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Poesía epigráfica latina I
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Libro electrónico536 páginas6 horas

Poesía epigráfica latina I

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Los volúmenes de los Carmina Latina Epigraphica, cuya publicación inició, hace ya más de un siglo, Buecheler y continuó Lommatzsch en 1926, recogían todas las inscripciones latinas antiguas escritas en verso conocidas por entonces (unas dos mil trescientas). Es, pues, un corpus de considerables dimensiones en el que, al lado de piezas de escaso o nulo valor literario, encontramos a veces los destellos de la más auténtica inspiración poética o, cuando menos, la chispa rebosante de ingenio, o de sincero dolor, de la musa popular y anónima. Ésos son los textos que para la Biblioteca Clásica ha traducido y anotado Concepción Fernández Martínez, Profesora de la Universidad de Sevilla y colaboradora del proyecto internacional de investigación encargado de poner a disposición de los estudiosos el caudal actualizado de los epígrafes latinos en verso, que se espera que, al menos, duplique el publicado en su día por Buecheler y Lommatzsch.
IdiomaEspañol
EditorialGredos
Fecha de lanzamiento5 ago 2016
ISBN9788424932770
Poesía epigráfica latina I

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    Poesía epigráfica latina I - Varios Autores

    BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 259

    Asesores para la sección latina: JOSÉ JAVIER ISO y JOSÉ LUIS MORALEJO .

    Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por JOSÉ ANTONIO CORREA RODRÍGUEZ .

    © EDITORIAL GREDOS, S. A.

    Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 1998.

    www.editorialgredos.com

    REF. GEBO348

    ISBN 9788424932770.

    NOTA EDITORIAL

    El lector podrá advertir que una parte de los textos traducidos en este volumen y en el siguiente ya lo fueron en el capítulo Grafitos amatorios pompeyanos del volumen 41 de la B. C. G., a cargo de E. Montero Cartelle. Tal duplicación se debe a la interferencia entre criterios editoriales diversos que suelen plantear los corpora de textos cuya unidad no viene dada, según el supuesto más normal, por su común origen en un mismo autor o en un mismo ambiente, sino en factores, aunque relevantes, externos, como pueden ser su temática o el medio en que nos han sido transmitidos. Incluso en semejantes casos es criterio de la B. C. G. el de evitar en cuanto sea posible las reiteraciones; pero también lo es el de admitirlas cuando, como en el caso presente, aquél no podría aplicarse sin medidas complementarias, por complejas, poco prácticas, como sería la de prescindir de los textos ya publicados y remitir al lector al correspondiente volumen de la colección. Además, los responsables de la B. C. G., teniendo bien presente el afán de exhaustividad que la inspira desde su nacimiento, no ven en ocasionales reiteraciones, como la que en este caso se produce, mayor inconveniente que el que supondría el riesgo de omitir, por evitarlas, algún texto de la latinidad antigua.

    Los textos incluidos en estos dos volúmenes de Poesía Epigráfica Latina que ya aparecieron, en versión de otro traductor, en el vol. 41 de la B. C. G. son los números: 45, 47, 230, 354, 931, 936, 937, 941, 942, 944, 946, 947, 948, 949, 953, 955, 956, 1048, 1862, 1865, 2057, 2062.

    Scribimus indocti doctique poemata passim .

    (Hor., Epíst . II 1, 117)

    (Ignorantes o instruidos, todos escribimos poemas.)

    INTRODUCCIÓN

    Un oportuno azar me ha llevado a emprender la redacción de estas páginas introductorias en los primeros días del año 1997, justo cuando se cumple el primer centenario de la muy meritoria edición de Bücheler de los poemas epigráficos en lengua latina (Carmina Latina Epigraphica) conocidos hasta entonces, cuya traducción completa —sin ningún otro precedente en lengua moderna alguna— ofrecemos hoy a los lectores de nuestra Biblioteca Clásica Gredos, a modo de conmemoración.

    Bücheler, uir egregius, uel ideo optime meritus est, quod titulos metricos, ad quos imprimis quaestio nostra spectabit, collectos in duobus tomis (tom. I 1895, tom. II 1897 sumptibus Teubnerianis) edidit; qua re effectum est, ut titulorum materies in plurimum manus uenire possit ¹ .

    Con estas palabras había descrito Bruno Lier, a comienzos de siglo, el alcance del trabajo emprendido por Bücheler, que algunos lustros más tarde, en 1926, Lommatzsch continuó en un Supplementum que pronto llegó a formar cuerpo con los dos tomos iniciales y cuya traducción ofrecemos también en este mismo volumen.

