Imitación de Cristo: Premium Ebook
Por Tomás de Kempis
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“El Kempis”, o “Imitación de Cristo”, es uno de los textos más impresos y leídos de la historia de la humanidad. Durante siglos ha servido como modelo de vida cristiana, de crecimiento espiritual.
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Imitación de Cristo - Tomás de Kempis
IMITACIÓN DE CRISTO
Tomás de Kempis
Índice
LIBRO PRIMERO
1. De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo
2. Cómo ha de sentir cada uno humildemente de sí mismo
3. De la doctrina de la verdad
4. De la prudencia en lo que se ha de obrar
5. De la lección de las santas Escrituras
6. De los deseos desordenados
7. Cómo se ha de huir la vana esperanza y la soberbia
8. Cómo se ha de evitar la mucha familiaridad
9. De la obediencia y sujeción
10. Cómo se ha de cercenar la demasía de las palabras
11. Cómo se debe adquirir la paz, y del celo de aprovechar
12. De la utilidad de las adversidades
13. Cómo se ha de resistir a las tentaciones
14. Cómo se deben evitar los juicios temerarios
15. De las obras que proceden de la caridad
16. Cómo se han de sufrir los defectos ajenos
17. De la vida Monástica
18. De los ejemplos de los Santos Padres
19. De los ejercicios que debe practicar el buen religioso
20. Del amor a la soledad y silencio
21. Del remordimiento del corazón
22. Consideración de la miseria humana
23. Del pensamiento de la muerte
24. Del juicio y de las penas de los pecados
25. De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida
LIBRO SEGUNDO
1. De la conversación interior
2. De la humilde sujeción
3. Del hombre bueno y pacífico
4. Del puro corazón y sencilla intención
5. De la propia consideración
6. De la alegría de la buena conciencia
7. Del amor de Jesús sobre todas las cosas
8. De la familiar amistad de Jesús
9. Cómo conviene carecer de todo consuelo
10. Del agradecimiento por la gracia de Dios
11. Cuán pocos son los que aman la Cruz de Cristo
12. Del camino real de la santa Cruz
LIBRO TERCERO
1. De la habla interior de Cristo al ánima fiel
2. Cómo la verdad habla interiormente al alma sin ruido de palabras
3. Las palabras de Dios se deben oír con humildad, y muchos no las estiman
4. Debemos conversar delante de Dios con verdad y humildad
5. Del maravilloso efecto del Divino Amor
6. De la prueba del verdadero amor
7. Cómo se ha de ocultar la gracia bajo la humildad
8. De la vil estimación de sí mismo a los ojos de Dios
9. Todas las cosas deben referirse a Dios, como a último fin
10. Despreciando el mundo, es dulce cosa servir a Dios
11. Los deseos del corazón se deben examinar y moderar
12. La paciencia y la lucha contra el apetito
13. De la obediencia del súbdito humilde, a ejemplo de Cristo
14. Cómo se han de considerar los secretos juicios de Dios, porque no nos envanezcamos en lo bueno
15. Qué debe uno hacer y decir en todas las cosas que deseare
16. Sólo en Dios se debe buscar el verdadero consuelo
17. Todo nuestro cuidado se ha de poner en sólo Dios
18. Debemos llevar con igualdad de ánimo las miserias temporales a ejemplo de Cristo
19. De la tolerancia de las injurias, y como se prueba el verdadero paciente
20. De la confesión de la propia flaqueza, y de las miserias de esta vida
21. Sólo se ha de descansar en Dios sobre todas las cosas
22. De la memoria de los innumerables beneficios de Dios
23. Cuatro cosas que causan gran paz
24. Cómo se ha de evitar la curiosidad de saber vidas ajenas
25. En qué consiste la paz firme del corazón, y el verdadero aprovechamiento
26. De la excelencia del ánima libre, la cual se merece más por la humilde oración que por la lectura
27. El amor propio nos estorba mucho el bien eterno
28. Contra las lenguas de los maldicientes
29. Cómo debemos rogar a Dios y bendecirle en el tiempo de la tribulación
30. Cómo se ha de pedir el auxilio divino, y de la confianza de recobrar la gracia
31. Se ha de despreciar toda criatura, para que pueda hallarse al Criador
32. Cómo debe el hombre negarse a sí mismo y evitar toda codicia
33. De la inestabilidad del corazón, y cómo debemos dirigir nuestra intención final a Dios
34. El que ama a Dios gusta de él en todo y sobre todo
35. En esta vida no hay seguridad de carecer de tentaciones
36. Contra los vanos juicios de los hombres
37. De la total renunciación de sí mismo para alcanzar la libertad del corazón
38. Del buen régimen en las cosas exteriores, y del recurso a Dios en los peligros
