Salvaciòn: Salvación
Por Duncan Ralston
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En un raro día de verano, cuando Owen Sandler tenía trece años y su hermana Lori cinco, fueron a jugar a las frías y claras aguas de China Cove, junto con su familia. Owen amaba a su hermana, pero solo la había llevado a regañadientes; no le gustaba que le dijeran qué hacer, y como su padrastro era el que lo había obligado a cuidar de Lori, le gustaba mucho menos la tarea.
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Salvaciòn - Duncan Ralston
SALVACIÓN
Una historia de fantasmas espectacular.
Chris Hall, DLS Reviews
It is so bloody good and my brain wanted to soak every little bit of it up.
Nev Murray, Confessions of a Reviewer
Ralston no escribe historias de horror, escribe sobre la condición humana. Y no hay nada mas cierto que esto.
Ken Preston, Author of the Joe Coffin series (for Dirge Magazine)
Duncan Ralston is soon to become a name to be reckoned with in the horror genre and I can’t wait to see what’s next.
Dawn Angry Puppy, The Ginger Nuts of Horror
"Salvage no es la historia de fantasmas de tu abuelo. Es una historia con impresionante inteligencia y tensión astutamente elaborada."
Thomas S. Flowers, Author of the Subdue series
This is a solid debut novel and I think Duncan Ralston will be an author to keep an eye on
S.K.Nash, The Bookie Monster
A sad, poignant, and heartbreaking look at how childhood trauma can linger and corrupt.
Jeffrey Goff, Author of Hope 239
Si te gustan las narraciones fuertes y guiadas por los personajes en general, es probable que desees agregar Salvación a tu estantería. Muy bueno.
Kit Power, Author of GodBomb! (for The Ginger Nuts of Horror)
"Salvación es un libro bastante original y muy bien pensado que es diferente de cualquier otra cosa que haya leído en mucho tiempo. Los lectores descubrirán que Salvación es un verdadero tesoro de horror enterrado."
Silver Screen Videos
This is Ralston's debut novel, and if it is any indication, we are in for good things to come.
Chad A. Clark, Author of Behind Our Walls
"Salvage is a remarkably mature first novel from author Duncan Ralston, one that doesn't shy away from the Big Issues, but doesn't forget to frighten its audience."
Jeffery X. Martin, Author of Black Friday
"Salvage is a fantastic debut novel that demonstrates Duncan Ralston’s innate ability as an author to truly connect with his audience"
Greg,2 Book Lovers
The mystery kept me guessing right up to the satisfying conclusion. A thoroughly enjoyable read, and an excellent first novel.
Jonathan Woodrow, Author of Wasteland Gods
SALVACIÓN
Una historia de fantasmas
Duncan Ralston
Esta historia es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completamente fortuito.
SHADOW WORK PUBLISHING
Copyright © 2015, 2016 por Duncan Ralston
Todos los derechos reservados.
Editor: William Campbell
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Para Mamá y Papá,
cuyo hogar me forjó.
ÍNDICE
Prólogo
PAR†E 1
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Intermedio
PAR†E 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Intermedio
PAR†E 3
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
DEL AUTOR
SOBRE EL AUTOR
Después de la muerte, no se puede volver a la vida;
Después de la tumba, ya no nos veremos más.
- Inscripción sobre una tumba en Tesalónica
Prólogo
Dejad a los Niños
En un raro día de verano, cuando Owen Sandler tenía trece años y su hermana Lori cinco, fueron a jugar a las frías y claras aguas de China Cove, junto con su familia. Owen amaba a su hermana, pero sólo la había llevado a regañadientes. Lo que no le gustaba era que le dijeran qué hacer, y como su padrastro era el que lo había obligado a cuidar de Lori, le gustaba menos la tarea.
