Los sistemas educativos: Perspectiva histórica, cultural y sociológica
Por Daniel Tröhler y Ragnhild Barbu
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Estas afiliaciones institucionales aportan a la investigación educativa un carácter específico centrado con frecuencia en nociones como excelencia, eficiencia o estándares. El carácter comparativo específico de esta agenda de investigación orientada hacia la política ha generado el desarrollo de técnicas de investigación, como las estadísticas de carácter comparativo, y las pertinentes subdisciplinas, como la psicología cognitiva. Respaldada por poderosas instituciones de carácter global, supuestamente esta agenda se presenta como única y, de hecho, a menudo ha ignorado la complejidad cultural del campo educativo y de aquellos enfoques de investigación que confrontan esta complejidad.
Este volumen incluye estudios pensados con diferentes enfoques históricos, culturales y sociológicos sobre los sistemas educativos y cuestiona cómo la investigación acerca de los mismos puede entenderse más allá de los parámetros de la agenda de investigación actualmente existente. Los estudios aquí contenidos demuestran cómo los problemas pertinentes de investigación sobre los sistemas educativos solo pueden abordarse tomando un enfoque internacional e interdisciplinario con respecto tanto a las cuestiones de investigación como a los métodos concernientes con el estudio de los sistemas educativos.
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Los sistemas educativos - Daniel Tröhler
Daniel Tröhler y Ragnhild Barbu (comps.)
Los sistemas educativos:
perspectiva histórica, cultural y sociológica
Colección Educación Comparada e Internacional, n.º 4
Colección dirigida por Miguel A. Pereyra (Universidad de Granada)
Título: Los sistemas educativos: perspectiva histórica, cultural y sociológica
Título original: Education Systems in Historical, Cultural, and Sociologival Perspectives
Primera edición en papel: noviembre de 2012
Primera edición: diciembre de 2013
© Daniel Tröhler y Ragnhild Barbu (eds.)
© Traducción del inglés de Roc Filella
© De esta edición:
Ediciones Octaedro, S.L.
C/ Bailén, 5 – 08010 Barcelona
Tel.: 93 246 40 02 – Fax: 93 231 18 68
www.octaedro.com – [email protected]
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ISBN: 978-84-9921-463-4
Diseño y realización: Editorial Octaedro
Digitalización: Editorial Octaedro
Introducción
Daniel Tröhler, Ragnhild Barbu
Durante casi medio siglo, la investigación sobre los sistemas educativos ha ido ganando popularidad. Una popularidad, sin embargo, que durante mucho tiempo estuvo circunscrita sobre todo a los responsables políticos y planificadores educativos internacionales, muchas veces respaldados por organizaciones como la UNESCO, el Banco Mundial o la OCDE, pero también por organizaciones gubernamentales (por ejemplo, el Departamento de Educación de Estados Unidos) o paragubernamentales de los diferentes países (por ejemplo, el Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, de Alemania).
Estas vinculaciones institucionales dieron a la investigación educativa un carácter específico que a menudo gira en torno a ideas como la excelencia, la eficiencia o los niveles. El carácter comparativo particular de esta agenda de estudios impulsados por la política dio lugar al desarrollo de adecuadas técnicas de investigación, como la estadística comparada, y pertinentes subdisciplinas, como la psicología cognitiva. El interés global que alienta tales empeños de estudio ha creado un campo relativamente nuevo para los profesionales de la educación, los psicólogos y los economistas en el punto en que convergen las políticas y los sistemas educativos y habitan los grupos de interés ajenos a la universidad. Y las cátedras de educación dedicadas al análisis político —más comunes en Estados Unidos y Canadá que en Europa— comparten los principios de la agenda establecida. Una agenda que, respaldada por poderosas instituciones globales y selectas cátedras de educación, se postuló casi como exclusiva, y tendió a ignorar la complejidad cultural del campo educativo y aquellos sistemas de investigación que se ocupan de esta complejidad.
