Amor enmascarado
Por Natalie Anderson
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Al cabo de unas semanas, Damon descubrió que la enmascarada belleza del encuentro sexual más apasionado de su vida era la princesa Eleni y que él la había dejado embarazada.
Para evitar que Eleni se viera metida en un escándalo, a Damon no le quedaba más remedio que hacer lo inimaginable… ¡Casarse con la princesa!
Natalie Anderson
USA Today bestselling author Natalie Anderson writes emotional contemporary romance full of sparkling banter, sizzling heat and uplifting endings--perfect for readers who love to escape with empowered heroines and arrogant alphas who are too sexy for their own good. When not writing you'll find her wrangling her 4 children, 3 cats, 2 goldish and 1 dog... and snuggled in a heap on the sofa with her husband at the end of the day. Follow her at www.natalie-anderson.com.
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Amor enmascarado - Natalie Anderson
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2018 Natalie Anderson
© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Amor enmascarado, n.º 2687 - marzo 2019
Título original: Princess’s Pregnancy Secret
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total oparcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situacionesson producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, ycualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios(comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por HarlequinEnterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales,utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la OficinaEspañola de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-1307-503-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
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Capítulo 1
DAMON Gale ojeó el perímetro del concurrido salón de fiestas evitando otro grupo de mujeres sonrientes cuyas máscaras con plumas no conseguían ocultar su apetito al observarle.
No debería haberse deshecho de su máscara tan pronto.
Volviendo la espalda a otra silenciosa invitación, bebió un sorbo de champán. Las mujeres querían más de lo que él quería de ellas. Siempre. Cuando tenían una aventura amorosa con él, con límites perfectamente claros, invariablemente acababa en resentimiento y recriminaciones.
«No tienes corazón».
Damon sonrió cínicamente mientras ese eco resonaba en su cabeza. Su última conquista le había soltado esa cantinela pocos meses atrás. Y sí, era verdad, no tenía corazón y se enorgullecía de ello.
Además, ¿qué importaba eso? Estaba allí por una cuestión de negocios, no de placer. Esa noche iba a zanjar de una vez por todas un desastre ocurrido hacía décadas y al día siguiente se iba a alejar de ese paraíso sin volver la vista atrás. El hecho de estar allí otra vez había abierto viejas heridas.
Sin embargo, había aguantado traspasar la opulenta entrada, subir la escalera de mármol y pasar por cinco antecámaras, cada una más grande y lujosa que la anterior, hasta llegar a la brillante monstruosidad del salón de fiestas. El balcón interior de la enorme estancia estaba lleno de gente famosa y de la alta sociedad ansiosa por lucirse y vigilar a los demás.
El palacio Palisades tenía como objetivo reflejar la gloria de la familia real y hacer que la plebe se sintiera tan irrelevante como fuera posible. Se suponía que debía provocar admiración y envidia. Sin embargo, tanta pintura, tanto tapiz y tanto dorado le cansaban la vista. Estaba deseando quitarse la chaqueta del esmoquin y correr por uno de los senderos paralelos a la preciosa costa; no obstante, no le quedaba más remedio que quedarse allí y hacer el paripé un rato más.
Damon apretó los dientes y esquivó el objetivo de la cámara de uno de los fotógrafos oficiales. No tenía ningún interés en aparecer en un blog de las redes sociales. Durante años se había visto obligado a asistir a numerosas fiestas como aquella; principalmente, para demostrar la supuesta unión de sus padres y así maximizar las ventajas políticas que los contactos podían proporcionarles.
Tal falsedad le amargó el champán.
Por suerte, sus negocios no dependían del interés y la aprobación de la gente rica e influyente. Gracias a lo bien que iba su empresa de software, tenía tanto dinero como cualquiera de las personas que estaban allí aquella noche. A pesar de lo cual, había ido a esa fiesta para aprovecharse de esa gente, aunque solo fuera por una vez.
Buscó con la mirada el sitio en el que había dejado a su media hermana hacía diez minutos. Los inversores que le había presentado parecían escuchar interesados la animada e inteligente conversación de ella.
El único favor que su media hermana había aceptado de él era que le introdujera a algunas personas, negándose a permitirle financiar su investigación. Eso le irritaba, pero no podía culparla. Al fin y al cabo, apenas se conocían y ambos evitaban verse implicados en el daño que las infidelidades de sus padres habían causado. Ella era orgullosa y eso él lo respetaba. Pero él había intentado subsanar, en la medida de lo posible, el sufrimiento causado por tantas mentiras y engaños, y por la total falta de remordimientos de su padre.
Damon se apartó de la multitud en busca de un instante de tranquilidad hasta que llegara el momento de poder escapar de aquel lugar.
Una ráfaga azul llamó su atención al aproximarse a una de las columnas de mármol alineadas a lo largo del salón. Era una mujer, apartada, con la atención fija en un grupo situado a unos metros de distancia. Llevaba una peluca en diez tonos de azul, el pelo de la peluca le llegaba a la cintura. Una máscara de encaje negro le cubría la mitad superior del rostro. Los hombros, los pómulos y los labios despedían destellos azules y plateados.
