Ecología del porvenir: Una mirada ontológica para el diseño del futuro
Por Elena Espinal y Fernando Flores
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Ecología del porvenir - Elena Espinal
autora
Créditos
Fecha de catalogación: 2015
Diseño de cubierta: El ojo del huracán®
Conversión a EPub: Daniel Maldonado
Reservados todos los derechos, incluso el de reproducción en todo o en parte, en cualquier forma
Ediciones Granica
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Elena G. Espinal
Ecología del porvenir
Una mirada ontológica para el diseño del futuro
Buenos Aires – México – Santiago – Montevideo
A mis nietos: Corina, Alvarito, Nahuel, Uma y Maya. Maestros de un nuevo amor en dimensiones desconocidas.
Explicación y razón para creer y construir futuro.
A los que aún no llegaron.
Agradecimientos
Esta obra no podría haber existido sin algunos aportes fundamentales:
A Sergio Czernizer, quien ha sido el futuro que llegaba a diario y recordaba las promesas; el sostén en el amor. También el compromiso en la inspiración y la corrección, en la fe y en la crítica constructiva. Casi un coautor…
A mis hijos, porque su amor me ha sostenido y porque lo entrenamos más allá de coincidencias y disidencias. A los tres en sus diferentes amores, inspiraciones, retos, compañías. A Laura, la semejante, la coach ambiciosa que sube la vara, la inventora del título del libro. A Eloy, el socio, el creativo, el desafío constante. A Nico, el de pocas palabras y de tesón asegurado, el presente de mil formas diferentes.
A mi madre, ejemplo y regalo de vida que, además, me regaló la mía, y al recuerdo de mi padre: mi vocecita
aún habla muchas veces como él. A otros amores trascendentales: mi abuelo Bernabé, mi madrina Yuya, que me han dado la base de una niñez con la que interpreté el amor y la cercanía. Fueron mi escuela de amor incondicional.
A mis nietos, el milagro, el nuevo amor desconocido, la alegría y el asombro. Mi profundo agradecimiento porque por esas líneas vendrá la trascendencia.
A los críticos de este material: mi madre, mis hijos, Damián Goldvarg, Dionisio Quinteros, Liliana Escola, Leonardo Wolk, Omar Salom, Jim Selman, Guillermo Echevarría, Marcela Aguilera, Ana y Pedro Valdecantos y Vilma Barreras que leyó con tanto ahínco este material. A Fernando Esteves, quien recibió los primeros borradores amistosamente y alentó la escritura. Ellos han contribuido con sus comentarios generosos a enriquecerlo.
A los parientes del alma: Marco Leone y José Luis Valle por su apoyo incondicional, la lectura del libro y por traer a mi vida a Yanina Gullini quien me corrigió la traducción al inglés.
A mi grupo de estudio del Dwelling: Nancy Dorrier, Mark Parent, Brian Mendelsohn, Edward Dominguez, Alex Kalamaros, Diana Ajzen, Omar Salom y Romy Sala, que han sido parte del desarrollo, del pensamiento y de una evolución conjunta en la manera de ver el mundo.
Al ICP, el hijo del Instituto de Formación en Coaching de Buenos Aires, que, como todo hijo, da las más grandes satisfacciones y duele en los procesos de crecimiento.
Al doctor Oscar Rodríguez, rector de la Universidad de Londres, por su apoyo constante para la creación de la maestría y su fe en el valor del coaching.
A Diana Ajzen y Adriana Rodríguez, por su amistad y compañerismo sin críticas en todas las aventuras de los últimos años.
A Claudia Ceballos, compañera servicial, atenta, que busca siempre alivianar mi camino para que pueda hacer lo que sueño.
A Paola Barrera por su entrega y su apoyo y a Claudia Báez, la más nueva en el ingreso al equipo de trabajo que es como mi segundo núcleo.
A todos aquellos que me acompañaron los últimos veintinueve años en este mundo del liderazgo y del coaching; hoy son parte de la experiencia y las anécdotas que contiene el libro. Fueron mi aprendizaje.
