Prefiero Chile
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Prefiero Chile - Hernán Rodríguez Fisse
© 2017, Hernán Rodríguez Fisse
© De esta edición:
2017, Empresa El Mercurio S.A.P.
Avda. Santa María 5542, Vitacura,
Santiago de Chile.
ISBN edición impreso: 978-956-7402-89-2
ISBN edición Digital: 978-956-7402-90-8
Inscripción N° A277313
Primera edición: mayo 2017
Edición general: Consuelo Montoya
Diseño y producción: Paula Montero
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com / [email protected]
Todos los derechos reservados.
Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de Empresa El Mercurio S.A.P.
Índice
Trayectoria del Premio
Revista de Libros
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII
LIII
LIV
LV
LVI
LVII
LVIII
LIX
LX
LXI
LXII
LXIII
LXIV
LXV
Trayectoria del Premio
Revista de Libros
Desde su creación, en 1991, el Premio Revista de Libros de El Mercurio ha buscado estimular la creación literaria chilena en diversos géneros. CMPC y El Mercurio se unieron para realizar este proyecto, que se ha consolidado como un hito anual de las letras nacionales. Desde 2001, una alianza con el sello editorial El Mercurio-Aguilar permitió publicar la obra premiada, lo que a partir de la versión 2015 ha sido responsabilidad de Ediciones El Mercurio.
Con extraordinarias convocatorias, este concurso ha reconocido principalmente a poetas y novelistas, y también ha incursionado en el cuento, la crónica, las memorias y biografías. El primer año resultó ganador Gonzalo Contreras, con su novela La ciudad anterior, lo que le dio un impulso decisivo a su carrera. En 1992, Adán Méndez triunfó con sus versos recopilados en Antología precipitada. Como integrante del jurado de ese año, Nicanor Parra apoyó con entusiasmo la obra de ese joven poeta.
La novela policial ¿Quién mató a Cristián Kustermann? fue la ganadora en 1993, y con ella Roberto Ampuero dio a conocer al detective Cayetano Brulé, entrañable personaje que en adelante protagonizaría otras novelas de este autor, convirtiéndolo en un superventas internacional. En 1994, Marcelo Rioseco se destacó con Ludovicos o la aristocracia del universo, libro de poemas que explora las verdades intemporales. Tito Matamala ganó en 1995 con la novela Hoy recuerdo la tarde en que le vendí mi alma al diablo (era miércoles y llovía elefantes), un singular ejercicio de lenguaje. En 1996, el galardón recayó en Juan Cameron, con poemas reunidos bajo el título Viles ejecutorias, en los que sobresale una voz elegante, sabia y nostálgica.
Juan Pablo Uribe-Etxeverría recibió el premio en 1997 por Uñas de muerto, una novela sobre la corrupción cotidiana, ambientada en los años ochenta. En 1998 se realizó la primera versión del concurso en el género cuento, y ganó la obra Lentes oscuros/Gafas ahumadas, de Hernán Rivera Letelier, escritor ya reconocido por su novela La reina Isabel cantaba rancheras. Además, se otorgaron premios al segundo y tercer lugar, que recibieron Óscar Garaycochea y Luis López-Aliaga, respectivamente.
En 1999, Damaris Calderón obtuvo el premio con su poemario Sílabas Ecce Homo, distinguido por su tono lúdico, austero y vanguardista. Y en el año 2000, Herman Schwember se adjudicó el galardón por su novela Yo, pecador, que se adentra en la vida del sacerdote Mario Duval. En 2001, el Premio Revista de Libros se amplió a un nuevo género: por primera vez en Chile se realizó un concurso destinado a memorias, biografías y autobiografías. Con una contundente respuesta de participantes, finalmente se impuso la obra de Fernando Balmaceda De zorros, amores y palomas, un verdadero fresco de todo el siglo XX.
La versión 2002 tuvo como ganador al joven Gustavo Barrera con un poemario que aúna tradición y ruptura: Adornos en el espacio vacío. Otra voz nueva fue la de Carlos Tromben, autor de Poderes fácticos, novela elegida por el jurado en 2003. A partir de un hecho policial ocurrido en 1973, el autor reconstruye con inteligencia, dinamismo y emoción una época clave en nuestra historia.
