En días de gran paz: Por la senda de Sri Ramana Maharshi
Por Mouni Sadhu
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Se vuelven tan superficiales como el complicado traje occidental, con su collaríny corbata, en el despiadado calor de esta parte de la India.(...). Mouni Sadhu, nacido en 1897 en Varsovia, era el seudónimo de Mieczyslaw Demetriusz Sudowski y poco sabemos de los primeros años de su vida.
Mecánico eléctrico de profesión, entre 1939 y 1945 fue prisionero de guerra en Rusia y en Alemania. Tras ser liberado en 1945, sirvió un año en el ejército norteamericano en Francia. Posteriormente vivió dos años en Brasil, antes de emigrar a Australia. En 1949 pasó cinco meses en la India, los cuales cambiaron su vida para siempre.
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En días de gran paz - Mouni Sadhu
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Título original: In Days of Great Peace
Traducido del inglés por Manuel Algora Corbi
Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.
Composición ePub por Editorial Sirio S.A.
© de la edición original
George Allen & Unwin
© de la presente edición
EDITORIAL SIRIO, S.A.
www.editorialsirio.com
E-Mail: [email protected]
I.S.B.N.: 978-84-7808-9277
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra».
Contenido
Prólogo
De la introducción a la primera edición inglesa
«La asociación con los Sabios...»
El primer encuentro
La vida en el Ashram de Maharshi
Lágrimas
«La gloria del Señor se manifiesta en sus Santos»
El hombre Sri Ramana Maharshi
Un deseo cumplido
Amor
Mi sendero hacia Maharshi
«Igual que al mezclarla con agua...»
Dentro del Ashram
Enseñanzas de Maharshi
El Sendero Directo
La técnica del Vichara
«Marta, Marta eres cuidadosa...»
Las últimas fotografías del Maestro
Una operación más
Visitando cuevas
Arunachala de día
«La corriente del yo»
La tumba del Santo musulmán
En el Ashrama de Sri Aurobindo
El Darchanz recomendado
Iniciaciones
Una ejecución musical en el salón del templo
Aparte de la mente
Hojas descarriadas
Los ojos de Maharshi
«Asperges me hyssopo»
Arunachala de noche
Dios
Algunos recuerdos
El poder que hay en nosotros
Correspondencia
Verso 409
Verso 255
Verso 256
Verso 527
Verso 258
Verso 260
Verso 261
Verso 263
Verso 264
¿Qué clase de actitud es la adecuada en presencia del Maestro?
El Ser y el mundo visible
Sociedades iniciáticas
Obstáculos a la verdadera realización del Ser
Oración
La gracia del Maestro
Entrega
Amor
El Maestro
Control de la mente
Samadhi
Tú y yo
Réquiem
Los últimos días
Mi nueva concepción de la vida
«Buscad primero el Reino de Dios...»
Qué es la meditación
Técnicas de meditación
La partida
Despedida
Colombo
En el océano
La luz está brillando
Samadhi
El último mensaje
Epílogo
Apéndice Materia para la meditación
Prólogo
Si la Verdad Suprema se desconoce,
el estudio de las Escrituras es estéril;
y cuando se comprende la Verdad Suprema,
el estudio de las Escrituras se vuelve inútil.
DE SRI SANKARACHARYA
La mayoría de las personas de este mundo no tiene fe en los valores espirituales. Para ellas la mente humana lo es todo, y esto las conduce a una gran variedad de reflexiones y especulaciones. Algunas de ellas se declaran escépticas, otras agnósticas, y aun otras se vanaglorian de ser materialistas puras. La Verdad es velada por nuestra propia ignorancia. No llevamos lo suficientemente lejos nuestra búsqueda de ella.
Como hemos ejercitado nuestro intelecto hasta un cierto límite, creemos que no hay esperanza de posteriores descubrimientos o investigaciones. Esta actitud de la mente es el resultado del estudio de los sistemas filosóficos occidentales; ella es, desde el punto de vista oriental, estéril e incapaz de conducirnos a lugar alguno más allá de especulaciones y conjeturas sobre la verdad.
En cambio, la filosofía oriental, y más especialmente el sistema de pensamiento hindú, le proporciona alguna esperanza «genuina» al aspirante sincero, en su sendero de búsqueda de la Verdad. Casi todos los antiguos pensadores, santos y sabios han señalado un infalible sendero práctico; siguiéndolo uno puede liberarse de todas las dudas e incertidumbres, y comprender el significado y el propósito de la vida. Su método de abordar la Verdad es bien científico. No dogmatizan ni juegan con la credulidad de nuestra fe. Simplemente nos señalan un sendero, y establecen ciertas condiciones definidas para alcanzarlo.
