Parejas conyugales en transformación: Una visión al finalizar el siglo XX
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Parejas conyugales en transformación - El Colegio de México
Primera edición, 2011
Primera edición electrónica, 2014
Imagen de portada: Nado sincronizado, de Mario Barrón.
D.R. © El Colegio de México, A.C.
Camino al Ajusco 20
Pedregal de Santa Teresa
10740 México, D.F.
www.colmex.mx
ISBN (versión impresa) 978-607-462-277-5
ISBN (versión electrónica) 978-607-462-669-8
La investigación contenida en este libro fue realizada en el marco del proyecto Las parejas conyugales jóvenes, su formación y descendencia
, patrocinado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt); Proyectos 29051-S y 41022-S.
Libro electrónico realizado por Pixelee
ÍNDICE
PORTADA
PORTADILLAS Y PÁGINA LEGAL
INTRODUCCIÓN. Julieta Quilodrán
PRIMERA PARTE. RASGOS PRINCIPALES DE LA FORMACIÓN FAMILIAR EN AMÉRICA LATINA Y MÉXICO
I. LOS CAMBIOS EN LA FAMILIA VISTOS DESDE LA DEMOGRAFÍA: UNA BREVE REFLEXIÓN. Julieta Quilodrán
¿Cuáles son los aspectos de la nupcialidad que están transformándose más en la era postransicional?
Indicios de cambios
La reconfiguración familiar: interrupción de uniones y nuevas nupcias
Conclusiones
Bibliografía
II. LA FAMILIA, REFERENTES EN TRANSICIÓN. Julieta Quilodrán
Cambio de régimen demográfico
La Segunda Transición Demográfica (STD)
El matrimonio católico y sus principales transformaciones
Matrimonio versus cohabitación
Consideraciones finales
Bibliografía
III. ATISBOS DE CAMBIOS EN LA FORMACIÓN DE LAS PAREJAS CONYUGALES A FINES DEL MILENIO. Julieta Quilodrán
Introducción
Objetivos
Cambios en la composición por estado civil
Distribución por grupos de edad
Evolución de la nupcialidad a través del periodo setenta-noventa: calendario e intensidad por tipo de unión
La interrupción de las uniones por causas voluntarias
Algunas otras características de índole sociodemográfica
Consideraciones finales
Bibliografía
SEGUNDA PARTE. ¿SOLOS O EN PAREJAS?
I. EL EFECTO DE LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA SOBRE LA POBLACIÓN QUE VIVE EN SOLITARIO
. Alexandra Boyer y Julieta Quilodrán
Introducción
La población que vive en solitario
, 1970-2000
Las poblaciones en uniones disueltas según tipo de disolución 1970-2000
Impacto de la dinámica demográfica sobre la población en solitario
Comparación de las poblaciones en solitario
por grupos de edades entre 1970 y 2000
Conclusión
Bibliografía
II. ¿SEPARACIÓN, DIVORCIO O VIUDEZ? CAMBIOS EN LA DISOLUCIÓN DE UNIONES CONYUGALES DE MUJERES MEXICANAS. Maribel Gómez
Antecedentes
La situación demográfica en México y la formación y disolución de uniones conyugales
Fuentes de información y metodología
Disolución de uniones: evolución, 1970-2000
Comparación de las estructuras por edades de las poblaciones con uniones disueltas, 1970-2000
Tablas de disolución de uniones por duración y cohortes
Tabla de decremento múltiple aplicada a la disolución de uniones
Disolución voluntaria de uniones según edad a la primera unión
Calendario de la disolución según duración de la primera unión
Conclusiones
Bibliografía
III. EN EL UMBRAL DEL MATRIMONIO: LOS JÓVENES Y SU IDEA DE LA CONFORMACIÓN DE UNA PAREJA. Michelle Morales
Los jóvenes y la relación de pareja
¿Quién es quién en una unión conyugal? Los roles del hombre y de la mujer
¿Sólo dentro del matrimonio? la opinión de los jóvenes sobre sexualidad
¿Cómo elegir una pareja? factores que influyen en la elección de una pareja
¿Por qué ingresar a una unión conyugal?
¿Cuánto influyen los padres en las decisiones de sus hijos sobre la pareja?
¿Cuándo tener una pareja y cuándo casarse?
