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Señales
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Libro electrónico65 páginas21 minutos

Señales

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Dionisia García, desde los comienzos, ha dejado constancia en sus versos de todo cuanto concierne al ser humano. Junto a esa razón central, advertimos un acercamiento al mundo de los objetos. La mirada al origen, el paisaje, los afectos, la cotidianidad, el tiempo por el que pasa­mos, y tantos otros motivos que la vida ofrece han sido de su interés, sin desprenderse de ese eje y fundamento que ella llama "humanista", en cuanto que se refiere a las personas y sus avatares, condición que encontramos de manera expresa en la tercera parte del libro precedente, El engaño de los días. Señales se afirma en la tendencia mencionada, quizá en una vertiente más cruda, salvada por ese resurgir de las cenizas característico de la poesía de la autora.
IdiomaEspañol
EditorialRenacimiento
Fecha de lanzamiento3 sept 2013
ISBN9788484727187
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    Señales - Dionisia García

    Heráclito

    Inutilidad de la tristeza

    Que la pasión no cese,

    y los días oscuros

    sean preludio fiel

    de los comienzos nuevos.

    Si el dolor nos acecha,

    vendrá sin animarlo.

    Hemos de consentirle

    tan sólo lo preciso,

    no más de su medida,

    aquello que los hombres

    no pueden remediar.

    El paisaje de luz

    que la vida nos brinda,

    se arriesga sin demora.

    Puede ser este instante

    en la tarde de otoño,

    que ahora se vislumbra

    con ocres y rojizos

    brillando entre los árboles.

    No sólo la belleza

    es armonía y gozo,

    también la lucha cómplice

    con quienes convivimos

    y por amor se entregan

    a una dicha posible,

    que es hoy y no mañana.

    Para el ayer el llanto.

    SINFONÍAS QUEBRADAS

    Juego peligroso

    Nos vigila el poema y nos redime.

    Es clara la mañana, y una luz poderosa

    celebra el día nuevo con sus detalles mínimos,

    que ante nuestra mirada se enaltecen.

    Todo aparece vivo, duradero,

    mas algo nos inquieta en lo más hondo.

    Una ceguera impura de bárbaros augurios

    sin compasión invade, y mancha la alegría

    del valioso legado que perdura

    y quisieron donar sin pedir nada.

    Dicen que nuestros versos caerán en el abismo

    con los versos de todas las edades,

    porque, torpes, los dioses a las canicas juegan

    en la faz de la tierra de manera inconsciente.

    Los lirios castigados de los campos

    mostrarán su grisácea corola.

    El pájaro cantor, exhausto y mudo,

    callará en su latido sin saberlo.

    Hoy, de nuevo, la luz en su grandeza insiste;

    el ajustado tiempo de unas voces.

    Dueños sólo de ahora, en un mundo cansado

    con horizonte frágil, que impone su misterio.

    Ciudad lastimada

    Es realidad el sueño de aquel viaje,

    donde el milagro gana a la desdicha,

    con el vivo murmullo amortiguado

    de la dorada tarde sobre el río.

    Omnipresente, el cielo

    protegía las

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