El éxito final en este sendero depende enteramente del propio esfuerzo del aspirante y de su investigación sobre sí mismo. La primera y más obvia condición es un sincero deseo, una insaciable sed por beber el agua de la vida. En respuesta a una pregunta sobre cuáles son las cualidades imprescindibles para un discípulo, Sri Ramana Maharshi afirmó una vez:
Debería tener un ansia inmensa e incesante de liberarse de las miserias de la vida y de alcanzar la Dicha suprema y espiritual. No debería tener el menor deseo de ninguna otra cosa.
La segunda es un esfuerzo incesante, con una cuidadosa y estrecha observación de las reglas de conducta, así como el cultivo de las virtudes de desapasionamiento y discriminación. La tercera es la búsqueda de un Sad Guru, un instructor genuino que pueda guiar correctamente y con éxito al aspirante hacia la meta de destino.
Puede añadirse que las antiguas escrituras hindúes y los Upanishads nos han dado ya directrices necesarias en cuanto al sendero y sus consecuciones. La Verdad que puede encontrarse con este método científico definido es eterna, como fue reconocido por los antiguos sabios, y es confirmado de tiempo en tiempo por testigos vivientes de ella.
Son estos sabios quienes nos han enseñado la razonable suposición y la lógica conclusión de que sólo un instructor viviente puede enseñarnos la Verdad upanishádica, y no los Upanishads mismos, porque ellos únicamente son palabras y poco más, mientras que un maestro vivo es una encarnación de la Verdad que buscamos.
Mouni Sadhu, autor del libro En días de gran paz, publicado en otras ediciones con el título A la senda de Sri Ramana Maharshi, parece haber cumplido todas estas condiciones tanto como es humanamente posible. Como buscador sincero que es, siguió diversos métodos para la realización de Dios, enseñados por distintas escuelas de yoga, ocultismo y misticismo, y finalmente llegó a su Maestro y Gurú supremo, Bhagavan Sri Ramana Maharshi, quien, al hallarlo bien equipado con las necesarias cualificaciones anteriormente enumeradas, le otorgó su Gracia, erradicó su sentido del ego (como lo refiere el autor mismo), y finalmente lo ayudó y guió para descubrir su propio Ser eterno y siempre presente.
Desde nuestro punto de vista hay dos clases de fe racional en la realidad de la vida espiritual:
Una fe indirecta, que hemos de tener a partir de las experiencias y veredictos de aquellos intrépidos buscadores de la Verdad que tuvieron el coraje, la obstinación y la férrea fuerza de voluntad necesarios para abrirse esforzado camino a través del espinoso sendero de la autorrealización, y cuyas palabras, de acuerdo con sus antecedentes e integridad personal, han de ser fiables.
Una fe extraída de la experiencia directa; algo que nadie podría posiblemente dudar o negar.
El libro de Mouni Sadhu sirve como preciosa evidencia de una fe indirecta que nosotros hemos de investigar y confirmar escrupulosa y correctamente por nosotros mismos. El autor, cuidadoso y puntilloso, ha confiado a la escritura sus inexpresables experiencias internas tan fiel, exacta y humanamente como le ha sido posible. A nosotros nos corresponde ahora hacer uso de ello, hasta el límite que seamos capaces.
Movido por el sentimiento del servicio altruista y por su deseo de compartir con otros sus experiencias y convicciones, resultantes de su conocimiento directo, ha dado cuerpo a sus pensamientos y sentimientos bajo la forma de este fascinante libro, a la vez inspirador y altamente instructivo. Los lectores sinceros hallarán en su estudio no sólo la evidencia de uno que ha cruzado la orilla del ilusorio Samsara, sino también suficiente alimento para el pensamiento y la inspiración.
Dr. M. Hafiz Syed,
junio de 1953
De la introducción a
la primera edición inglesa
«No hay palabras humanas que puedan expresar aquello que llamamos la Verdad, Espíritu o Dios. No obstante, aquellos que han recorrido el sendero de la búsqueda antes que nosotros han dejado algunas huellas de sus experiencias en las escrituras sagradas de todas las religiones del mundo. Hallamos en ellas palabras de tal poder y belleza que cualquier intento de buscar mejores formas para Aquello que carece de forma resulta vano y fútil. Las palabras de los grandes Instructores y Guías de la humanidad son corrientes de poder y luz. No resulta sorprendente, por tanto, que cualquiera que se encuentre en presencia de uno de ellos entre inconscientemente, por así decirlo, en esta corriente.»
«No he tratado de tomar al dictado ninguna de las enseñanzas
de Maharshi, puesto que pueden encontrarse en varios libros. Mi propósito es referir lo que estos últimos no contienen, es decir, las experiencias reales de un hombre corriente, que quiso saber por sí mismo lo que significa la presencia de un gran sabio, y cuál es su influencia. He leído tantísimas descripciones por parte de pupilos que eran hábiles en clasificar las cualidades y enseñanzas de sus maestros que debería haber sabido ya, al menos en teoría, lo que cabe esperar en presencia de uno de ellos. Pero todas las teorías, todo conocimiento adquirido, caen como polvo cuando uno se encuentra cara a cara con un hombre perfecto. Se vuelven tan superficiales como el complicado traje occidental, con su collarín y corbata, en el despiadado calor de esta parte de la India.»
