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El hombre común
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Libro electrónico334 páginas5 horas

El hombre común

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Otro de los grandes exitos de Chesterton. Titanes de la modernidad y el progreso caen demolidos por la agudeza y claridad del pensamiento del autor, en esta brillante antologia de articulos y ensayos breves.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 ene 2017
ISBN9788826005423
El hombre común
Autor

G. K. Chesterton

G. K. Chesterton (1874–1936) was a prolific English journalist and author best known for his mystery series featuring the priest-detective Father Brown and for the metaphysical thriller The Man Who Was Thursday. Baptized into the Church of England, Chesterton underwent a crisis of faith as a young man and became fascinated with the occult. He eventually converted to Roman Catholicism and published some of Christianity’s most influential apologetics, including Heretics and Orthodoxy. 

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    El hombre común - G. K. Chesterton

    Biografía

    G. K. Chesterton

    Gilbert Keith Chesterton (* Londres, 29 de mayo de 1874 - † Beaconsfield, 14 de junio de 1936), escritor británico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes.

    Se han referido a él como el principe de las paradojas Su personaje más famoso es el Padre Brown, un sacerdote católico de apariencia ingenua cuya agudeza psicológica lo vuelve un formidable detective y que aparece en más de 50 historias reunidas en cinco volú-

    menes, publicados entre 1911 y 1935.

    Biografía

    Su familia

    Arthur Chesterton fue padre de seis hijos, el mayor de ellos de nombre Edward, quien contrajo matrimonio con Marie Louise Grosjean. Los Chesterton tenían una agencia inmobiliaria y topo-gráfica radicada en Kensington, a la cual estaba dedicado Edward, pero su inquietud era el arte y la literatura.

    Luego de celebrado el matrimonio, los Chesterton Grosjean se mudaron a Sheffield Terrace, Kensington, donde concibieron a Beatrice y a Gilbert.

    Gilbert Keith nació en Campden Hill en Londres el 29 de mayo de 1874, en el seno de una familia de clase media, y fue bautizado, por una tradición familiar más que por convicción religiosa de sus padres, en una pequeña iglesia anglicana, llamada St. George.

    G.K. ChestertonChesterton da comienzo a su Autobiografía relatando el día, año y lugar de su nacimiento. La forma en la que nos ofrece esa información nos permite apreciar su fe en la tradición humana, ya que, en su opinión, sólo a través de ésta se pueden conocer muchas cosas que de otra forma no se podrían de saber.

    Doblegado ante la autoridad y la tradición de mis mayores por una ciega credulidad habitual en mí y aceptando supersticiosamente una historia que no pude verificar en su momento mediante experimento ni juicio personal, estoy firmemente convencido de que nací el 29 de mayo de 1874, en Campden Hill, Kensington, y de que me bautizaron se-gún el rito de la Iglesia anglicana en la pequeña iglesia de St. George…

    Autobiografía

    A una edad no muy avanzada, Edward tuvo un problema cardiaco, por lo que debió abandonar el negocio familiar, pero continuaba percibiendo una renta de él. Fue entonces cuando se pudo dedicar tranquilamente a su jardín, y a la literatura y el arte.

    Tanto Edward como Marie Louis no eran devotos creyentes, y ambos aceptaron bautizar a Gilbert, más que nada por una especie de presión social, ya que ellos se podrían definir como librepensadores al estilo de la época victoriana. Al bautizarlo, más que cumplir con una obligación religiosa, lo que estaban haciendo era, para ellos, cumplir con una tradición, tanto familiar como social. Joseph Pearce señala: La «mera autoridad» no era la de la Iglesia, sino la del convencionalismo

    Edward y Marie Louise tuvieron tres hijos. El biógrafo Pearce señala que Gilbert tuvo una hermana mayor llamada Beatrice, quien lamentablemente murió muy joven, y en la casa de los Chesterton estaba prohibido hablar del tema.

