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Tras el recuerdo: El Club de las Rebeldes
Tras el recuerdo: El Club de las Rebeldes
Tras el recuerdo: El Club de las Rebeldes
Libro electrónico151 páginas1 hora

Tras el recuerdo: El Club de las Rebeldes

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Información de este libro electrónico

Afortunadamente, eran tres cosas que no le faltaban a la escritora de novelas románticas Sydney Colburn, pero ahora quería más. Por eso decidió buscar al único hombre al que no había podido olvidar, su ex amante Adam Brody. Pero, para él, ella no era tan memorable...Después de un terrible accidente, Adam acababa de empezar a recuperar su vida normal y lo último que esperaba era encontrarse con la peligrosa pelirroja que siempre llevaba la palabra "seducción" escrita en los ojos. Por mucho que Sydney afirmara que en otro tiempo habían tenido un tórrido romance, él no la recordaba, ni eso ni ninguna otra cosa...
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2018
ISBN9788491889045
Tras el recuerdo: El Club de las Rebeldes
Autor

Julie Leto

Julie Elizabeth Leto é uma autora americana best-seller de mais de quarenta romances. Ela nasceu e cresceu na Flórida em uma família de descendência italiana e cubana. Julie começou a escrever em 1988, enquanto cursava a faculdade. Depois de vender quatro romances, escolheu ser mãe e escritora em tempo integral. Ela vive em Tampa, na Flórida.

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    Vista previa del libro

    Tras el recuerdo - Julie Leto

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Julie Leto Klapka

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Tras el recuerdo, n.º 126 - septiembre 2018

    Título original: Brazen & Burning

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

    I.S.B.N.: 978-84-9188-904-5

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Índice

    1

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    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    1

    Sydney Colburn abrió la puerta principal de la casa para detener el golpeteo infernal. La brillante luz exterior la cegó tanto, que se echó hacia atrás y dio un traspié, pero consiguió aferrarse al pomo de la puerta y mantuvo el equilibrio. No encontró una maldición lo suficientemente dura como para expresar su ira, de modo que se limitó a gruñir.

    —¿Siempre estás tan contenta al mediodía o es que te alegras de verme? —bromeó la responsable de sus desdichas.

    Sydney entrecerró los ojos para protegerse de la luz y descubrir quién había tenido el atrevimiento de aparecer en su casa con tanta energía mientras ella sufría una terrible resaca. Pero su enfado se aplacó al distinguir la mirada de Cassie Michaels; sus ojos eran de color azul zafiro y poseían la típica inocencia de una joven de diecinueve años.

    Sydney sabía que aquel gesto de inocencia no era del todo falso. Pequeña y de pelo negro con trenzas, le recordaba a la Mary Ann de Gilligan; tenía la costumbre de hacerse la inocente, pero la conocía desde hacía tiempo y no se dejaba engañar.

    Sin embargo, la dejó entrar. A fin de cuentas era la sobrina de su mejor amiga, quien había sido indirectamente responsable de su exceso alcohólico de la noche anterior.

    —Cierra la puerta o te demostraré hasta qué punto me entusiasma tu presencia —dijo Sydney con un leve tono de amenaza.

    Sydney se maldijo entonces por haber mezclado bebidas en su noche de parranda. Ni siquiera recordaba si había tomado vodka y ron o tequila y ginebra; solo sabía que le habían añadido algo de color rosa, probablemente granadina o zumo de arándanos.

    Cassie la siguió a la cocina, y cuando Sydney abrió el frigorífico para buscar algo que aplacara su sed, sintió náuseas y se alegró de no haber desayunado porque lo habría vomitado todo.

    —¿Te divertiste anoche?

    Sydney estuvo a punto de gruñir de nuevo, pero no lo hizo porque detestaba ser redundante.

    —¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó a la joven.

    —La tía Devon me pidió que viniera a ver si te encuentras bien.

    —Mentirosa. Devon se ha marchado de luna de miel.

    Cassie tomó una silla para sentarse, pero al separarla de la mesa la arrastró por el suelo y produjo un chirrido que aumentó el dolor de cabeza de Sydney.

    —Anoche bebiste más que todos los amigos del novio juntos. Y me preocupa un poco que esa manera de beber sea tu forma de afrontar que eres la última mujer soltera de tu círculo de amigos.

    Sydney se sentó junto a su joven amiga. No tenía intención de dar explicaciones a Cassie. Además, no habría sabido qué decir. No estaba dispuesta a aceptar que se había emborrachado porque no había ningún hombre en su vida y porque ya no tenía ninguna amiga soltera.

    —Déjame que lo adivine —dijo Sydney, con ironía—. Estás estudiando psicología popular en Tulane.

    —No, pero he leído muchos libros de psicología y además tengo diecinueve años, lo que me convierte en una especialista en cualquier materia, ¿no recuerdas tus diecinueve años?

    Sydney no recordaba la noche anterior y difícilmente podría haber recordado lo sucedido trece años atrás. Además, había hecho todo lo posible por olvidar la mayoría de los recuerdos de su adolescencia; habían sido años de formación, en los que sufrió tanto y cometió tantos errores, que prefería no revivirlos.