El año siguiente, en el concurso dedicado al género cuento, el fallo del jurado debió ser declarado nulo al comprobarse con posterioridad que la obra escogida no cumplía el requisito de ser estrictamente inédita.
En 2005 se premió a Patricia Poblete, joven narradora que sorprendió al jurado con su peculiar novela Marcha atrás, en la que congrega a un elenco de personajes vinculados por experiencias límite. Poeta y músico, Julio Carrasco sobresalió en 2006 por la articulación y propuesta de su poemario Despedidas Antárticas. Por segunda vez, en 2007 el concurso estuvo dedicado a memorias y biografías, y fue premiado el trabajo de la periodista Marilú Ortiz de Rozas Historia de un sueño fragmentado, biografía del pintor cubano Mario Carreño, uno de los artistas visuales latinoamericanos más importantes del siglo pasado.
En su 18ª versión, el jurado volvió a premiar a una autora joven. Siret Torres Meneses se impuso con la novela publicada con el título No llevados ni traídos, en la cual asume la mirada de un niño para recrear la memoria de una familia y del país.
En 2009, el premio lo obtuvo El breve latido que burla al silencio, de Julio Núñez Rivera, poemario de «tono sentencioso y desencantado» que aborda la precariedad de la condición humana. Con motivo de la conmemoración del Bicentenario de Chile, la versión 2010 estuvo dedicada por tercera vez al género memorias, biografías y autobiografías, y resultó ganadora la obra Contra viento y marea. Hasta erradicar la desnutrición, del Premio Nacional de Ciencias Fernando Mönckeberg Barros.
Al año siguiente, 2011, el premio recayó en la novela Fotos de Laura, del escritor y guionista Marcelo Leonart, una historia construida a partir de una serie de imágenes recuperadas por la memoria. En 2012 el Premio Revista de Libros distinguió la obra Ruta Dos, del poeta y editor Daniel Calabrese, y en 2013, en la categoría cuento, reconoció el trabajo Apart hotel, de David Núñez, compilación de siete historias de conflictos humanos. El año 2014 se convocó nuevamente a los novelistas y el jurado otorgó el premio al escritor Cristián Barros por su obra Jinete en la niebla.
Al cumplir veinticinco años de existencia, en 2015, el Premio Revista de Libros dio un paso más en su trayectoria, incorporando un nuevo género, la crónica. Además, abrió la convocatoria a participantes de América Latina y España. El jurado resolvió premiar cuatro crónicas y otorgar tres menciones honrosas. Los ganadores fueron los argentinos Marcelo Moreno con «Elogio de la sombra» y Leandro Aramburú con «Ajedrez», y los chilenos Sergio Mardones con «Orates, fabuladores y fantasmas del Haití» y Nicolás Vidal con «El efímero vuelo de Aviación». Las menciones honrosas, en tanto, fueron para «Crónica de un secuestro», de Carlos Basso; «La esquina frita», de Patricio Araya, ambos chilenos, y «Vendedor de internet, traficante de historias», del argentino José Montero. Estas siete crónicas conformaron el volumen La memoria del día.
En el 2016 se premió el género biografía y memorias. En esta versión postularon cerca de sesenta obras. El jurado otorgó el premio a Prefiero Chile, de Hernán Rodríguez Fisse, que se presenta a continuación.
El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos de España firmaron, en Granada, el decreto que ordenaba la expulsión de todos los judíos que no se convirtieran al catolicismo.
Se estima que más de ciento cincuenta mil personas migraron entonces hacia diferentes ciudades del extenso Imperio Otomano, como Edirne, Estambul, Esmirna, Salónica y Monastir, llevándose consigo solo el idioma castellano o ladino.
En la actualidad, la comunidad sefardí —llamados así en referencia al territorio de Sefarad, nombre que recibe la Península Ibérica en lengua hebrea— alcanza más de dos millones de personas. La mayor parte de ellos reside en Israel, Francia, Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica.
