Alas de luz
Por Rosetta Forner
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Rosetta Forner
Rosetta Forner es 'hadamadrina' (coach personal & business), escritora y conferenciante (www.thinkingheads.com, www. bccconferenciantes.com). Colaboradora en diversos medios de comunicación: actualmente en Tenemos que hablar (TVE1). Anteriormente: Channel N.º4 (Cuatro), Supermodelo2008 -como coach de los modelos- (Cuatro), Más se perdió en Cuba (Intereconomía TV), Mejor lo hablamos (Canal Sur), El método Gonzo (Antena 3), en la revista Stylissimo (con sección propia), Yo Dona, así como en otras publicaciones y programas de radio. Su columna 'Que no te la den con queso' se publica los miércoles en las páginas de 'sociedad' de La Razón. Dejó el mundo de la publicidad hace años, donde ocupó cargos directivos, para dedicarse al coaching tanto personal (salud, autoestima, temas emocionales, metas personales, etc.), como empresarial (liderazgo, dirección y cohesión de equipos, sinergias, conflictos, creatividad, estrategias, motivación, mejora del rendimiento, etc). Su formación académica tanto en España (Ciencias de la Información, Sociología, Marketing, Praxis y sociología del consumo) como en Estados Unidos (PNL, Hipnosis Ericksoniana, Psychology in Mass Communications) unido a su trayectoria profesional y personal, le han permitido diseñar un estilo de coaching muy personal y característico que se ve reflejado en sus libros y cursos, y en las conferencias que imparte: © Coaching rosettiano. Sus coacheados la llaman «hada madrina». Es autora de unos veinte libros, entre los que destacan: Que no te la den con queso, Pídeme la Luna, La maldición de Eva, Alas de luz, Espérame a las puertas del cielo, El creador de sueños, El secreto está en el genio, El último sapo que besé, La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada, Cuentos de hadas para aprender a vivir, La danza de amor de las hadas, En busca del hombre metroemocional, La reina de las hadas, Coaching personal con PNL y PNL, la llave del éxito. Para conocer más detalles sobre la actividad profesional de la autora, puedes dirigirte a: www.anticoaching-andanimacoaching.com.
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Alas de luz - Rosetta Forner
Índice
Portada
A todos los seres de luz que andan buscando sus alas...
Y unas alas se abrieron...
Prefacio: Quién era yo
1. Alas rotas
2. Receta para volver a volar
3. Volando con Ángel
4. El cielo abierto
5. Dentro del laberinto
6. Las enseñanzas del pescador
7. El canto de la sirena Rosita
8. El Caballero de Tez Egipcia
9. Cómo obtener tu par de alas
10. Alas de sombra o el reverso de la luz
11. El grito de las alas de sombra
12. Reintegrando las alas
13. Vuelve la primavera
14. Cuando una gaviota se enamora
15. Gaviotas prósperas, gaviotas tacañas
16. De gaviota a hada
Meditaciones
Bibliografía
Nota
Biografía
Créditos
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A todos los seres de luz que andan buscando sus alas.
A todos los que las encontraron.
A mi círculo de almas gemelas: Ingrid Weiner, Pat Ryle, Robert Dilts, Judy Delozier, Marisa Lisón, Carmen Marín y Juan Aniceto, José Carlos Gutiérrez, Christa Schöning. Y tantos otros seres maravillosos que cruzan el cielo de mi vida.
Especialmente a mi familia: Eliseo, Rosita, Sergio Mariola, Yaiza, Vicentet, María Rosetta, Vicent y Alejandro. Que me concedieron unas hermosas alas con sabor mediterráneo y aroma de azahar.
A mi agente literario: Angela Reynolds.
A mi editor mágico: Ricardo Artola.
Y UNAS ALAS SE ABRIERON...
Soy aire que entra por las rendijas
de tu acorazada armadura,
esa que te mantiene a salvo de todo mal.
Eso crees tú.
Y, sin embargo, te aleja de lo más bello, de lo infinito.
Te aleja del Amor.
Quisiera que la luz iluminase tu oscuridad.
