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Arte minimal. Objeto y sentido
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Arte minimal. Objeto y sentido

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En "El arte minimal. Objeto y sentido" la autora traza un panorama del arte minimal a través de la obra de sus autores más significativos, en relación al contexto del arte de los años sesenta y a la fundamentación de los valores estéticos modernos. El libro analiza las cuestiones más debatidas sobre el minimal, como el antiilusionismo, la falta de sentido y de expresividad o su carácter ideológico. Además, defiende el carácter significativo y vanguardista del arte minimal desde presupuestos distintos a los del post-estructuralismo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jun 2018
ISBN9788491141976
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    Arte minimal. Objeto y sentido - Francisca Pérez Carreño

    1

    El arte minimal como campo de fuerzas

    «Está claro que se ha anunciado una nueva sensibilidad,

    aunque no esté claro en qué consiste.»¹

    1.1. Una definición

    «Arte minimal» suele designar un tipo de obras abstractas, normalmente esculturas, de estructura geométrica regular, realizadas con materiales industriales, sin contenido representacional y poco expresivas. El término empezó a ser utilizado en alusión a la obra de escultores americanos de los años sesenta como Carl Andre, Robert Bladen, Dan Flavin, Donald Judd, Sol LeWitt, John MacCracken, Robert Mangold, Agnes Martin, Robert Morris, Tony Smith o Anne Truitt. Son artistas de procedencias diversas que evolucionaron de modo diferente y cuyas obras, incluso en los años sesenta, en los que coincidieron, a pesar de ser todas geométricas y sencillas, carecen de un estilo común, no comparten los mismos procedimientos, materiales, ni temas. Una de las primeras monografías dedicadas al movimiento minimal lo define de un modo tan laxo como el siguiente: «Arte minimal describe la escultura y la pintura abstractas realizadas en los Estados Unidos en la década de 1960. Sus principios de organización predominantes incluyen el ángulo recto, el cuadrado y el cubo realizados con un mínimo de manipulación incidental o compositiva»². La referencia al lugar y al tiempo posee tanto valor informativo como la descripción formal, en la cual cabría incluir muchas obras no estrictamente minimal. Este comienzo de Minimal Art. The Critical Perspective, de Colpitt, es un punto de partida que se completa con una referencia al expresionismo abstracto, que sería su origen estilístico, y otra al arte pop, su contemporáneo, y del que diverge por su «huida de cualquier forma de comentario, representación o referencia»³. La geometría sencilla, el carácter abstracto y antiexpresivo y el origen expresionista se han convertido de hecho en los elementos descriptivos fundamentales del arte minimal.

    Esta somera caracterización sólo es informativa cuando, como es habitual, se conocen las obras paradigmáticas del movimiento y cuando se entiende que la sencillez y la abstracción de las formas lo son en un grado muy elevado. Aún así, todavía no constituye una definición adecuada del arte minimal, sino un modo de describir el trabajo de ciertos artistas que, en los años sesenta y en Estados Unidos, parecían estar realizando un tipo de arte con un aire común, un espíritu compartido. Es precisamente la identificación de ese espíritu común lo que podría permitirnos hablar de arte minimal en un sentido más preciso. La crítica Barbara Rose comenzó a hablar de una nueva «sensibilidad», compartida por ciertos artistas y que se expresaría de modos tan diferentes como en las obras de tubos de neón de Dan Flavin, las pinturas de Agnes Martin, los estructuras de madera de Sol LeWitt y los poliedros de Morris o Smith. La existencia de una sensibilidad propiamente minimalista se entiende entonces como la búsqueda y la preferencia por la sencillez formal y el distanciamiento afectivo, surgidos en el rechazo de la sensibilidad propia del expresionismo abstracto, en especial de la action- painting .

    Una definición mucho más amplia recoge esta caracterización general y la entiende, efectivamente, como una sensibilidad epocal, pero que se mantiene hasta la actualidad y en todos los géneros artísticos. En este sentido Strickland utiliza esta extensa definición: «Minimalismo se usa aquí para denotar un movimiento, con principio en la postguerra americana, a favor de un arte –visual, musical, literario o cualquier otro– que produce sus enunciados con recursos limitados, si no los menos posibles; un arte que elude la abundancia de detalles compositivos, la opulencia de textura y la complejidad estructural. El arte minimalista tiende al estatismo (como se manifiesta en los silencios y los drones musicales, la danza inmóvil, los interminables planos congelados en cine, la narrativa sin argumento y la lírica inexpresiva, la escultura sin rasgos, los cuadros monocromos), y se resiste al desarrollo (retículas o cualquier forma de pintura y escultura diagramáticas, módulos repetidos y armonías mantenidas en música, movimientos simples y reiterados en danza y en cine, diálogos abortados o circulares en el drama o la ficción). Tiende a la carencia de alusiones y a descontextualizarse respecto a la tradición, al tono impersonal, al allanamiento de la perspectiva a través del énfasis en la superficie (la neutralización de las claves de profundidad en la pintura o las dicotomías espacio/sustancia, imagen/reflexión en los ambientes luminosos), la restricción del movimiento dinámico y armónico en la música, los bodegones humanos en las películas y la descripción unívoca de personas y objetos en la poesía y en la ficción»⁴.