Conclusiones
Bibliografía
TERCERA PARTE. TRANSICIÓN A LA VIDA CONYUGAL
I. EL EMPAREJAMIENTO CONYUGAL: UNA DIMENSIÓN POCO ESTUDIADA DE LA FORMACIÓN DE LAS PAREJAS. Julieta Quilodrán y Viridiana Sosa
Antecedentes
Homogamia residencial (endogamia)
Homogamia cronológica o etaria
Homogamia educacional
Desafíos futuros
Bibliografía
II. ¿ESTÁ CAMBIANDO LA NATURALEZA DE LA UNIÓN LIBRE EN AMÉRICA LATINA?. Julieta Quilodrán
Los ejemplos de Brasil, México y República Dominicana
Un poco de historia
La unión libre: el modelo tradicional y el modelo moderno
Comparación de las características sociodemográficas de los matrimonios y de las uniones libres
Los países comparados y los datos utilizados
Evolución de la nupcialidad según el tipo de la primera unión
Primera maternidad y nacimientos fuera de unión
Huella de la escolaridad de las mujeres en la formación de parejas
Conclusiones
Bibliografía
III. LA DISOCIACIÓN ENTRE EL INICIO DE LA VIDA SEXUAL Y LA UNIÓN CONYUGAL EN MÉXICO: DOS APROXIMACIONES METODOLÓGICAS. Adriana Pérez
Antecedentes
La disociación entre la vida sexual y la vida conyugal
Metodología
Primera aproximación al estudio de la disociación entre el inicio de la vida sexual y la unión conyugal en México: método de tabla de vida
Características de la población de 20 a 49 años que habían tenido su primera relación sexual
Intensidad y calendario de la unión
Construcción del modelo de riesgos (PHM)
Conclusiones
Bibliografía
CUARTA PARTE. LAS PAREJAS Y SU DESCENDENCIA
I. RAZONES PARA REDUCIR LA FECUNDIDAD: OPINIONES DE LAS MUJERES QUE LIDERARON EL CAMBIO. Julieta Quilodrán y Fátima Juárez
Introducción
Marco interpretativo, universo de estudio e hipótesis
El descenso de la fecundidad y las pioneras
Análisis de los relatos de las mujeres pioneras
Percepción de cambios generacionales
Conclusiones
Bibliografía
II. EL TIPO DE UNIÓN Y EL ABORTO: UNA COMPARACIÓN GENERACIONAL PARA MÉXICO. Julieta Quilodrán y Viridiana Sosa
Antecedentes
Metodología y fuente de datos
Prevalencia del aborto por generaciones y tipos de unión
Aborto espontáneo e inducido
El impacto del aborto sobre los niveles de fecundidad
El aborto y el uso de anticonceptivos por tipo de unión
Conclusiones
Bibliografía
III. UN PRIMER ACERCAMIENTO A LA ESTIMACIÓN DE LOS NIVELES DE FECUNDIDAD MASCULINA EN MÉXICO. Julieta Quilodrán y Viridiana Sosa
Introducción
Fuente de datos y metodología
Principales resultados
Conclusiones
Bibliografía
IV. ALGUNOS ASPECTOS DE LA FORMACIÓN DE LAS FAMILIAS Y DE LA FECUNDIDAD DE LAS MUJERES EN LA ZONA CENTROAMERICANA DE MÉXICO. Julieta Quilodrán, Julieta Pérez y Elsa Pérez
Introducción
Características socioeconómicas de la región
Las mujeres entrevistadas
Formación familiar: las uniones conyugales
Formación de la descendencia
Consideraciones finales
Bibliografía
V. DETERMINANTES PRÓXIMOS DE LA FECUNDIDAD EN HAITÍ. Elías Esquivel
Introducción
El modelo original de Bongaarts
El modelo original de Bongaarts revisado por John Stover
Breve evolución de la fecundidad haitiana 1995-2000
Aplicación del modelo original (Bongaarts)
Aplicación del modelo Bongaarts revisado (Stover)
Conclusiones
Bibliografía
QUINTA PARTE. ANÁLISIS COMPARATIVO DE LA LEGISLACIÓN SOBRE FAMILIA EN AMÉRICA LATINA Y MÉXICO
I. ¿LEYES PATRIARCALES PARA PAREJAS MODERNAS? LA REGULACIÓN LEGAL DE LAS PAREJAS CONYUGALES EN LATINOAMÉRICA. Jaqueline Vassallo
A manera de introducción
Hasta que la muerte nos separe
: un modelo, dos continentes
Conclusiones
Bibliografía
II. EL CONCUBINATO EN MÉXICO. Carmen Díaz
Introducción
Evolución del concubinato
El concubinato en México
El concubinato desde el punto de vista jurídico en el México independiente
Legislación actual del concubinato
Análisis comparativo del matrimonio y el concubinato
Conclusiones
Bibliografía
EN CONCLUSIÓN. ¿HACIA DÓNDE APUNTAN LOS CAMBIOS OBSERVADOS? Julieta Quilodrán
SOBRE LA AUTORA
COLOFÓN
CONTRAPORTADA
INTRODUCCIÓN
Julieta Quilodrán
Desde los inicios de los años noventa del siglo XX, los análisis de la nupcialidad en México comenzaron a poner en evidencia el final de una larga época de estabilidad de la cual gozó este fenómeno durante al menos medio siglo, de los años cuarenta a los ochenta. Puede afirmarse que en la década de los treinta el modelo de nupcialidad legal, impuesto por las Leyes de Reforma de mediados del siglo XIX, estaba ya consolidado. La inoperancia del orden institucional que se dio en muchos ámbitos durante el periodo de la Revolución mexicana –como fue justamente el caso del Registro Civil– retardó la instalación del matrimonio civil como única forma legal de establecerse en unión conyugal. Este retraso se zanjó entre 1922 y 1940 con un incremento sostenido de la nupcialidad legal. De 1940 a 1990 los niveles se mantienen constantes con tasas que oscilan entre 7 y 8 matrimonios civiles por mil habitantes. Se trata de los años donde la institucionalización del matrimonio alcanza sus niveles máximos, entre 80 y 85% del total de las uniones conyugales. Esta expansión de la nupcialidad legal se acompaña de una estabilidad sin precedente de los matrimonios, los cuales se disuelven casi exclusivamente por la muerte de alguno de los cónyuges (Quilodrán, 2001). El descenso de la mortalidad y el alargamiento de la esperanza de vida de las personas que se da en paralelo, propicia la extensión de la duración de la vida en pareja (Quilodrán y Zavala de Cosío, 1996).