Desearía ser la luz que tus ojos deseasen mirar...
Y lo soy.
Mas la cuestión es que tú a la luz
no quieres dejar entrar,
ni traspasar tu poderosa coraza.
Y yo, desde la luz, una vez vencidas y derribadas
mis propias murallas, asisto resignada
a tu propia elección de NO-VIDA.
Así era yo hace un tiempo,
así, amigo gaviota.
Encerré y amurallé, como tú ahora,
mi voz interior, acallé mi alegría,
enmudecí su luz, y de ella me olvidé...
Si bien ella no se olvidó de mí.
Yo sentía desasosiego, me sentía incompleta y
me buscaba en otros.
La soledad no era la soledad
capaz de ser llenada con otros, no...
El vacío era eso: vacío total,
era la separación...
...la de la propia alma.
Un día sentí el frío contacto de mi armadura,
tomé conciencia de que estaba aprisionada en ella.
En vez de protegerme, me había aislado
de mi corazón. Y a consecuencia de ello había
dejado de amarme, y también a los demás.
Excusas y miles de excusas
se amontonaban a mi alrededor como pilas inmensas
e innecesarias de tareas por resolver,
las cuales yo creía ciertas y verdaderas
como que hay día y hay noche.
Mas un día decidí despertar a la magia interior.
Prefacio
QUIÉN ERA YO
«Érase una vez una niña mediterránea con alma de gaviota que creía en un mundo mejor donde no existían las guerras, ni el dolor, ni la muerte, ni la maldad. Érase una vez una gaviota-niña mediterránea que era feliz recordando el lugar de donde provenía...»
Esta gaviota mediterránea solía ir todas las tardes de verano a pasear por la orilla del mar cogida de la mano de su abuelo. Un abuelo muy especial... un ángel encarnado en pescador mediterráneo, que en su cualidad de iniciado le mostró —a su nieta gaviota— la belleza de las aguas, la profundidad de la alegría, la libertad y el vuelo. Cuando ambos, por la tarde, caminaban por la orilla les salían al paso cangrejos, caracolas y caballitos de mar que danzaban al son de la resaca marina en un ir y venir de olas, formando corros dirigidos por estrellas de la mar. Sus hermanas las gaviotas se arremolinaban en torno a ella, y las olas juguetonas saltaban con ella acariciándole las alas de los pies. ¡Siempre acababa en el agua mojándose el vestido! El abuelo reía y reía sin parar. La historia se repetía todas las tardes. Aquella felicidad inagotable, aquel amor sin fin, aquella libertad de ser uno mismo, así, sano y sin rencor. Todo ello forma parte de la iniciación y de mantener vivo el recuerdo del lugar de donde procedemos, y al que retornaremos a través de eso que los humanos denominan «muerte» y que tanto les espanta...
Esta gaviota-niña era hija de una sirena, de nombre Rosita por su afición a las rosas —siempre llevaba una guirnalda de rosas de varios colores colgada alrededor del cuello—. Ya veis, nieta de un Pescador e hija de una Sirena y de un Caballero de Tez Egipcia con nombre de dios. Toda una poesía lista para volar hacia el corazón del sol. Con esos antecedentes era fácil imaginar que se pasaría media vida vagando por las orillas de las playas, soñando con mares infinitos de luz y de sal.
Ay, mi alma de gaviota,
mi niña marinera,
quién darte alas pudiera
para así elevarte al trono
de la inmensa ola...
Sirenas y caracolas, delfines y
espumas abrazar tu alma quisieran
y así poder conquistar
un poco de tu eternidad.
Pero tú... tú te elevas y bates tus alas
de luz y alegría hacia un cielo eterno
de inacabable melodía.
Sinfonía de estrellas y olas
acunan tus besos y tus deseos,
más fuerte que la luz,
más intensa que el fulgor,
más alma que cuerpo.
Mis alas de ángel...
Mi nombre... Gaviota.