A Estela Falicov, editora incansable, inspiradora y soporte para que esta obra saliera.
A Ediciones Granica, por su fe y apertura.
Reconocimientos
A mis maestros:
Nada ha sido dicho sin la inspiración o el aprendizaje directo de aquellos que me han influido. También reconozco a aquellos que, con menos conciencia de mi parte, fueron aportando para que hoy sea esta quien soy. Mi eterno agradecimiento por su generosidad y entrega.
A Fernando Flores, a quien reconozco como el origen, el maestro y el amigo. Él ha leído, criticado e insinuado caminos para este material.
A Jim Selman, de quien he aprendido la base y el contexto de la transformación, y lo que he tomado del trabajo en las empresas, fuente de inspiración y liderazgo.
A Humberto Maturana, que me enseñó y transformó desde la lectura de sus libros.
A Alain Cardon, que muestra el amor detrás de los procesos de coaching y de su sabiduría en el trabajo con equipos.
Al doctor Rómulo Luis Cabrini, investigador y maestro de la patología, que me inició en los caminos de la rigurosidad en la ciencia, del estudio sistemático.
A los doctores Miguel Herrera Figueroa y Fernando Rivera, filósofos y maestros, que me abrieron los ojos a la fascinación por las diferentes interpretaciones del hombre. Ambos son piezas clave en mi formación como psicóloga y humanista. Donde estén, gracias; aún teniendo que buscarlos en mi corazón.
Prólogo
Una frase emergió estos últimos años: el mundo ya no es lo que era
. ¿Y cómo se puede entender eso? Nuestros hábitos y certidumbres para interpretar lo que acontece dejaron de tener validez; y un sentido de amplia incertidumbre, y a veces también de una incertidumbre caótica, nos rodea y al mismo tiempo nos acongoja.
La noción de progreso tecnológico y científico, que emergió en el mundo a partir del siglo XIX y se extendió en el siglo XX, ya tampoco es la misma. Sin duda, hay un cambio tecnológico. Prueba de ello son la extensión de la vida, Internet y las promesas de mejoras en muchos campos. Pero también llegó la preocupación por el medio ambiente, el calentamiento global, la pobreza, la inequidad, el terrorismo y las organizaciones criminales a escala planetaria.
Algo que hoy sí sabemos sobre nuestro mundo es que el cambio que sufrirá en el futuro es dramático. El nivel de crecimiento poblacional, las economías de Asia en expansión y la polución cuyo origen se encuentra en los combustibles de naturaleza fósil cambiarán las condiciones de vida en este mundo, incluidas las carreras de las personas, de manera impredecible. No solo el mundo ya no es lo que era, sino que en el futuro será muy distinto a lo que es hoy.
Esta confluencia de crisis no es esencialmente tecnológica aunque así pareciera. Es esencialmente humana. Tiene su origen en nuestra historia, en nuestra emociones, en nuestras economías; en una palabra: en cómo nos relacionamos y configuramos nuestros mundos. Y el desafío para cada uno de nosotros parece estar en responder la pregunta: ¿cómo contribuyo a cambiar el mundo? Sin embargo, debemos reconocer que el mundo ya está cambiando, aun sin nuestra intervención o, al menos, sin nuestra intervención consciente. Nos guste o no, el mundo ya está cambiando. Entonces, la pregunta es otra: ¿quién estará listo para responder a los cambios? ¿Qué tipo de preparación requiere?
Somos de la opinión que la aspiración de unas ciencias sociales y humanas a imitación de las ciencias naturales es una quimera que no responde nuestra pregunta, porque empezamos a darnos cuenta de que la libertad, la iniciativa y el emprendimiento también son fuentes de incertidumbre, y no están sujetos a las predicciones. Requerimos una nueva manera de mirar, de educarnos, de prepararnos para actuar y de actuar.
