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Semillas en mi herida
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Libro electrónico114 páginas38 minutos

Semillas en mi herida

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Semillas en mi herida relata vivencias, frutos y riquezas que he encontrado a partir del dolor. El cáncer abrió una herida profunda que fue transformándose en un gran portal para el despertar a una vida completamente distinta, con una conciencia más amplia y plena de sentido. Así, el dolor y la amenaza de la muerte regaron mi camino de semillas y lo transformaron todo: mi mirada sobre el mundo, sobre mi propósito, sobre el sentido de la naturaleza, sobre el sufrimiento y la enfermedad, los vínculos, la familia, los recuerdos, las experiencias y desafíos de la vida.
La sanación va mucho más allá del cuerpo físico. Un cuerpo sano es deseable, pero aún así no lo es todo, uno puede seguir en desarmonía entre los pensamientos, las emociones, las acciones y los deseos profundos del corazón. Una situación de enfermedad, o de cualquier dolor, trae siempre semillas de otra cosa. Podemos no verlas y sólo ocuparnos de la forma y el cuerpo, que es un modo de sanar, o podemos también elegir ver estas semillas en el huracán del dolor y poner allí atención y conciencia. Aún si no podemos con el cuerpo, siempre podremos con el alma, y encontrar que tal vez, la verdadera liberación del dolor sucede en planos más sutiles, más inasibles, pero tan cotidianos y reales.
Con todo el amor.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 nov 2019
ISBN9789878700519
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    Semillas en mi herida - Victoria Belaustegui

    despertarme.

    Prefacio

    Así como a Quirón, el sabio y sanador centauro de la mitología griega que fue herido de muerte, también se ha clavado en mi muslo una flecha envenenada provocando una herida incurable tremendamente dolorosa. También, como Quirón esta herida despertó en mí la capacidad de sanarme, no sólo del cáncer y del miedo a la muerte, sino de soltar ataduras más profundas para liberar el alma.

    La palabra y su expresión han resultado un bálsamo sorprendente para deshilvanar, comprender y sanar algo de mí. Mi alma dictó, una a una, las palabras precisas para comprender mis miserias, mis fortalezas, mis miedos, mis pensamientos, mis virtudes y mi luz.

    Expreso en estos versos mis sentires en el camino de sanación del alma y del cuerpo físico. El tránsito por la enfermedad, que desaparecía y volvía a aparecer, me sumergió en un mar de agonizante incertidumbre. Este mismo dolor me permitió desarropar el alma, dejarla a la luz, desvanecer los velos que oscurecían, atravesar una cantidad indescriptible de pruebas, minúsculas y gigantes, que sólo se transitan desde adentro, en una íntima soledad. Fue justamente allí, en el fuero interno, donde encontré la semilla de la sanación.

    Esta flecha que tocó mi muslo, tocó también mi corazón. Compartir mis vivencias y aprendizaje es, en sí mismo, un acto de sanación. Comparto con el anhelo de inspirar, aunque sea a uno de nosotros, seres humanos, a despertar su propio sanador.

    Vicky Beláustegui

    I

    Heridas

    Hay heridas que además de abrirnos la piel,

    nos abren los ojos.

    P. Neruda

    Guías

    Una gata negra

    me aulló.

    Supo con absoluta certeza

    que una parte de mí conocía su lenguaje.

    Me habló y tocó mi corazón,

    abrió las compuertas a mis lágrimas.

    Se frotó sobre mi pierna doliente,

    apoyando su cabeza, sus manos y todo su cuerpo después,

    acarició el otro lado,

    sin detener su aullido.

    Me hablaba con la certeza

    de que entendería.

    No soy la reina de los gatos,

    no me resulta irresistible tocarlos,

    pero devolví el gesto mostrando mi agrado,

    ofreciéndole unas breves palmadas

    como para dejarla tranquila,

    creyendo que ella quería algo de mí.

    Inquieta, merodeaba por la sala

    como buscando algo que no alcanzaba a comprender.

    Aullando más fuerte,

    clavó sus ojos mágicos,

    potentes como un rayo,

    en el fondo de los míos.

    Aunque no supiera descubrirla aún,

    veía una clara intención en su gesto:

    muy adentro mío

    me animé a sospechar de qué se trataba.

    Dejé correr unas lágrimas.

    No bien me senté, vino a mi lado

    sin dejar de hablarme y tocarme.

    ¿Qué quiere esta gata?

    Pregunté inquieta a su dueña

    que observaba atónita la escena

    ¿Quieres subirte en mi falda?

    No esperó un segundo,

    saltó.

    Rodeó con su cuerpo mis piernas

    buscando el mejor sitio

    para echarse, abrigarme.

    Encontró mis manos en cuencos,

    y mi cuerpo dispuesto para lo que estaba buscando.

    Las lágrimas empapaban ya mi rostro.

    Acariciaba frenética su cabeza en mi manos

    dándome todo su amor.

    Sacó su lengua larga y pinchuda,

    para lamerme paciente,

    sacar lo que a sus ojos sobraba,

    para purificarme.

    Me limpió con esmero y paciencia,

    como si fuera su cría.

    No me besó.

    Me limpió.

    Sabiendo que podía entenderle,

    esta gata negra vino

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