Ya sentía un gran odio por el hombre que pretendía ser su padre, un hombre que la madre de Owen le había dicho que llamara Papá
, pero quien ella misma llamaba Gerald
, y nunca Gerry
. Owen no podía recordar a su verdadero padre, pero estaba seguro de que el hombre no podría haber sido más diferente que Gerald. Su verdadero padre había sido un hombre fuerte, un hombre decidido. Sabía esto porque su madre a menudo se lo había dicho, y Owen tenía una vaga noción - no la suficiente como para llamarla recuerdo - de su verdad. Gerald no era así, pero era alto, a menudo tenía arrebatos de ira, y solía beber tanto en estos pequeños viajes ocasionales que su madre tenía que llevarlos de vuelta a casa. Sin embargo, a pesar de todas las fallas de aquel hombre, le había dado a Owen una hermana menor para jugar (o ignorar, dependiendo de su estado de ánimo), así que suponía que le debía al hombre un poco de crédito.
Lori caminó lentamente, recogiendo tapas de botellas, anillas y envoltorios de caramelos con su pala, arrugando su nariz con asco, mientras los juntaba en la arena. Llevaba puesta su camiseta rayada sin mangas y sus pantalones cortos de Adidas. Owen la iba siguiendo a una corta distancia. Más lejos, en la playa, algunos niños mayores se lanzaban una pelota de fútbol; se persiguían unos a otros, y se reían cuando se amontonaban uno encima del otro, para apoderarse de la pelota. Owen se aseguró que los niños no lo vieran tan cerca de Lori, ya que podían pensar que era igual a ella, y podían decirle bebé.
Volvamos por aquí, ¿de acuerdo?
dijo, tomando su mano, alejándola de los niños.
Quiero ir a nadar
, dijo Lori, haciendo pucheros. Sabía todo sobre su aversión al agua, a los lagos en particular, a él no le gustaba llamarlo miedo
, pero sinceramente eso era lo que era, y supuso que ella sabía que él no iba a dejar que se acercase mucho, menos, unirse a ella. Los rayos del sol golpeaban la playa en China Cove, donde las islas de la Bahía de Georgia y el interminable azul del lago Hurón se unían. Owen vestía una camiseta de las Tortugas Ninja para cubrir su pecho escuálido (el más listo, Donatello, era su favorito), pantalones largos, zapatos y calcetines. Estaba demasiado acalorado como para enfriarse las piernas, y solo la idea de meterse en aquel frívolo oleaje lo inquietaba. No había ninguna razón para sentir eso, según él. Gerald lo había llamado una fobia
. Su madre se había quedado callada al escucharlo, algo que Owen había pensado que no le gustaba.
Mamá dijo que no nadaras
, mintió.
La sombra del sombrero de sol tapaba el ceño fruncido de Lori. ¡Eso no es cierto!
Sí lo es. Si no me crees ve y pregúntale
.
Lori se dio vuelta, en dirección a los árboles, donde Gerald y su madre estaban sentados en la sombra. Ella leía, mientras él soplaba la espuma de una lata de cerveza que había sacado de la hielera. Estaba demasiado lejos para gritar, entonces Lori entrecerró los ojos y vio a su hermano, como para evaluar su honestidad. Él luchó por mantener una cara seria. Bien
, dijo Lori finalmente, molesta y soltó su mano.
Owen recordó fragmentos de una conversación silenciosa en camino hacia el lago, mientras Lori cantaba junto a la música de su colorido Mi Primer Sony
Walkman. Su madre no había querido venir aquí; tanto había sido capaz de escuchar.
Pero Gerald, que por lo general no era ni fuerte ni decidido, había afirmado su pie -literalmente, pisando el acelerador- y se había negado a responder a los comentarios pasivo-agresivos de Margaret Saddler sobre su embriaguez inminente. Finalmente había dejado de protestar, diciendo Bien
, en el mismo tono malhumorado que su hija lo había dicho ahora.
Lori caminó con dificultad a pocos pasos del agua y miró hacia atrás, aparentemente esperando que Owen la siguiera. Lo hizo, pero solo después de darse cuenta, demasiado tarde, de lo que ella tenía en mente. Una vez que ella descubrió que él estaba demasiado lejos como para alcanzarla, se dio la vuelta y empezó a correr: el tipo de trampa que los niños que jugaban al fútbol podrían haber aplaudido.