    Por primera vez, pues, en 1926, el investigador tenía cómodo acceso a una colección de epígrafes latinos versificados que había alcanzado la considerable cifra de los 2.299 —en distinto estado de conservación—, en principio más que suficiente para comenzar a trabajar.

    Desde 1926 hasta nuestros días, a punto de clausurarse el siglo que corre, han ido surgiendo, naturalmente, nuevos y sucesivos hallazgos, algunos de los cuales han dado lugar a ediciones similares a las de Bücheler-Lommatzsch ² , mientras que la mayor parte continúa teniendo un difícil acceso. Por ello, pese a que ya en 1981 el número de poemas epigráficos era de 4200, según pudo calcular el recientemente fallecido Gabriel Sanders ³ y que hoy se habrá sin duda incrementado, la ausencia de un corpus homogéneo y unitario que permita el tratamiento metódico y riguroso de los textos, hace que la edición cuya traducción presentamos siga resultando fundamental y de obligada consulta para los investigadores de muy diversas áreas de conocimiento (la epigrafía, la historia, la lingüística, la literatura, etc.).

    Aun reconociendo el valor —cualitativo y cuantitativo— y la relativa «actualidad» de una edición que acaba de cumplir un siglo, la mirada de los investigadores ha de detenerse, necesariamente, en trabajos como el ya mencionado de Engström, o el de Cholodniak ⁴ (más fragmentario y organizado, esta vez según el criterio del contenido); o el de Zarker, que había reunido y editado los epígrafes métricos aparecidos desde 1926 hasta la fecha de su tesis doctoral (1958), un total de 182 inscripciones, ordenadas, como en el caso de Engström, según el patrón de Bücheler-Lommatzsch.

    Pero Bücheler y sus continuadores habían adoptado en sus ediciones un punto de vista deliberadamente literario, de modo que les pareció lo más razonable organizar el material de acuerdo a los esquemas métricos utilizados ⁵ . En 1964 Hans Krummrey se mostraba insatisfecho con los criterios de las ediciones que le habían precedido —poco útiles, por ejemplo, para quienes quisieran estudiar la extensión y difusión de un determinado tipo de epígrafes en verso, y siempre demasiado parciales ⁶ — y proponía, por el contrario, una nueva clasificación de los Carmina Latina Epigraphica en un volumen independiente del CIL (Corpus Inscriptionum Latinarum) , el XVIII, según el orden estricto de la geografía administrativa del Imperio Romano ⁷ , a la que se suele prestar poca atención pese a ofrecernos una base mucho más amplia.

    Con ello, los CLE recuperarían su lugar en la documentación histórica, sin perder nada de su interés filológicoliterario ⁸ , del que nos ocuparemos más adelante. Con respecto a los límites cronológicos de esta nueva colección, parece que no se descarta el ejemplo dado por Bücheler, que logró desplazar los límites de la Antigüedad hasta los siglos IX y X ⁹ .

    Este deseado volumen XVIII del CIL en el que trabajan en la actualidad Bengt Thomasson (coordinando los trabajos de la ciudad de Roma), Manfred Schmidt (quien organiza el material de África Proconsular) y Joan Gómez Pallarès ¹⁰ (que coordina el fascículo 4 sobre Hispania), acabará por ofrecernos rigurosas ediciones críticas de toda la poesía epigráfica latina, que podrán servir de base para un comentario integral desde el más puro punto de vista filológico ¹¹ .

    ¿QUÉ SON LOS CARMINA LATINA EPIGRAPHICA ?

    1. Naturaleza epigráfica

    Naturalmente, son «Poemas escritos en latín sobre un soporte epigráfico», es decir, sobre un soporte duro, resistente ¹² : tablillas de cera, piedra, bronce, tejas, broches, vasijas o incluso paredes; en definitiva, un soporte material de carácter no perecedero, de naturaleza difícilmente destructible, que ha logrado hacer de cada uno de estos poemas un monumentum aere perennius , con mayor fortuna, pues, que la obra de un gran número de poetas de quienes el azar apenas sí nos ha conservado el nombre ¹³ .

    En efecto, una de las características de la civilización romana es la importancia de las inscripciones en la vida pública y privada. La Nouvelle histoire de la littérature latine ¹⁴ nos recuerda que en el área cultural latina se han conservado alrededor de 280.000 inscripciones, de las cuales, unas 4.135 son en verso; paganas o cristianas, monumentales o funerarias, honoríficas o parietales, pero con una distribución geográfica bastante equilibrada y extendida. Los romanos vivían, pues, en una «civilización epigráfica» ¹⁵ ; cada uno podía componer su epitafio y construir su tumba donde quisiese, y, durante mucho tiempo, los romanos escogieron para su sepulcro un lugar a lo largo de las carreteras de acceso a la ciudad ¹⁶ . La inscripción, que emana de un gran abanico de estratos sociales, resulta así omnipresente en el tiempo y en el espacio.