De 1965 en adelante, el país se sumió en un profundo proceso de desaceleración de su ritmo de crecimiento demográfico. El descenso de la fecundidad, presente en algunos grupos pioneros de mujeres, se extiende rápidamente entre la población con la puesta en marcha por parte del gobierno federal del Programa Nacional de Planificación Familiar (1977), programa que se convierte con el trascurso de los años en una de las más exitosas políticas de Estado que ha conocido el país. Esto explica el seguimiento estrecho que se le dedicó a la evolución de los niveles de la fecundidad: encuestas levantadas regularmente y un sinnúmero de análisis de índole demográfica y socio-demográfica que apoyaron la construcción de escenarios futuros sobre los volúmenes de población a nivel nacional y estatal (proyecciones de población).
Un cambio de la envergadura como el que experimentó la fecundidad, no podía producirse sin impactar de manera importante otros ámbitos de la realidad demográfica y social del país. Es así como desde muy temprano –en los años setenta– se comienza a advertir sobre las posibles consecuencias que tendría un manejo voluntario de la fecundidad, no solamente sobre la dimensión de la descendencia de las parejas sino también sobre la organización de las familias. Las especulaciones sobre el rompimiento de las secuencias tradicionales en la formación de las parejas resultaron acertadas, no así la evolución de los niveles de la fecundidad que han disminuido con una velocidad e intensidad no prevista.
A fines de los años ochenta Van de Kaa y Lesthaghe (1987; 1986) sistematizan los cambios que se estaban observando en las sociedades europeas, que para entonces ya habían finalizado su Transición Demográfica (TD) –en lo que dan en llamar Teoría de la Segunda Transición Demográfica (STD)–. Lo que comenzó como una pregunta que se formularon estos autores en su momento sobre el significado de las transformaciones que estaban ocurriendo, se ha convertido en un útil y ampliamente adoptado instrumento para el análisis de otros cambios, básicamente, en torno a la formación de las familias. Sin embargo, la denominación de STD es controvertida, más que nada porque carece del carácter predictivo de una teoría y porque tampoco incorpora los otros fenómenos que definen la dinámica demográfica. Considera solamente la fecundidad y el efecto indirecto de la nupcialidad sobre el crecimiento de la población, y deja de lado el papel que juegan en él la mortalidad y la migración. Sus elementos centrales giran en torno a las nuevas modalidades de establecerse en pareja que están surgiendo, la inestabilidad que las caracteriza y el consecuente aumento de las nuevas nupcias así como la prolongación de la soltería derivada de la postergación del matrimonio. Todo esto en un contexto de muy baja fecundidad.
En los años noventa, a la postergación de la edad a la primera unión que ocurre a partir de los años ochenta, se añaden –en el caso de México y de América Latina– signos de cambio en el mismo sentido de los que estaban en marcha desde hacía algún tiempo en las sociedades desarrolladas, en especial en los países europeos. Es decir, el tiempo pasado en solitario
[1] comenzaba a aumentar como consecuencia principalmente de la postergación de la edad al primer matrimonio o unión, sobre todo entre las mujeres; también las uniones libres o consensuales empezaban a incrementarse luego de años en disminución; y las separaciones y divorcios iban poco a poco ocupando el lugar privilegiado que ostentaba la viudez como primera causa de disolución. Esto, al mismo tiempo que se registraban importantes incrementos en las proporciones de embarazos premaritales. De estas constataciones refrendadas una y otra vez con información censal, de los registros vitales y, especialmente de encuestas, surge la pregunta de si México, que se encontraba al final de su TD en los años noventa, transitaría hacia una STD y de hacerlo, si el proceso adquiriría características similares a las que habían venido presentando los países desarrollados durante este mismo lapso.
En los años sesenta fue motivo de grandes discusiones académicas el tema de si la TD –descenso de la mortalidad y de la fecundidad– se llevaría o no a cabo en las condiciones socioeconómicas que prevalecían entonces en América Latina. En esa época se dudaba que esta transición pudiese ocurrir antes que se alcanzara un cierto umbral de desarrollo. No obstante, la TD ocurrió y se dio en plazos mucho más cortos que los que necesitaron los países desarrollados gracias, en gran medida, al apoyo de la tecnología contraceptiva cuya expansión se inicia desde principios de los años sesenta. Esta vez, las controversias sobre si la región avanza o no hacia una STD se originan en el cuestionamiento de la existencia misma de esta transición o si estamos viviendo las consecuencias de la TD. Ya sea que se trate de otra etapa de la misma TD o de una STD, lo importante es determinar si conceptualmente nos estamos refiriendo a los mismos procesos. Con excepción de las uniones consensuales, que tienen una larga historia en la región y que no corresponden al de una mujer empoderada, todos los demás fenómenos involucrados pueden ser interpretados como resultantes de un proceso de cambio social profundo alrededor de la familia. Desde fines de los años sesenta fue la disposición de las parejas a reducir el número de sus hijos y luego en los noventa, la visibilidad que comienzan a adquirir los fenómenos ligados a la formación y estabilidad familiar.
Con base en la investigación acumulada en los temas de fecundidad y nupcialidad formulé un proyecto de investigación que permitiera abundar en el análisis de los temas relacionados principalmente con la formación de las familias y de sus descendencias en México. Conacyt apoyó financieramente la ejecución de este proyecto, que duró de 1999 a 2006 y que llevó el nombre Las parejas conyugales jóvenes, su formación y descendencia
(Proyecto 29051-S y su renovación 41022-S).