Dios
, murmuró, y la persiguió.
Las pequeñas piernas de Lori la llevaron al oleaje antes de que Owen llegara a la mitad de la orilla. Cuando se detuvo, el agua ya le llegaba hasta la cintura. Las olas dejaban formas en la arena mientras retrocedían, desintegrando poco a poco un pequeño montículo de tierra húmeda que una vez había sido un castillo de arena. De repente, Owen ya no sentía el calor del sol; en cambio, un temor lúgubre y estremecedor lo atenazó de la cabeza a los pies.
Había criaturas en el agua con dientes afilados y aletas espinosas. Había sanguijuelas chupasangres y tortugas con hocicos de cocodrilo viciosos. Había cosas resbaladizas y pegajosas que se retorcían en el barro del fondo del lago, invertebrados ciegos que nunca habían visto la luz del día.
Un viento azotó su cabello. Se giró y observó como silbaba entre los árboles. Inclinaba los pinos y hacía crujir las ramas de enormes arces. Una nube de acero gris bloqueó repentinamente el sol. Owen frunció el ceño con inquietud y se volvió hacia el agua para ver que el sombrero de sol de Lori había sido arrebatado de su cabeza por el viento. Ella gritó, medio riendo, y lo persiguió, mientras se adentraba aun más en el lago.
Más allá, donde debería haber sido demasiado profundo como para pararse, un hombre que Owen no había notado antes estaba de pie en el lago, con el agua hasta sus tobillos. Vestido con una camisa abotonada blanca y pantalones negros holgados; su bolsillo derecho irradiaba un destello dorado, del que Owen se dio cuenta. El hombre lo vio fijamente, y se vio incapaz de apartar la mirada. El viento enredó el cabello oscuro del hombre, y una sonrisa maliciosa se extendió debajo de su bigote. El hombre extendió una mano hacia Owen.
¡Lori!
Owen no había querido gritar, solo había querido llamarla para que saliera del agua. Pero los niños en la playa, al escuchar el sonido de su voz quebrada, rieron disimuladamente. Owen giró para ver a Gerald y su madre levantándose de la manta de picnic. «Oh, Dios, ahí vienen», pensó. Sintió que el calor habitual volvía, subiendo por su cuello hasta sus mejillas cuando la vergüenza se apoderó de él.
¿Qué es lo que te pasa?
Lori gruñó, después de haber recuperado su sombrero y caminado hasta donde ahora Owen estaba parado. Volvió a mirar el agua y siguió su mirada turbada hacia el hombre que estaba en el lago.
Ese hombre
, dijo Owen. La oscura sonrisa en el rostro vagamente familiar del hombre se amplió. Creo que es peligroso
.
Lori se cubrió los ojos con una mano y miró hacia el lago. Owen estaba seguro de que estaba mirando directamente al hombre, pero Lori se volvió hacia su hermano con una mirada de curiosidad en sus ojos azules. ¿Qué hombre?
¡Justo ahí! ¿No lo ves?
Owen señaló con el dedo al hombre, cuya sonrisa se amplió aún más y comenzó a caminar hacia ellos, con sus zapatos de cuero marrón chapoteando en la superficie del lago, humedeciendo las mangas de sus pantalones. ¡Está ahí!
¿Quién está ahí?
Gerald dijo, acercándose a los niños con una sonrisa. Owen se volvió para mirarlo. Se detuvo justo enfrente de él, y puso la mano, que no sostenía una lata de cerveza Old Vienna, en su cadera, en una postura de obstinación que Owen conocía bastante bien.
Nadie
, dijo, aun sintiendo la presencia del hombre detrás de ellos, queriendo girar y mirar, como lo habría hecho al retirarse de un sótano oscuro. Observando al monstruo. Sintiéndolo acercarse. Finalmente, no pudo evitar volver a mirar, pero no había nadie. La superficie del agua era clara, plana, vacía. El hombre se había ido.