39. No sea el hombre importuno en los negocios
40. No tiene el hombre nada bueno en sí, ni tiene de qué alabarse
41. Del desprecio de toda honra temporal
42. No se ha de poner la paz en los hombres
43. Contra la ciencia vana del siglo
44. No se deben buscar las cosas exteriores
45. No se debe creer a todos, y cómo fácilmente se resbala en las palabras
46. De la confianza que se debe tener en Dios cuando nos dicen injurias
47. Todas las cosas graves se deben sufrir por la vida eterna
48. Del día de la eternidad, y de las angustias de esta vida
49. Del deseo de la vida eterna, y cuántos bienes están prometidos a los que pelean
50. Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado
51. Debemos ocuparnos en cosas humildes, cuando faltan las fuerzas para las altas
52. No se estime el hombre por digno de consuelo, sino de castigos
53. La gracia de Dios no se mezcla con los que gustan de las cosas terrenas
54. De los diversos movimientos de la naturaleza y de la gracia
55. De la corrupción de la naturaleza y de la eficacia de la gracia
56. Que debemos negarnos a nosotros mismos, y seguir a Cristo por la Cruz
57. No debe acobardarse demasiado el que cae en algunas faltas
58. No se deben escudriñar las cosas altas, y los ocultos juicios de Dios
59. Toda la esperanza y confianza se debe poner en sólo Dios
LIBRO CUARTO
1. Con cuánta reverencia se ha de recibir a Cristo nuestro Señor
2. Que se da al hombre en el Sacramento la gran bondad y caridad de Dios
3. Que es cosa provechosa comulgar muchas veces
4. Que se otorgan muchos bienes a los que devotamente comulgan
5. De la dignidad del sacramento y del estado sacerdotal
6. La examinación que se debe hacer antes de la comunión
7. De la examinación de la conciencia y del propósito de la enmienda
8. Del ofrecimiento de Cristo en la cruz, y de la propia renunciación
9. Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas y rogarle por todos
10. Que no se debe dejar ligeramente la sagrada comunión
11. Que el cuerpo de Jesucristo y la Sagrada Escritura son muy necesarios al ánima fiel
12. Que se debe aparejar con grandísima diligencia el que ha de recibir a Jesucristo
13. Que el ánima devota con todo su corazón debe desear la unión de Cristo en el sacramento
14. Del encendido deseo de algunos devotos a la comunión del cuerpo de Cristo
15. Que la gracia de la devoción, con la humildad y propia renunciación se alcanza
16. Que debemos manifestar a Cristo nuestras necesidades y pedirle su gracia
17. Del abrasado amor y de la grande afección de recibir a Cristo
18. Que no sea el hombre curioso escudriñador del sacramento, sino humilde imitador de Cristo, humillando su sentido a la sagrada fe
LIBRO PRIMERO
Contiene avisos provechosos para la vida espiritual
1
De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo
Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos exhorta a que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser verdaderamente iluminados y libres de toda ceguedad del corazón. Sea, pues, todo nuestro estudio pensar en la vida de Jesús.
La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos; y el que tuviese su espíritu, hallará en ella maná escondido. Más acaece que muchos, aunque a menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quisiere, pues, entender con placer y perfección las palabras de Cristo, procure conformar con él toda su vida.
¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si no eres humilde, y con esto desagradas a la Trinidad? Por cierto las palabras sublimes, no hacen al hombre santo ni justo; más la virtuosa vida le hace amable a Dios. Más deseo sentir la contrición, que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la letra, y las sentencias de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo, sin caridad y gracia de Dios? Vanidad de vanidades, y todo es vanidad, sino amar y servir solamente a Dios. La suprema sabiduría consiste en aspirar a ir a los reinos celestiales por el desprecio del mundo.
Luego, vanidad es buscar riquezas perecederas y esperar en ellas; también es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan rápido se pasa y no buscar con solicitud el gozo perdurable.
Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: Porque no se haría la vista de ver, ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible; porque los que siguen su sensualidad, manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.