    Este ensayo se sitúa en el ámbito de las artes plásticas y, más concretamente, en el de la escultura. Mi primera tesis es que el arte minimal debe diferenciarse del minimalismo entendido en sentido amplio. La pervivencia hoy de una sensibilidad minimalista heredera precisamente del movimiento que en los años sesenta se denominara minimal es muy discutible. En todo caso, parece ser puramente formal y apunta a uno de los problemas de la recepción del arte minimal, el decorativismo. En cierto sentido, el punto de partida será una definición abiertamente estipulativa. En primer lugar, se considerará arte minimal a un tipo de escultura, en el sentido amplio de producción de objetos, de obras de arte tridimensionales y relativamente inmóviles y estables. En la mayoría de las ocasiones hablar de objetos minimal es suficiente para identificar un objeto no pictórico. Existen casos límite entre la pintura y la escultura, como Anne Truitt y algunos pintores tradicionalmente considerados como artistas minimal, que no pueden servir sin embargo como paradigmáticos. El arte minimal es escultórico en el sentido amplio de que consiste en la producción de objetos tridimensionales. Considerarlo así me permitirá afirmar su carácter materialista, objetualista y antipictórico, o lo que es lo mismo, la intencionalidad materialista, objetualista y antipictorialista de la mayoría de los autores antes citados.

    Algunos artistas normalmente considerados minimal son, sin embargo, pintores: me refiero a Agnes Martin, Robert Mangold, Robert Ryman o Jo Bauer. Entre ellos, Mangold parece ser quien más claramente considera la pintura como un objeto, por su trabajo sobre el borde y el formato, pero no abandona nunca una convención pictórica básica: la creación de una experiencia visual mediante la aplicación de un pigmento sobre una superficie colocada verticalmente y frente al espectador. Ryman hace de la investigación sobre el color blanco el motivo básico de su pintura y Martin es minimal por proximidad biográfica y empatía con algunos de los protagonistas del movimiento. Sin embargo, la expresión del sentimiento de la naturaleza característico de su obra, conseguida a través de una cuidadosa realización manual y la pretensión de crear una experiencia contemplativa en el espectador, pero teñida de intimismo, la aleja considerablemente de la manera materialista de sus colegas minimal. Mucho más próximo se sitúa Frank Stella, cuya estrecha relación personal con los artistas minimal y ciertas afinidades formales lo convierten en minimalista también para muchos.

    Las obras de arte minimal consisten, bien en un único objeto, de tamaño cercano al humano y que ocupa un lugar no marcado en el suelo de la habitación, bien en una serie que repite el módulo o lo desarrolla de un modo sencillo. Los objetos muestran una apariencia industrial y normalmente están de hecho fabricados industrialmente. Pueden mostrar un acabado pulcro y realización impersonal, pero en ocasiones, por el contrario, su apariencia es pobre o descuidada. En cuanto a su contenido, el arte minimal rechaza cualquier alusión figurativa y emocional en el nivel representacional, es decir, no crea imágenes de objetos, estados de cosas o conceptos, pero no elude el contenido más abstracto. Por último, respecto a sus efectos, busca crear una experiencia estética, pero no a través de asociaciones figurativas o mediante la connotación de estados emocionales, básicamente persigue la creación de una experiencia visual o cinestésica real, es decir, cara a cara y no imaginativa. Cuando se trata de objetos pictóricos, la obra tiende a ser sencilla en su composición o carente de ella, no es representacional y en ocasiones se presenta como una serie. Por último, la belleza como el resto de categorías estéticas no se le aplican con facilidad.