En 2015, el Parlamento español aprobó una ley por la que se reconocería como españoles a los descendientes directos de los judíos expulsados en 1492.
I
A pocos días del inicio de 1925 una gran agitación y nerviosismo se apoderó de una de las casas del elegante barrio de Beyoğlu, en el lado europeo de la ciudad de Estambul. La residencia estaba habitada por don Isaac Rodríguez, su mujer, Victoria Niego, junto a sus hijas mayores, Ida y Becky, y a sus hijos, Jacques y David. Se habían casado en 1904, cuando residían en Edirne, la antigua Adrianópolis, cercana a la frontera turca con Grecia y Bulgaria. Los nombres franceses de los descendientes eran reflejo de la influencia que ejercía el país galo primero en el Imperio Otomano y, a partir de 1923, en la República de Turquía. En el caso de David, el mayor de los hombres, lo llamaron así en honor al padre de don Isaac, un acaudalado empresario de la industria textil.
La alteración por la que estaba pasando la familia se debía a los preparativos del viaje de la hija mayor, Ida, quien partía sola a París de manera definitiva. Una vez cerradas las maletas se fueron todos hasta la estación de trenes de Sirkeci, donde Ida tomaría el Orient Express para llegar a la ciudad de las luces. ¿El motivo? A un mes de cumplir los diecinueve años —había nacido en febrero de 1906— Ida se iba para conocer al que en pocas semanas se convertiría en su marido.
La familia tampoco conocía al novio; solo conservaban la fotografía de un señor llamado León Behar, retratado de cuerpo entero delante de la torre Eiffel. En el reverso de la fotografía, en un perfecto francés, había escrito: «Hermosa Ida, de pequeño te observaba desde la casa de enfrente a la tuya, cuando tu familia y la mía vivían en la ciudad de Edirne. Nunca olvidé tus ojos azules y tu cabello rubio. Te quiero pedir en matrimonio, siempre y cuando tus padres estén de acuerdo. Yo soy ocho años mayor que tú. León Behar, París, septiembre de 1924».
Cuando Ida le comunicó a su padre la petición de León, don Isaac rechazó de inmediato la idea, pero a los tres meses se sintió obligado a cambiar de parecer. En una de las pocas ocasiones en que las mujeres salían de sus casas para transitar por espacios públicos, Ida fue divisada por un oficial de alta graduación de los círculos de poder del presidente Mustafa Kemal. Fue en Istiklal, una de las principales avenidas de Estambul, cuando la hermosa rubia se bajaba del tranvía en compañía de una amiga. El militar kemalista ordenó entonces a uno de sus asistentes seguir a la joven hasta dar con su domicilio.
Una semana después el oficial se presentó, de uniforme, en casa de los Rodríguez Niego, para pedirle a don Isaac la mano de su hija. Ida, escondida detrás de la puerta del living, escuchó la respuesta que le dio su padre al «pretendiente»: le agradecía el interés demostrado por su hija, pero ella ya había sido solicitada en matrimonio desde Francia. Acto seguido abrió uno de los cajones del aparador del comedor, donde estaba convenientemente guardada la foto de León Behar. Al verla, el oficial le explicó que no entendía lo escrito porque no sabía francés y le pidió que tuviera la amabilidad de traducirla de inmediato al turco. Don Isaac cumplió con lo solicitado, pero agregó, de propia iniciativa, que ya le habían dado una respuesta positiva al pretendiente y que su hija viajaría al mes siguiente a París para concretar la boda. Con claras muestras de desagrado, y sospechando que todo era una mentira para rechazar sus intenciones, el oficial solicitó la fecha exacta del viaje a Francia.
El 17 de enero de 1925, cuando toda la familia llegó a la estación de Sirkeci para despedir a Ida, lo primero que vieron en el andén del Orient Express fue al oficial turco. Había venido para cerciorarse por sus propios ojos de que la historia era cierta. Recién cuando el tren emprendió su trayecto, don Isaac pudo observar por detrás un largo abrigo militar retirándose del recinto y un brazo estirado a modo de saludo. La señora Victoria quedó muy alterada, tanto por el llanto que le provocaba la partida de la hija como por el dolor de estómago que le causaba la presencia de aquel militar en el lugar de la despedida.