    Pero también la civilización griega, desde muchos siglos atrás, había vivido bajo el peso cultural de la epigrafía, desarrollando hasta sus últimas consecuencias el género literario del epigrama, esas composiciones métricas de no más de ocho versos, que en un principio se grababan sobre objetos, estatuas o tumbas y que acabaron cultivándose no ya con intenciones prácticas, sino con fines meramente literarios ¹⁷ .

    De ellos heredaron los romanos el uso generalizado de los epígrafes, la forma de sus esquemas métricos, los temas, la concepción de la vida y de la muerte... y tantos otros aspectos que detalló y ejemplificó con gran acierto Lier en su triple trabajo de comienzos de siglo ¹⁸ y sobre los que volveremos en páginas sucesivas.

    2. Dimensión literaria

    Junto a su naturaleza epigráfica, asegurada por el soporte material, el metro le confiere a esta poesía de circunstancia un carácter literario que podremos matizar, sopesar o evaluar, pero que difícilmente podríamos negar.

    Y sin embargo, la dimensión literaria de los Poemas Epigráficos Latinos suele ser el último aspecto en suscitar el interés de la mayoría de los investigadores ¹⁹ , que se ocupan más bien de sus soportes materiales, de la significación socio-cultural e histórica de las inscripciones, de sus autores... Se hace, pues, cada vez más deseable y necesario un análisis filológico —y no sólo epigráfico, arqueológico o histórico— de las inscripciones ²⁰ .

    La métrica —decíamos— es el vehículo que convierte estos textos en literarios, pero no el único; los poemas epigráficos —como trataremos de demostrar a lo largo de estas páginas introductorias y como comprobará el propio lector a través de nuestra traducción— están compuestos a base de elementos rítmicos, estéticos y estilísticos (aliteraciones, repeticiones, rima, acrósticos y telésticos...); emparentados con géneros literarios como la elegía o la laudatio funebris; y en una relación de interdependencia formal y de contenido con los autores más considerados (Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio...).

    Pero, pese a su forma métrica y a su expresión deliberadamente artística, la poesía epigráfica latina ha sido subestimada como fenómeno literario ²¹ , hasta el punto de no mencionarse siquiera —ni, mucho menos, analizarse— en las historias de la literatura; salvo, en todo caso, en la editada por Herzog ²² y bajo el discutible título de «Poesía menor, didáctica y escolar».

    Por ello, frente a la mayor parte de los estudiosos de la filología clásica, que siempre encuentran razones para considerar imperfectos los poemas epigráficos ²³ , expresiones como «literatura popular», «literatura perenne» o «literatura de calle», acuñadas respectivamente por Rodríguez-Pantoja, Susini y Sanders ²⁴ , junto a la reivindicación de Massaro sobre la inclusión, de pleno derecho, de estas composiciones en el marco de la cultura y expresiones poéticas de su época ²⁵ , resultan, cuando menos, reconfortantes.

    CONTENIDO DE LAS EDICIONES DE BÜCHELER -LOMMATZSCH

    1. Organización según esquemas métricos

    El material reunido por Bücheler y Lommatzsch —en concreto 2.299 poemas, más o menos fragmentarios en no pocos casos— se ha organizado de acuerdo con los esquemas métricos utilizados por sus anónimos autores; lo cual, frente a las desventajas que denunciábamos páginas atrás, nos facilita sobremanera el camino para estudiar determinados aspectos de innegable interés lingüístico y literario: Entre ellos, la evolución desde los rígidos esquemas métricos cuantitativos hacia la nueva métrica que basa su ritmo en un acento intensivo y no ya en la cantidad vocálica ²⁶ ; los tipos de composiciones que suelen asociarse a determinados esquemas métricos; el grado de autonomía formal con respecto a la tradición epigramática griega; la mayor o menor asimilación, por parte de los hablantes, de la artificiosidad de los esquemas métricos heredados, etc.

    El volumen se abre con el saturnio (del 1 al 17) y nos muestra las más antiguas composiciones poéticas latinas, entre las que podríamos destacar el epitafio de Lucio Cornelio Escipión Barbado (cónsul en el 298 a. C.) y el de su hijo Lucio Cornelio Escipión (cónsul en el 259 a. C.) ²⁷ .

