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El pequeño Dombey: Y otras adaptaciones de novelas para leer en público
El pequeño Dombey: Y otras adaptaciones de novelas para leer en público
El pequeño Dombey: Y otras adaptaciones de novelas para leer en público
Libro electrónico199 páginas3 horas

El pequeño Dombey: Y otras adaptaciones de novelas para leer en público

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En 1846 Charles Dickens ya tuvo la idea de hacer algunas adaptaciones de pasajes o capítulos de sus novelas para leerlos en público. Tardó más de diez años en decidirse, pero la separación de su esposa Catherine y su nueva relación (escandalosa) con la actriz Ellen Ternan, que trajeron grandes cambios en su vida y en su economía, le impulsaron a ponerse manos a la obra. En 1858, el mismo año de su separación conyugal, debutó en ese campo nuevo para él y enseguida sus lecturas lo hicieron tan famoso como sus propias novelas. En una gira por Estados Unidos, se estima que en Nueva York unas 40.000 personas asistieron a estas lecturas.
Dickens tomaba de sus novelas los capítulos que más conmovedores le parecían, a veces las resumía, quitaba lo que a su juicio les sobraba, eliminaba personajes y, en cambio, ampliaba otros. Así lo hizo con Dombey e hijo, Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit, David Copperfield y Oliver Twist, las cuatro adaptaciones reunidas en este volumen. Se incluye también una serie interesantísima de artículos, cartas y reseñas que resumen la recepción que obtuvieron las lecturas públicas en su momento.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 may 2020
ISBN9788490657034
El pequeño Dombey: Y otras adaptaciones de novelas para leer en público
Autor

Charles Dickens

Charles Dickens (1812-1870) was one of England's greatest writers. Best known for his classic serialized novels, such as Oliver Twist, A Tale of Two Cities, and Great Expectations, Dickens wrote about the London he lived in, the conditions of the poor, and the growing tensions between the classes. He achieved critical and popular international success in his lifetime and was honored with burial in Westminster Abbey.

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    El pequeño Dombey - Charles Dickens

    Charles Dickens

    El pequeño Dombey

    y otras adaptaciones de novelas

    para leer en público

    Traducción

    Miguel Temprano García

    ALBA

    Introducción

    Pocos novelistas han tenido un público tan enorme y una fama tan duradera como Charles Dickens. Personas del mundo entero conocen la transformación moral de Ebenezer Scrooge en Cuento de Navidad y la vida del huérfano Oliver Twist, inmortalizada en su patética petición de un segundo cuenco de gachas: «Por favor, señor, quiero un poco más». De Pickwick y Sam Weller de Los papeles de Pickwick al señor Micawber de David Copperfield, pasando por Pip de Grandes esperanzas, el señor Guppy y la señora Jellyby de Casa Desolada, el señor Gradgrind de Tiempos difíciles y Flora Finching de La pequeña Dorrit, Dickens creó una panoplia de personajes memorables. Combinando el genio cómico con una astuta crítica de las leyes e instituciones de la sociedad victoriana, creó novelas que continúan atrayendo por igual la atención de los críticos y del público en general.

    La primera infancia de Dickens tuvo una notable importancia como fuente de material para las inquietudes y los temas de sus novelas. Cuando Charles nació en 1812, el segundo de diez hijos (dos murieron en la infancia), su padre trabajaba de oficinista naval en Portsmouth. John y Elizabeth Dickens pretendían llevar una vida de clase media, pero se enfrentaron a incontables dificultades para controlar sus gastos y siempre estuvieron al borde de la ruina. En una ocasión, pasaron cuatro meses en la cárcel de deudores de Marshalsea. Charles pudo asistir al colegio en Chatham, cerca de Londres, cuando la familia se trasladó a los muelles, pero en 1823 su educación se interrumpió y volvió con sus padres a Camden Town, en Londres. El joven Dickens desempeñó diversos empleos para sus padres hasta que acabaron enviándolo a trabajar a la Fábrica de Betún para Botas Warren a los doce años. El impacto psicológico de este ambiente en Dickens fue permanente; nunca olvidó la humillación sufrida ni el desánimo que le causaron las condiciones laborales relativamente duras bajo las que él y los demás niños se veían obligados a trabajar.

    Después de que la familia recibiera una modesta herencia, Dickens volvió al colegio, pero en 1827, a los quince años, tuvo que dejarlo porque su padre no podía pagar la matrícula. Trabajó como oficinista en un bufete de abogados y estudió taquigrafía en su tiempo libre hasta convertirse en reportero parlamentario. En 1833, Monthly Magazine publicó su primer relato, Cena en Poplar Walk. Al año siguiente, mientras trabajaba como reportero para un periódico, escribió una serie de artículos muy populares que luego se recopilaron y publicaron con el título Esbozos de Boz (su seudónimo periodístico) en 1836. El éxito de los Esbozos condujo a otra obra que acabó de cementar su fama y aseguró su estabilidad financiera (lo que le permitió también casarse con Catherine Hogarth, con quien se había comprometido en 1835). Los editores Chapman y Hall le encargaron una serie de escenas mensuales sobre el Club Pickwick y varios personajes absurdos como el señor Pickwick, el señor Winkle, el señor Tupman, el señor Snodgras y Sam Weller pronto lograron que toda Inglaterra clamara por la última entrega de Los papeles póstumos del Club Pickwick. Dickens consolidó este éxito publicando por entregas Oliver Twist (1837-1838) en Bentley’s Miscellany, donde había empezado a trabajar como redactor, y luego iniciando Nicholas Nickleby (1838-1839) también como novela mensual por entregas.