Decidí que tenía alma de gaviota. Por consiguiente, era inevitablemente una gaviota mediterránea venida de un país de eterno Amor y Luz a este paraíso llamado Tierra. Creía venir preparada y pertrechada para poder deambular por este planeta sin que contratiempo alguno pudiese alterarme. Pero... ¡cuán equivocada estaba! Perdí el vuelo, caí, resbalé y me tuve que levantar multitud de veces. Eso sí, me volvía a levantar cada vez más fortalecida, más sabia y más luminosa. Me di cuenta un día de que todo era puro experimento, tan sólo había que experimentar y esperar el resultado, el cual unas veces no me gustaba nada y, en cambio, otras me fascinaba. Aprendí que lo que muchos llaman fracasos, yo lo llamo experimentos.
Si no pruebo, no sabré si me gusta o no, y a veces tengo que probar más de una vez para saber si me gusta o no o si me sigue gustando. La verdad sea dicha, siempre fui una gaviota muy osada, libre, terca, obstinada, luminosa y divertida. El miedo lo incorporé a lo largo de mi vuelo, cuando me contaminé del miedo humano. Mas hasta entonces no sabía lo que era temerle a la Vida, dado que yo provenía de un lugar donde no existía esa palabra, y aquí aprendí su significado. ¡Vaya si lo aprendí...! No obstante, como toda acción tiene su reacción, lo mismo que aprendí a tener miedo, aprendí a sentirme segura de nuevo, y a confiar.
He recorrido muchas millas. He conquistado la serenidad que da la experiencia, y la luminosidad que proporciona la belleza interior. He amado mucho y he tropezado también, pero la lección más hermosa que aprendí consiste en aprender a amar de forma incondicional, pues es la única forma de amar que existe; todo lo demás es pura ficción, puro sucedáneo que utilizan aquellos todavía atrapados en el miedo y que todavía tienen sus corazones presos en cajas fuertes y blindadas a buen resguardo de cualquier sentimiento auténtico que los haga sentirse vivos y auténticos, que los haga tener que volar y cumplir su plan divino. Si no, ¿para qué se supone que hemos venido aquí... para pasarnos la vida acurrucados en un rincón esperando a que salga el miedo y nos devore?... Para eso más vale no seguir aquí.
No me convencerán, no lograrán hacerme creer que esto es un valle de lágrimas. Si acordarse pudieran de lo bello que se ve este planeta antes de llegar a él, se darían cuenta de que esto es puro juego de amor, pura ilusión hecha para ser disfrutada. Mas comprendo cómo se genera la desilusión, cómo se llega a la incredulidad y a la desolación de una vida. Muchas veces ocurre que nos separamos de la Voluntad Divina, nos empeñamos en hacer las cosas a nuestro modo y manera y no dejar que suceda lo que es lo mejor para nosotros. Pongamos por caso que solicito a la «cocina» del Universo una nueva casa, y comienzo a describirla punto por punto como la quiero. Ejemplo: «De tantos metros cuadrados, exterior, soleada, frente al mar, con tres habitaciones, amplia cocina, dos cuartos de baño, en tal país, y que cueste no más de tantas pesetas, o que la pueda pagar, y quisiera encontrarla antes de tal fecha.» Ésta es como podría ser mi petición de una casa nueva, debo dejar al Universo que me dé la mejor para mí, debo ser paciente y confiar en que me la darán cuando sea el mejor momento para mí, es decir, cuando YO ESTÉ LISTA para disfrutarla y apreciarla. Pongamos por caso que esa casa no me la «pueden dar» hasta haberme encontrado con determinada persona en mi vida, o hasta tener determinado trabajo o ingresos... Para poder darme esa casa habrán de prepararme primero, y si la preparación consiste tan sólo en una búsqueda a partir de la definición, es decir, si yo ya estoy lista para recibir esa casa, el resultado será que nada más pedirla se me concederá. Lo cual puede significar «que ya estaba preparada o lista para recibirla, que ya había andado el camino necesario para poderla recibir y disfrutarla», es decir, fue como «percibirla» por adelantado. No obstante, pareció que la estaba pidiendo, cuando en realidad me la estaban ya dando. Esto nos puede ocurrir con todo tipo de situaciones que pueden darse en nuestra vida. La prosperidad —capacidad de manifestar todo aquello que creamos que es bueno para nuestro crecimiento— está directamente relacionada con el grado de alineación de nuestra voluntad con la Voluntad Divina, a saber: a más alineación o sintonización, mayor manifestación.