    El saturnio, verso ligado en su origen a la actividad oracular ²⁸ , que adoptaron autores como Livio Andronico, Nevio o Accio, plantea desde la Antigüedad serias dudas acerca de su naturaleza y origen. La historia de la literatura latina editada por Kenney y Clausen ²⁹ concluye que «no se puede alcanzar una certeza» acerca de su posible origen griego ni decidir para él una estructura definitivamente cuantitativa, silábica o acentuativa; mientras que Boldrini ³⁰ , sin discutir sobre su procedencia autóctona, nacional o de influencia griega, aboga en favor de su naturaleza cuantitativa, pese a la imposibilidad de ofrecer un esquema capaz de recoger la variedad de agrupaciones métricas que engloba.

    En todo caso, el uso de esta conflictiva estructura métrica confiere a la epigrafía latina una cierta autonomía formal con respecto a los tradicionales epigramas griegos en dísticos elegíacos. Sirva de ejemplo el último documento de la producción epigráfica en saturnios: el epitafio de Marco Cecilio, magníficamente conservado al borde de la Vía Apia:

    11

    Hoc est factum monumentum Maarco Caicilio .

    Hospes, gratum est quom apud meas restitistei seedes:

    bene rem geras et ualeas, dormias sine qura .

    Se hizo esta tumba en honor de Marco Cecilio. Viajero, es un placer que te hayas detenido a mis pies. ¡Que te vaya bien y tengas salud! ¡Duerme tranquilo!

    Pero el verso saturnio, experimentado sobre todo para composiciones breves como la que acabamos de leer, no fue el único metro innovador con respecto a la tradición epigramática griega; muy pronto empiezan a difundirse las composiciones epigráficas de ritmo yámbico (sobre todo en senarios). Desde el poema 18 en adelante, hasta alcanzar el 226, se inicia una larga serie de epígrafes basados formalmente en esquemas yámbicos (hasta el 211 en senarios, desde el 212 en coliambos y desde el 217 al 226 en dímetros ³¹ ).

    El senario , verso que nace con la poesía escénica romana y que más adelante reaparecerá en géneros como la sátira o la fábula, se va a difundir sobre todo en el género sepulcral ³² , llegando a ser el metro favorito de los versificadores populares, porque era capaz de introducir el tono dramático de la tragedia y el afectivo de la comedia. El gran cuidado formal, la capacidad técnica y el alto nivel artístico que muestran en no pocos casos, los sitúan a la altura —si no por encima— de los mucho más literarios metros dactílicos. Entre ellos, el epitafio de Gayo Turpidio Severo, muerto a los dieciséis años:

    69

    Parentibus praesidium, amiceis gaudium

    pollicita pueri uirtus indigne occidit .

    Quoius fatum acerbum populus indigne tulit

    magnoque fletu funus prosecutus est .

    Punto de apoyo para sus padres, motivo de alegría para sus amigos, las cualidades que prometía de muchacho, todo ello murió injustamente. Su cruel destino todos lo soportaron muy mal y acompañaron su funeral con mucho llanto.

    El septenario trocaico ³³ , que se había vulgarizado demasiado a través de canciones populares de cierto tono chistoso, mordaz o irreverente, que entonaban los soldados de César, no resultaría del todo apropiado a la sobriedad del uso epigráfico. De hecho, en la colección de Bücheler sólo ocupan desde el poema 227 hasta el 247, en su mayor parte breves y sentenciosos como el que sigue:

    232

    Pupa que bela is, tibi me misit qui tuus e(st): ual(e) .

    Tú, niña bonita, a ti me ha enviado uno que te pertenece: adiós.

    Desde el 248 hasta el 859 y desde el 1788 al 1840, varios centenares de hexámetros dactílicos ³⁴ , que conforman la mayor parte de la colección. Cuando el hexámetro, que había sido introducido en la literatura latina por Ennio, bajo la influencia de Homero, fue ennoblecido por Virgilio y popularizado por Ovidio, se introduce decididamente en la epigrafía ³⁵ . Tal introducción se llevó a cabo con prioridad cronológica con respecto al dístico elegíaco ³⁶ , alcanzando una difusión espacio-temporal debida en gran parte a Virgilio, modelo artístico por excelencia y de quien los escritores antiguos imitaron —con mayor o menor fortuna— hasta la propia estructura de los versos ³⁷ .

    Con una cláusula de Virgilio en el primer verso ³⁸ y claras reminiscencias de Ovidio en el segundo ³⁹ compuso un meritorio y anónimo autor este hermoso epitafio en hexámetros para el joven Apro:

    441

    Innocuus Aper ecce iaces non uirginis ira ,

    nec Meleager atrox perfodit uiscera ferro:

    mors tacita obrepsit subito fecitque ruinam

    quae tibi crescenti rapuit iuuenile figuram .