Owen volteó a ver a Gerald, sin comprender. Su madre se acercó, y se puso detrás de su marido con una mueca de desaprobación bajo su masa de rizos marrones. Owen sintió que las lágrimas comenzaban a inundar sus ojos. Un impulso salvaje de defenderse lo invadió, a pesar de su renuencia a admitir lo que acababa de ver. El hombre había estado allí. Lo había visto. Un hombre caminando sobre el agua. No podría haber sido posible... ¿verdad?
Ver cosas, pensó.
Lori lo miró compasivamente.
Había un hombre
, dijo, su voz comenzaba a quebrarse, su labio inferior temblaba: la inminente aparición del llanto. Él estaba... estaba parado en el agua. ¡Estaba allí!
Su madre y Gerald se asomaron a la bahía donde él señalaba, pero era obvio que no le creían. Owen no lo hubiera creído, si él mismo no lo hubiera visto con sus propios ojos.
No veo a nadie
, dijo Gerald.
"Eso es porque se fue. Debe haber...debe haberse ocultado bajo el agua".
Owen, no seas tonto
, dijo su madre.
Lo vi, mamá.
Fue tu imaginación
, dijo, frunciendo el ceño al mirar en el agua.
No sabes lo que hay en mi cabeza
.
No le contestes a tu madre
, dijo Gerald.
"¡Cállate, Gerald!"
¡Owen!
su madre lo regañó.
Gerald aplastó la lata de cerveza, con una cara inexpresiva. Gerald, con sus pálidas piernas y barriga, con sus bromas pesadas y su estúpido sombrero de Panamá arrugado. Está bien
, dijo con calma.
Esto ha ido demasiado lejos.
Dejó que la lata aplastada se le cayera de los dedos a la arena húmeda y luego se dirigió hacia Owen. Lori lo vio venir y se apartó de su camino.
¿Gerald...?
Dijo su madre con preocupación en su voz, quebrándose como si se tratara de cristales rotos.
Owen se apartó de Gerald, mirando cautelosamente el agua detrás de él. ¿Qué estás haciendo? ¡Aléjate de mí!
No más fobias
, dijo Gerald, tratando de agarrarlo, quien rápidamente lo esquivó. El miedo que Owen había visto en los ojos de su madre hizo que las lágrimas que se habían acumulado en su interior se desbordaran y cayeran. ¡Vas a ir a ese lago!
Gerald gruñó. Sus largos dedos atraparon su brazo derecho, apretando con tanta fuerza que la carne a su alrededor se volvió blanca. Owen dirigió su débil puño izquierdo a las costillas de Gerald, golpeándolo débilmente, mientras el hombre mucho más grande lo arrastraba hacia el agua.
¡Déjame ir! ¡Déjame ir!
Las lágrimas corrían por su rostro. Lori veía lo que estaba pasando con ojos grandes y temerosos. Los niños mayores dejaron de jugar para ver el espectáculo.
Bebé. Llorón. Pequeño perdedor. Merezco esto.
Owen dejó de luchar y dejó que Gerald lo arrastrara, zapatos y todo, al lago; el agua hasta las rodillas. Lloró en silencio mientras el agua fría llenaba sus zapatos.
No hay nada qué temer
, gritó Gerald, con la cara roja, las venas levantadas, zigzagueando en sus sienes, los tendones en su cuello tenso. ¿Ves?
Lo arrastró más adentro, hasta los puños de sus pantalones cortos. Owen parecía como uno de los animales de peluche de Lori, sostenido por el brazo, con los músculos flojos. Gerald lo sacudió hasta que le castañetearon los dientes. Pero el frío lo había entuemecido tanto que ya no sentía nada. ¿Ves?
¡GERALD!
El grito sacó a Owen de su estupor. El agarre de Gerald se aflojó, pero no lo suficiente para que Owen se soltara. El sombrero de Gerald se cayó de su cabeza calva y lo agarró, poniéndoselo de nuevo con una mirada avergonzada.