El protocolo del proyecto no consideró la publicación de un libro; sin embargo, una vez finalizado y releyendo tiempo después el material que se había generado, consideré que el reunirlo agregaba valor a los esfuerzos realizados. El libro contiene dos tipos de trabajos; por una parte, aquellos desarrollados por investigadores con experiencia en forma independiente o en coautoría con investigadores jóvenes (investigadores de proyecto) y, por otra, aquellos basados en las tesis de los becarios del proyecto. Por lo general, los primeros han sido publicados con anterioridad en revistas y libros de carácter científico, el resto constituyen trabajos fincados en las tesis destinadas a obtener los grados de licenciatura o maestría. Estos últimos fueron elaborados bajo mi supervisión para darles cierta coherencia y destacar las partes que más interesaban a los propósitos centrales del libro. Del total de las nueve tesis realizadas y terminadas en el marco de los dos proyectos Conacyt, se publican los resúmenes de seis de ellas. Cabe señalar que si bien las tesis de licenciatura se hicieron en el marco del proyecto, fueron dirigidas por profesores de las universidades de donde provenían los alumnos. La exigencia para otorgar las becas fue que los temas abordados en ellas formaran parte de los intereses del proyecto. De este modo, el libro conjuga avances de investigación en un tema que adquiere cada vez mayor relevancia como es el de los cambios en la organización de la familia y la reproducción con el interés en la formación de recursos humanos. Ambos objetivos son prioritarios en las convocatorias de los proyectos de investigación básica del Conacyt. La colaboración del maestro Jaime Ramírez Muñoz, de la Coordinación de Cómputo de El Colegio de México, a lo largo de todo el proyecto fue fundamental para el manejo de las bases de datos y programas computacionales necesarios para el desarrollo de los trabajos y el afianzamiento de los conocimientos estadísticos de los participantes. En la etapa de edición de este libro la participación del maestro René Morales fue igualmente esencial. Quiero agradecer a ambos su ayuda siempre solícita y oportuna.
El libro está organizado en cinco partes cuyos contenidos buscan plantear no solamente los niveles y tendencias de las principales variables de la nupcialidad sino desarrollar algunos temas nuevos e incluso, aplicar metodologías novedosas.
La primera parte incluye tres capítulos de la autoría de la coordinadora del libro –Julieta Quilodrán– donde se sientan las bases de la discusión más amplia que se hace en el resto de los capítulos. Así, el primer capítulo de la primera parte contiene una reflexión sobre las transformaciones profundas que experimenta la familia bajo la influencia de las exigencias de un entorno demográfico y social que cambia cada vez, de manera más acelerada. Los capítulos 2 y 3 de esta misma parte están dedicados al análisis de la formación de las uniones en México a finales del siglo XX y, más precisamente, sobre sus atisbos de cambios en la década de los noventa. En ellos la discusión se sitúa en torno al estado de avance de la TD y cómo, al finalizar ésta, comienzan a surgir nuevos comportamientos frente a la vida en pareja, comportamientos que fueron semejantes a los que comenzaron a instalarse en los países desarrollados hacia mediados de los años sesenta, es decir, una vez terminada la TD en ellos.
El primer capítulo de la segunda parte del libro trata del estudio de una de las primeras consecuencias de la postergación de la edad a la primera unión y de la inestabilidad de estas: el incremento de la población en solitario
, que es la forma como se está denominando a la población que se mantiene al margen de la vida conyugal de manera transitoria o permanente: solteros, viudos, divorciados y separados. Una comparación de la evolución de estas categorías conyugales entre 1970 y 2005 pone de manifiesto no solamente su incremento sino también la influencia de la dinámica demográfica sobre ellas. De modo que los volúmenes de población en estas condiciones –en solitario– varían, por una parte, por el efecto de esta dinámica que se manifiesta en cambios de las distribuciones por edad de la población; y por otra, por la postergación de la edad de ingreso en uniones y la mayor propensión a la disolución voluntaria de ellas; o sea, de los divorciados y separados (Boyer y Quilodrán). En el capítulo 2 se analiza la disolución de uniones por causas que vienen a reforzar, a través de una comparación de las probabilidades de disolución provenientes de tablas por cohortes de uniones, el argumento de un incremento de la inestabilidad conyugal por causas voluntarias que ya se planteaba en el capítulo 1 de esta parte (M. Gómez). El capítulo 3 trata, desde una perspectiva cualitativa, las razones que aducen los jóvenes para prolongar la soltería o preferir la unión libre al matrimonio o viceversa. Las entrevistas utilizadas y los testimonios recogidos enriquecen los datos duros que proporciona el análisis demográfico, con detalles que los acercan a la realidad, sin con ello desvirtuarlos (M. Morales). De este modo, tenemos que en esta parte se conjugan análisis que utilizan información proveniente tanto de fuentes censales y por lo mismo, de carácter macro y agregada, como de tipo individual contenida en las encuestas e incluso, en entrevistas semi-estructuradas donde se interroga a un pequeño grupo de jóvenes estudiantes y obreros cuyas respuestas nos ofrecen una visión de su imaginario de vida familiar.