    Apro, inofensivo, aquí yaces. Y ni la ira de la diosa virgen ni el atroz Meleagro han atravesado tus entrañas con su espada: la muerte, silenciosa, te ha arrebatado de repente y ha causado tu perdición al apoderarse de tu juvenil figura, cuando todavía no habías llegado a la edad adulta.

    Dentro de una tradición epigráfica que acoge toda clase de influencias griegas, es natural que el dístico elegíaco , una estrofa hecha a base de hexámetros y pentámetros alternados ⁴⁰ , de indudable tradición helénica, fuese sustituyendo gradualmente a metros como el saturnio o el senario hasta llegar a ocupar un importante puesto no sólo entre las composiciones indiscutiblemente literarias (como la elegía o los epigramas), sino sobre todo en el campo mucho más heterogéneo de la epigrafía métrica (y más concretamente en la funeraria). En el volumen de Bücheler ocupan desde el poema 860 hasta el 1530 y desde el 1841 al 1850, y destacamos entre todos el muy bien elaborado epitafio de Helvia Prima ⁴¹ , probablemente de época cesariana, que merecería ser incluido en cualquier antología de textos literarios del mundo latino antiguo:

    Tu qui secura spatiarus mente uiator

    et nostri uoltus derigis inferieis ,

    si quaeris quae sim, cinis en et tosta fauilla ,

    ante obitus tristeis Heluia Prima fui .

    Coniuge sum Cadmo fructa Scrateio

    concordesque pari uiximus ingenio .

    Nunc data sum Diti longum mansura per aeum

    deducta et fatali igne et aqua Stygia .

    Tú que paseas tranquilo, caminante, y vuelves tu rostro a mi sepultura, si quieres saber quién soy: cenizas, ya me ves, y consumido rescoldo; Helvia Prima fui antes de mi desdichado fin. Disfruté de mi esposo Cadmo Escrateyo y en paz vivimos los dos con el mismo parecer. Ahora, entregada a Plutón, habré de permanecer con él durante largo tiempo, traída hasta aquí por la pira fatal y atravesando la laguna Estigia.

    Entre el 1504 y el 1518 agrupa Bücheler los poemas compuestos según el esquema del endecasílabo falecio ⁴² , un verso de origen eólico que remonta, casi con toda seguridad, a la métrica indoeuropea y que, exceptuando alguna que otra composición arcaica en la poesía escénica, no aparecerá con fuerza en la literatura latina hasta Catulo, siendo usado también por Marcial y Estacio.

    No vamos a teorizar ahora sobre el endecasílabo, como no lo hemos hecho con ningún otro metro, pero sí señalaremos una diferencia radical —salvo poquísimas excepciones y éstas muy arcaicas— con respecto a los demás: constan de un número fijo de sílabas. Y ofrecemos como muestra el excepcional epitafio de la pobre perrita Mía, con innegables resonancias del poema 3 de Catulo, también en endecasílabos falecios, ese metro difícil y elegante que había ejercido una especial atracción sobre el poeta de Verona:

    1512

    Quam dulcis fuit ista, quam benigna ,

    quae cum uiueret, in sinu iacebat

    somni conscia semper et cubilis .

    O factum male, Myia, quod peristi .

    Latrares modo, si quis adcubaret

    riualis dominae, licentiosa .

    O factum male, Myia quod peristi .

    altum iam tenet insciam sepulcrum ,

    nec seruire potes nec insilire ,

    nec blandis mihi morsibus renides .

    Cuán dulce fue, cuán cariñosa; mientras vivía se acurrucaba en mi regazo, cómplice siempre de mi sueño y de mi lecho. ¡Oh desgracia, Mía, que has muerto! Hubieses ladrado sólo si algún rival, coqueta, se hubiese tendido a los pies de tu dueña. ¡Oh desgracia, Mía, que has muerto! Una tumba profunda te guarda ya, inocente, y no puedes alborotar, ni brincar, ni disfrutar con los cariñosos mordiscos que me dabas.

    Versos jónicos —no siempre fácilmente identificables—, coriambos y anapestos ⁴³ , corresponden a los poemas que median entre el 1519 y 1524.