Mouni Sadhu
1
«La asociación
con los Sabios...»
La asociación con los Sabios que han realizado la Verdad elimina los apegos materiales; al eliminarse estos apegos, se destruyen los apegos de la mente. Aquellos para quienes los apegos de la mente son así destruidos devienen uno con Aquello que es (siempre) inmóvil. Alcanzan la Liberación mientras aún están vivos. Estima (por lo tanto) la asociación con tales Sabios.
De La Verdad revelada de Maharsi
Otra versión:
La asociación con los Sabios que han realizado la Verdad corta con los apegos materiales; al deshacerse éstos, las predisposiciones mentales (debidas al Karma pasado y al engaño presente) se disipan. La paz en la que permanecen los desapegados es Aquello que es siempre inmóvil e inmutable, es la Liberación aquí y ahora. Busca por lo tanto la asociación con tales Seres liberados.
Ramana Maharshi abandonó este mundo seis meses después de marchar yo de la India. Éstas fueron casi sus últimas palabras:
Dicen que estoy muriéndome. Pero estaré aquí más vivo que nunca. ¿Adónde más podría ir?
Varios de sus discípulos, residentes a miles de kilómetros del Ashram, supieron de su muerte el mismo día en que ocurrió. Comparando la hora del óbito con el momento en que esta noticia les fue comunicada místicamente, se diría que fue «radiada» varias horas antes de que el cuerpo de Maharshi lanzara su último suspiro.
Las cartas tardaron una semana o más en llegar desde la India y otras partes, y mostraron que ningún verdadero discípulo del Maestro experimentó pesar o desesperación alguna. La misma atmósfera espiritual de una lúcida onda de paz y luz se sintió en todos los corazones de los pupilos, tanto en el Ashram del Santo como lejos de él.
El mundo, con sus fenómenos físicos, es para nuestro Ser Real como un sueño para el hombre despierto, o como una sombra. ¿Le importan a éste los pasajeros sueños de la última noche o la sombra arrojada por su cuerpo?
De los Dichos de Maharshi
Ninguna de las Religiones del mundo ha conseguido espiritualizar y dar felicidad a la Humanidad. Sin embargo, cada una de ellas ha dado la Liberación (la Salvación, en lenguaje corriente) a muchos individuos.
De los dichos del famoso filósofo indio Sri Aurobindo
El poder espiritual de todo santo y sabio es sentido por sus contemporáneos de modo sumamente vívido y directo. Con el paso del tiempo lo que era una revelación se convierte tan sólo en un dogma muerto. Y cuando la gente canoniza al santo y le construye templos, lo encierran en sus estrechas paredes, en las cuales su espíritu es sofocado y deja de ser una fuerza vivificante e inspiradora. Los seguidores de sucesivas generaciones disputan acerca de todas y cada una de las palabras atribuidas al maestro. Compiten por «la autenticidad de los textos». Hacen de todo menos lo único importante enseñado por aquel gran ser, a saber: «Volverse semejantes a Él».
Mas no todas las semillas caen sobre piedra. Algunas dan una rica cosecha. En ello reside la esperanza para el futuro de la humanidad errante. Vidas de hombres como Maharshi son la prueba misma de esta verdad. Son como meteoros que en su curso alumbran la más oscura noche.
Aquellos capaces de percibir el sendero en este relámpago de luz sabrán de ahora en adelante adónde conduce.
2
El primer encuentro
Cuando llegué a la morada de Maharshi, llamada Ramanashram, y salté del carruaje de dos ruedas justo enfrente del templo, a pesar de la tardía hora, pero de acuerdo con la costumbre del lugar, fui llevado directamente a la presencia del Sabio.