    Poco antes de cumplir veintiún años, Sydney tomó la decisión de vivir su vida sin sentimientos de culpa y romper con la férrea educación de Nueva Inglaterra que había recibido. Comenzó a hacer lo que quería y cuando quería, y a decir la verdad aunque la gente no quisiera. Invirtió en bolsa como si jugara en un casino y ganó. Y acto seguido escribió novelas románticas inmensamente populares, con protagonistas femeninas fuertes e inteligentes que podían dominar a cualquier hombre. En cuanto a las relaciones personales, se buscaba algún amante cuando surgía la ocasión y mantenía aventuras intensas y sin compromiso emocional alguno.

    Durante los diez últimos años, su estilo de vida le había dado muchas alegrías. Había terminado la carrera, se había convertido en una novelista reconocida y había conseguido un pequeño pero leal grupo de amigos que la aceptaban tal y como era. Además, su vida sexual era tan satisfactoria, que las protagonistas de sus novelas se habrían muerto de envidia.

    Sin embargo, la noche anterior se había convertido en la última soltera de su grupo de amigos; Cassie era la única excepción, pero era demasiado joven y, por si fuera poco, estaba saliendo con un chico de la universidad. Hasta cabía la posibilidad de que en poco tiempo se viera obligada a asistir a su boda, aunque fuera trece años menor que ella.

    Sydney intentó convencerse de que aquello no le importaba, de que no había bebido demasiado porque se sintiera sola. Al fin y al cabo, nunca había tenido intención alguna de casarse.

    Se dijo que había bebido porque era lo único que podía hacer. Su vida había cambiado de repente, pero el cambio no estaba relacionado con la boda de Devon. Bien al contrario, se alegraba sinceramente por su amiga. Como responsable legal de Cassie, Devon Michaels se había pasado casi toda la vida cuidando de su sobrina, aun a costa de su propia felicidad. Además, a Sydney le agradaba pensar que había tenido algo que ver en la relación de su amiga y también escritora con Jake Tanner, el ex policía con quien acababa de casarse. Los había animado desde el principio y no se arrepentía de ello.

    No. La vida de Sydney Colburn había cambiado a las cinco en punto de la tarde del miércoles, tres días antes de la boda, simplemente porque había llegado a la cumbre de su carrera. Su último libro, una novela romántica que se desarrollaba en los páramos de Escocia, había alcanzado el primer puesto en la lista de los más vendidos del New York Times.

    Cassie llevaba el periódico encima, de modo que lo abrió cuidadosamente sobre la mesa de la cocina y dijo:

    —Felicidades. Tengo entendido que la semana pasada tuviste un gran éxito literario.

    —Eso parece —refunfuñó Sydney.

    Sydney había soñado con aquel día desde que supo de la existencia de listas de los más vendidos. Acceder a ellas suponía un éxito editorial de tal calibre que los títulos de las novelas y los nombres de los autores aparecían en el diario más prestigioso del país.

    —La tía Dev comentó que era el sueño de tu vida.

    —Yo no diría tanto. Cuando era una niña, no soñaba con esas cosas —dijo Sydney—. Mi principal ambición en aquella época era tener una muñeca con un coche descapotable.

    —Bueno, ahora tienes un coche descapotable. Tal vez exista algún tipo de conexión entre las dos cosas…

    —¿Tú crees? —preguntó Sydney, arqueando una ceja.

    Cassie suspiró y Sydney miró a su alrededor; sabía que en algún lugar de la casa tenía una botella de ron o de tequila. No bebía mucho, pero cuando lo hacía, lo hacía de verdad. Sin embargo, lo único que le apetecía realmente en aquel momento era librarse de la joven.

    —Está visto que, cuando te marcas un objetivo, te lo marcas en serio —dijo Cassie.

    Parecía evidente que Cassie estaba decidida a continuar con aquella conversación aunque ella no quisiera, pero se dijo que tal vez no estuviera tan mal; a fin de cuentas, no tenía a nadie con quien hablar del asunto.

    Devon se encontraba de luna de miel y no había más escritoras en su círculo de amigos. El resto de sus conocidos la apoyaban profesionalmente comprando sus libros e incluso recomendándolos, pero no entendían su trabajo. Aunque supieran que ser escritor no tenía mucho que ver con la imagen romántica que daban los medios de comunicación, les parecía un trabajo envidiable y no veían nada negativo en él. Solo veían que escribía novelas para vivir y que era famosa. No comprendían que se sentía totalmente perdida.

    Lamentablemente, tampoco estaba segura de que Cassie la comprendiera; conocía muy bien el mundillo literario porque había crecido con Devon, pero no podía esperar que entendiera algo que ella misma no entendía. Había conseguido todos sus objetivos, y sin embargo, no era feliz. En lugar de saltar de alegría y de tomar un avión a Nueva York para festejar el éxito con su editor, estaba profundamente deprimida.

    Y le dolía la cabeza.

    —No quiero hablar de eso, Cassie.

    —Empiezas a sonar como mi madre.

    —Dime una cosa… ¿Has venido aquí para apoyarme, o para insultarme?

    La madre de Cassie era Darcy Wilde, una cantante de rock and roll que había ganado el premio Grammy. Era una mujer tan agresiva que Madonna parecía una niña inocente a su lado. Además, Madonna había criado personalmente a sus hijos y Darcy había dejado a Cassie al cuidado de su hermana Devon para seguir con su alocada vida. Siempre había alguien que comparaba a Sydney y a Darcy por su actitud abierta hacia el sexo y los hombres, pero ninguna de las dos se

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