    Entre el 1525 y el 1562 se agrupa una serie de composiciones métricas irregulares y dudosas que parece haber sido construida según un sencillo proceso de acomodación «de retazos tomados de aquí y de allá» ⁴⁴ . Tales combinaciones asistemáticas han recibido el genérico nombre de polymetra . La sofisticación y la rigidez de los esquemas métricos cuantitativos del latín, no siempre sería bien asimilada ni comprendida por los hablantes corrientes de cualquiera de las épocas. De ahí la gran cantidad de errores métricos que se detectan en estas inscripciones versificadas —sea cual sea su cronología o su esquema métrico— y esta combinación fragmentaria de ritmos y metros que hallamos en los polymetra . Valga como ejemplo el siguiente poema, cuyo primer verso es un senario yámbico, el segundo y tercero son hexámetros no exentos de rarezas o problemas prosódicos, y un saturnio para concluir:

    1532

    Cara mieis uixi, uirgo uitam reddidi .

    mortua heic ego sum et sum cinis, is cinis terrast ,

    sein est terra dea, ego sum dea, mortua non sum .

    rogo te, hospes, noli ossa mea uiolare .

    Viví muy querida por los míos y, todavía doncella, he tenido que abandonar la vida. Aquí estoy, muerta, y soy cenizas, cenizas que se funden con la tierra. Pero si la tierra es divina, yo soy entonces una diosa y no estoy muerta. Te lo ruego, viajero, no maltrates mis restos mortales.

    Por último, engloba Bücheler bajo el epígrafe de commatica los poemas que van desde el 1563 hasta el 1622. Se trata de inscripciones en cuyo texto pueden llegar a rastrearse commata , es decir, fragmentos poéticos que el autor toma de otras inscripciones conocidas, o que él mismo es capaz de lograr, con lo que se obtiene un híbrido compositivo entre la prosa y el verso, que no consigue ser ni lo uno ni lo otro, «ni prose ni poésie», como ya sentenció Galletier ⁴⁵ casi a comienzos de siglo. De hecho, un autor como Massaro no se muestra demasiado propenso a reconocer una clara y efectiva intención métrica —casi ni siquiera rítmica— en algunas de las inscripciones que Bücheler recogió como commatica , creyendo hallar en ella esquemas yámbicos, trocaicos o de cualquier otro tipo ⁴⁶ . Así, por ejemplo, en el muy prosaico epitafio de Quinto Pompeyo Soso y su esposa:

    1563

    Q. Pompeius Bithynici l. Sosus, / Sa[t]riena P. l. Saluia uxsor frug(i), / opsequentes et concordes, Esquileis ab aqua conclusa, fecer. sibei et sueis et digneis. / Dum suppeditat uita, inter nos annos LX uiximus concordes. / Morte obita ut monumentum haberemus fecimus uiui / studium, et Acme l. ut una conderemus. Conditiuom / cubiculum fecerunt./ Hoc monum. Hered(em) / non sequetur .

    Quinto Pompeyo Soso, l(iberto) de Bitínico, y Sa[t]riena Salvia, l(iberta) de P(ublio), su buena espos(a), en paz y armonía, de común acuerdo, en el campo Esquilino lejos del estanque, lo constr(uyeron) para sí y para los suyos que así lo merecían. Mientras la vida nos ha alentado, hemos vivido juntos y en paz sesenta años. En vida nos afanamos por tener un monumento fúnebre después de nuestra muerte y poder ser entrerrados también juntamente con la liberta Acmé. Hicieron una tumba. Este sepulcro no formará parte de la herencia.

    Entre el 1623 y el 1784 y el 1852 y 1858 se suceden fragmentos de lo que parecen haber sido poemas y que no llegan a resultar inteligibles: trozos de palabras, letras sueltas, comienzos o finales de versos... sin que pueda sospecharse su originaria estructura métrica:

    1750

    qua deum me

    rem facinus m

    tas haec oc

    Y no exactamente poemas epigráficos sino versos conocidos de poetas, escritos aquí o allá, grabados sobre piedra o sobre metal, reúne, en fin, Bücheler entre los tres restantes (1785-1787).

    El volumen de Lommatzsch, que continúa el trabajo emprendido por Bücheler y se adapta linealmente a su numeración, asume también la misma organización métrica, con una presentación paralela de cada uno de sus esquemas ⁴⁷ .

    Pero esta profusión de metros, basada en un difícil juego rítmico de vocales largas y breves, no estaba siempre exenta de errores, incorrecciones o desatención a sus normas. Muchos de nuestros epígrafes en verso denuncian un empleo tosco de los recursos versificatorios y una lucha sin éxito contra los artificios de la fonética y la prosodia. Tales dificultades se verían agravadas por la ruina del sistema vocálico cuantitativo, hecho fonológico consumado ya en el siglo II de nuestra era ⁴⁸ , que despojó a la métrica latina de su fundamento prosódico y propició la aparición de una nueva métrica acentuativa —en muchas ocasiones conviviendo con la cuantitativa dentro de un mismo verso—, de la que tenemos sobradas muestras en la edición que traducimos. Entre ellos, los versos populares hispanos que recoge Lommatzsch en los números 1899 y 1900, en los que la coincidencia de acentos y tiempos fuertes es total:

    Hoc qui scripsit Surianus ¡ pedicauit Maeu[ium] .