Un día me di perfecta cuenta de que cuanto más empujaba el río (iba contracorriente), más me costaba obtener algo, y concluí que, si tanto me costaba, sería porque no era lo adecuado para mí, ya que cuando lo era, las cosas parecían fluir y todo iba sobre ruedas. Así que cada vez que algo se me pone cuesta arriba, puede que esté «forzando el río» de nuevo —tal vez me haya extraviado o no esté en el camino correcto—, lo cual provoca que mis ángeles guardianes me vayan dando «toques de atención» con el ala, tratando de hacerme recapacitar y regresar al camino correcto y adecuado para mí. Correcto y adecuado no significa «bien vs. mal», no. Significa que algo, o alguien, es o no adecuado para nosotros en un momento dado de nuestro camino evolutivo. Muchas veces deben suceder una serie de cosas aparentemente «negativas» o contrariantes que, de asimilarlas y aceptarlas, acabarán por llevarnos a nuestro camino adecuado, y es por eso que están dándose, tienen una poderosa razón para suceder aunque a nosotros nos molesten o incordien.
En ocasiones, me pesa este traje terrícola, y mucho. Me duele la manga, o la pierna, o el cuello. Cuando ello sucede, en vez de gritarle, reñirle o refunfuñarle, le hablo y le pregunto: «¿Qué te sucede, por qué me dueles?» Procuro hablar siempre de mi traje y agradecerle al «sastre que lo hizo el buen patrón que usó para diseñarlo y la buena tela con que lo confeccionó». Te habrás dado cuenta, amiga gaviota, de que estoy hablando del cuerpo físico, ese que cumple años y al que maltratamos no sólo con actos sino también de palabra. No es extraño que mucha gente no pueda volar, obvio, no hacen sino repetir cada día infinidad de veces que «están gordas y gordos», y al decir «estoy» crean una realidad de gordura, una congruencia. Algún día descubrirán que uno expande aquello que piensa, o lo que es lo mismo, acaba creando la realidad que piensa y que quiere (a su voluntad), aunque no le guste.
Soy optimista hasta la pluma. Me gusta la vida y no me gusta nada desperdiciarla quejándome de lo que no tengo, si bien de vez en cuando ¡aún! sigo cayendo en el error de fijarme en lo que todavía me falta, no disfrutando de lo que tengo. Bendito sea Dios, menos mal que tengo un ángel aliado que me recuerda lo feliz que soy en mi naturaleza, que estoy hecha de optimismo, luz, risa, alegría, fortaleza, fe y persistencia. Una fórmula que nunca falla. No podrán jamás encerrar mi Luz, nunca. Pertenezco a una raza, tal vez privilegiada, de gaviotas que recuerdan el lugar de donde vienen, teniéndolo presente cada día. Vivir aquí en la Tierra a veces resulta duro porque nos empeñamos en olvidarnos de la magia, no porque la vida en la Tierra en sí misma haya de ser necesariamente dura, no. La dificultad sólo existe en nuestro interior, en cómo enfocamos la vida; es decir, en nuestra actitud. Cuántas veces me dan ganas de decirle a la gente que lo que nos impide ser felices es el miedo, el miedo a vivir, a ser nosotros mismos, el miedo a volar... El día que perdamos el miedo a volar libres por la vida, ese día esto volverá a ser el paraíso que era al principio y al que todos tenemos que tender. Es cierto que el paraíso comienza por paraísos individuales que existen dentro de cada uno de nosotros, en el corazón de nuestra esencia. No existe necesidad alguna de pobreza, riqueza económica, crisis, abundancia, enfermedad o salud imperfecta. ¿Amor u odio? No, no lo hay, ya que todo depende de la concepción que cada uno de nosotros tiene de la realidad. La misma «realidad» es muy diferente para cada uno de nosotros, muy diferente... Es igual en cuanto al escenario, pero diferente en cuanto