Sin embargo, las investigaciones ajenas a esta agenda de inspiración política han sido más bien vacilantes a la hora de aceptar enfoques y cuestiones de formato más amplio sobre cómo actúan los sistemas educativos, cómo les influyen las políticas nacionales e internacionales y la política educativa local, cómo ellos mismos influyen en todas ellas, y cómo pueden reaccionar para adaptarse al cambio. Fue en el contexto de la sociología y la educación comparadas donde se plantearon por primera vez, en la década de 1970, algunos aspectos de estos temas. Sin embargo, no se han debatido a gran escala las cuestiones relativas a cómo se pueden abordar los sistemas de investigación educativa más allá de los parámetros de la agenda de investigación existente. Este desiderátum fue la razón de que se decidiera dedicar la primera ronda de conferencias de la serie «El futuro de la investigación educativa» programadas por la Universidad de Luxemburgo para 2010-2013 al tema de cómo se pueden investigar los sistemas educativos en el contexto de una agenda académica de base política.
El nuevo enfoque de la investigación plantea problemas que solo se pueden abordar asumiendo un planteamiento internacional e interdisciplinar. En este sentido, pues, tuvimos el privilegio de invitar a destacados estudiosos internacionales de diferentes disciplinas académicas a que expusieran sus ideas sobre preguntas y métodos de investigación en torno a los sistemas educativos. Dado el carácter de vanguardia de estos estudios, la invitación fue muy abierta. Al finalizar la serie de conferencias, los compiladores de este volumen agrupamos las aportaciones individuales en parejas. Se podía haber hecho de otro modo, sin duda, pero pensamos que este orden de exposición también servirá para abrir un debate internacional.
Los dos primeros capítulos de este volumen tratan de los sistemas metodológicos de la investigación educativa. El capítulo de Fritz Osterwalder sobre «Programas educativos, reformas educativas y la longue durée en la historiografía de la educación» muestra que las instituciones educativas se caracterizan por una fuerte invariancia y un alto grado de complejidad. Desde la perspectiva de la longue durée, Osterwalder analiza los debates sobre política educativa durante la Revolución francesa, en comparación con los planteados sobre las reformas educativas en Suiza a finales del siglo xx. Basándose en el análisis histórico, el autor concluye que la política educativa actual debiera plantear una duración mucho más extensa de la que se suele considerar para los procesos de reforma. El enfoque histórico de Osterwalder se complementa con el segundo capítulo metodológico de este volumen. En «Mayor aproximación al héroe, el bárbaro y el extraño», Robert Cowen critica con dureza la agenda de trabajo tradicional de la educación comparada, que ha primado la busca de soluciones a los apremiantes problemas de política educativa que se les plantean a los gobiernos. Cowen sostiene que una educación comparada académica y basada en la universidad puede usar «ideas-elemento» para entender las formas cambiantes de la «educación» y la transferencia internacional de esta. Concluye el autor señalando que el nuevo pensamiento de cambiar las ideas del «héroe, el bárbaro y el extraño» presentes en los sistemas educativos sería un reto considerable e intelectualmente liberador.
Los dos capítulos siguientes de este volumen se ocupan de las reformas en la gobernanza de la educación, del paso de la dirección del input (o aportación) a la dirección del output (o rendimiento). En el capítulo «La nueva gobernanza de la educación. Posibilidades de reforma y riesgos de fracaso», Helmut Fend analiza comparativamente los procesos de reforma iniciados en Alemania, Austria y Suiza a raíz del informe PISA (Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes). El rediseño del sistema educativo alemán se suele narrar como una historia de éxito. La observación crítica de las experiencias de Estados Unidos demuestra que las pruebas determinantes (high-stakes) no tuvieron los efectos esperados. Fend subraya la importancia de reconocer la funcionalidad determinada por la cultura del sistema educativo para establecer y analizar los límites y las oportunidades de las reformas educativas. En «El lenguaje global sobre política educativa y perspectivas de la investigación educativa», Daniel Tröhler se centra en primer lugar en la campaña anticomunista durante la guerra fría, y desvela su inherente carácter educativo y su ideología tecnócrata en lo que a la escuela se refiere. Una ideología que, con el tiempo, se ha hecho global; cambia el carácter de input tradicional de la política educativa a una dirección del output como consecuencia del éxito de la idea de gobernanza fallida en Estados Unidos. El análisis de Tröhler aboga por la internacionalización de las ciencias de la educación, manifiestamente forzadas en exceso y muchas veces con sesgos nacionales.