    Ada Jones señala en su biografía de los hermanos, titulada Los Chestertons, que el padre, Edward, a quien le decían

    Mister Ed, tenia prohibido hablar del tema, y las fotos de Beatrice fueron sacadas de la casa, y las que quedaron estaban dadas vuelta, mirando a la pared. El otro hijo se llamaba Cecil y nació poco después que Gilbert. G.K. cuenta que se alegró enormemente con el nacimiento de Cecil, ya que al fin iba a tener con quién discutir. Ada Jones, en su biografía, cuenta que un día durante un paseo familiar, Gilbert y Cecil inicia-ron un diálogo en medio de un jardín cuando empezó a llover y, a pesar de ello, continuaron la conversación hasta que la terminaron.

    Juventud

    Chesterton fue un hombre grande, físicamente: medía 1 metro con 93 centímetros, y pesaba alrededor de 134

    kilos. Ello dio paso a una anécdota famosa. Durante la Primera Guerra Mun-dial una mujer en Londres le preguntó por qué no estaba afuera en el Frente, a lo que éste replicó: 'Si usted da una vuelta hasta mi costado, podrá ver que sí lo estoy"

    Su educación se iniciaría en la prepa-ratoria Colet Court, en 1881; su enseñanza en aquel lugar duró hasta 1886, y en enero de 1887 ingresó a un colegio privado de nombre St Paul en Ham-mersmith Road. Gilbert describiría el sistema educativo, o mejor dicho, lo que él opinaba de éste como «ser instruido por alguien que yo no conocía, acerca de algo que no quería saber»

    Luego estudiaría dibujo y pintura en la Slade School of Art (1893-1896), se volvió diestro como dibujante y más adelante llegó a contribuir con ilustraciones tanto para sus propias obras, como es el caso de Barbagrís en escena, cuanto para los libros de su amigo Hilaire Belloc.

    Durante esta época se interesó por el ocultismo. En su Autobiografía señala que dentro del grupo de los que realizaban espiritismo, ocultismo o juegos con el demonio, él era el único de los presentes que realmente creía en el demonio. Lo señalaría de la siguiente forma:

    "Me imagino que ellos no son casos raros. De todos modos, el punto está aquí que baje lo suficiente como para descubrir al diablo y, aun de algún débil modo, de reconocer al diablo.

    Al menos nunca, aún en esta primera etapa vaga y escéptica, me complací muchísimo de los argumentos corrientes sobre la relatividad del mal o la ireali-dad del pecado. Quizás, cuando eventualmente emergí como una especie de teórico, y fui descrito como un Optimista, fue debido a que yo era una de las pocas personas en aquel mundo de dia-bolismo que realmente creía en los diablos."

    Luego de un periodo de autodescu-brimiento, se retiró de la universidad sin alcanzar un título, y comenzó a trabajar en diferentes periódicos. Trabajó como editor de literatura espiritista y teosofía, asistiendo a reuniones de este tipo.

    Del agnosticismo al cristianismo En su juventud se volvió agnóstico

    militante. En 1901 contrajo matrimonio con Frances Blogg, anglicana practi-cante, quien ayudó en un principio a que G.K. se acercara al cristianismo. La inquietud de Chesterton se puede ver claramente en el siguiente artículo:

    "No puedes evadir el tema de Dios, siendo que hables sobre cerdos, o sobre la teoría binominal estás, todavía, hablando sobre Él. Ahora, si el Cristianismo es… un fragmento de metafísica sin sentido inventado por unas pocas personas, entonces, por supuesto, defenderlo será simplemente hablar de metafísica sin sentido una y otra vez.

    Pero si el Cristianismo resultara ser verdadero – entonces, defenderlo podría significar hablar sobre cualquier cosa, o sobre todas las cosas. Hay cosas que pueden ser irrelevantes para la proposición sobre que el Cristianismo es falso, pero ninguna cosa puede ser irrelevante para la proposición sobre que el Cristianismo es verdadero"

    Daily News

    Luego, con el pasar de los años se acercó cada vez más. Volvió a la religion de su infancia, al anglicanismo. A la idea del superhombre planteada por Nietzsche y seguida por Shaw y Wells respondió con un ensayo titulado ¿Por qué creo en el Cristianismo?:

    Si un hombre se nos acerca (como muchos se nos acercaran muy pronto) a decir, Yo soy una nueva especie de hombre. Yo soy el superhombre. He abandonado la piedad y la justicia; nosotros debemos contestar: Sin duda tu eres nuevo, pero no estás cerca de ser un hombre perfecto, porque él ya ha estado en la mente de Dios. Nosotros hemos caído con Adán y nosotros as-cenderemos con Cristo, pero preferimos caer con Satán, que ascender contigo.