2
Cómo ha de sentir cada uno humildemente de sí mismo
Todos los hombres naturalmente desean saber, ¿mas que aprovecha la ciencia sin el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rústico humilde que le sirve, que el soberbio filósofo, que dejando de conocerse, considera el curso de los astros. El que bien se conoce, tiénese por vil y no se deleita en loores humanos. Si yo supiera cuanto hay que saber en el mundo, y no tuviese caridad, ¿qué me aprovecharía delante de Dios, que me juzgará según mis obras? No tengas deseo demasiado de saber, porque en ello se halla gran estorbo y engaño. Los letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay, que saberlas, poco o nada aprovecha al alma; y muy loco es el que en otras cosas entiende, sino en las que tocan a la salvación. Las muchas palabras no hartan el ánima; mas la buena vida le da refrigerio y la pura conciencia causa gran confianza en Dios.
Cuanto más y mejor entiendas, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres santamente. Por esto no te envanezcas si posees alguna de las artes o ciencias; sino que debes temer del conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y bien, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras. No quieras con presunción saber cosas altas; sino confiesa tu ignorancia. ¿Por qué te quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios que tú en la ley? Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen.
El verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo, es altísima y doctísima lección. Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente, o comentar culpas graves, no te debes juzgar por mejor que él, porque no sabes hasta cuándo podrás perseverar en el bien. Todos somos frágiles, mas a nadie tengas por más frágil que tú.
3
De la doctrina de la verdad
Bienaventurado aquél a quien la verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces pasajeras, sino así como ella es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento, a menudo nos engañan, y conocen poco. ¿Qué aprovecha la curiosidad de saber cosas obscuras y ocultas, que de no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es, que dejadas las cosas útiles y necesarias, entendamos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente teniendo ojos no vemos.
¿Qué se nos da de los géneros y especies de los lógicos? Aquél a quien habla el Verbo Eterno se desembaraza de muchas opiniones. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican su unidad, y él es el principio y el que nos habla. Ninguno entiende o juzga sin él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y trajeren a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón, y permanecer pacífico en Dios. ¡Oh verdadero Dios! Hazme permanecer unido contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en ti está todo lo que quiero y deseo; callen los doctores; no me hablen las criaturas en tu presencia; háblame tú solo.
Cuanto más entrare el hombre dentro de sí mismo, y más sencillo fuere su corazón, tanto más y mejores cosas entenderá sin trabajo; porque recibe de arriba la luz de la inteligencia. El espíritu puro, sencillo y constante, no se distrae aunque entienda en muchas cosas; porque todo lo hace a honra de Dios y esfuérzase a estar desocupado en sí de toda sensualidad. ¿Quién más te impide y molesta, que la afición de tu corazón no mortificada? El hombre bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer exteriormente, y ellas no le inducen deseos de inclinación viciosa; mas él las sujeta al arbitrio de la recta razón. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo? Esto debía ser todo nuestro empeño, para hacernos cada día más fuertes y aprovechar en mejorarnos.
Toda perfección en esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna obscuridad. El humilde conocimiento de ti mismo es camino más cierto para Dios que escudriñar la profundidad de las ciencias. No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa. Porque muchos estudian más para saber que para bien vivir, y yerran muchas veces y poco o ningún fruto sacan.
Si tanta diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se verían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta disolución en los monasterios. Ciertamente, en el día del juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán santamente hubiéramos vivido. Dime, ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros, que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya ocupan otros sus puestos, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su viviente parecían algo; ya no hay quien hable de ellos.
¡Oh, cuán presto pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído con fruto. ¡Cuántos perecen en el mundo por su vana ciencia, que cuidaron poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más grandes que humildes, se desvanecen en sus pensamientos. Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada la cumbre de la honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por basura para ganar a Cristo. Y verdaderamente s sabio aquél que hace la voluntad de Dios y renuncia la suya propia.
4
De la prudencia en lo que se ha de obrar
No se debe dar crédito a cualquier palabra ni movimiento interior, mas con prudencia y espacio se deben examinar las cosas según Dios. Mucho es de doler que las más veces se cree y se dice el mal del prójimo, más fácilmente que el bien. ¡Tan débiles somos! Mas los varones perfectos no creen de ligero cualquier cosa que les cuentan, porque saben ser la flaqueza humana presta al mal, y muy deleznable en las palabras.
Gran sabiduría es no ser el hombre inconsiderado en lo que ha