El siguiente par de capítulos trata de los «éxitos» de la educación y las reformas educativas desde una perspectiva histórica. El capítulo de David F. Labaree «La escuela como respuesta a los problemas sociales» expone una de las historias, por lo general escasas, de éxito de las escuelas: el establecimiento del sistema americano de escuela común a principios del siglo xix. El objetivo era nada menos que crear en Estados Unidos un nuevo orden social como respuesta a la crisis política, moral y social. Pero, según Labaree, este temprano éxito marca, al mismo tiempo, el final de las historias de éxito, porque todos los proyectos posteriores que los sistemas escolares han puesto en marcha han fracasado. En contraste con la historia de éxito que expone Labaree, en el capítulo «La historia de la enseñanza superior», Anne Rohstock explica cómo las universidades se enfrentan con denuedo a los procesos de armonización y se siguen oponiendo a los de reforma. La autora traza la historia de las razones y las circunstancias del fracaso de la mayoría de los programas de reforma en Europa, en especial en los pasados años sesenta y setenta, y demuestra que el «proceso de Bolonia» y los debates que se han abierto en torno a él solo se pueden entender en un contexto histórico. En consecuencia, la autora formula una propuesta para el desarrollo de una «historia de la enseñanza superior».
Las dos siguientes contribuciones utilizan un enfoque aplicado, una para ocuparse del discurso, y la otra de las modalidades de la web 2.0 como sistemas que ayuden a analizar los sistemas educativos. En «Pasado y futuro de la investigación educativa sobre las desigualdades», Inés Dussel explica que las políticas educativas se deben examinar con los criterios de las pedagogías y las imaginerías concretas a nivel de escuela. Algunas ramas de la investigación educativa han tendido a considerar las políticas y los centros educativos como dos niveles distintos, en cambio, Dussel se propone destacar sus interconexiones. Con el estudio de esfuerzos recientes e importantes por combatir las desigualdades en la educación, en particular en el nivel de secundaria, Dussel muestra que los esfuerzos han ido acompañados de nuevos discursos pedagógicos que reconfiguran lo que se entiende por conocimientos escolares y cuáles sean las funciones de la escuela. En el capítulo «La web 2.0 y el futuro de la investigación educativa», Lynn Fendler analiza los estudios sobre las tecnologías de la web 2.0 y muestra que la investigación educativa tiende a ver los avances tecnológicos a través de un cristal de color rosa y con aspiraciones utópicas. La investigación educativa no ha adoptado aún una postura analítica crítica ante la tecnología, pese al hecho de que la web 2.0 ha transformado el paisaje de la tecnología de la información en los sistemas educativos. Fendler insiste en que una perspectiva más crítica sobre la tecnología educativa plantearía nuevas preguntas para la epistemología, la pedagogía, la comunicación y las relaciones de poder en la educación.
El último par de capítulos refleja las perspectivas futuras de las sociedades impulsadas por el conocimiento. En «Educación, cognoscibilidad y mercado laboral», Nico Stehr hace referencia a la llamada «paradoja de la productividad», objeto de amplio debate entre los economistas. Una de las razones más importantes de la paradoja de la productividad tal vez se pueda encontrar en la transformación de la economía moderna en una economía intensiva de conocimiento y la consiguiente transformación del mercado laboral y el mundo del trabajo. Stehr analiza la hipótesis de que la paradoja de la productividad esté relacionada con el aumento de la cantidad de trabajadores basados en el conocimiento en la economía moderna, y las expectativas que estos estratos generan en el mundo del trabajo, subrayando más aún la importancia de la oferta, más que de la demanda, de destrezas y capacidades cognitivas específicas. Por último en «El pasado como futuro de las ciencias sociales y de la educación», Thomas Popkewitz define las ciencias sociales como un sistema de investigación que planifica y diseña al niño, a la familia y a la comunidad. Este sistema de investigación no es ni empírico ni práctico. Al contrario, se apunta a relatos utópicos en nombre de la democracia, el bien común y la nación. Las prácticas de la ciencia no son meras descripciones del mundo, sino intervenciones que modifican ese mundo. El capítulo de Popkewtiz apunta a una estrategia alternativa, en concreto, a una historia del presente que nos lleve a atender a las condiciones históricas que hicieron posibles los proyectos de ciencia social para planificar y diseñar a las personas de acuerdo con enfoques ortodoxos de la investigación educativa.