El futuro que avizoramos ilumina en el presente la responsabilidad de transformar nuestra manera de ser, nuestros compromisos y nuestro sentido común. No alcanza con la transformación individual en la que nos hemos hecho expertos. Hoy precisamos de la transformación global, política y social, que depende de las transformaciones individuales porque las instituciones transnacionales que tenemos, incluyendo por ejemplo las Naciones Unidas o la Unión Europea, no están en condiciones de preparar ese futuro o de prepararnos para él. Simplemente pueden hacer recomendaciones. Necesitamos entonces de nuevas redes, de nuevos acuerdos y de la voluntad y el coraje de confrontar el cambio.
Enfrentados a este desafío es que, a nuestro juicio, la noción de aventura, la noción de otear el porvenir, no de conocerlo, y la metáfora de navegar esa aventura empiezan a emerger. Ya hablamos de navegar en Internet. La navegación empieza a ser la disciplina para manejarnos en la incertidumbre y ocurre en redes sociales, en espacios de poder y en espacios del alma. Requiere fortaleza y esperanza.
La esperanza, muchas veces, es expresión de debilidad, de expectativas mal auguradas. De justificaciones para excusarnos de nuestra mala preparación para enfrentar la vida. Sin embargo, quisiéramos rescatar la palabra esperanza como algo muy importante que vamos a llamar esperanza radical, tomando esta idea del libro Radical Hope, de Jonathan Lear, que se refiere a lo ocurrido en la nación crow con la llegada del hombre blanco.
La esperanza radical se aplica en particular cuando los mundos en que habitábamos, desde los cuales extraíamos nuestras posibilidades y anticipaciones, nuestras maestrías, nuestras excelencias, la fuente de nuestros orgullos, honores y reconocimientos, están en proceso de desaparecer.
Plenty Coups, el gran jefe de la nación crow dijo: Cuando los búfalos se fueron, se llevaron los corazones de nuestra gente, que cayeron sobre el suelo y nunca más los pudimos levantar
. Hoy también se están yendo nuestros búfalos. Nuestro modelo de vida será casi imposible de sostener. Nuestra confianza en el crecimiento económico y el progreso tecnológico será debilitada. No podemos pensar en este crecimiento mientras esté amenazado el planeta por la polución, la enfermedad, el hambre y la sequía. El cambio acelerado significa el derribamiento y la desaparición de muchas de nuestras confianzas. Durante este cambio habrá sufrimiento. Numerosas industrias y empresas que hoy existen se hundirán. Pero, al mismo tiempo, habrá una gran oportunidad. Surgirán nuevas industrias y empresas. La esperanza radical supone comprometernos a navegar por ese espacio de oportunidades para legar a las futuras generaciones un mundo diferente y mejor.
Para poder aprender a navegar en esta aventura, necesitamos maestros que den testimonio de cómo han enfrentado su aventura de la vida. Requerimos gente con imaginación y con coraje moral.
Hace muchos años conocí a Elena Espinal, una mujer que ha enfrentado la aventura de Latinoamérica, del cambio profesional, de ser madre, consejera de empresas y maestra en coaching. La conocí como amiga y he tenido el honor de ser su profesor en algunas fases de su andar. Ella nos ha entregado esta obra que nos da esperanza y conocimiento.
Con este libro, Elena busca abrir una puerta hacia una relación diferente con el futuro. Para ello, debemos tener en cuenta el espacio dentro del cual los hechos se nos revelan; lo contrario implica reducir nuestra capacidad de ser humanos a solo la gestión de cosas o acciones, sin hacernos cargo del contexto que hace que todo ocurra. Por eso Elena desarrolla primero la historia que nos lleva a relacionarnos con el futuro desde el miedo y el control, y luego trae al juego tres áreas clave desde las que, como seres humanos, podemos influir: la relación con uno mismo y con los otros, la relación con el tiempo y la relación con las circunstancias. A partir de ellas y del análisis de múltiples interpretaciones a través del tiempo, reaparece la posibilidad de elegir y adoptar una postura respecto del futuro.