La tercera parte, que incluye tres capítulos, está dedicada a temas en torno a la transición a la vida conyugal. En el primero aborda, por primera vez en México, el tema de la homogamia conyugal. La elección del cónyuge no responde al azar, así lo afirman los trabajos clásicos realizados en Francia por Alain Girard (1964) en la década de los sesenta y más recientemente los de Bozon y Heran (1988, 2006). El repaso de las características de quienes se casaron en el año 2000, que se hace para México en este capítulo, como son el lugar de origen, edades al contraer matrimonio y el nivel educativo de cada uno de ellos, revela cuán elevada es la endogamia residencial y la homogamia etaria y escolar en el país. Si bien se trata de un primer acercamiento a este tema, a su novedad se añade el aporte que significa en términos de perspectiva analítica. Un análisis de la similitud entre los miembros de la pareja nos habla de la manera en que se reproducen las estructuras sociales. Casarse entre iguales o semejantes otorga estabilidad al cuerpo social, mantiene las relaciones de poder entre grupos y entre géneros (Quilodrán y Sosa). El segundo capítulo se refiere a las uniones consensuales, que es un tema recurrente en los estudios sobre la nupcialidad en la región, y que ha recobrado interés dado el aumento que está experimentando, incluso en países donde su presencia había sido escasa. En él se comparan tres países –México, Brasil y Dominicana– con distintos grados de avance en la Transición Demográfica (TD) y con proporciones distintas de uniones consensuales. El objetivo es establecer si en ellos los incrementos registrados en este tipo de uniones son atribuibles al surgimiento de uniones consensuales de tipo moderno, asimilables a las de la STD, o a las de tipo tradicional, que son las que predominan en los grupos más desfavorecidos de la población (Quilodrán, 1999). El tercer capítulo es el único del libro que incorpora el tema de la edad a la primera relación sexual aprovechando una de las pocas encuestas que existen en México donde se formula esta pregunta a hombres y mujeres (Ensare, 1998). Una aproximación de esta pregunta y la correspondiente a la edad a la primera unión, le permite a la autora estimar otra de las características de la STD, la independencia entre las transiciones a la vida sexual y marital entre generaciones (A. Pérez).
La cuarta parte está dedicada a la fecundidad, básicamente al ritmo en que se está formando la descendencia de las parejas. El primer capítulo nos introduce en el tema de la gestación de los cambios, en este caso de las actitudes, de los comportamientos, y más ampliamente, de los valores con respecto al tamaño de la familia en un grupo de mujeres pioneras. Con el antecedente de un trabajo donde se elaboró el perfil de las mujeres que comenzaron a reducir su fecundidad en México desde una perspectiva cuantitativa,[2] se realizó un segundo donde se retoma el tema, pero esta vez utilizando técnicas cualitativas. Las opiniones de las mujeres entrevistadas matizan las conclusiones respecto a las causas que provocaron el descenso de la fecundidad constatada en el primer trabajo, ampliando el abanico con consideraciones, principalmente en torno a las relaciones de pareja (género) y a las exigencias relacionadas con la educación de sus hijos. Por su parte, los capítulos 2 y 3 buscan responder a dos interrogantes relacionadas con la reducción de la fecundidad y ello con los escasos –y a veces poco confiables– datos disponibles: ¿el descenso de la fecundidad se acompañó de un incremento del aborto entre solteras y/o casadas? ¿Qué tanto difiere el descenso de las tasas de fecundidad masculina y femenina? En el caso del aborto los resultados de investigaciones anteriores sirven de base para estimar si los datos obtenidos con la encuesta manejada –Enadid, 1997– son razonablemente confiables. Establecido esto, se buscó estimar un factor de separación entre abortos espontáneos y provocados, para luego diferenciar estos niveles, según se encuentre la mujer casada o en unión libre. La pregunta de fondo es, en este caso, si el uso de anticonceptivos, además de hacer descender los niveles de fecundidad, ha reducido también los niveles de aborto provocado. Por esta razón, se añade al análisis de las tasas de aborto calculadas, la eficiencia de los anticonceptivos utilizados por las usuarias (Quilodrán y Sosa). El capítulo 3 aporta, por su lado, una comparación entre series de tasas de fecundidad masculina y femenina para algunos años de la década de los treinta y de los ochenta en México. La información sobre nacimientos clasificados según edad del padre en las estadísticas vitales es escasa y presumiblemente de mala calidad puesto que frecuentemente el dato no proviene de una declaración propia. A pesar de estas dificultades los resultados son congruentes con lo esperado, en la medida que los niveles de fecundidad masculinos no difieren demasiado de los femeninos como tampoco los calendarios, en especial, cuando se trata de la época más reciente (Quilodrán y Sosa). El siguiente capítulo, el 4, proporciona estimaciones de los niveles de fecundidad para la zona centroamericana de México
con datos de la Enadid, 1997. Se trata de una delimitación geográfica poco utilizada en los estudios de carácter demográfico en México, cuyo objetivo era comparar los resultados obtenidos en otros países de la región centroamericana. Como se desprende de la caracterización efectuada, no constituye una región homogénea ni en cuanto a sus condiciones socioeconómicas ni tampoco demográficas. Quintana Roo difiere del Sureste, pero sobre todo de Chiapas, que sin duda es la más marginada de las tres subregiones definidas en el estudio (J. Quilodrán, E. Pérez y J. Pérez). En el capítulo 5, dedicado a Haití, se analiza la fecundidad de este país recurriendo a una versión mejorada de la metodología sobre los determinantes próximos creada por Bongaarts (1982) en los años ochenta. Se trata del método de Stover (1998) que aprovecha las nuevas variables sobre edad a la primera relación sexual captada en las historias de embarazos de la Encuesta DHS de la ronda 2000. Con este método se puede obtener una estimación más exacta del periodo de exposición de la mujer al riesgo de concebir y con ello duraciones más exactas de la exposición a este riesgo. Este capítulo nos muestra de manera muy clara las ganancias de la aplicación de la metodología adoptada, además de actualizar las estimaciones de los niveles de fecundidad de Haití (E. Esquivel).