Margaret Saddler se había adentrado en el agua, la cual le llegaba a los tobillos. El viento agitó sus rizos y el dobladillo de su vestido de verano. En la sombra, brindada por una nube, era bella y una fiera. ¡Deja ir a mi hijo en este instante!
Gerald se mantuvo firme. Estaban a varios pies de distancia, el agua lamiendo los tobillos de Margaret y las rodillas de Gerald. Se miraban el uno al otro. Detrás de ella, el miedo de Lori era palpable.
Él lo soltó.
Owen se dejó caer sobre manos y rodillas. Se levantó rápidamente, sacudiéndose como un perro mojado, y se escabulló hacia la orilla, pasando junto a su madre. Ella lo miró irse. Toda su furia aparentemente había desaparecido; pero se miraba desanimada, cansada.
Alcanzaron a Owen en el estacionamiento, donde había estado lanzando grava a los árboles de los alrededores, disfrutando del ruido sordo y seco. Gerald arrastró la hielera, extrañamente silencioso, enfurruñado, mientras Margaret cargaba la mochila y sostenía la mano de Lori. Mientras Gerald y su madre cargaban todo en el auto, Lori se acercó a Owen. Intentó ignorarla, hasta que ella tiró de su camisa.
Owen levantó una pequeña piedra con su mano. ¿Qué quieres, mocosa?
Lori extendió su mano y se la tomó, sus pequeños dedos apretaron los suyos. Te creo
, susurró. Owen la miró, seguro que ella estaba jugando con él. Pero la sinceridad de su sonrisa hizo que sus lágrimas amenazaran con volver.
Él alborotó su cabello, rompiendo el hielo. Lori gruñó y sacudió su cabeza libre de su agarre. Eres una niña buena, ¿lo sabías?
.
Tú también eres bueno.
Nah
Ella siempre decía cosas como esa, haciéndole sentir bien cuando todo lo que quería era sentirse mal, sentirse como el niño idiota que era.
Sí lo eres
, le aseguró. Eres el mejor hermano mayor que he tenido
.
Owen sonrió ante esto, desconcertado, mientras su hermanita, mucho más madura que él en muchos aspectos, corría hacia el automóvil y se sentaba en el asiento trasero.
Poco después, la siguió.
PAR†E 1
HIJO
Capítulo 1
A Su Imagen
––––––––
1
Cuando Owen tenía cuarenta años, la gente del cementerio de St. John Norway colocó a su hermana Lori en el suelo. Si hubiera vivido más, habría cumplido treinta y dos en un mes.
El ministro no confesional, que había sido provisto por la funeraria, leyó los versículos estándar: el del fallecido no está muerto sino que simplemente duerme, seguido de un poco del Salmo 23, el Hijo Unigénito
de Juan 3:16, y luego otro sobre cenizas y polvo, nada particularmente inspirador o personal. Owen vio que la mandíbula de su madre se apretaba mientras rechinaba sus dientes. Más allá de su amor por Lori, que estaba muerta y pronto a ser enterrada, todavía le quedaba desagrado por las trivialidades religiosas.
Incluso la lápida de Lori era como las otras de al lado y detrás de ella. Granito moteado con demasiado esmalte, más parecido a una joya que a una tumba. La hierba artificial era demasiado verde, estéril. Owen había esperado ver tierra, una pequeña señal del lúgubre suceso que se estaba llevando a cabo, pero aparte de algunas manchas a lo largo de los bordes demasiado lisos del agujero, no había ninguna. Lo que se había quitado -y luego cubierto con más alfombra plástica verde- había sido removido por expertos, dejando un abismo perfectamente rectangular en el que Lori, la hermana pequeña de Owen, yacería hasta que sus huesos se hicieran polvo.
