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El segundo intento
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Libro electrónico112 páginas1 hora

El segundo intento

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El segundo intento se centra en Olusegun, quien creció en un pueblo de Ibadan en Nigeria durante la década de los 90. A pesar de su origen pobre, mostró un gran potencial académico desde que iba en la primaria. En quinto año, vivió un accidente automovilístico terrible que casi arruina su carrera prometedora. Luego, ganaría una beca que lo llevó a los Estados Unidos para continuar sus estudios. Volvió a Nigeria después de convertirse en un médico. Él liberó a sus padres de sus problemas financieros y ayudó a su alma mater financieramente. Luego, se casó con su amiga de la infancia, Ngozi.

La novela explora temas como la educación, el amor y la determinación. Está llena de suspenso, el cual te mantiene dándole vuelta a las páginas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 feb 2018
ISBN9781547516353
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    Vista previa del libro

    El segundo intento - Olusola Oso

    Contenido

    Capítulo I

    Capítulo II

    Capítulo III

    Capítulo IV

    Capítulo V

    Capítulo VI

    Capítulo VII

    Capítulo VIII

    Capítulo IX

    Capítulo X

    Capítulo XI

    Capítulo XII

    Capítulo XIII

    Capítulo XIV

    Capítulo XV

    Capítulo XVI

    Glosario

    Preguntas de repaso

    DEDICATORIA

    Para mis padres,

    mi padre S.A. Oso y la Sra. E.O. Oso, por todo su amor y apoyo durante décadas.

    Capítulo I

    Reflexión

    Pasó un jueves por la tarde. Aduke entró con mucho silencio a su habitación. Su hijo, Olusegun, estaba profundamente dormido en la cama. Ella se sorprendió al ver que aún seguía dormido, ya que llevaba así unas tres horas más o menos. Creyó que su hijo tenía fiebre.

    Cerró la puerta con cuidado. Se acercó a su hijo y se sentó en la orilla de la cama. Le tocó la frente con su mano derecha. Su temperatura era normal. Se le había formado una marca de sudor ahí mismo. La limpió cuidadosamente con el dobladillo de su manga gris. 

    Miró a Olusegun. Su primer y único hijo, al menos por ahora.

    Su mente se llenó de recuerdos. Reflexionó sobre su matrimonio con el padre de Olusegun, Salako. Fue un buen matrimonio. Después, recordó la boda, la cual ocurrió hace diez años. Parecía como si hubiera sido ayer. Asistieron muchas personas; familiares, amigos, personas con buenos deseos y colados. Había comida y bebida de sobra. Todos se divirtieron. La pareja recibió muchos regalos. Ese momento siempre estará grabado en su memoria.  Diez meses después de la boda, Aduke dio a luz a un bebé.  Su difunto padre lo nombró Olusegun, que significa: Dios, el victorioso.

    Algo pasó dos días después del nacimiento de Olusegun en un hospital que se ubicaba en la ciudad de Ibadan, una gran ciudad popular de Nigeria. Nunca lo olvidará. El médico, un hombre alto, guapo y con un bigote muy poblado, le hizo un examen de rayos X. Descubrió que algo le pasó a su útero inmediatamente después del nacimiento de Olusegun. Con jerga médica, le dijo que tenía el útero invertido; lo que significa que éste estaba en una posición anormal, inclinándose hacía atrás en vez de hacía adelante.

    Luego, el médico fue al grano. Dijo que Aduke podría nunca más volver a quedar embarazada, a menos que la operaran. Según él, la operación era costosa y no se realizaba con regularidad en Nigeria. Sólo podía realizarse en hospitales de primera calidad, debido al equipo médico tan costoso y la experiencia que requería. Aduke y su esposo no podían pagarla.

    Apenas comenzaba a recuperarse del parto cuando le dieron las noticias a Salako frente a ella. Tragó saliva. Le comenzaron a caer lagrimas por sus mejillas. Su esposo intentó consolarla; no estaba nada feliz con el comportamiento del médico al haberle dicho las noticias frente a ella. Sin embargo, el nacimiento de Olusegun fue su mayor consuelo.  El bebé lloraba desenfrenado en su cuna. Salako pagó la factura del médico y le dios las gracias. Viajaron del hospital del pueblo de Bare, donde vivirían casi de inmediato.

    ––––––––

    Aduke mirando a Olusegun, quien dormía en la cama.

    ––––––––

    Una tarde, casi un año después del nacimiento de Olusegun, Salako volvió a casa desde su granja y encontró a su esposa llorando desconsoladamente. Su corazón se detuvo un instante al ver a Aduke. Echó un vistazo al bebé, quien dormía profundamente en la cama. Volteó a ver a su esposa. Soltó la canasta de maíz que llevaba. Se sentó junto a ella en la cama.

    ¿Por qué lloras? preguntó Salako.

    Comenzó a llorar lo más que pudo, como si llorar fuera la respuesta a su pregunta. Sus ojos estaban rojos.

    Dime, Aduke—dijo, mientras colocaba su mano izquierda en su cuello. –¿Por qué lloras? ¿Qué pasa?".

    Ella observaba su expresión facial. Podía ver sus ansias por una respuesta. Conocía muy bien a su esposo. Si había algo que él odiaba en particular, era el estar en suspenso.

    Ya sabes la razón –dijo. –El médico dijo...que nunca más... me embarazaré. —Sollozó.

    Él soltó un suspiro de alivio. Lo primero que creyó fue que Aduke había recibido alguna noticia trágica. Cariño, ¿es por esto por lo que lloras así? –dijo.

    ¿No es suficiente? –contestó.

    No, no, no. No entendiste lo que el médico quería decir. A lo que se refería es que tu útero está... invertido....

    Pero eso significa que no podre embarazarme de nuevo.

    No, Eso es mentira. El médico dijo que esto se puede solucionar con una operación.

    A estas alturas, Salako se dio cuenta que tan sólo estaba consolando a su esposa, sabiendo que él no podía pagar una operación quirúrgica tan costosa.

    Ella sollozó de nuevo y dijo: Esposo mío, tú y yo sabemos que no podemos pagar esa operación. Es muy costosa, según el médico. Así que, ¿moriré teniendo sólo un hijo? Todas las mujeres del vecindario tienen mínimo cuatro hijos. Mama Bola tiene cuatro niños. Mama Akin tiene cinco hijos. Mama Sunday tiene seis. Mama Ibeji tiene cinco y está esperando otro....

    Cuidado con la envidia, cuidado con ella –interrumpió Salako, quien estaba poco impresionado por el razonamiento de su esposa. –No te preocupes, cariño –continuó. –Siempre sé feliz. Debemos agradecerle a Dios. Tenemos todas las razones para agradecerle. Para empezar, nuestro matrimonio es un éxito.

    Tomó un trapo y se limpió la cara con él.

    Otra razón por la que agradecer a Dios –continuó Salako. –, es por nuestro hijo, Olusegun. Le acarició ambas mejillas al bebé. "Tú le diste la vida sin ningún problema. Escuchamos la voz de la madre. Escuchamos la voz del bebé. También quiero que sepas algo. Siempre que

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