La quinta y última parte se aleja del análisis demográfico y también de los trabajos de corte cualitativo presentados hasta ahora, para introducirnos en el mundo de las leyes que regulan y regulaban en el pasado el ámbito de la familia. Aunque reconocido como espacio privado, la familia ha estado siempre regida por leyes de carácter civil y/o eclesiástico. El reconocimiento que posee como uno de los pilares de la sociedad, deriva en gran medida de la importancia que ella reviste para la función de la reproducción social y biológica. En estas circunstancias la sociedad debe apoyarla con leyes que faciliten su funcionamiento y en el caso que nos ocupa, aquellas que se refieren al matrimonio y el divorcio. En este sentido, los dos capítulos que conforman esta última parte estarían aportando información respecto al deber ser, cuáles son los derechos y obligaciones entre los cónyuges y de éstos con respecto a sus hijos, así como qué tanto las leyes vigentes contemplan las situaciones que se han analizado a lo largo del libro. En el capítulo 1 se efectúa un análisis comparado de las leyes que regulan principalmente el matrimonio y el divorcio en los países latinoamericanos. Esta revisión y comparación se realiza desde una perspectiva histórica y de género, que vincula la legislación colonial con la actual destacando las persistencias y diferencias que existen con respecto a la legislación actual en América Latina. Se trata de un trabajo muy erudito que conjuga un conocimiento profundo de la legislación sobre la familia en la época colonial y una extensa búsqueda en cuanto a las legislaciones vigentes en la región (Vasallo). El libro termina con un capítulo dedicado a la evolución de la unión libre y su tratamiento legal a través del tiempo. En él domina el interés por mostrar para México las diferencias que existen entre los derechos de los cónyuges casados y de sus hijos, con aquellos, más bien acotados, de quienes se establecen en concubinato. Se trata sobre todo de deslindar los privilegios del matrimonio con respecto a aquellos de los concubinos, pero da cuenta, a la vez, de la mayor protección legal que estos últimos han obtenido en tiempos recientes (C. Díaz).
Todos los trabajos que contiene este libro nos hablan de cambios en torno a las parejas conyugales y su descendencia, cualquiera sea la perspectiva de análisis o la metodología empleada. Esto no significa, sin embargo, que todos estos cambios se estén dando con la misma intensidad, como tampoco que posean calendarios comunes; nada asegura, por lo demás, que todos ellos persistan en el tiempo. La presencia o ausencia de ciertos cambios, así como la sincronía entre ellos, cuando se dan, van imprimiendo características únicas a los procesos de cada sociedad.
Los resultados presentados muestran a la vez que las consecuencias de una TD realizada en tiempos comparativamente breves –60 años– se están manifestando también rápidamente. Los cambios generacionales que expresan los estudios que aquí se han reunido son prueba de las transformaciones que está experimentando la vida familiar y en general, las sociedades de los países considerados. En este sentido, la última década del siglo pasado constituiría un parteaguas en lo que se refiere a la manera de vivir en pareja. La posibilidad de ejercer una sexualidad sin consecuencias
, es decir, sin la obsesión de un embarazo no deseado, configura un escenario de vida distinto. Aunque la posibilidad de regular la fecundidad data de los años sesenta se necesitaron casi tres décadas para que la adopción de la tecnología anticonceptiva, conjuntamente con la expansión de la educación y la incorporación de la mujer al mercado laboral, produjeran nuevas formas de organizar la vida en familia.
En el camino han ido quedando las pautadas secuencias del pasado, las cuales van siendo reemplazadas por nuevas formas de vivir la sexualidad, la vida conyugal y las de formar una descendencia, en caso que se decida a hacerlo.
La posibilidad de que existan patrones de vida diversos supone que la sociedad ofrece opciones a los individuos, opciones en muchos ámbitos de sus vidas que se originan básicamente en políticas públicas, desde la salud y la educación hasta la compaginación de trabajo, vida familiar y ocio. Aquí hemos reseñado algunos de los grandes cambios que están ocurriendo a nivel de la familia, principalmente en la fase de su formación, la cual se corresponde con la etapa joven del curso de vida de las personas. El abanico de transformaciones que quedan en evidencia no está exento, sin embargo, de repercusiones sobre las solidaridades intra e intergeneracionales. Familias con menos hijos, formadas tardíamente y con una inestabilidad creciente, a lo cual se añade un celibato en ascenso, pueden redundar en un tejido social menos denso. Enfrentar el envejecimiento de la población en un ámbito de relaciones familiares enrarecidas
por la propia dinámica demográfica sin considerar los aspectos socioeconómicos que conlleva, debe ser encarado como uno de los tantos retos que está generando el cambio de régimen demográfico o más modestamente, la postransición.
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS AL PIE
[1] Sin pareja conyugal.
[2] Juárez y Quilodrán, 1990, Mujeres pioneras del cambio reproductivo en México
, en Revista Mexicana de Sociología, vol. 52.
PRIMERA PARTE
RASGOS PRINCIPALES DE LA FORMACIÓN FAMILIAR EN AMÉRICA LATINA Y MÉXICO[1]
[1] Agradecemos a El Colegio de México y a la Universidad Autónoma del Estado de México su autorización para reproducir los capítulos I y III de esta primera parte.