    En 1837, Dickens y su mujer empezaron a tener familia (tuvieron diez hijos). Ese mismo año, murió su querida cuñada, Mary Hogarth, que inspiraría a la pequeña Nell de La tienda de antigüedades (1840-1841) y a muchas de las jóvenes que constituyen los «ángeles buenos» de sus novelas. Cuando se publicó el libro, la fama de Dickens se había extendido por toda Norteamérica; sus seguidores se agolpaban ansiosos en los muelles de Nueva York esperando a que llegara desde Inglaterra la última entrega de una historia suya.

    En 1842, Dickens viajó a Estados Unidos para aprovechar su fama, pero el viaje resultó ser una decepción. Lo desanimaban las muchedumbres que se agolpaban incesantemente a su alrededor intentando hablar con, tocar o incluso ver al famoso autor. Criticó públicamente, y a la menor oportunidad, la falta de leyes internacionales sobre los derechos de autor (los norteamericanos podían piratear las ediciones de sus libros sin que él recibiera ningún beneficio). Expresó su desprecio por las costumbres estadounidenses (como masticar y escupir tabaco) y por algunas instituciones norteamericanas como la esclavitud y lo que él consideraba un sistema carcelario implacable, en un libro sobre sus viajes, Notas de América (1842), y convirtió a los norteamericanos en objeto de escarnio en su novela Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit (1843-1844). Como era de esperar, la prensa estadounidense reaccionó con una efusión de editoriales vengativos. (Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit no se vendió bien en ningún lado del Atlántico.) Los estadounidenses empezaron a perdonar a Dickens después de su abrumador éxito con Cuento de Navidad (1843), el primero de su serie de libros navideños y una obra de ficción centrada en las virtudes del perdón y la generosidad de espíritu.

    Dickens demostró una energía sorprendente. A partir de 1850 dirigió la revista semanal Household Words (en la que él mismo publicó un gran número de obras); escribió y actuó en obras de teatro; viajó mucho; trabajó en nombre de varias causas sociales y siguó escribiendo a un ritmo continuado. A Dombey e Hijo (1846-1848) siguieron David Copperfield (su obra más autobiográfica, 1849-1850), Casa Desolada (1852-1853), Tiempos difíciles (1854), La pequeña Dorrit (1855-1857), Historia de dos ciudades (1859), Grandes esperanzas (1861) y Nuestro común amigo (1865).

    Dickens publicó todas sus novelas por entregas. Esa estructura episódica le llevó a desarrollar métodos de caracterización que permitían a los lectores que esperaban sus entregas semanales y mensuales la identificación inmediata de los personajes. También desarrolló un talento extraordinario para entretejer diversos relatos y coincidencias que, por increíbles que resulten, al lector le parecen convincentes. Esta forma de enfocar el relato y la caracterización ha sido una constante fuente de fascinación para los críticos. En época del propio Dickens, George Eliot lamentó lo que percibía como sus defectos casi tanto como alabó lo que le parecían sus aciertos:

    Tenemos un gran novelista con la mayor capacidad de representar los rasgos externos de nuestra población urbana; y, si pudiera transmitirnos su carácter psicológico –su concepción de la vida y sus emociones– con la misma sinceridad que su forma de hablar y sus modales, sus libros serían la mayor contribución que ha hecho el arte para despertar la compasión social.

    A principios del siglo

    XX

    el novelista E. M. Forster utilizó como ejemplo a Dickens para definir conceptos como «plano» y «redondo»:

    Los personajes de Dickens son casi todos planos […]. Casi todos pueden resumirse en una frase, y sin embargo dan esa maravillosa sensación de profundidad humana. Es probable que la inmensa vitalidad de Dickens haga que sus personajes vibren un poco, de modo que toman prestada parte de su vida y parecen tener una propia. Es un truco de prestidigitación.

    A principios del siglo

    XXI

    el crítico James Wood amplió el análisis de Forster al sugerir que Dickens había sido «una influencia abrumadora» en la ficción británica desde la Segunda Guerra Mundial:

    Muchos de los personajes de Dickens son, como dijo correctamente Forster, planos pero vibran muy deprisa […]. Su vitalidad es histriónica […]. Una razón evidente de la popularidad de Dickens entre los novelistas contemporáneos es que el mundo de Dickens parece poblado por simplicidades vitales […]. Dickens permite lo caricaturesco, lo reviste de lo surreal […]. Pero eso no es todo lo que hay en Dickens, razón por la cual la mayoría de los novelistas contemporáneos no son más que sus herederos morganáticos. En Dickens hay también un acceso inmediato a los sentimientos intensos, que desgarra los títeres de sus personajes, rompe lo que los recubre y nos deja entrar en ellos.