Damos las gracias a todos los colegas de Estados Unidos, Argentina, Inglaterra, Alemania, Suiza y Luxemburgo por su participación en este debate. Esperamos que este volumen consiga demostrar que este tema de investigación no es uno más de entre muchos, sino que su realidad afecta a las propias condiciones en que trabajamos. En este sentido, es un campo de estudio del máximo interés.
Daniel Tröhler
Director de Lenguas, Cultura, Medios de Comunicación e Identidades (LCMI), Unidad de Investigación y Estudios Socioculturales sobre Aprendizaje y Desarrollo.
Universidad de Luxemburgo
Ragnild Barbu
Lenguas, Cultura, Medios de Comunicación e Identidades (LCMI), Unidad de Investigación y Estudios Socioculturales sobre Aprendizaje y Desarrollo.
Universidad de Luxemburgo
I. Métodos
1. Programas educativos, reformas educativas y la longue durée en la historiografía de la educación
Fritz Osterwalder
Para recibir una impresión clara y definida de una manifestación, el observador debe realizar ciertas acciones. En primer lugar, ha de subir al tejado de alguna casa para conseguir una imagen a vista de pájaro de la manifestación en su conjunto y evaluar su dimensión; a continuación, ha de bajar y observar por la ventana del primer piso las pancartas que llevan los manifestantes; y por último, tiene que mezclarse con la multitud para hacerse una idea del aspecto exterior de los participantes (Pudovkin, 1926. Citado en Kracauer, 1969/1995, pág. 122).
Con estas palabras, Vsevolod Pudovkin (1893-1953) explica su concepto de perspectivas cambiantes. Director y actor de cine soviético, Pudovkin se hizo famoso en 1926 con su película La madre y su innovador montaje. Siegfried Kracauer (1889-1966), historiador de la cultura y el cine, utilizó la cita de Pudovkin en su tratado sobre la historiografía, publicado póstumamente, como metáfora de la estructuración del universo en esta. «Lo grande solo se puede plasmar adecuadamente mediante un movimiento constante del todo al detalle, parar regresar de nuevo al todo, etc.» (Kracauer, 1969/1995, pág. 122).
Para Kracauer (1969/1995), el mismo cambio de perspectiva respecto al espacio vale para el tratamiento que el historiógrafo hace del tiempo. La historiografía de los períodos, épocas y sucesos cerrados que constituyen unidades espacio-temporales se debe contrastar con la «larga duración» de la historia en el tiempo cronológico irreversible. Solo así se pueden hacer visibles ciertas relaciones de un período determinado. Y solo así se puede desvelar en qué medida las conexiones surgen por azar (pág. 179).
Kracauer desarrolló su teoría cinematográfica de la historia en 1958. En esa misma época, Braudel publicó un artículo titulado «La longue durée» («La historia y las ciencias sociales: la larga duración»), en que exponía la importancia de los tres niveles del tiempo historiográfico: el tiempo lento de los cambios socioculturales, o longue durée; las tendencias a medio plazo que definen un determinado período de la historia, la époque; y los sucesos del día a corto plazo que determinan el curso de los asuntos actuales (Braudel, 1958).