Con mucho placer recomiendo a los lectores que se conmuevan con su lectura, que experimenten las emociones que solo los testimonios de vida pueden ofrecer y que vean también cómo el amor y la generosidad, el compromiso con la búsqueda y con lo que nos rodea en esta era de cambio son tanto o más importantes que el conocimiento. Los invito también a ver cómo una maestría en el hablar y en el escuchar trae la posibilidad de nuevos modelos interpretativos que, extrayéndonos de nuestra soledad y nuestros miedos, nos acercan a la elección y la creación de otro futuro. Un futuro que no está abrazado a un pasado, que no es puramente lo que hemos heredado, sino el resultado de abrirnos a nuevos futuros que todavía no existen.
Fernando Flores
Berkeley, California
Fernando Flores ha sido ministro de Estado y senador de Chile, así como presidente del Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad de ese país.
Se graduó de ingeniero civil en la Universidad Católica de Chile y realizó un doctorado en filosofía y lenguaje en la Universidad de California en Berkeley.
Entre sus libros se destacan Understanding Computers and Cognition publicado junto a Terry Winograd; Disclosing New Worlds, con Charles Espinosa y Hubert Dreyfus, y Building Trust, con Robert Solomon. Ha fundado varias empresas en los Estados Unidos y actualmente trabaja con sus hijas en Pluralistic Networks. Reside en Berkeley, California.
El aporte de Flores en la comprensión de la coordinación de acciones en las organizaciones es la base de lo que hoy se conoce como coaching ontológico. Sus principales artículos en esta materia están compilados en el libro Conversaciones para la acción y ensayos seleccionados, recientemente publicado.
Prefacio
Lo importante en este mundo no es dónde nos encontramos, sino en qué dirección vamos.
Oliver Wendell Holmes
El juego se acabó.
Palabras que parecen escucharse de mil maneras diferentes, muchas veces al día: cuando algo sale bien, cuando algo parece haber salido mal… es una frase que usamos para mostrar determinación y, además, para marcar un límite, un final. Como si la vida se viviera en capítulos, en pequeñas historias o temas no interrelacionados. Pensamos en la decisión que tomamos de manera lineal, pero no pensamos en lo que esa decisión producirá en el futuro. Juzgamos momento a momento. Tomamos decisiones pensando en su influencia en el corto plazo. O las tomamos para alterar el curso del pasado. No pensamos en las oportunidades que abren y que cierran en el futuro.
Nos cuesta ver la vida como un proceso. Como un encadenamiento de sucesos que ocurren como si manos invisibles los entrelazaran, como si formaran parte del mismo tejido. Como lanas e hilos de diferentes colores y materiales que alguien tejiera. Algunos de esos hilos forman parte del tejido principal, otros generan detalles de color o de textura; algunos lo acompañan en grandes espacios y otros solo en pequeños momentos. Hay hilos que se manifiestan mucho tiempo después de haberse incorporado al tejido y algunos lo hacen en forma inmediata. Pero la obra toma el sentido del todo. Se puede crear una historia que permita comprender para qué cada cosa ha tomado su posición en cada momento.
Esta incapacidad de leer la vida como sucesión de eventos y no como eventos recorta nuestra posibilidad de vislumbrar resultados en ella. Nos hemos vuelto cortoplacistas, en casi todo… Juzgamos y nos desesperamos por los hechos aislados y nos cuesta verlos en relación con otros, con otras situaciones, como sistemas que funcionan por estar engranadas sus piezas. Si pudiéramos detenernos y mirar hacia atrás, podríamos observar cómo alguna decisión del pasado abrió una sucesión de hechos y de presentes, que son consecuencia de eso o parte de la realidad de hoy; así como hemos cerrado la posibilidad de que otras cosas ocurrieran por aceptar el camino que hemos tomado. La historia nos permite observar con facilidad este proceso. Cada decisión abre y cierra posibilidades a la vez. Cuando elegimos algo, muchas otras cosas no podrán suceder pero, al mismo tiempo, un mundo de posibilidades se abre a partir de nuestra elección.