    ¿Por qué creo en el Cristianismo?]

    Conversión al catolicismo

    Siguiendo con la defensa a su reno-vada creencia, cada vez se adentraba más y más en los escritos Patrísticos y otros por el estilo. Durante el año 1921

    Chesterton no publicó ningún libro, pero si se dedicó mucho al periódico The New Witness. Durante esa época mantuvo una constante correspondencia con Maurice Baring, el Padre John O'Connor y el Padre Ronald Knox, quienes lo ayu-daron mucho a ir de a poco cambiando su pensamiento anglo-católico hacia la fe que ellos, todos conversos a su vez al catolicismo, profesaban. Y terminó por convertirse a la Iglesia Católica Romana, a la cual ingresó en 1922.

    En su búsqueda de la verdad se topa-ría con diversos obstáculos, pero siempre iría con una mentalidad abierta y no se detendría ante estos muros a no ser que estuviera convencido de que debía derribarlos para poder continuar con su búsqueda: Siempre antes de romper un muro hay que preguntarse por qué lo han construido en primer lugar

    Sobre las críticas al conservadurismo de la Iglesia Católica Chesterton diría que no quiere una Iglesia que se adapte a los tiempos, ya que el ser humano sigue siendo el mismo y necesita que lo guíen:

    Nosotros realmente no queremos una religión que tenga razón cuando nosotros tenemos razón. Lo que nosotros queremos es una religión que tenga ra-zón cuando nosotros estamos equivocados...

    La Iglesia Católica y la Conversión En un ensayo titulado ¿Por qué soy católico? se refiere a la Iglesia de Ro-ma de la siguiente forma:

    No hay ningún otro caso de una continua institución inteligente que haya estado pensando sobre pensar por dos mil años. Su experiencia naturalmente cubre casi todas las experiencias, y especialmente casi todos los errores. El resultado es un mapa en el que todos los callejones ciegos y malos caminos están claramente marcados, todos los caminos que han demostrado no valer la pena por la mejor de las evidencias; la evidencia de aquellos que los han reco-rrido.

    ¿Por qué soy Católico?

    El influjo católico lo recibió por diferentes partes. Sir James Gunn pintó un cuadro en el que aparecen Chesterton, Hilaire Belloc y Maurice Baring (los tres amigos que comparten la mesa y también la filosofía y las creencias), al que tituló The Conversation Piece (La Pieza de Conversación). La mayor influencia se dio a través de un párroco llamado John O'Connor, en quien Chesterton se apoyó. Decía Chesterton que sabía que la Iglesia Romana tenía un conocimiento superior respecto del bien, pero jamás pensó que tuviera ese conocimiento respecto del mal, y fue el Padre O’Connor quien, en las largas caminatas que realizaban juntos, le demostró que él, conocía el bien tal cual como G.K.

    suponía, pero que además conocía la maldad, y estaba muy enterada de ella, principalmente gracias al Sacramento de la Penitencia, ya que allí escuchaba tanto cosas buenas cuanto cosas malas.

    Siguiendo con la metáfora del mapa, plantea que la Iglesia Católica lleva una especie de mapa de la mente que se parece mucho a un mapa de un laberinto, pero que de hecho es una guía para el laberinto. Ha sido compilada por el conocimiento, que incluso considerándolo como conocimiento humano, no tiene ningún paralelo humano.

    La conversión de Chesterton al catolicismo causó revuelo semejante a la del Cardenal John Henry Newman en su momento, y luego la de Ronald Knox (que casualmente pronunció más tarde la homilía en su Réquiem).

    Fin de sus días

    Maisie Ward, en su biografía de Chesterton, escribió que durante su última convalecencia, en sus sueños, en un estado semiconsciente, dijo: El asunto está claro ahora. Está entre la luz y las sombras; cada uno debe elegir de qué lado está.