    El «acceso inmediato a los sentimientos intensos» que proporcionaban los relatos de Dickens era sin duda una parte central de su atractivo en la era victoriana. La historia del «pequeño Dombey» es un buen ejemplo. Desde su primera aparición por entregas en enero de 1847, el episodio de Dombey e Hijo en el que muere Paul Dombey (al final de la quinta entrega) se ha considerado uno de los más conmovedores de Dickens. Su amigo John Forster lo describió diciendo que cuando se publicó por primera vez desató nada menos que un «duelo nacional»; se cuenta que el novelista William Thackeray declaró enfervorecido después de leerlo que era imposible competir con «unas facultades semejantes […]. El capítulo que describe el fallecimiento del joven Paul es insuperable… extraordinario». Junto con la muerte de la pequeña Nell en La tienda de antigüedades, fue el mayor ejemplo de la capacidad de Dickens para conmover a sus lectores victorianos.

    En 1858, Dickens se separó de Catherine; la ruptura se complicó por su relación con la actriz Ellen Ternan y por la publicidad que (en parte instigada por el propio Dickens) recibió el cambio en su estatus civil. Ese mismo año, el autor empezó una larga serie de lecturas públicas, una empresa lucrativa pero agotadora que comprometió gravemente su salud. Continuó viajando toda la década de 1860 a la vez que dirigía su nuevo periódico, All the Year Round (que empezó su andadura en 1859). Dickens estaba trabajando en El misterio de Edwin Drood cuando murió en 1870 en mitad de una extenuante serie de lecturas. En su testamento, pidió que lo enterraran en Rochester, Kent, cerca de su casa, pero la presión pública hizo que la familia aceptara enterrarlo en el Rincón de los Poetas en la abadía de Westminster. No obstante, respetaron sus instrucciones de que el funeral fuese «poco ostentoso y estrictamente privado» y a la ceremonia en la catedral asistieron solo doce personas.

    Lecturas dramatizadas

    En las décadas de 1830 y 1840 empezó a ser habitual que las sociedades literarias, los Institutos de Mecánica y otros grupos patrocinaran lecturas públicas, recitales y representaciones con un solo actor. Muchos de los que consideraban inmorales los escenarios empezaron a verse atraídos por lecturas de, por ejemplo, escenas de Shakespeare representadas en salas públicas. En 1846 a Dickens se le ocurrió hacer lecturas públicas de su propia obra: «El otro día, pensé –escribió a su amigo John Forster– que en estos tiempos de lecturas y recitales podría ganarse mucho dinero […] leyendo los propios libros. Creo que iría muy bien». Forster le quitó la idea de la cabeza y Dickens no la puso en práctica entonces. Diez años después, cuando Thackeray empezó a disfrutar de un gran éxito de público, Dickens se decidió a hacer lecturas de su propia obra. Los dos tenían estilos muy distintos. Según una crónica del siglo

    XIX

    , Thackeray «leía para que se le oyera y entendiera a la perfección, de modo que la belleza innata de su estilo literario causara el mayor efecto posible». Otro contemporáneo afirma que Dickens, que era un buen actor aficionado, «leía con bastante indiferencia. No leía como un escritor para quien el estilo lo es todo, sino como un actor que se sumergía en el mundo que quería mostrar a sus oyentes».

    Dickens llegó a ser casi tan famoso por sus lecturas como por sus novelas; especialmente memorable fue su gira triunfal por Estados Unidos en 1867-1868 en la que ganó lo que hoy serían varios millones de dólares por 76 actuaciones. (Se calcula que solo en Nueva York asistieron a sus lecturas unas 40.000 personas.)

    Modeló sus ficciones para representarlas, acortando y revisando material de sus novelas y relatos para crear unas lecturas que tuviesen entidad artística en sí mismas. En el caso de «La historia del pequeño Dombey» usó como materia prima los capítulos 1, 5, 8, 11, 12, 14 y 16 de su novela Dombey e Hijo, recortó las partes que le parecían superfluas o que no iban a funcionar bien en la representación pública y eliminó varios personajes menores. (En cambio, extendió un poco el personaje de Toots.) La conclusión de la historia de Paul Dombey ya era famosa por contarse entre los momentos más emotivos de todas sus novelas, y las lecturas la hicieron aún más famosa; en su primera gira por provincias escribió que «La historia del pequeño Dombey» era «su mayor triunfo en todas partes». (Aunque en Estados Unidos no tuvo tanto éxito.)

    La lectura que creó a partir de su novela Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit combina escenas en las que aparece el popular y apreciado personaje de Sarah Gamp. Dickens introducía continuos cambios en los textos de sus lecturas y este no fue una excepción: la primera lectura de «La señora Gamp» se basaba en material de los capítulos 9 y 25 de la novela, pero una revisión más extensa omitió gran parte del final original

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