Desde entonces, el avance de la historiografía ha sido fructífero. Relaciona la macroperspectiva con la microperspectiva y también los períodos espaciotemporales con el tiempo cronológico (Vovelle, 2006). Pero en la historia de la educación las cosas son distintas. Los períodos separados y cerrados siguen siendo la perspectiva principal y prácticamente exclusiva. Lo explicaré, en el primer apartado de este capítulo, con dos ejemplos muy alejados entre sí: la historia de las ideas educativas de la Revolución francesa, y la expansión de la educación en Suiza en tiempos recientes. En el segundo y tercer apartados, relacionaré estos ejemplos con la idea de longue durée. En la conclusión, analizaré qué beneficio se puede obtener de este cambio de perspectivas y cuál es su valor añadido.
Los programas educativos y las reformas educativas como sucesos históricos en períodos separados y cerrados
Una bibliografía sobre el tema de la educación en la fase crucial de la Revolución francesa de 1789 a 1799, desde la toma de la Bastilla al coup d’état de Napoleón, relaciona 1.367 textos (Harten, 1989). El 30% de estos tratados habla de la organización, la supervisión política y la dirección de la enseñanza y la instrucción; el 53% de los textos se centra con mayor detalle en la propia instrucción y los libros de texto; y el 14% trata de cuestiones más generales de la educación y la instrucción (Harten, 1990, pág. 121).
También fueron importantes los debates de las asambleas constituyentes, los parlamentos y las comisiones parlamentarias. Al principio, se fue avanzando de forma bastante intrascendente. Los decretos de la Asamblea Constituyente de final de 1789 asignaron en general al Estado l’education publique et l’enseignement politique et moral (Baczko, 2000, pág. 48). El auténtico debate político empezó en 1791, cuando se obligó a los maestros a jurar cumplir con sus obligaciones civiles, prêter le sement civique. Los maestros que se negaban a hacerlo se arriesgaban a ser despedidos. En ese mismo tiempo, se publicaron los primeros grandes planes de reforma. Merece mención especial un proyecto de Gabriel Riquetti, conde de Mirabeau, uno de los miembros más eminentes del parlamento revolucionario. El proyecto abogaba por una reorganización total de las escuelas y la educación en un code d’education publique (Baczko, 2000). Otra obra publicada en la misma época fue Cinco memorias sobre la instrucción pública (Condorcet, 1791/1989), de Marie Jean Antoine Nicolas Caritat, marqués de Condorcet (Condorcet, 1743-1794), que fue matemático, secretario permanente de la Académie des Sciences y colega de Turgot; la obra fue publicada en la revista Bibliothèque de l’Homme Public.
La Asamblea Constituyente asumió inmediatamente ese ímpetu. El borrador de constitución de la monarquía constitucional de 4 de septiembre de 1719, establecía la instruction publique para toda Francia y todos sus ciudadanos (solo varones):
Il sera créé et organisé une instruction publique commune à tous les citoyens, gratuite à l’égard des parties d’enseigenement indispensables pour tous les hommes et dont les établissements seront distribués graduellement dans un rapport combiné avec la division du royaume. (Baczko, 2000, pág. 107)¹
El plan se plasmó en una extensa propuesta educativa que Maurice de Telleyrand-Périgord (1754-1838) leyó ante la Assemblée Nationale los días 10 y 11 de septiembre (Talleyrand-Périgord, 1791/2000, págs. 107-176). El recién elegido parlamento creó un comité d’instruction publique presidido por Condorcet. En abril de 1792, la comisión presentó al parlamento un minucioso informe e incluso un borrador de ley para el establecimiento de un sistema de educación pública y universal. El futuro sistema educativo público tendría cinco niveles, de las escuelas primarias en todos los pueblos a la Societé Nationale (Sociedad Nacional de la Ciencia y las Artes), la nueva academia (Condorcet, 1792/2000, págs. 218-246). Las escuelas del nivel más bajo estarían abiertas a todos los niños, y la promoción se basaría en los méritos.
