Tesoros De México: Sucesos Inéditos Y Aventuras Ilustradas
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José Antonio Agraz Sandoval
José Antonio Agraz Sandoval, nació en 1971, vive en la zona del Bajío en el centro de México. Desde 1989 es un activo buscador de metales antiguos como “reliquias”, tesoros y restos arqueológicos de culturas prehispánicas. Construye algunos de sus propios detectores, arma “Kits” para detectores de metal como experimento y estudio, asimismo repara detectores descompuestos, se reúne en un club de amigos exploradores de México y España en los que usan detectores de metal para buscar los metales en lugares arqueológicos así como en áreas donde se ubican las ex haciendas, casas y áreas históricas de México, además relaciona la documentación, ayudando en la elaboración y redacción de muchas historias de tesoros, le gusta coleccionar detectores de cualquier tecnología, mantiene relación con aficionados, asociaciones, instructores y empresarios en la industria de la detección de metales de varios países, la mayor parte del tiempo libre la ocupa en investigar, explorar, viajar, leer, escribir y estudiar todo lo relacionado a los detectores de metal, responde a cualquier duda o comentario en idioma español y en ingles a través de la dirección electrónica: [email protected]
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Tesoros De México - José Antonio Agraz Sandoval
© Copyright 2012 José Antonio Agraz Sandoval y Victor Hugo Pérez Nieto.
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording, or otherwise, without the written prior permission of the author.
Printed in the United States of America.
isbn: 978-1-4669-0891-8 (sc)
isbn: 978-1-4669-0893-2 (hc)
isbn: 978-1-4669-0892-5 (e)
Library of Congress Control Number: 2011963027
Trafford rev. 02/10/2012
7-Copyright-Trafford_Logo.aiwww.trafford.com
North America & international
toll-free: 1 888 232 4444 (USA & Canada)
phone: 250 383 6864 21095.png fax: 812 355 4082
Contenido
Prólogo
Introducción
Capítulo I
La olvidada riqueza precolombina
Capítulo II
La inesperada riqueza de la conquista
Capítulo III
Los amantes de lo ajeno van al mar
Capítulo IV
Opulencia del reino español
Capítulo V
Separación del reino español
Capítulo VI
Una guerra civil de tres años
Capítulo VII
Levantamiento armado contra un dictador
Capítulo VIII
Católicos toman las armas
Conclusión
Los tesoros actuales de los mexicanos
Toda gloria tiene un fin
Y toda riqueza algún día será encontrada . . .
El buscador incansable
Nota: Esta es una breve recopilación de tan solo algunos relatos, cuentos y aventuras, de las muchas que existen sobre tesoros, para su comprobación no quisimos estar solamente sentados tras un ordenador o encerrados en una biblioteca entre cuatro paredes, esto debido a que no pudimos basarnos en otros libros, tratados o investigaciones científicas sobre el tema porque simplemente no existen. Por eso intentamos guiarnos en los dichos y anécdotas de la gente, luego en nuestra propia experiencia trabajando con el método científico e histórico, ya que así lo amerita la actividad; por tanto sugerimos observación, paciencia he investigación incansable para descubrir la verdadera realidad o situación que guardan todas las demás historias y leyendas sobre los tesoros en México, aunque falta mucho por hacer en la localización, rescate y conservación de los mismos.
Prólogo
Mi labor de cuentista me dificulta apegarme a la realidad. Siempre comienzo platicando un suceso y en algún punto, los delirios me traicionan terminando confundido entre la ficción y lo real, sin embargo ahora trataré de describir fielmente lo sucedido en referencia a mi amistad con José Antonio, coautor de este libro, que puede ser técnico y de consulta para buscadores de tesoros, pues son ciertos todos los sucesos presentados; pero se mezclan con leyendas populares y la imaginación de los autores, por cuyo motivo también resultará de interés a quienes gustan de la historia de México y sus tradiciones.
A José Antonio, amigo y socio, lo conocí en el colegio un año antes de que me echaran por descubrirme conectando baterías con cables de cobre e introducirlos al agua del inodoro para quemarle los testículos con una descarga eléctrica a través de la orina a uno de los hijos del accionista mayoritario de la escuela en vendetta por haberme quitado al primer amor de infancia. Antonio era un chico apuesto, callado e ingenioso y fue él quien me dio la idea de cómo vengarme. Yo era en la secundaria más bien lo contrario a él; impetuoso, verborreico, nada prudente. Teníamos por costumbre reunirnos con otros chicos del colegio en una vieja casa abandonada del centro histórico, propiedad del abuelo de un compañero de la palomilla, a contar antiguas leyendas y cuentos de horror.
