Cuentos de antaño - Clásicos de Perrault
Por Charles Perrault
()
Información de este libro electrónico
Entre los cuentos más conocidos de Charles Perrault, que forman parte de esta colección, se encuentran: "La Cenicienta", "Pulgarcito", "Caperucita Roja", "La Bella Durmiente del bosque", "El gato con botas", "Barba Azul"...
Charles Perrault
FIRST MORALGood manners are not easyThey need a little care,But when we least expect itBring rewards both rich and rare.SECOND MORALBrute force or bribes of diamondsBend others to your will,But gentle words have greater powerAnd gain more conquests still.- Charles Perrault, Perrault's Fairy Tales
Relacionado con Cuentos de antaño - Clásicos de Perrault
Libros electrónicos relacionados
Cuentos escogidos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos de Charles Perrault (con índice activo) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los mejores cuentos de los hermanos Grimm: Cuentos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCenicienta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos de Hans Christian Andersen Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesColección de Hans Christian Andersen: Clásicos de la literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl traje nuevo del emperador Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos mejores cuentos de Andersen (con índice activo) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones7 mejores cuentos - Navidad I Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodos los Cuentos de los Hermanos Grimm: Blancanieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Caperucita Roja, Hansel y Gretel, Rapunzel, Pulgarcito (ilustrado) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuento de Navidad: Ilustrado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Bestia y sin Bella Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuando la tierra era niña Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuento de Navidad Calificación: 4 de 5 estrellas4/550 Cuentos Navideños Clásicos Que Deberías Leer (Golden Deer Classics) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tristana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesYolanda La Hija Del Corsario Negro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTestigos de la verdad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCumbres Borrascosas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl libro de las mil noches y una noche: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los tres mosqueteros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAnne, la de Avonlea Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos Ilustrados Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViaje al centro de la Tierra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas Aventuras de Tom Sawyer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAzabache (Belleza Negra) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Peter Pan Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl pequeño Lord Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa sombra de la realidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (Golden Deer Classics) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Cuentos de hadas y folclore para jóvenes para usted
Siete fantásticos latinoamericanos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRobin Hood Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos infantiles de ayer y de hoy Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La aventura más grande Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos para niños (y no tan niños) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Colección de cuentos para niños con ilustraciones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTRADICIONES PERUANAS - 27 cuentos populares peruanos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Valquiria: La Princesa Vampira para Chicas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Valquiria: La Princesa Vampira 2 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Cid Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl rey burgués... y otros cuentos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gilgamesh, el sumerio Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn Lobo en su Camino: Grimm era un bastardo, #2 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las aventuras de Gilgamesh Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAsuntos angélicos 1. Alerta Pink (Serie paranormal juvenil): Asuntos angélicos, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFábula de Polifemo y Galatea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro secreto de los mayas Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Cuando la comunicación es un cuento Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna casa de granadas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa leyenda del príncipe Rama Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos maravillosos: Tres cuentos maravillosos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Comentarios para Cuentos de antaño - Clásicos de Perrault
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Cuentos de antaño - Clásicos de Perrault - Charles Perrault
CUENTOS DE ANTAÑO - CLÁSICOS DE PERRAULT
Nueve cuentos de antaño
La cenicienta
Caperucita roja
La bella durmiente del bosque
Riquet el del copete
Pulgarcito
El gato con botas
Barba azul
Piel de Asno
Las hadas
Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo.
El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.
Junto con realizarse la boda, la madrastra dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas. La obligó a las más viles tareas de la casa: ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la que limpiaba los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas; dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupaban habitaciones con parquet, donde tenían camas a la última moda y espejos en que podían mirarse de cuerpo entero.
La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante su padre, de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. Cuando terminaba sus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sentándose sobre las cenizas, lo que le había merecido el apodo de Culocenizón. La menor, que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas.
Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas; nuestras dos señoritas también fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la comarca. Helas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran; nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. No se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas.
—Yo, dijo la mayor, me pondré mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra.
—Yo, dijo la menor, iré con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos.
Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicienta las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que aceptaron. Mientras las peinaba, ellas le decían:
— Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
—Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí.
—Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón entrar al baile.
Otra que Cenicienta las habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinó con toda perfección.
Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordones rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo pasaban delante del espejo.
Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba.
—Me gustaría... me gustaría...
Lloraba tanto que no pudo terminar. Su madrina, que era un hada, le dijo:
—¿Te gustaría ir al baile, no es cierto?
—¡Ay, sí!, dijo Cenicienta suspirando.
—¡Bueno, te portarás bien!, dijo su madrina, yo te haré ir.
La llevó a su cuarto y le dijo:
—Ve al jardín y tráeme un zapallo.
Cenicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poder adivinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. Su madrina lo vació y dejándole solamente la cáscara, lo tocó con su varita mágica e instantáneamente el zapallo se convirtió en un bello carruaje todo dorado.
En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con la varita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; lo que hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer un cochero:
—Voy a ver, dijo Cenicienta, si hay algún ratón en la trampa, para hacer un cochero.
—Tienes razón, dijo su madrina, anda a ver.
Cenicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. El hada eligió uno por su imponente barba, y habiéndolo tocado quedó convertido en un cochero gordo con un precioso bigote. En seguida, ella le dijo:
—Baja al jardín, encontrarás seis lagartos detrás de la regadera; tráemelos.
Tan pronto los trajo, la madrina los trocó en seis lacayos que se subieron en seguida a la parte posterior del carruaje, con sus trajes galoneados, sujetándose a él como si en su vida hubieran hecho otra cosa. El hada dijo entonces a Cenicienta:
—Bueno, aquí tienes para ir al baile, ¿no estás bien aperada?
—Es cierto, pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos?
Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron en magníficos vestidos de paño de oro y plata, todos recamados con pedrerías; luego le dio un par de zapatillas de cristal, las más preciosas del mundo.
Una vez ataviada de este modo, Cenicienta subió al carruaje; pero su madrina le recomendó sobre todo que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que si se quedaba en el baile un minuto más, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, sus lacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos recuperarían su forma primitiva. Ella prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Partió, loca de felicidad.
El hijo del rey, a