Owen se alegró por los pocos enlutados que lloraron, porque él parecía poder contener las lágrimas. Incluso cuando pensó en la última vez que había visto a su hermana con vida, y por la mala forma en que habían dejado las cosas, se sintió frío, distante. En cambio, a los otros, la gente que sonreía por su vida en lugar de llorar por su muerte, quería agarrarlos por los hombros, sacudir sus sonrisas, de la forma en que se sacude un mal dibujo en un Telesketch. Quería gritar en sus caras: ¡Está muerta! ¡Dejen de sonreír! Lori está muerta, maníacos, ¡y nunca volverá!
Sin embargo, no pudo. No porque hacerlo violaría las normas sociales que poco le importaban en ese momento, sino porque carecía de coraje. Guardando impotentemente su rabia, Owen hundió sus manos profundamente en sus bolsillos y observó cómo el ataúd se hundía en el suelo, hundiéndose como Lori en ese lago al norte, cuyo nombre no podía recordar, antes que finalmente comenzara a flotar de nuevo, no por la fuerza de su propia voluntad, sino por los gases de su descomposición.
La muerte es más liviana que el agua, pensó.
Hoy lamentamos la pérdida de un alma buena
, dijo el ministro. La vida continúa y tengan por seguro que la felicidad, sin duda, nos encontrará una vez más
.
Sin duda, Owen pensó sombríamente. En su bolsillo derecho había un puñado de tierra, lisa y sin piedras. Entre sus dedos, sintió algo así como cenizas.
2
Te pareces a él, ¿sabes?
.
Owen había fingido ser cortés al escuchar innumerables condolencias, había mostrado una sonrisa dolorosa por cada Lamento mucho su pérdida
, Era un ser humano tan espectacular
y Dios tiene un plan para todos
. Pero cuando el anciano le dijo te pareces a él, Owen dio un paso atrás para evaluar la frase y el hombre que la había dicho, saliéndose de la línea donde se encontraba su madre y Gerald Kinsman, quien había sido el padrastro de Owen por muchos años antes que Lori naciera.
¿A quién? Owen se preguntó.
El anciano sostuvo firmemente la mano de Owen. Su frágil brazo quedó completamente extendido una vez que Owen dio un paso hacia atrás. Vestía un traje gris barato con puños apolillados, su barba blanca teñida de amarillo pardo por lo que parecía ser alquitrán de cigarrillos. El apretón de manos se paralizó, sus ojos grises temblaron en sus órbitas cuando el anciano luchó por mantener un contacto visual casi salvaje.
Owen volteó a ver Gerald, quien estaba a su derecha: Gerald, con su copete pelirrojo encima, era alto hasta el punto de ser desgarbado, un pie más alto que Owen. Incluso sus rasgos faciales no se parecían en nada. La nariz de Gerald era ancha y plana, y tan roja como su cabello, por haber bebido tantos años. Su barbilla era protuberante, y su barriga era una cosa redonda, situada debajo de su pecho casi cóncavo. No es mi pa...
Owen comenzó a decir, pero el anciano soltó su mano y siguió adelante, estrechando su mano con la madre de Owen, que parecía estar obligada a contener un gruñido.
Te pareces a él.
Owen le estrechó la mano a otra persona que estaba de luto, una mujer que no conocía y que le dedicó otra frase cliché insípida. Miró hacia el pasillo, donde hombres y mujeres arrastraban los pies, todos vestidos de negro; pero el anciano había desaparecido entre la multitud reunida para llorar la pérdida de Lori Jean Saddler, quien había muerto demasiado joven a la edad de treinta y dos años.
El tío de Owen, Ralph, tocó Greensleeves
en el piano vertical del bar. El instrumento se encontraba mellado y rayado por años de soportar vidrios rotos y juegos de dardos. El tablero de dardos colgaba muy cerca de la cabeza del tío Ralph. Tocaba, hipnotizando a su público; la mayoría hasta había decidido no beber durante la duración de la canción, después de darse cuenta de que el hombre no era un pianista novato.
Si alguna vez había un momento para llorar, era ese, y por un momento Owen pensó que iba a ser capaz de exprimir una lágrima o dos. Pero la canción terminó antes de que pudiera evocar la emoción necesaria, y todos los que se habían reunido alrededor del piano aplaudían y aclamaban. El momento había llegado y se había ido. Sus ojos permanecieron secos.
