay, comenzó a seguirle el rastro al índice de criminalidad y sus estadísticas en Nueva York. Comenzó a investigar en grupos vecinales de alertas, clubes de patrullas voluntarias, y finalmente la

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