    Suriano, el que escribió esto, sodomizó a Mevio.

    Li[nge] Le[li, l]inge L[eli], linge Leli Fa[lc]ula[m] .

    Chupa Lelio, chupa Lelio, chupa Lelio a Fálcula.

    Y la siguiente composición, en yambos acentuativos, bajo los cánones ya de la nueva versificación isosilábica, basada en el acento de intensidad:

    223

    Hic Teudefredi condita

    membra quiescunt arida ,

    cuius origo fulgida

    bre]ue refulsit inclita .

    ill]e subiuit funera

    *** senties

    *** super ***

    ***

    Enterrados aquí descansan, consumidos, los miembros de Teodofredo, cuya brillante estirpe breve tiempo relució tan afamada. Pues se entregó a la muerte ***

    O el poema 709, que sólo conserva de la métrica cuantitativa el ritmo acentual de la cláusula heroica con que concluyen sus hexámetros:

    Flauiani antistitis resonant praeconia uitae .

    Casto pollens corpore, summi fastigii archae

    liliis ceu uernantibus artus conseruans ab aluo

    intemerataq. celso deo reuehens membra ,

    industria sensuum ditatus munere amplo ,

    speciosa proceraque compta forma gestantem ,

    amaeniorque existens praeclaris moribus, fibris

    cunctis in se linquentibus facinus funditus parcens

    nec reuocans prisca memoriae mentis delecta ,

    insignem gestans opem morib(us) patientiae arcem ,

    pollens et exiguis dapes porregere multas ,

    tantaque fari nequeo, quanta insunt gratiae opes ,

    corde lustrans abdita cuneta fastigia poli ,

    quamquam aruis gradiens mente aethera pulsat .

    [ixit]que in saeculo annos plus minus LXV ,

    du]m uocatus a d(omi)no deliquit mundi procella .

    Resuenan los panegíricos sobre la vida del obispo Flaviano. Con todo el poder de su cuerpo íntegro, conservándolo intacto desde el vientre de su madre, como sucede con los lirios que crecen al pie de su sepultura de elevada cúpula, y devolviendo al excelso Dios sus miembros sin mácula; enriquecido con la especial sutileza de su inteligencia, generoso don, haciendo gala de un aspecto hermoso, atractivo y esbelto, sobresaliendo en amabilidad, de conducta ejemplar, un ser de corazón sensible que perdonaba totalmente sus acciones a todos los que se abandonaban a sus pasiones, sin evocar jamás los antiguos pecados; con una fuerza insigne —modelo de resistencia— en todas sus acciones y capaz de ofrecer generosos manjares a los más necesitados. Pero no puedo seguir mencionando tantas cosas cuantas virtudes y cualidades hay en él; alumbrando con su corazón hasta los más recónditos lugares del cielo, aun teniendo los pies en la tierra, ha tocado el cielo con su alma. Y vivió entre nosotros unos sesenta y cinco años, cuando, llamado por el Señor, abandonó las tentaciones del mundo.

    No cabe duda, en fin, que un riguroso y detallado análisis métrico y prosódico de estos poemas epigráficos —lo cual supera con creces los límites y el cometido de esta introducción— permitiría deducir consecuencias importantes para valorar la transición entre el sistema clásico y el moderno ⁴⁹ .

    2. Tipos de inscripciones que contienen los «CLE»

    La civilización epigráfica a que hemos aludido páginas atrás propicia la aparición de inscripciones en los más variados soportes y con finalidades bien distintas; desde las muy numerosas sepulcrales, dedicadas a honrar la memoria del difunto para la eternidad, hasta los simples grafitos privados, escritos espontáneamente sin grandes sofisticaciones. Naturalmente, la gran mayoría de estas inscripciones, que rememoran hechos notables o personas ejemplares, utiliza la prosa como forma habitual de expresión. Sólo en ocasiones, el deseo expreso de conferir a la narración de los hechos o a la descripción de los personajes un tono emocional y solemne, hace que la prosa se sienta inadecuada, insuficiente; y es entonces cuando se recurre al verso, lo cual sucede muy especialmente tratándose de los epitafios ⁵⁰ .

    De la mencionada variedad temática dan buena cuenta los 2.299 poemas reunidos por Bücheler-Lommatzsch entre los que se encuentran sobradas muestras de todos los tipos conocidos.