I. LOS CAMBIOS EN LA FAMILIA VISTOS DESDE LA DEMOGRAFÍA: UNA BREVE REFLEXIÓN
[1]
Julieta Quilodrán[2]
La naturaleza misma de la familia propicia, por su proximidad y cotidianidad, que todos tengamos opiniones sobre su funcionamiento y devenir. El problema comienza cuando manejamos como certeza la información que obtenemos de la observación de nuestro entorno y la consideramos representativa de lo que sucede en los grupos de mayor tamaño e incluso en la población en su conjunto. Dada la gran dosis de emotividad que permea el tema de la familia, nuestras afirmaciones suelen ser exageradas tanto para expresar sus bondades como los defectos derivados de los continuos cambios que experimenta. Ésta es una constante que solamente los resultados aportados por la investigación pueden confirmar o refutar.
La plasticidad de la institución familiar se ha dejado ver a lo largo de la historia. A pesar de sus mutaciones no ha perdido hasta la fecha su calidad de célula social básica, de ámbito de la reproducción biológica y social, así como de refugio para la expresión de los sentimientos. Crea lazos de consanguinidad entre sus miembros y con ello construye el andamiaje de las relaciones de parentesco. En palabras de E. Jelin, la familia constituye una institución social anclada en las necesidades humanas universales de base biológica; vale decir, la sexualidad, la reproducción y subsistencia cotidiana
.
A través del tiempo la familia se ha organizado de distintas maneras para llevar a cabo las funciones básicas relacionadas con los aspectos recién mencionados. En el camino ha redefinido, compartido con otras instituciones e incorporado nuevas funciones, o bien abandonado algunas de ellas. Ha modificado sus estructuras jerárquicas, reasignado los roles entre sus miembros y, atendiendo a los vaivenes de la mortalidad y de la fecundidad, ha reducido o agrandado su tamaño.
La familia, como todos sabemos, no es una célula social aislada; sus integrantes interactúan con el mundo exterior y reelaboran en su seno las influencias que reciben en un proceso de retroalimentación constante. Con la inserción de sus miembros en la vida social y con la interacción que propicia entre ellos la cohabitación, se van gestando nuevas actividades y comportamientos, y junto con ellos los referentes para la socialización de las nuevas generaciones. Aunque las necesidades que impone la reproducción son básicamente las mismas, cada sociedad tiene su propia manera de satisfacerlas, de ahí las variaciones en los modelos de familia a través del tiempo y del espacio.
La época actual se caracteriza por la velocidad con que ocurren los cambios en todos los órdenes de la vida social. En el ámbito demográfico lo sabemos muy bien, pues la transición demográfica que duró dos siglos en los países de Europa está ocurriendo en menos de uno en los que la iniciaron apenas entrado el siglo XX. A este respecto persiste la incógnita sobre el tiempo que tardarán en efectuarla los países subsaharianos. Esperemos que la disminución de sus tasas de crecimiento resulte de la reducción de sus niveles de fecundidad y no de la pandemia de SIDA que los amenaza.
Después de la Segunda Guerra Mundial y una vez finalizado el repunte de la fecundidad conocido como baby boom se instaló definitivamente en Europa y en general en los países más desarrollados un nuevo régimen demográfico: la fecundidad y la mortalidad se equipararon pero esta vez en bajos niveles. Entre el baby boom –que ocurrió entre finales de los cuarenta y comienzos de los sesenta– y la época actual, la fecundidad no solamente regresó a sus niveles de preguerra sino que continuó descendiendo de manera inesperada hasta alcanzar en muchos países tasas que están por debajo del reemplazo poblacional.
El impacto principal de este nuevo régimen de fecundidad se está dejando sentir tanto con carácter macro –envejecimiento de la población, cambios en las relaciones de dependencia, escasez de mano de obra, etc.– como individual y familiar. En realidad lo que está en proceso es una nueva manera de vivir en sociedad, donde la familia se transforma una vez más para adaptarse a las condiciones que en parte ella misma generó.
El hecho de que cada vez se viva durante más tiempo y que cada vez más los eventos importantes de la vida emanen de las decisiones individuales, obligan a redefinir el papel de las personas y el de las instituciones. El tener o no hijos, tenerlos dentro o fuera de un matrimonio, prolongar la soltería y disponer aún de tiempo suficiente para lograr los dos hijos que la gran mayoría manifiesta desear, equivocarse en la elección de pareja y contar todavía con tiempo para rehacer la vida conyugal, etc., ponen de manifiesto las variadas opciones de organización familiar que posibilita una esperanza de vida prolongada.
Sin embargo, el transformar estas posibilidades en opciones reales supone un largo trayecto que conlleva cambios en las actitudes de las personas y en sus comportamientos y también en las instituciones y en las leyes que los regulan. Para avanzar en este proceso es conveniente que lo relativo a la familia se aborde de manera integral, como un asunto que atañe a la sociedad.
Al revisar algunos de los cambios más importantes que se han venido dando en el ámbito de la formación familiar debemos reconocer que todos ellos atañen a situaciones conocidas, pero cuya mayor presencia les otorga visibilidad. La sexualidad fuera del matrimonio, los hijos nacidos al margen de éste, el control natal, la interrupción de uniones, las nuevas nupcias, así como las uniones informales, han estado siempre presentes en la sociedad. Lo que ha cambiado es la incidencia de cada uno de estos fenómenos y las razones a las cuales responde.
Así tenemos que la difusión de la tecnología anticonceptiva no solamente ha permitido regular la fecundidad dentro del matrimonio sino que ha abierto paso a la separación entre el ejercicio de la sexualidad y la reproducción biológica, y con ello se ha cuestionado el papel del matrimonio como hito fundador y regulador de la vida sexual y reproductiva.