Lo vi por última ocasión en la adolescencia una tarde que orgulloso mostró un artilugio manufacturado por él, consistente en dos varillas de cobre dentro de un tubo y sujetas a los tobillos mediante alambre metálico con magnetos. Explicó que con ese gracioso destartalo se haría millonario buscando y encontrando tesoros enterrados en ex haciendas o antiguas casonas. Para probar la eficacia de las varillas, tomó un anillo con brillantes del alhajero de su madre y lo lanzó de espaldas a la brizna crecida de su huerto a través de la ventana del segundo piso. Pero nunca encontró el anillo, yo me fui y él se quedó algunas semanas para buscarlo. Ese día no esperé más tiempo para ayudarlo a encontrar la alhaja porque tenía en mente la angustia de que al día siguiente partiría de la ciudad para alistarme en las filas del Heroico Colegio Militar, al que era enviado en castigo por mi expulsión de la secundaria y así aconteció, aunque mi aventura de cadete no duró más de tres meses, no regresé sino hasta muchos años después a mi tierra.
Antes de graduarme como médico probé suerte en el Conservatorio de las Rosas, en Michoacán del cual deserté cuando mi piano me dio una premonición para alejarme de la música. Era una antigua pianola reconstruida con sonido angelical que papá compró en la capital de México cuando la encontraron intacta entre los escombros de un edificio venido abajo con el terremoto de 1985 en la calle Mesones. Una mañana la mudaba de casa y en una esquina al doblar el jardín de las Rosas, soltó sus amarras para caer sobre las humanidades de dos novios que en pleno manoseo, ni tiempo tuvieron de reaccionar hasta que despertaron en el hospital civil con los huesos molidos, entonces resolví donarla al conservatorio de música y de paso darles las gracias por haberme acogido algunos años. Fue entonces cuando decidí ser escritor. Vocación la tenía desde niño, escribía cuentos y poesías en hojas usadas, servilletas y hasta en papel higiénico, ahora solo faltaba conocer la técnica para lo que me inscribí en la escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de San Nicolás de Hidalgo; aunque mi aventura como filósofo duró poco menos que la de militar, cuando mi padre literalmente fue por mí, y me sacó de las orejas argumentando que no quería un marihuano y haragán como hijo y no tenía pensado mantenerme toda la vida. Salté por antonomasia a la Facultad de Derecho y de ahí a la de Medicina donde descubrí otra de mis pasiones y mucho mejor remunerada que el ingrato arte, al grado que es ahora mi profesión alimenticia.
A José Antonio no lo volví a ver sino muchos años después que nos encontramos en el Hospital General de México, donde yo hacía la especialidad como cirujano de columna y él se trataba ahí una afección contraída por intentar desenterrar el tesoro en la casa de una anciana y en cuya búsqueda también murió el esposo de la anciana envenenado por los vapores del azogue. No lo reconocí ni él a mí, la primera vez que nos cruzamos. A él la enfermedad le había engrosado las facciones y a mí el sedentarismo me había hecho aumentar treinta kilogramos de barriga y papada. Alterado nuestro aspecto físico de adolescentes, no fue sino hasta la segunda ocasión que nos encontramos en un camión de transporte público cuando nos reconocimos, entonces me enteré que se había dedicado a la apicultura para continuar con su afición y sueño de encontrar un tesoro; aunque ahora con aparatos más tecnológicos que sus primeras varillas. Yo había abandonado mi sueño de escritor después de muchas vicisitudes.
El manuscrito de la primer novela que terminé y ya en proceso de publicarse la dejé olvidada en un burdel mucho antes de existir memorias USB y las computadoras portátiles, eran tan caras, estorbosas y poco prácticas que convenía andar mejor por las calles y bares con una carpeta de hojas intercalables mas una máquina de escribir. Cuando la reescribí en la vieja computadora IBM de mi papá, un virus cibernético se la devoró, después de eso decidí que las novelas eran como las antiguas lap-top, caras, estorbosas y poco prácticas. Entonces opté escribir cuentos, cuentos y más cuentos, la mayoría de los cuales se perdieron como mi primera novela, en bares y lupanares. Otros con más suerte los regalé a algunas amistades del magisterio para sus trabajos de graduación ganando premios o reconocimientos y aunque no a nombre mío, eso me llenó de orgullo, por eso a una amiga que conocí en la escuela de literatura de la UNAM intencionalmente le regalé uno de tantos cuentos con el cual concursó en la Habana, Cuba, con el cual ganó el primer premio.
Así, los cuentos de esta obra se los obsequié a José Antonio, cuando leí su vasto trabajo de investigación en torno a la historia del Bajío, las ex haciendas y los tesoros. Es tal su pasión por lo antiguo que su casa es un museo donde no faltan la vieja Victrola, esqueletos de entierros precolombinos, pomos de botica y todo tipo de enseres prehispánicos, coloniales y de principios del siglo pasado; por eso decidí darles un buen uso a los borradores que por años en estantes eran el alimento favorito de polillas, a final de cuentas yo escribo por necesidad fisiológica y no por ser reconocido o remunerado.
Él tuvo a bien invitarme como coautor de su libro para agregar algo de fantasía al éxito que seguramente tendrá su ardua tarea de investigación y erudición en lo referente a temas relacionados con tesoros, haciendas, historia y tecnologías. Porque el que busca encuentra y después con tantos años de esfuerzo no dudo que pronto encontraremos las talegas de la felicidad, del mismo modo con suerte y constancia cualquier persona podrá lograrlo.