    Un buen número de estas inscripciones poéticas eran votivas o sagradas , es decir, dedicadas a alguna divinidad. En principio fueron composiciones breves, grabadas o pintadas en vasos o utensilios consagrados a un dios, como ofrenda tras haber logrado una victoria o vencido algún peligro, gracias a su mediación ⁵¹ .

    La fórmula inicial, que constaba del nombre de la divinidad, el nombre del dedicante (con menciones o no acerca de su filiación, origen o profesión) y un verbo o sintagma expresando la idea de «ofrecer», se fue enriqueciendo con elementos procedentes de las inscripciones prosaicas del mismo género ⁵² : el motivo de la ofrenda, la narración minuciosa de los peligros que corrió el dedicante, las hazañas que finalmente logró, la enumeración y naturaleza de los objetos ofrecidos, las divagaciones mitológicas a que daba lugar la mención de cualquier divinidad etc. Fue así como adquirieron un gran desarrollo literario, desde simples epígrafes como el 21:

    Yo, Anneo Plácido, he hecho una ofrenda a Hércules.

    hasta otros más elaborados, como el 251:

    Puesto que estoy encantado de haber organizado combates con éxito en vuestras costas, venerables Cástor y Pólux, por el gran beneficio que me habéis procurado he colocado ante vuestra sede, ilustre descendencia de Júpiter, la propia representación de un combate naval, yo, Caucio Sabino, regocijándome de haber sido honrado con las dignidades urbanas y de haber celebrado fiestas en honor del padre Neptuno.

    En ellos, poetas reconocidos como Virgilio, encontraron tal vez hermosos modelos que sin duda imitarían en sus dedicaciones. Pero volveremos más adelante sobre las influencias recíprocas entre estos epígrafes versificados y los mejores autores de la literatura latina.

    Tras la segunda guerra púnica se introdujo en Roma la costumbre de erigir estatuas en honor de los grandes personajes, con inscripciones elogiosas destinadas a perpetuar su nombre ⁵³ . Junto a él, la enumeración de títulos del personaje honorado, las razones para el panegírico, el nombre del dedicante y una serie de fórmulas complementarias que aclaraban las condiciones bajo las que se había erigido la estatua. Así, por ejemplo, son inscripciones honoríficas , las dos siguientes, dedicadas a Lucio Aradio Valerio Próculo, conocido por el sobrenombre de Populonius , que fue cónsul en el 340 d. C.:

    325

    Éste ha sido dos veces prefecto de la patria y prefecto al mismo tiempo de Libia y ya antes también procónsul, el cual, por tres veces ha resuelto como juez pleitos sagrados y como cónsul honró el calendario romano con su nombre imperecedero. ¿Para qué recordar todo lo hecho por un juez tan importante, si estás viendo al propio Próculo, que nació para toda clase de honores?

    892

    Yo soy ese afamado Próculo que he nacido por entero para ser honrado, dime tú, pues, qué honor es este que dices que yo no tengo.

    También versificaron los romanos las composiciones destinadas a rememorar las circunstancias que propiciaron la erección o renovación de algún edificio de uso común, puente, miliario, límite, etc. ⁵⁴ .

    Además del nombre del constructor o restaurador y un verbo del tipo fecit, aedificauit o restituit , suelen extenderse sobre la necesidad de la obra, su utilidad pública y una elogiosa enumeración de las cualidades humanas y políticas de quienes auguraron o sufragaron dicha construcción. Tales elementos pueden encontrarse, por ejemplo, en el siguiente epígrafe de nuestra vecina Mérida:

    900

    La ruinosa vejez había destruido la antigua construcción y la obra, desmoronada y rota por su decrepitud, estaba colgada en el aire. La senda flotante a través del río había dejado de utilizarse y la caída del puente impedía el camino libre. Ahora, en el tiempo de Ervigio, el poderoso rey de los getas, cuando ordenó que las tierras a él entregadas se trabajasen cuidadosamente, Sala, que era un hombre generoso, se esforzó con sus hazañas en propagar el nombre de sus antepasados, y añade el suyo en esta inscripción. Pues, después que renovó la ciudad con unas murallas extraordinarias, no dejó, con más motivo, de realizar este prodigio. Construyó estos arcos y los clavó profundamente en el interior de las aguas y, queriendo emular una obra admirable de otro autor, lo superó. Y fue además la dedicación del sumo sacerdote Zenón lo que lo persuadió para erigir una fortificación tan importante en suelo patrio. ¡Feliz la ciudad Augusta que permanecerá dichosa durante siglos y siglos gracias al afán renovador de su guía y pontífice!

    El grupo de inscripciones

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