Estaba sentado en un amplio salón, cercano a una de sus paredes, aparentemente terminando su comida. Había un cierto número de personas, todos hindúes, sentados en hileras sobre el suelo entre los pilares. Me condujeron hasta unos tres o cuatro metros de Maharshi, y mi acompañante le dijo unas pocas palabras de las cuales el nombre del país del que yo venía fue la única que le entendí. El Santo levantó la cabeza, me miró e hizo un gesto con la mano como invitándome a acercarme un poco más. Me impresionó la suavidad y serenidad de este movimiento, tan simple y digno que inmediatamente sentí que me encontraba frente a un gran hombre. Su actitud era tan natural que, a pesar de ser recién llegado, no sentí ninguna perplejidad o timidez. Toda mi facultad crítica de pensamiento y mi curiosidad se desvanecieron. Así que fui incapaz de hacer observaciones o comparaciones, aunque subconscientemente pude haber tenido esta intención cuando previamente imaginaba este primer encuentro. La imagen del Sabio se grabó desde este mismísimo primer momento con viveza en mi mente, sin calificativos, como una imagen arrojada sobre una placa fotosensible. Pero, puesto que no puede transmitirse nada sin palabras, trataré de describir su apariencia. Maharshi, tal como lo vi, era un anciano delgado, de cabellos blancos y muy afable; su piel tenía el color del marfil viejo; sus movimientos eran sueltos, calmos y suaves; su rostro respiraba un estado natural de concentración interna sin el más ligero esfuerzo de voluntad. ¿Podría decirse que había alcanzado esa etapa en que la fuerza de voluntad ya no necesita usarse para superar cualquier obstáculo, o para conseguir cualquier propósito, y ello por la simple razón de que ya se ha logrado todo?
Fue la primera manifestación de la radiación invisible de la que fui testigo cada día durante los meses subsiguientes. Incluso ahora cuando escribo estas líneas, me pregunto cómo es que nunca he olvidado siquiera el más pequeño detalle concerniente a Maharshi; puedo evocarlo en mi cerebro como una imagen sobre una oculta placa sensible de cuya existencia no me he percatado.
Se sirvió una modesta cena india: un poco de arroz, verduras y fruta sobre una hoja de plátano. Cuando terminé, Maharshi se había ido. Tan pronto como me encontré en la pequeña choza de una sola habitación preparada para mí en el Ashram, me dormí inmediatamente, cansadísimo tras un día entero de viaje.
3
La vida en el
Ashram de Maharshi
El siguiente día lo ocupé en familiarizarme con la rutina del Ashram: las horas de meditación en presencia del Sabio, la hora de las comidas en el comedor y demás.
Tenía que proteger algunos alimentos que había traído conmigo contra las hormigas. Pronto se abrieron camino hacia mi azúcar y mis galletas, y se reunieron alrededor de mis vasijas de miel, aunque estaban herméticamente selladas. Tuve que arreglármelas también para traer agua potable del grifo cercano.
El simple modo de vida del Ashram ayuda a concentrarse y a sumergirse profundamente en uno mismo; la propia atmósfera, cargada con los pensamientos de tantísima gente en búsqueda de su Ser real, de acuerdo con las enseñanzas del Maestro, dirige la mente hacia dentro y es favorable a la introspección. La invisible pero poderosa influencia de la sagrada montaña de Arunachala también desempeña su papel a la hora de crear esta peculiar atmósfera, pero de ello hablaré más tarde.
A las siete de la mañana el fuerte sonido de un gong nos llamó al desayuno. Cuando llegué al comedor, Maharshi estaba justo subiendo los pocos escalones que conducían a éste. Iba acompañado por varios hindúes, sus ayudantes permanentes. Aquí, a plena luz del día, advertí por primera vez que el estado físico de Maharshi era realmente precario. Caminaba con dificultad, pues sus articulaciones y rodillas estaban afectadas de reumatismo agudo. Su brazo y su hombro izquierdos se encontraban vendados a causa de un tumor maligno, que había comenzado su crecimiento unos seis meses antes, y que, a pesar de las operaciones, había continuado extendiendo su devastador trabajo, lo que causaría la muerte de Maharshi un año más tarde. A veces su cabeza se agitaba ligeramente y esto aumentaba la impresión de un serio estado enfermizo; la complexión entera, antaño alta y poderosa, era ahora encorvada y débil.
Tras alcanzar el vestíbulo, Maharshi ocupó su lugar cerca de la pared, en el lado opuesto a la entrada. Se sentó solo, mientras que frente a él hojas de llantén fueron esparcidas por el suelo para el resto de los residentes. Yo ocupé un lugar a su derecha, alejado unos tres metros, lugar que continuó siendo mío durante todo el período de mi estancia.
El Sabio comió con la mano de acuerdo con la costumbre india general. Sus movimientos parecían ser automáticos. Vi que se daba cuenta de lo que le rodeaba y que reaccionaba de un modo normal a todos los fenómenos del mundo exterior, pero yo estaba seguro de que su Ser real no tenía nada que ver con las funciones y acciones de su vehículo visible. Después de algún tiempo comprendí que, según sus propias enseñanzas, este plano físico de existencia era como un sueño para él. También comprendí que a no ser que fuera capaz de realizar por mí mismo este estado en lo que respecta al mundo exterior, nunca podría conocer la realidad.
Captar esta Verdad es nuestro primer paso real hacia la liberación de los grilletes de la mente. Durante toda nuestra vida la mente crea constantemente motivos para tener pensamientos carentes de propósito. Uno de los discípulos europeos del Sabio