Pronto llegaron fotos de la boda y extensas cartas de Ida contando que estaba feliz con su marido y fascinada conociendo París. Su hermano Jacques leía una y otra vez aquellas partes en las cuales mencionaba los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, el boulevard de Montparnasse, el Sagrado Corazón, el café de la Paix.
Jacques había nacido el 15 de agosto de 1914, una fecha histórica por la inauguración del Canal de Panamá y el inicio de la Primera Guerra Mundial. A sus once años, soñaba con viajar a París. Ya sabía escribir y hablar en francés, pues estudiaba en una de las numerosas escuelas de la Alliance Israélite Universelle repartidas en territorio turco. Consideraba que la residencia de su hermana en Francia se había convertido en una especie de pasaporte de entrada al país galo. Pensaba, además, que su padre no podría negarle la partida, aunque decidiera irse antes de terminar los estudios, ya que tendría un lugar seguro donde quedarse. A su vez, significaría un alivio para la madre, quien de manera permanente lo regañaba por abrir los frascos y comerse las mermeladas preparadas para el invierno y todo lo dulce que encontraba.
El 27 de abril del año siguiente, Ida y León vieron nacer a su primer hijo, a quien llamaron Marcel. Don Isaac se alegró mucho con la noticia, pero le comentó a su mujer que no le causaba gracia que la hija rompiera una antigua tradición, al no ponerle su propio nombre.
Jacques, por su parte, se convirtió a temprana edad en tío, y en el futuro sería muy unido a su sobrino.
II
Mientras Jacques continuaba haciendo planes para irse a París, no dejaba de disfrutar de la compañía de su hermano David —un año mayor, nacido el 5 de mayo de 1913—, compañero inseparable de juegos infantiles. Tenían muchas cosas en común, además de estudiar en la misma escuela. Una de las travesuras que más disfrutaban era visitar los negocios del barrio, solicitar mercaderías hablando en francés y reírse del dependiente que no les entendía. También se iban juntos a las salas Melek, Saray o Majik para ver el cine mudo de Laurel y Hardy, el gordo y el flaco. Tal vez un anticipo de su destino físico: de adulto Jacques sería más alto y delgado, y David, de estatura más baja y siempre goloso, llegaría a ser más robusto. Si el dinero facilitado por el padre no era suficiente, se las ingeniaban con diferentes técnicas para ingresar gratis. No podían perderse las películas de Charles Chaplin, incluso las que ya habían visto más de una vez, como El vagabundo, Vida de perros o Armas al hombro.
En 1927 un nuevo acontecimiento interrumpió la tranquila vida que la familia llevaba en Estambul. Don Isaac recibió una carta desde la lejana ciudad de Porto Alegre en Brasil. El remitente era el tío Hayim, el menor de los nueve hermanos de su padre David, entre hombres y mujeres. Además de Hayim, otra tía había emigrado a América: Elisa había partido a Argentina, saliendo directo de Edirne en los primeros años del siglo veinte, sin haber nunca residido en Estambul.
El tío Hayim Rodríguez llegó al puerto de Santos en 1923, con su mujer y cinco hijos. Los tres mayores, apenas pisaron tierras brasileñas, se pusieron a trabajar con el padre. Primero se dedicaron a comerciar ropa puerta a puerta y cuando ya estaban bien instalados en Porto Alegre, abrieron un local propio en la Avenida Borges de Medeiros, la principal de la ciudad.
Tío y sobrino tenían apenas dos años de diferencia. Hayim nació en 1873 e Isaac en 1875. Ambos habían compartido los mismos juegos en la ciudad turca de Edirne, donde las casas de las dos familias eran colindantes, y mantuvieron su amistad por largo tiempo, hasta que Isaac se trasladó a Estambul después que nació David. Desde entonces sostuvieron un intercambio epistolar, aunque las cartas se fueron espaciando cuando el tío