a su concepción y su vivencia. Ya sé que me rebatiréis con la pregunta: «¿Qué hicieron unos para ser ricos y otros para ser pobres?» Personalmente, queridas hermanas gaviotas, sólo me lo explico desde la elección —sí, esa que hicimos antes de venir aquí a este curso—, sólo desde ahí me lo explico —porque desde el nivel del Alma todo cambia, y lo que aquí tiene especial importancia allí es insignificante—. La riqueza económica es algo que el Yo inferior/terreno —personalidad humana— ha creado para definir y medir el poder, un poder falso que sólo sirve, o se usa, para someternos los unos a los otros en vez de ayudarnos. No hay nada malo en tener dinero ni nada bueno en no poseerlo, todo depende del uso que se haga del mismo y de la relación que se tenga con él. Una relación de dependencia no es positiva para el crecimiento del alma, que debe crecer a partir de la libertad total y absoluta, lo cual no quiere decir que no haya que disfrutar del dinero, eso es: DISFRUTAR. Disfrutarlo mientras estemos aquí, siendo responsables de cómo lo ganamos, lo almacenamos y gastamos. La abundancia es algo que se lleva en el alma. Por consiguiente, hay gaviotas prósperas y tacañas, pero de esto hablaré en otro capítulo.
Ya os habéis hecho una ligera idea de cómo pienso y vuelo. Soy transparente en mi vuelo. Me dejo llevar por la Luz del amanecer. Me fascinan los atardeceres sobre el mar, con ese cielo naranja-rojo-dorado que parece que vaya a incendiarse de un momento a otro... Así es como lleno de pasión mi corazón, mis alas mediterráneas.
Soy una gaviota con su ángel, ambos tenemos alas, y ambos estamos aquí para aprender muchas cosas, entre ellas seguir dando luz a todos aquellos que se perdieron en la oscuridad. Y, asimismo, ser faro para todos los navegantes que se extraviaron en el mar de la desolación: despertar los corazones de todos aquellos que se quedaron aletargados, e incluso los de aquellos que los colocaron en cajas fuertes blindadas, a salvo de nada, ni tan siquiera de sí mismos. Mi ángel y yo somos el motor del Universo aquí en la Tierra para todo aquel o aquella que quiera dejarse ayudar. «Ayúdate y ayudarte he», reza el dicho. Bendecida por la abundancia cósmica al nacer, llenas las alas de calor, alegría y vuelo en libertad, lleno el corazón de inagotable amor... Ven, sígueme en mi vuelo hacia el corazón del ángel y el alma de la gaviota. Comparte conmigo todo aquello que hay en ti, déjate llevar por la corriente de energía del Universo, las puertas se están abriendo, no dudes en cruzar el umbral. No lo dudes. Deja que tan sólo la certeza abrigue tu corazón...
Ven, es tiempo ya de cruzar y trascender el umbral del conocimiento. Aprovecha este momento de magia que se extiende ante ti, ven, abre tus alas y vuela. Vuela hacia el Sol, hacia la Eternidad. Vuela hacia el Amor.
Capítulo 1
ALAS ROTAS
«Érase una vez una linda gaviota mediterránea de alas rotas y el alma repleta de tristeza que vivía en un mundo de oscuridad fabricado por ella misma.»
«Me llamo GAVIOTA.» Así encabezaría yo este relato. Sin embargo, no me era posible volar. Tenía las alas llenas de alquitrán, además de rotas. Aquello no era nada fácil de arreglar, y más si tenemos en cuenta el miedo que tenía a hacer girar la llave que abriría la puerta a la solución, permitiéndome encontrarme conmigo misma en la cima de la eternidad. Sí, conmigo misma, pero a solas...
Era ya tiempo de amar. No obstante, por una vez en la vida era tiempo de amarme a mí misma, recuperar las alas y tornar a volar. Se me había olvidado volar. Se había borrado de mi memoria el sabor del aire del mar, de la libertad. ¿Qué me había sucedido?