La muerte de Lori, hace poco más de una semana antes, lo había estremecido, pero tampoco había llorado en ese momento. Las palabras Tu hermana tuvo un accidente
lo habían golpeado como un tren. Había sentido su muerte como un doloroso vacío en su pecho, un sentimiento que debería haber provocado lágrimas en un ser humano normal, haciendo estallar el grifo para dejar salir el agua. En un nivel intelectual, sabía que estaba triste. Lori había significado el mundo para él, realmente lo había salvado. Había sido tímido, retraído, mucho antes que ella naciera. Pero, en muchos sentidos, tenerla en su vida lo había ayudado a abrirse. Sin su valor para inspirarlo, quizás nunca hubiera salido de su caparazón para adquirir los pocos amigos que había tenido (y posteriormente perdido) a lo largo de los años. Sin su aliento para calmar sus dudas y temores -de rechazo, de fracaso, de nunca ser lo suficientemente bueno para nada o para nadie-, tal vez nunca se hubiera graduado de la escuela secundaria o ido a la universidad para convertirse en arquitecto o construir hogares y ampliaciones hospitalarias, techos verdes en rascacielos a cientos de metros en el aire. Incluso el parque eólico, su proyecto actual ubicado a unas pocas docenas de kilómetros al norte de la ciudad; todo se lo debía a las presiones de Lori.
Si no hubiera tenido a Lori en su vida, Owen podría haberse perdido. Ahora, sin ella, realmente estaba perdido. Se sentía desconectado de la realidad; solo contaba con su madre para mantenerlo con los pies sobre la tierra. Y aun así, las lágrimas no salían.
¿No quisieras borrarles la sonrisa de la cara a esta maldita gente?
Trevor, uno de los amigos de la infancia de Lori, se paró junto a Owen en la mesa de los aperitivos. El tío Ralph estaba tocando una canción animada que Owen no reconoció. Los enlutados sonreían y volvían a hablar, levantaban las copas, haciendo brindis y movían la cabeza al son de la música. Owen masticó el bocado de galleta y salami húngaro - que se acababa de meter a la boca antes de que Trevor lo interrumpiera - y se lo tragó en seco.
Es bueno que estén sonriendo
, mintió Owen. ¿No son para eso los velatorios? ¿Para celebrar la vida?
"Claro, pero míralos. Su susurro era conspiratorio, un demonio en el hombro de Owen. Trevor llevaba una chaqueta negra cuidadosamente confeccionada encima de una falda escocesa; el negro de su chaqueta se compensaba impecablemente con las salpicaduras de color rojo sangre del pañuelo de su bolsillo y medias gruesas hasta la rodilla, sobre las cuales llevaba sandalias. Su coronilla marrón caramelo, perfectamente afeitada, brillaba bajo las luces del bar.
Uno pensaría que esto es una boda", comentó.
Por la forma en que estaba hablando ese ministro
, dijo Owen, parecía que iba a casar a Lori con Jesús
.
Trevor rió disimuladamente y le palmeó la espalda. Estás enfermo, hombre
.
Owen reflexionó sobre cuán cierto era el comentario de Trevor, a pesar de ser un cumplido indirecto.
Realmente es muy malo lo que le paso a Lori, amigo
, dijo Trevor. Ella era una buena persona. Voy a extrañarla mucho
.
Owen asintió y se metió otra galleta cargada de queso en la boca.
Trevor lo observó masticar por un momento. Se dio cuenta que había hecho eso para detener la conversación, entonces, le devolvió el asentimiento. Tómalo con calma, Ownsy
, dijo. Lo miró extrañamente y se alejó.
Owen tragó saliva. Sí
, dijo, todavía medio masticando y contento por haberse librado de él. Igualmente.
Observó como Trevor se acercaba a otra multitud de amigos. Él lo vio con otra mirada extraña, y luego levantó el vaso para brindar. Los otros respondieron, levantando el suyo.