Nos cuesta diseñar el futuro que nos gustaría, como si no dependiera de nosotros, aunque sea en alguna medida. Creemos que las cosas llegarán, la pareja, el dinero, lo que nos haga felices, ya vendrá… Así como no medimos el impacto de las pequeñas decisiones diarias, pensamos que el futuro está en otro lugar, que las decisiones que impactan en el futuro son diferentes de las que tomamos en forma cotidiana.
No es que todo lo que ocurra en el futuro sea obra nuestra. La vida aporta circunstancias y situaciones dentro de las que podemos jugar el juego. Nos garantiza un marco cambiante. Es la promesa de la vida: Eres libre de construir lo que quieras, dentro un mundo que puede cambiar, solo porque sí. Este es tu tiempo. El único
. Y basándonos en los resultados, se supone que hemos aceptado el juego y, por ende, sus reglas. Pero adónde vamos, qué queremos, para qué lo queremos son decisiones personales y sociales. Estas nos afectan como comunidad de seres humanos.
Algunos han hecho maravillas a pesar de las adversidades o de las circunstancias externas, otros se doblegaron, otros muchos se llenaron de excusas y hasta esperan otra vida para lograr lo que en esta no pudieron. Sin embargo, los habilidosos en la construcción de futuro pueden más que los otros. Como los marineros, sienten el viento y orientan las velas mil veces sin quejarse, sin pensar siquiera si están cansados; sería un dato irrelevante. La vida, la supervivencia o los sueños; el objetivo es más importante. No hay tiempo para pensar en el cansancio. Adaptan la estrategia al objetivo que desean lograr. No confunden la estrategia con el fin, sino que la comprenden como el medio. Los osados cruzan los grandes mares, viven las tormentas, las olas inmensas, repliegan las velas y esperan a que amaine. Ellos, también, son los que tienen anécdotas para contar, recuerdos en los cuales refugiarse, una experiencia basada en su aprendizaje, sus cicatrices, su piel curtida; y todo eso cuenta su historia.
El modelo en el que funcionamos y que nos maneja sin que nos demos cuenta nos limita en la proyección del efecto de nuestras acciones, en su calidad y en la valoración del vigor personal frente al desafío de construir una vida mejor para nosotros y para los otros. Incluso varios gobiernos, en especial en América Latina, miran su influencia exclusivamente respecto del tiempo durante el cual pueden manejar el control. Algunos piensan en cuatro o en seis años. Otros creen que se tienen que quedar porque si no, no habrá resultados. En términos históricos, esos tiempos son mínimos y resultan menos efectivos y potentes en el largo plazo. Para la historia, cuatro, cinco, o aun veinte años son tiempos cortos. No podemos medir la historia por el tiempo que nosotros estaremos, porque eso mostraría con claridad que no hay una visión generalizada ni un compromiso con el logro sino, más bien, con la necesidad de control.
En las empresas, los directivos están focalizados en resolver los problemas cotidianos, en cumplir el presupuesto y los objetivos del año, sin levantar la cabeza para preguntarse dónde estarán ellos y/o la empresa dentro de diez o veinte años. Muchas veces, en mi vida profesional, he recibido la respuesta: Con todos los problemas que tenemos hoy, ¿quieres que pensemos en dónde estaremos dentro de diez años?
. Esta respuesta no funciona como modelo de acción en un mundo profundamente cambiante. ¿Cuántas de esas acciones son reactivas a lo que ocurre? ¿Para qué futuro trabajan?
En la vida personal y familiar funcionamos de manera similar. Observando las relaciones de pareja, vemos que el modelo del control se confunde con frecuencia con el amor: Sí, quiero que cambies, y me gustaría que fuera en la forma que yo quiero que lo hagas
. Si educamos