Victor Hugo Pérez Nieto
Introducción
El objetivo de esta modesta obra, es presentar a la opinión pública un tema tan polémico y apasionante, como solo puede serlo la búsqueda de minerales preciosos, acuñaciones antiguas, así como todo tipo de tesoros escondidos durante las distintas épocas históricas por las que ha transcurrido nuestro país y muchos de los cuales aún se encuentran ocultos, que pasan desapercibidos quizás bajo nuestros pies o emparedados entre falsos muros, con su invaluable riqueza sin ser descubierta por la falta de información técnica o científica.
Algunos de estos tesoros solo se encuentran separados de nosotros por una delgada capa de tierra, sin percatarnos de que vivimos sobre una gran riqueza de preciosas joyas históricas, desafortunadamente no mostramos ningún interés por buscarlos, basados en prejuicios sustentados en la creencia de que estos temas son fantasiosos o irreales, propios de gente soñadora, negándonos con eso la posibilidad de encontrarlos. México es un país culturalmente rico y extenso en territorio que resguarda muchos valiosos minerales, parte de esta riqueza es todo lo guardado en su subsuelo durante las distintas épocas así como movimientos político-sociales por las que hemos atravesado aún antes de la conquista, siendo nuestro subsuelo uno de los más propicios de toda América para encontrar tesoros. México fue conocido durante el siglo XIX por la fortaleza de su moneda acuñada en oro y plata. La Real Casa de Moneda de México era el respaldo de las monedas en toda América Latina; pero la inestabilidad nacional obligó que desde las primeras revueltas para lograr la Independencia hasta la más cercana guerra Cristera, así los poderosos acudieron al resguardo de la madre tierra para salvaguardar los bienes y posteriormente ser sacados una vez tranquilizado el panorama convulsionado por aguerridas revueltas. Sin embargo, contrariamente a las intensiones de sus enterradores, esas riquezas en su gran mayoría no fueron recuperadas y desde entonces hasta la época actual son solamente descubiertas de manera fortuita por gente que es ajena y no conoce antecedentes; pero que al hacer trabajos de construcción o buscando agua los descubren. Así desde sus orígenes, las verdades de tesoros escondidos han sido relegadas por el paso de los años y las historias alteradas por relatos infundados entre una generación y otra, han pasado del plano real al imaginario popular, sin ser tomadas seriamente en cuenta para ser analizadas. La finalidad de esta breve compilación de relatos, cuentos y aventuras basadas en hechos reales, es remontarnos en los anales de la historia para conocerla de manera amena y conocer también los sitios aproximados donde se encuentran según nuestras investigaciones, para poder dar con incontables entierros en oro, plata y joyas de valor incalculable.
Da vergüenza que universidades extranjeras tengan más información sobre nuestros tesoros y cuenten con mejor tecnología para su búsqueda y extracción, nosotros como propietarios, por derecho divino al haber nacido en esta tierra; pero que sin darnos cuenta, casi estamos parados sobre ellos, incluso tal vez sin saberlo, el subsuelo, la bohardilla o un muro de nuestra habitación tienen escondida una gran riqueza…
Mi intención es invitar a comprobar algunos hechos históricos descritos en esta obra, por medio de la exploración con el fin de descubrir pistas sobre la existencia de tesoros, empleando el método científico tomando en cuenta las fechas aproximadas de los entierros mencionados aquí, con el propósito de interesar al lector en el arte de auscultar minuciosamente el entorno para tratar de descubrir algunas riquezas escondidas y al mismo tiempo hacer conciencia de lo relevante que es preservar evidencias y monumentos donde estos se alojen. También es importante la conservación misma de un tesoro para posteriormente ser exhibido en museos o galerías, donde podrán disfrutarlos culturalmente las futuras generaciones de mexicanos.
José Antonio Agraz Sandoval
El buscador incansable
Capítulo I
La olvidada riqueza precolombina
image003.jpgDibujo ilustrativo del área en que se situó la cultura Maya en
la península de Yucatán.
El oro perdido de los mayas fueron las ofrendas en cenotes sagrados
Hace muchos años existió un importante emporio en la zona central del continente hoy llamado América, esa insólita civilización que se conoció como Maya-Quiché se desarrolló ampliamente en varios aspectos de las ciencias y las artes. Sus portentosas construcciones aún lucen gracias a una arquitectura excepcional, siendo comparables a las de Egipto y Babilonia; sus esculturas hermosas y elegantes, todavía se yerguen de entre la selva; sus matemáticas superaron a las del Viejo Mundo, estuvieron al nivel que las del mundo árabe e hindú y también su escritura fue notable, tanto que hasta la fecha parece indescifrable.
En lo referente a la astronomía hicieron impresionantes observaciones del universo, creando con ello un perfecto calendario que regiría su proceder en el futuro. Sin embargo en cuanto