Damon, incapaz de ignorar el modo en que ese vestido largo marcaba con claridad un cuerpo ágil, de exquisitas curvas y largas piernas, se detuvo. A pesar de los polvos brillantes que cubrían el rostro y los hombros de la mujer, pudo advertir que la tez de ella era morena. Debía de pasar tiempo al aire libre y, por supuesto, no se conseguía tener un cuerpo así pasando las horas muertas tumbada al sol.
Era una mujer en forma, en todos los sentidos, pero fue su innegable feminidad lo que le dejó sin respiración. La puntiaguda barbilla, los pómulos altos y los redondos y perfectos labios formaban un conjunto sumamente delicado y bonito. El cuerpo del vestido azul marino apenas podía contener esos abundantes pechos.
La mujer, absorta, no se había fijado en él. Pero Damon sí se estaba fijando en ella. La máscara no lograba ocultar la angustia de la mujer. El aislamiento de ella le conmovió.
Le entró un incontenible deseo de hacerla sonreír.
También quería acariciar la estrecha cintura de ella y palpar la irresistible mezcla de suavidad y fuerza que aquel cuerpo prometía.
Despacio, comenzó a acercarse a ella. La mujer permanecía en la sombra, oculta, casi invisible.
Los pechos se le hincharon al respirar profundamente. Damon se detuvo momentáneamente, a la espera de que ella avanzara. Pero, al contrario de lo que había esperado, la mujer retrocedió con expresión apesadumbrada.
Damon frunció el ceño. Él tenía motivos para evitar fiestas como aquella, pero… ¿por qué una joven tan hermosa deseaba ocultarse? Lo normal era que tuviera compañía.
Y decidió que iba a ofrecerle la suya.
Con su copa en la mano, agarró otra de un camarero que pasaba con una bandeja y se dirigió al rincón. Ella detuvo su retroceso para pasear la mirada por el salón con una expresión mezcla de nostalgia y soledad que le conmovió.
–¿No te atreves? –preguntó él sin pensar.
La joven se volvió hacia él y, al verle, agrandó los ojos. Notó las dos copas, miró a espaldas de él y agrandó más los ojos al darse cuenta de que estaban solos, apartados del resto de los invitados.
El evidente recelo de ella le hizo sonreír.
–¿Es la primera vez que vienes a un sitio así? –preguntó Damon–. La primera vez suele intimidar.
A pesar del polvo azul, la vio sonrojarse.
Damon sonrió aún más al imaginarse la respuesta de ella si se arriesgara a sugerir algo más atrevido. La miró de arriba abajo y su cuerpo se tensó. Se dio cuenta de que ella lo había notado y continuó sonriendo, insinuándole su interés. Se miraron a los ojos, pero la joven continuó sin pronunciar palabra.
Sola. Sin compromiso. Y, casi seguro, sin experiencia.
Hacía mucho que Damon no trataba de conquistar a una mujer. Las mujeres le perseguían más que él a ellas. Evitaba los intentos de las mujeres de hacerle comprometerse, le aburría tener que justificar su negativa a tener una relación estable. Estaba harto de lo que las mujeres querían: dinero, poder y un hombre con experiencia.
Pero la situación actual era diferente, llena de posibilidades. Esos ojos de un azul intenso y el mohín de los labios de ella le resultaban irresistibles.
No había tenido la intención de seguir allí, en la fiesta, y mucho menos había esperado que una persona despertara su interés. Sin embargo, ahora que ya había cumplido con lo prometido a Kassie, le entraron ganas de divertirse.
–¿Cómo te llamas? –preguntó Damon.
A ella se le dilataron las pupilas como si la pregunta le hubiera sorprendido, pero continuó callada.
–Está bien, te llamaré Blue.
–¿Por el pelo? –preguntó ella alzando levemente la barbilla.
Damon tuvo que hacer un esfuerzo para evitar quedarse boquiabierto al oír el tono ronco de esa voz.
–Por la añoranza que veo en tus ojos –«y por tu bonita boca».
–¿Qué es lo que crees que añoro?
Vaya pregunta. Prefería no contestar.
–¿Y tú, cómo quieres que te llame? –preguntó ella.
–¿No sabes quién soy? –Damon arqueó las cejas.
La joven sacudió la cabeza.
–¿Debería saberlo?
–No –respondió él, encantado–. No soy tan importante. Y, por supuesto, no soy un príncipe.
Un breve destello asomó a los ojos de ella, pero desapareció al instante.
–Estoy pasando unos días en Palisades y estoy soltero –declaró Damon.
–¿Qué necesidad tengo de saber eso?
–Ninguna –Damon se encogió de hombros, pero continuó sonriendo. Después, le ofreció una de las dos copas de champán–. ¿Por qué estás aquí sola?
Ella aceptó la copa, se