    El 12 de junio se encontraba con el E.C. Bentley, y más tarde llegó el pá rroco Monseñor Smith para ungirle con los santos óleos. Tras la partida de és-te, apareció el reverendo Vincent McNabb, quien entonó el Salve Regina junto a la cama del convaleciente que se encontraba inconsciente. En su biografía, Joseph Pearce señala que el padre McNabb «…vio la pluma de Chesterton sobre la mesilla de noche y la cogió y la besó»

    Frances, quien estuvo durante toda su convalecencia al lado de su marido, lo vio despertar por última vez, estando presentes ella y Dorothy, la hija adoptiva de ambos. Al reconocerlas, Chesterton dijo: «Hola, cariño». Luego, dándose cuenta de que Dorothy también estaba en el cuarto, añadió: «Hola, querida». Éstas fueron sus últimas palabras Pearce continúa el relato diciendo que estas últimas palabras no son lo que muchos esperarían de uno de los más grandes escritores del siglo XX, y seña-la: «Aun así, sus palabras fueron sumamente apropiadas; en primer lugar, porque estaban dirigidas a las dos personas más importantes de su vida: su mujer y su hija adoptiva; y en segundo lugar, porque eran palabras de saludo y no de despedida, significaban un comienzo y no el final de su relación.»

    Chesterton murió el 14 de junio de 1936, en su casa de Beaconsfield, Buc-kinghamshire, Inglaterra, luego de ago-nizar varios días postrado en su cama, al lado de su esposa Frances y de su secretaria Dorothy.

    El padre Vincent McNabb relataría su último encuentro con Chesterton de la siguiente forma:

    Fui a verlo cuando murió. Pedí estar solo con el hombre moribundo. Allí aquel gran marco estaba en el calor de la muerte; la gran mente se preparaba, sin duda, a su propio modo, para la vista de Dios. Esto era el sábado, y pensé que quizás en otros mil años Gilbert Chesterton podría ser conocido como uno de los cantantes más dulces de aquella hija de Sion siempre bendita, María de Nazareth. Sabía que las calidades más finas de los Cruzados eran una de las dotaciones de su gran corazón, y luego recordé la canción de los Cruzados, el Salve Regina, que nosotros los Blackfriars cantamos cada noche a la Señora de nuestro amor. Dije a Gilbert Chesterton: Usted oirá la canción de amor de su madre. Y canté a Gilbert Chesterton la canción del Cruzado: Saludos, Reina Santa!"

    Vincent McNabb

    En 1940, cuatro años después del de-ceso, Hilaire Belloc escribiría un ensayo titulado Sobre el lugar de Gilbert Chesterton en las letras inglesas, que concluye de la siguiente manera:

    Qué puesto podría tomar él conforme a ese pequeño estándar yo no puedo decirlo, porque muchos años deben pasar antes de que la posición de un hombre en la literatura de su país pueda ser llamada establecida con seguridad.

    Nosotros somos muy cercanos como para poder decidir sobre esto. Pero, da-do que estamos tan cercanos y como aquellos (tanto como yo, que escribo esto) que eran sus compañeros lo conocían por su ser mismo y no por su actividad externa, nosotros estamos en comunión con él. Así sea. Él está en el Cielo.

    Hilaire Belloc,

    Distributismo

    Gilbert Keith y Cecil Chesterton, junto con Hilaire Belloc, fueron los pioneros en el desarrollo del distributismo, una tercera vía económica, diferente al capitalismo y al socialismo, cuya base se encuentra en la doctrina social de la Iglesia, basada principalmente en la en-cíclica del Papa León XIII, Rerum Nova-rum.

    En 1926 Chesterton y Belloc lograron por fin darle forma a un proyecto que venían ideando desde hacía bastante tiempo. La forma de este proyecto era una sociedad o, mejor dicho, una liga, a la cual llamaron Liga Distribucionista; los grandes ideólogos de ella fueron el escritor inglés y el franco-inglés más el padre Vincent McNabb. La principal vía de promoción de la liga se dio a través del periódico de Gilbert, intitulado G.K.