    Una obra de estas características se impuso en la escena artística norteamericana y casi únicamente en Nueva York durante menos de una década. Se suele considerar la exposición de Anne Truitt en la galería de Andre Emmerich en 1963 como la primera de un artista minimal en solitario, y la exposición Anti-ilusión: procedimientos y materiales, de 1968, marcaría el punto explícito de inflexión de la mayor parte de los artistas minimal hacia la anti-forma, también llamada abstracción excéntrica o postminimalismo. Es decir, se trata sólo de cinco o seis años en los que se expone un tipo de obra que entonces se conocía de diferentes modos: «Pintura o Arte sistémico», «ABC Art», «Arte Serial», «Estructuras primarias», «Cool Art»… En 1966, el filósofo inglés Richard Wollheim escribe «Minimal Art», que se refiere a una serie de obras que incluye las propiamente minimalistas pero también las de Ad Reindhart o de artistas pop como Rauschenberg⁵ u Oldenburg. Este es el nombre que finalmente se impuso, quizá gracias a la antología de Battock, Minimal Art, publicada ya en 1968 y que recoge las opiniones, receptivas o críticas, los ensayos teóricos y los textos manifiesto que conformaron el «caso minimal».

    Ni qué artistas eran propiamente minimal, ni qué obras podían considerarse tal, eran cuestiones claras durante aquellos años. Meyer se ha referido al arte minimal «no como un movimiento coherente, sino como un campo práctico»⁶. Pero no un campo allanado y neutral, sino un campo de fuerzas, cuya configuración varía debido a la presencia y la intervención de personalidades y concepciones artísticas muy variadas. Judd y Morris quizá sean los artistas que más influyen en este campo, pero también el resto de los artistas y de los críticos favorables o en contra. Son fuerzas en ocasiones incluso opuestas, otras, convergentes, y que dotaban de sentido a las obras según su situación en el contexto general. Este modo de considerar la cuestión hace justicia tanto a la individualidad de los artistas como a su identidad como grupo, frente a otros, quizá también, campos de fuerza más amplios.

    En poco tiempo las obras de arte minimal consiguieron convertirse en el foco de atención del público y de los críticos, los galeristas y los teóricos. Su éxito no puede explicarse únicamente ni por la calidad de obras que eran difícilmente comprensibles para el público, tampoco por el hartazgo de expresionismo o de la vanguardia, ni por el apoyo de críticos y galerías influyentes. Se debe en parte a factores externos –aunque no tanto– a los propiamente artísticos, a la fuerte personalidad de artistas como Morris o Judd, o también de Stella, LeWitt o Reindhart, y a su influencia en algunas instituciones académicas y críticas. En general, durante aquellos años se produce un auge del mundo del arte en Estados Unidos, un aumento en el número de galerías y una ampliación del público cultural a través de los grandes museos de arte contemporáneo, de las publicaciones periódicas y de la publicidad. El arte minimal se vio también beneficiado por la convivencia con el arte pop y el arte conceptual y evolucionó rapidamente hacia la corriente anti-formal que le abrió inmensas posibilidades expresivas, alejándolo de las acusaciones de frialdad y autoritarismo que la geometrización favorecía. En la distancia temporal, su importancia crece frente a otros movimientos como el arte óptico o el arte cinético. Hoy parece claro que todo el alborozo neoyorkino hubiera sido olvidado si el arte minimal, es decir, los artistas que coincidieron trabajando en aquel campo de fuerzas, no hubiera de verdad favorecido el descubrimiento de modos nuevos de expresión, de utilización de materiales y de espacios, y no hubiera ayudado a consolidar una concepción nueva de la obra de arte y de las propiedades estéticas. En particular el nacimiento del arte de la tierra, el arte procesual, ambiental y la instalación están estrechamente ligados a la práctica y la concepción artísticas minimal.

    Así pues, la definición que utilicemos ha de ser una que englobe la actividad de artistas como Smith, Morris, Judd, Anne Truitt, Andre, Sol LeWitt y Dan Flavin entre los años 1962 y 1968. Sus obras comparten algunas de las características señaladas: el carácter abstracto, geométrico, la sencillez y la serialidad compositiva, pero son perfectamente discernibles. A este núcleo de autores han de sumarse aquellos que coincidieron en algún momento con ellos, en particular Frank Stella y los pintores, Jo Bauer, Ryman y Mangold, M. Bladen, y otros artistas más comprensibles en relación con otras fuerzas, aunque protagonistas también en este campo: es el caso de R. Serra, Eva Hesse, Smithson, W. De Maria o B. Nauman. Si es cierto que la caracterización general de un movimiento –no sólo formal, sino también de sus principios, orígenes y concepciones– no basta para comprender un autor en particular o una obra en concreto, lo es más en lo que se refiere al arte minimal. Cada uno de sus autores realizó o sigue realizando una obra que ha evolucionado de muy diversas maneras, debido en parte a que nunca compartieron un ideario, un estilo, ni siquiera un genero con tradición propia. Por esta razón y por la debilidad de la caracterización anterior de arte minimal, debemos detenernos en algunas de esas obras en particular o en el tipo de obras más representativas de los autores que parecen crear los vectores de fuerza del

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