Si bien desde el advenimiento de la anticoncepción se esperaban la disminución del número de hijos por mujer y el debilitamiento del vínculo entre la vida sexual y reproductiva, han surgido al menos dos hechos inesperados en esta evolución. La primera sorpresa fue que el descenso de la fecundidad podía llegar a situarse por debajo del nivel de reemplazo; esto significa que 2.1 hijos por mujer, que es la fecundidad que lo asegura, ha perdido su calidad de cifra mítica. En muchos países europeos, en especial los mediterráneos y algunos de Europa del Este, la fecundidad ha descendido por debajo de este rango que había sido considerado su límite inferior.
La otra novedad son los cambios en la formación y la estabilidad de las parejas conyugales. A pesar de que la nupcialidad no es un fenómeno que forme parte de la ecuación demográfica, su desempeño fue clave en el Antiguo Régimen. Asociada ahora con cambios de orden valórico ha vuelto a constituir un tema relevante en la discusión sobre la baja fecundidad de las parejas y por ende, la reproducción de la población. En la actualidad su influencia ya no deriva exclusivamente del hecho de retirar a las mujeres de la exposición al riesgo de concebir mediante la postergación de la edad al matrimonio o de la soltería definitiva.
¿CUÁLES SON LOS ASPECTOS DE LA NUPCIALIDAD QUE ESTÁN TRANSFORMÁNDOSE MÁS EN LA ERA POSTRANSICIONAL?
Detengámonos un momento en estos factores que están, por lo demás, en el centro de la discusión sobre la Segunda Transición Demográfica (STD).
La soltería prolongada. Conduce a una elevación de la edad al matrimonio. Se trata de un fenómeno en franca expansión: en los países desarrollados las edades promedio al primer matrimonio son cada vez más tardías, cerca de 30 años para los hombres y entre 25 y 30 para las mujeres, alrededor del año 2000. En muchos países asiáticos una de cada tres personas permanece soltera a la edad de 35 años. Cabe mencionar que en los países desarrollados, a diferencia de lo que sucede en los asiáticos, en su gran mayoría los matrimonios van precedidos por cohabitaciones.
La estabilidad de las parejas. La mayoría de las personas adultas continúa viviendo en pareja y teniendo hijos, pero duran menos tiempo juntos, son menos estables que en el pasado. Ahora que quienes se separan o divorcian tienen la opción de volver a contraer nupcias, la viudez da esa oportunidad solamente al cónyuge sobreviviente.
La interrupción de las uniones genera dos tipos de sub-poblaciones: la de quienes permanecen solos y la de quienes vuelven a ingresar en uniones conyugales –matri-monios o uniones libres–. Cuanto más interrupciones haya y mayores sean los diferenciales de las probabilidades por sexo y edad de ingresar en nuevas uniones, más grande será el volumen de población que permanecerá sola con o sin hijos. Ahora, al ser estas probabilidades diferenciales por tipo de unión –matrimonio o unión consensual– el abanico de arreglos conyugales posibles se diversifica.
La desinstitucionalización de las uniones conyugales. Las parejas no necesariamente inician su vida marital contrayendo matrimonio. Hay quienes nunca lo hacen, algunas legalizan sus uniones informales transcurrido cierto tiempo, otros consideran este tipo de uniones una manera alternativa de formar una familia, mientras que para otros se trata solamente de un periodo de prueba en la definición de una relación más estable.
Un aspecto de la nupcialidad, que también está cambiando, pero del que poco se habla, es el de la elección del cónyuge: se trata de una etapa de la formación de las uniones poco estudiada por los demógrafos a pesar de que es la primera cronológicamente hablando. La elección del cónyuge, cualquiera sea el sexo de éste, pone en juego todo el capital social de los candidatos, de ahí la importancia de estudiar las formas de emparejamiento en el contexto social actual. Cabe preguntarse acerca del efecto de los flujos migratorios crecientes sobre los matrimonios mixtos, sobre todo cuando existe una selectividad por sexo que hace proclives a quienes migran en edades casaderas a concluir sus uniones en los lugares de destino.
Conviene también conocer los efectos que pudieran estar derivándose de la irrupción de Internet como un espacio alternativo para encontrar pareja. Se trata de la globalización que, al introducirse en las familias, modifica los niveles tradicionales de homogamia conyugal que aseguran estabilidad y cohesión social al estar basados en la formación de parejas cuyos miembros tienen características semejantes. Los encuentros en espacios cercanos
como el trabajo, las escuelas, las fiestas familiares o la comunidad han favorecido hasta ahora una homogamia relativamente elevada. Su disminución se convertirá en un nuevo reto que las familias tendrán que resolver. El yerno o la nuera ya no serán del pueblo ni del barrio, ni tampoco compañeros de escuela o de trabajo; vendrán de lejos, con costumbres distintas, aunque puedan contar con los mismos diplomas y trabajar en el mismo lugar. Sin duda la circulación creciente de estudiantes o de cuadros jóvenes de las empresas –que no podemos calificar propiamente de migraciones– profundizará la diversidad de origen de los cónyuges.
Desde luego que tales fenómenos no se manifiestan necesariamente en todas partes, y cuando llegan a ocurrir no lo hacen con la misma rapidez e intensidad.
INDICIOS DE CAMBIOS
Ahora, ¿qué tan presentes están estos cambios en América Latina? ¿Podemos seguir pensando en que la familia tradicional domina en la región, pese a la