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Introducción a Hannah Arendt
Introducción a Hannah Arendt
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Libro electrónico151 páginas1 hora

Introducción a Hannah Arendt

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Hannah Arendt ha marcado el pensamiento político y social de la segunda mitad del siglo XX por su meditación sobre el totalitarismo, encarnado por el nazismo y el estalinismo. Estos dos regímenes contrapuestos emergieron para representar una nueva forma de dominación total, que recurría permanentemente al terror para conseguir sus fines de supremacía universal, y con ello destruía la propia condición humana. El hecho de que este proceso fuera llevado a cabo con la eficaz colaboración de un gran número de personas "normales" llevó a la filosofa a reflexionar sobre la "banalidad del mal", una expresión que aún hoy sigue siendo motivo de gran controversia.
Este libro es la introducción ideal para conocer la figura y la inclasificable obra de Arendt: rica, compleja y en la que un incansable optimismo se asoma al borde de la desesperación.
IdiomaEspañol
EditorialRBA Libros
Fecha de lanzamiento12 sept 2019
ISBN9788491875147
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    Introducción a Hannah Arendt - Agustín Serrano de Haro

    El acontecimiento del totalitarismo

    Hannah Arendt nació en 1906 en Hannover, la misma ciudad en la que vivió uno de los más grandes filósofos de toda la historia, Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716). No obstante, no permaneció mucho tiempo en ella, pues cuando contaba tan solo tres años de edad su familia se trasladó a la antigua capital de Prusia oriental, a Königsberg (actual Kaliningrado, en Rusia), la ciudad de otro filósofo cumbre como fue Immanuel Kant (1724-1804). Aunque de origen judío, tanto su padre como su madre se sentían tan integrados en la cultura alemana que las nacientes ideas sionistas de construir un Estado judío eran consideradas como un dislate que ponía en entredicho su indiscutible condición de alemanes. La niña creció en un ambiente liberal, alejado de toda ortodoxia religiosa, aunque prontamente perturbado por la larga y penosa enfermedad del padre y su muerte en 1913. Martha, la madre, se hizo entonces cargo de la educación de la pequeña con unos criterios ciertamente avanzados para su época. Tras la Primera Guerra Mundial, contrajo nuevas nupcias con Martin Beerwald, un hombre de negocios de posición acomodada, lo que les permitió afrontar mejor las penalidades económicas de la posguerra y la inestabilidad social que acompañó a la República de Weimar surgida de las cenizas del derrotado Imperio alemán. Hannah mantendría una buena relación con las dos hijas de Beerwald, Clara y Eva.

    APRENDIZAJE CON LOS MÁS GRANDES

    Las lecciones de su madre fueron bien aprovechadas por Arendt, quien empezó a preparar su examen de acceso a la universidad por libre mientras asistía a algunos cursos universitarios. En 1924, como alumna libre en Berlín, hizo sus primeras lecturas de filósofos, entre los que se encontraban Kant y el danés Søren Kierkegaard (1813-1855), lecturas que alternaba con la composición de poesías que sugieren una profunda sensación de desvalimiento ante el misterio de la vida y el enigma del dolor. Ya por entonces tenía algo claro: quería estudiar filosofía, pues solo así podría satisfacer esa necesidad de comprender que la embargaba. Cuando llegó la hora de decidir dónde estudiarla, ella oyó hablar de un joven profesor de una lejana universidad de provincias que, sin apenas obra publicada, hacía renacer en sus clases la vitalidad y la urgencia del pensamiento con una intensidad desconocida. Ese profesor se llamaba Martin Heidegger (1889-1976) y Hannah de inmediato se convenció de que debía ir a estudiar con él. Así, se trasladó al sur del país, a Marburgo, donde tuvo la oportunidad de asistir a dos series de lecciones fundamentales dictadas por quien ella, muchos años más tarde, en 1969, llamaría «el rey oculto que imperaba en el reino del pensamiento», y «oculto» porque «aunque permanece completamente en este mundo, se halla tan es--condido en él que uno no puede estar absolutamente segu-ro de su misma existencia». El primero de esos cursos de lecciones versaba sobre la historia del concepto de tiempo, mientras que la segunda estaba dedicada a uno de los diálogos de Platón (h. 427 a.C.-347 a.C.), el Sofista, pero conducía a una reivindicación de Aristóteles (384 h.-322 a.C.).

    La futura filósofa, sin embargo, no permaneció largo tiempo en Marburgo: nada más concluir el semestre lectivo de verano de 1925, ciertas razones de prudencia para con la carrera universitaria del «rey oculto», que para entonces se había convertido en su amante secreto, aconsejaron a Arendt abandonar la ciudad. Marchó a Friburgo, donde en 1926 escuchó las disertaciones del filósofo Edmund Husserl (1859-1938), pero tampoco se quedó ahí, sino que, a instancias de Heidegger, se trasladó a Heidelberg, donde concluyó su formación filosófica bajo la dirección de otro gigante del pensamiento alemán, Karl Jaspers (1883-1969). De este modo, con su paso por las tres grandes ciudades universitarias del suroeste de Alemania, Arendt pudo aprender de los máximos pensadores alemanes del momento y del siglo.

    Jaspers fue precisamente el director de la tesis doctoral de Arendt, El concepto de amor en san Agustín. El trabajo, presentado en 1928 por una joven que contaba tan solo veintidós años, llama fuertemente la atención, pues en él una judía no religiosa no solo disertaba, mediante las categorías de la novísima filosofía existencial de sus maestros, sobre la idea del amor expresada por todo un padre de la Iglesia como san Agustín de Hipona (354-430), sino que se permitía también mostrar sus notables dificultades teóricas a la hora de justificar el mandato cristiano de amor universal. La tesis se publicó al año siguiente. En el plano personal, la amistad que se forjó entre la ya doctora en filosofía y los Jaspers —el filósofo y su esposa Gertrud, que como Arendt era judía— duró toda la vida. Fue por entonces también, en 1929, cuando Arendt contrajo matrimonio con un compañero de estudios de Marburgo, Günther Stern (1902-1992). Filósofo y escritor, es más conocido como Günther Anders («el otro», en alemán), nombre inequívocamente alemán con el que deformó su apellido a raíz de las persecuciones del nazismo contra todo lo que fuera judío. Bajo esta forma irónica, firmaría en las décadas posteriores una importante obra de reflexión filosófica sobre el mundo contemporáneo y la civilización

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