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Cuentos Francisco de Quevedo
Cuentos Francisco de Quevedo
Cuentos Francisco de Quevedo
Libro electrónico43 páginas39 minutos

Cuentos Francisco de Quevedo

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Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 15801​-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue unescritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española, conocido especialmente por su obra poética, aunque también escribió narrativa, teatro y diversos opúsculos filosóficos, políticos, morales, ascéticos, humanísticos e históricos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 mar 2020
ISBN9788832956962
Cuentos Francisco de Quevedo
Autor

Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo (Madrid, 1580 - Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645) fue noble, político y uno de los escritores más importantes del Barroco español. Estudió Teología en la Universidadde Valladolid, donde adquirió gran valor como poeta y por sus escritos contra su coetáneo Luis de Góngora. Cultivó todos los géneros literarios y perteneció a la corriente conceptista (contra el culteranismo gongorino), pero sobre todo destacó por una gran maestría en el dominio desafiante del lenguaje. Sus escritos son críticos y morales, concebidos a partir de un prisma diferente. Sus obras más destacadas son Historia de la vida del Buscón (1603), Los Sueños (1605-1622), Política de Dios, gobierno de Cristo, tiranía de Satanás (1626), La cuna y la sepultura (1635) y Marco Bruto (1646), entre otras. Son numerosos los sonetos, letrillas y romances divulgados por los juglares, recogidos póstumamente.

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    Cuentos Francisco de Quevedo - Francisco de Quevedo

    SESO

    EL ALGUACIL ENDEMONIADO

    AL CONDE DE LEMOS, PRESIDENTE DE

    INDIAS

    Bien sé que a los ojos de V. Excelencia es más endemoniado el autor que el sujeto; si lo fuere también el discurso habré dado lo que se esperaba de mis pocas letras, que amparadas, como dueño, de V. Excelencia y su grandeza, despreciarán cualquier temor. Ofrézcole este discurso del alguacil endemoniado (aunque fuera mejor y más propriamente, a los diablos mismos): recíbale V. Excelencia con la humanidad que me hace merced, así yo vea en su casa la succesión que tanta nobleza y méritos piden.

    Esté advertida V. Excelencia que los seis géneros de demonios que cuentan los supersticiosos y los hechiceros (los cuales por esta orden divide Pselo en el capítulo once del libro de los demonios) son los mismos que las órdenes en que se destribuyen los alguaciles malos. Los primeros llaman leliurios, que quiere decir ígneos; los segundos aéreos; los terceros terrenos; los cuartos acuáticos; los quintos subterráneos, los sextos lucífugos, que huyen de la luz. Los ígneos son los criminales que a sangre y fuego persiguen los hombres; los aéreos son los soplones que dan viento; ácueos son los porteros que prenden por si vació o no vació sin decir ¡agua va!, fuera de tiempo, y son ácueos con ser casi todos borrachos y vinosos; terrenos son los civiles que a puras comisiones y ejecuciones destruyen la tierra; lucífugos los rondadores que huyen de la luz, debiendo la luz huir dellos; los subterráneos, que están debajo de tierra, son los escudriñadores de vidas y fiscales de honras, y levantadores de falsos testimonios, que de bajo de tierra sacan qué acusar, y andan siempre desenterrando los muertos y enterrando los vivos.

    AL PÍO LECTOR

    Y si fuéredes cruel y no pío, perdona, que este epíteto, natural del pollo, has heredado de Eneas. Y en agradecimiento de que te hago cortesía en no llamarte benigno lector, advierte que hay tres géneros de hombres en el mundo: los unos que, por hallarse ignorantes, no escriben, y estos merecen disculpa por haber callado y alabanza por haberse conocido; otros que no comunican lo que saben: a estos se les ha de tener lástima de la condición y envidia del ingenio, pidiendo a Dios que les perdone lo pasado y les enmiende lo por venir; los últimos no escriben de miedo de las malas lenguas: estos merecen reprehensión, pues si la obra llega a manos de hombres sabios, no saben decir mal de nadie; si de ignorantes, ¿cómo pueden decir mal, sabiendo que si lo dicen de lo malo lo dicen de sí mismos, y si del bueno no importa, que ya saben todos que no lo entienden? Esta razón me animó a escribir el sueño del Juicio y me permitió osadía para publicar este discurso. Si le quisieres leer, léele, y si no, déjale, que no hay pena para quien no le leyere. Si le empezares a leer y te enfadare, en tu mano está con que tenga fin donde te fuere enfadoso. Solo he querido advertirte en la primera hoja que este papel es sola una reprehensión de malos ministros de justicia, guardando el decoro que se debe a muchos que hay loables por virtud y nobleza; poniendo todo lo que en él hay debajo

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