    Weekly (El semanario de G.K.). En la primera reunión de la liga Gilbert fue nombrado presidente, cargo que mantuvo hasta su muerte. Al poco tiempo, como señala Luis Seco en su biografía del autor: «…se abrieron secciones de la liga en Birmingham, Croydon, Oxford, Worthing, Bath y Londres»

    Posteriormente esta teoría siguió su desarrollo en manos de Dorothy Day y Peter Maurin, y su mayor defensor en los últimos tiempos fue E. F. Schumacher (1911-1977).

    Obras

    G.K. Chesterton caminando por FleetStreet

    Chesterton escribió alrededor de 80 libros, varios cientos de poemas, alrededor de 200 cuentos e innumerables artículos, ensayos y obras menores. Al comienzo de su carrera se hizo conocido por sus artículos periodísticos, y dio un gran salto cuando publicó su primera novela El napoleón de Notting Hill (1904), la cual inspiró a Michael Collins en su defensa irlandesa ante los ingleses. A ésta le siguieron otros libros de crítica, como Dickens (1906) y

    G.B. Shaw (1909). Iba perfilando así sus opiniones, que exponía con un aire acentuadamente polémico y no exento de humor. Combatía todo lo que consideraba errores modernos: al racionalismo y al cientificismo oponía el sentido común y la fe; a la crueldad de la civilización industrial y capitalista, el ideal social de la Edad Media. Ortodoxia

    (1908) es la historia de su evolución espiritual (que más tarde lo llevaría al seno de la Iglesia Católica), y también su esfuerzo apologético de La Esfera y la Cruz (1910). Su actitud ante los problemas sociales la definió en Qué está mal en el mundo (1910). De 1908

    data su novela más conocida, El hombre que fue Jueves, una alegoría sobre el mal y el libre albedrío. En 1912 compone La balada del caballo blanco, extenso poema épico sobre el rey Alfredo el Grande y su defensa de Danes en 878, y del cual C. S. Lewis sabía muchos versos. J. R. R. Tolkien, que en su juventud lo consideraba excelente, en una carta a su hijo comenta que lamentablemente G. K. Chesterton, con toda la admiración que le merecía, no conocía nada sobre lo nórdico. De 1925 es El hombre eterno, que versa sobre la Historia del mundo, y está divido en dos partes, la primera trata sobre la humanidad hasta el año 0 y la segunda desde ese año en adelante. Este libro nació como reacción a uno publicado por H.G. Wells sobre la Historia de la Humanidad, al cual, tanto Chesterton como Belloc, le criticaban que de sus cientos de páginas, las dedicadas a Jesús eran ínfimas. Algunos afirmaron que El hombre eterno fue su libro más trascendente a causa de su influencia en literatos como C.S. Lewis y Evelyn Waugh.

    Sus obras son frecuentemente editadas en otros idiomas. En la Argentina su pensamiento ha adquirido un auge todavía mayor desde finales del siglo XX, dadas las constantes reediciones y la aparición de obras desconocidas para el público de habla hispana: La Iglesia Católica y la conversión, De todo un poco, La Tierra de los Colores, La Nueva Jerusalén, Cien años después.

    Pórtico, Vórtice, Lumen y Ágape son algunas de las editoriales argentinas que realizan esta tarea.

    El Padre Brown

    En el primer relato (La Cruz Azul) del primer libro, Chesterton describe al Padre Brown visto desde los ojos del detective Valentine.

    El pequeño sacerdote era la esencia misma de aquellas llanuras Orientales; tenía una cara redonda y embotada co-mo un buñuelo de Norfolk; tenía unos ojos tan vacíos como el Mar del Norte, y llevaba varios paquetes de papel de es-traza que no conseguía mantener juntos.

    La Cruz Azul

    La popularidad a mayor escala la consiguió con una serie de relatos policíacos en los que un sacerdote católico, el Padre Brown, personaje de aspecto humilde, descuidado e inofensivo, acompañado siempre de un gigantesco paraguas, suele resolver los crímenes más enigmáticos, atroces e inexplicables gracias a su conocimiento de la naturaleza humana antes que por medio de piruetas lógicas o grandes deduccio-nes. La habilidad del autor consiste en sugerir que la explicación irracional es la única y la más racional, para después develar la sencilla respuesta al misterio.