Owen estaba solo junto a la mesa de la comida – reviviendo aquellos bailes escolares en la secundaria – y comenzó a preguntarse cuánto tiempo más su madre estaría dispuesta a estar allí. Ya había bebido con algunos de los amigos de Lori, y sabía que probablemente celebrarían hasta altas horas de la madrugada, e irían en busca de una fiesta después. Decidió que, si él y su madre estaban obligados a quedarse hasta que el último de los enlutados se fuera, entonces se excusaría para irse temprano.
Un joven blanco, vestido con una kurta de Medio Oriente, se acercó a la mesa, tomó una servilleta y un plato, y comenzó a cargarlo con suficiente comida para un grupo de tres. Disculpe
, dijo, llegando al lugar donde Owen estaba parado. Oh, hola. Eres el hermano de Lori, ¿verdad? No me digas...
Owen.
Claro.
El joven sonrió gratamente. Sus dientes blancos brillantes contrastaban con su intenso bronceado. Soy Hanson
, dijo, levantando su mano libre en un gesto impasible.
Nos conocimos en el vigésimo cumpleaños de Lori. Eres el buceador, ¿verdad?
¿En serio?
Hanson dijo distraídamente. Sí, el buceo es una de mis pasiones
. Hizo un gesto hacia uno de los bocadillos en la mesa. ¿Crees que éstos sean veganos?
Él respondió su propia pregunta sacudiendo la cabeza. Mejor no arriesgarse
.
Le enseñaste a Lori a bucear
, dijo Owen.
Eso suena como una acusación
, respondió Hanson, lo cual no pareció molestarle lo suficiente como para quitarle el apetito.
No es...
Owen no había tenido la intención de acusarlo de negligencia criminal, pero supuso que alguien debía ser el culpable del ahogamiento de Lori, y su instructor de buceo parecía ser el culpable más probable. Aun así, no quería pelear en el funeral de su hermana. No me refiero a que es tu...
¿Alguna vez has buceado antes, Owen?
Ni aunque me obligaran
.
Hanson se rió entre dientes. "Bueno, Owen, es un hecho lamentable que sucedan cosas como esta. Es una tragedia, sí, pero es algo que debes tener en cuenta cuando buceas. Algo tan simple como un pliegue en la manguera podría – lamento ser franco – matarte. Puedes morir por un ataque de pánico si el agua es muy profunda. Piensa en eso por un segundo. Lo llamamos síndrome de descomprensión. Te desorientas, no puedes distinguir qué está arriba o abajo, en el fondo o en la superficie. Empiezas a hiperventilar. Puedes ver cosas que no necesariamente están allí."
Supongo
, fue todo lo que Owen pudo pensar en decir.
Respetuosamente, Owen, no estás calificado para suponer
.
Ah, pero lo sé, pensó Owen. Sé demasiado.
Según el oficial involucrado en el caso, habían encontrado el cuerpo de Lori entre los juncos bajos y fangosos, donde los pescadores suelen pescar el róbalo de boca pequeña. Cuando Owen y su madre habían ido a la estación de policía, había presionado por saber más detalles; pero extrañamente su madre no quería escucharlos, y de hecho, había insistido en que la llevara a casa sin recibir ninguna respuesta. Sin embargo, su muerte ya no era un misterio. Los dramas policiales y los libros de asesinatos, especialmente los de Martin Savage que su madre le gustaba leer, habían completado los detalles como si se tratara de una lista macabra; sabían todos los indicios que un equipo forense siempre buscaba: sangre en los pulmones, estallido de vasos sanguíneos en los ojos, hinchazón, un tinte azulado en el cuerpo, suciedad y residuos de algas debajo de las uñas de los dedos, acidosis metabólica, insuficiencia renal aguda. Owen había llamado después para hablar con el oficial a cargo, pero solo le respondía que llamara más tarde. Sabía, por varios programas de televisión, que probar un homicidio en un caso de ahogamiento era extremadamente difícil. Aun así, alguna parte oscura de él sospechaba que algo perverso había