    O dicho de modo diferente, en casos donde se invoca la presencia de lo sobrenatural y otros se convencen rápidamente de la obra de un milagro o de la intervención de Dios, el Padre Brown, a pesar de su devoción, es hábil para encontrar de inmediato la explicación más natural y perfectamente ordinaria a un problema en apariencia insoluble.

    Chesterton compuso alrededor de una cincuentena de relatos con este personaje publicados originalmente entre 1910 y 1935 en revistas británicas y estadounidenses. Luego se recopilaron en cinco libros (El candor del Padre Brown, La sagacidad del Padre Brown, La incredulidad del Padre Brown, El secreto del Padre Brown y El escándalo del padre Brown). Tres cuentos fueron publicados más tarde: La vampiresa del pueblo, El caso Donnington, descubierto en 1981, y La máscara de Midas, terminado poco antes de la muerte del autor y hallado en 1991. La traducción más reciente y completa de todos ellos es Los relatos del padre Brown (Acantilado), por Miguel Temprano García, en 2008.

    El personaje del Padre Brown fue llevado numerosas veces a la pantalla; entre las más sonadas, figuran las adaptaciones de Edward Sedgwick

    (1934), Robert Hamer (1954, con Alec Guinness en el papel principal) y la serie televisiva inglesa de 1974 protagoni-zada por Kenneth More.

    Su estilo

    Siempre se caracterizó por sus paradojas, el hecho de comenzar sus escritos con alguna afirmación que parece de lo más normal, y haciendo ver que las cosas no son lo que parecen, y que muchos dichos se dicen sin pensarlos a fondo, cabe destacar que siempre se apoyaba en la argumentación que en su denominación latina es llamada Reduc-tio ad absurdum:

    He aquí una frase que oí el otro día a una persona muy agradable e inteligente, y que cientos de veces he oído a cientos de personas. Una joven madre me dijo: «No quiero enseñarle ninguna religión a mi hijo. No quiero influir sobre él; quiero que la elija por sí mismo cuando sea mayor.» Ése es un ejemplo muy común de un argumento corriente, que frecuentemente se repite, y que, sin embargo, nunca se aplica verdaderamente.

    Charlas, II, Acerca de las nuevas ideas

    Su amistad con George Bernard Shaw lo llevó a mantener una larga correspondencia y a juntarse a tratar sobre los temas más diversos, al igual que debatir abiertamente en los periódicos de la época, así también hacia con otros personajes intelectuales como H.G. Wells. En 1928 Shaw se juntó con Chesterton y Hilaire Belloc para debatir en público en un auditorio, el título del debate era ¿Estamos de Acuerdo? Algo que todos sabían que su respuesta era… no. Luego de la introducción al debate por parte de Belloc, Shaw comienza su argumentación haciendo una comparación entre los escritos de ambos, en la cual se puede apreciar la descripción del estilo literario de las novelas detectivescas de Chesterton por parte de un escritor, ganador del Premio Nobel y de un Oscar al Mejor Guión Adaptado:

    "El Sr. Chesterton cuenta e imprime las más extravagantes mentiras. Toma sucesos ordinarios de la vida humana-del hombre común de la clase media- y les da un monstruoso, extraño y gigantesco contorno. Llena jardines suburba-nos con los homicidios más imposibles, y no sólo inventa los homicidios, sino que también triunfa en descubrir al homicida que nunca cometió los homicidios. Yo hago una cosa muy parecida.

    Yo promulgo mentiras en la forma de obras; pero mientras el Sr. Chesterton toma eventos que ustedes considerarían ordinarios y los hace gigantes y colosales para revelar su esencia milagrosa, yo estoy más inclinado a tomar estas cosas en sus completos lugares comunes, y entonces introducir entre ellos escandalosas ideas que escandalizan a los ordinarios espectadores (de la obra) y los envía preguntándose si acaso él había estado parado sobre su cabeza toda su vida, o si acaso yo estaba parado en la mía.

    ¿Estamos de Acuerdo?

    Su estilo, fundado en la paradoja y la parábola o relato simbólico, lo acerca según Jorge Luis Borges, un profundo admirador suyo, a uno de sus contemporáneos: Franz Kafka.

    Chesterton, en sus novelas del Padre Brown cuenta historias donde se esboza la idea de un hombre asesinado por sus sirvientes mecánicos (El hombre invisible); de un libro que produce la muerte de quien lo lea (El maligno influjo del libro); o de un extraño aristócrata que muere en su castillo donde lo acompa-

    ñaba un criado retardado, que es el úni-co que lo ha visto los últimos años y no quiere decir que ha sucedido con todo el oro que misteriosamente ha desaparecido sin dejar rastros, especialmente en imágenes religiosas que: no están simplemente sucias ni han sido rasguñadas o rayadas por ocio infantil o por celo protestante, sino que han sido estro-peadas muy cuidadosamente y de un modo muy sospechoso. Donde quiera que aparecía en las antiguas miniaturas el antiguo nombre de Dios, ha sido ras-pado laboriosamente. Y sólo otra cosa ha sido raspada: el halo en torno a la cabeza del niño Jesús... u otras donde una muchacha rica aparece muerta al caer por el hueco de un ascensor y lo que parece un simple accidente deja de serlo al aparecer una extraña nueva secta de la cual ella formaba parte y que adora al sol (El ojo de Apolo). En otra, un héroe histórico es mostrado bajo un perfil extraño y aterrador al descubrir el padre Brown la verdad oculta tras el mito (La muestra de la espada rota).

    Otra de las más notables antologías del autor es El hombre que sabía demasiado, donde el investigador Horne Fis-her resuelve crímenes, más por su profundo conocimiento de las intimidades de los involucrados en cada caso que por sus conocimientos acerca de todas las ramas del saber humano.

    Influencias

    El hombre eterno contribuyó a que C. S. Lewis se convirtiera al cristianismo.

    En una carta a Sheldon Vanauken (14 de diciembre de 1950) Lewis llama al libro el mejor y más popular libro sobre apologética que conozco y a Rhonda Bodle escribió (31 de diciembre de 1947) "La mejor y más popular defensa de la posición del Cristianismo que conozco es El hombre eterno de G.K.

    Chesterton El libro también fue citado en la lista de los 10 libros que formaron mi vocación y mi actitud hacia la filosofía

    La biografía de Charles Dickens tuvo una gran influencia en el renacimiento de la popularidad de las obras de Dickens al igual que una seria reconsideración de sus obras por los estudiosos.

    Considerada por T.S. Eliot, Peter Ac-kroyd, y otros, el mejor libro escrito sobre Dickens

    La novela The Napoleón of Notting Hill era una de las favoritas de Michael Collins quien luego seria uno de los lí-

    deres del movimiento independentista de Irlanda.

    El libro Ortodoxia de Chesterton es considerado por muchos como un clási-co de la literatura religiosa. Philip Yan-cey dijo que si a él lo mandaran a una isla desierta … y eligiera solo un libro aparte de la Biblia, yo podría muy bien elegir la propia travesía espiritual de Chesteton, Ortodoxia

    El escritor Neil Gaiman ha declarado que The Napoleon of Notting Hill tuvo una gran influencia en su libro Neverw-here. Gaiman también baso a su peso-naje Gilbert, de su historieta The Sand-man, en Chesterton, e incluyo una cita de The Man who was October, un libro que Chesterton escribió solamente en sus sueños, al final de Season of Mists. La novela de Gaiman Good Omens, escrita junto a Terry Pratchett está dedicada a "la memoria de G.K.

    Chesterton: Un hombre que sabía lo que estaba sucediendo."

    Su apariencia física y, aparentemente, algunas de sus formas de actuar, fueron la inspiración directa para el personaje del Dr. Gideon Fell, un conocido detective creado a principios de los años 1930 por el escritor de misterios anglostadounidense John Dickson Carr.

    Las obras de Chesterton han inspirado a artistas como Daniel Amos y Terry Scott Taylor de 1970s hasta 2000. Daniel Amos mencionó a Chesterton por su nombre en la canción del 2001 titulada Mr. Buechner's Dream.

    Algunos conservadores han sido in-fluenciados por su apoyo al distributismo

    La Inocencia del Padre Brown es citada por Guillermo Martínez como una de sus inspiradoras para su novela Crímenes imperceptibles. Martínez explícitamente cita a Chesterton en el Capítulo 25 de su novela.

    Las obras de Chesterton han sido elogiadas por

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