Este borrador de ley demostraba la gran importancia de la educación en la Francia revolucionaria. El interés se centraba sobre todo en la escuela elemental, que sería abierta para todos y a la que se podría asistir de forma voluntaria u obligatoria. En el parlamento se propusieron proyectos, se prepararon informes y se redactaron borradores de ley. El interés era tan grande, que las sesiones parlamentarias de los jueves estaban reservadas a los problemas de la educación (Backzo, 2000). También hay detallada constancia documental de los debates, las propuestas y las decisiones. En la edición actual de James Guillaume ocupan diecisiete gruesos volúmenes (Guillaume, 1997).
En la bibliografía sobre el tema se dice que la gran cantidad de debates, parlamentos y conceptos de ese período es una «revolución cultural» (Harten, 1990, pág. 122). Pero para la historiografía es evidente que, en lo que se refiere al desarrollo de instituciones escolares elementales, los debates fueron estériles. No se hicieron cambios sustanciales; la Revolución francesa no contaba con medios económicos para ello (Julia, 1990, pág. 72). Carecía también de las necesarias estructuras administrativas. Y, desde luego, no contó con el apoyo de los maestros, ni existía la formación de estos.
Los utópicos objetivos no se podían alcanzar en principio; incluso actuaban de freno (Harten, 1990). Como señaló Julia (1990), solo en la fase siguiente, cuando se archivaron los objetivos «utópicos», se alcanzaron los objetivos realistas. En la fase napoleónica de la Revolución, el énfasis se puso en el desarrollo de la enseñanza superior. Los planes revolucionarios para la reforma de la educación elemental se abandonaron, hasta que, en 1879, los asumió de nuevo el ministro de instrucción pública de la Tercera República, Jules Ferry.
En resumidas cuentas, se considera que la Revolución y sus programas sobre el desarrollo del sistema escolar elemental fueron escasos o simplemente no existieron. Así lo ve la historiografía. La conclusión general es: muchas propuestas pero ninguna reforma.
Distinto es el juicio que la historiografía hace de otro caso. Desde la década de 1970, Suiza se ha dedicado fundamentalmente a reconstruir el sistema educativo, un proceso que sigue en marcha aún hoy. El lema es bildungsexpansion (expansión de la educación). Tiene tres puntos importantes:
•En primer lugar, el sistema educativo experimentó un enorme crecimiento cuantitativo en los últimos 25 años del siglo xx. Las razones fueron no solo el cambio demográfico (el babyboom) y la apertura de la enseñanza superior a las mujeres. En ese período también hubo un aumento general de la demanda, y se produjo un crecimiento y desarrollo notables de los centros de enseñanza.
•Se establecieron nuevos programas de estudio, y se diferenciaron las instituciones educativas existentes. Para poner dos ejemplos: hasta 1972, para acceder a las universidades suizas había que tener uno de los tres posibles diplomas (títulos a la conclusión de los estudios) que expedían los gymnasium (institutos de secundaria de carácter académico): el de filología clásica tradicional, el de filología moderna con latín, y el de ciencias/matemáticas. En 1972, se reconocieron otros dos diplomas (el de arte y el de economía/derecho). En 1993, se derogó el sistema. Desde entonces, los estudiantes de los gymnasium pueden elegir las materias básicas, las de especialidad y las complementarias. Hay unas 150 combinaciones que dan acceso a los estudios universitarios o a la universidad de ciencias aplicadas. También hay un nuevo título de formación profesional (superior): con el título de aprendiz, los estudiantes pueden acceder directamente a la educación terciaria.
•El tercer punto aúna los dos anteriores. Se está cambiando sustancialmente la estructura básica del sistema educativo suizo. Anteriormente, la promoción se basaba solo en los méritos. Los mejores estudiantes avanzaban (al gymnasium y la universidad), y el resto quedaba fuera. En la actualidad, hay en Suiza varias posibilidades de educación terciaria: la ruta tradicional vía gymnasium y universidad, o la vía del título de aprendiz y la universidad de ciencias aplicadas. También hay una ruta vía una universidad de ciencias aplicadas y, por último, la vía familiar del aprendiz y un examen para obtener el título/diploma de artesano. El 95% de los niños nacidos en un mismo año termina el sekundarstufe II (el nivel de secundaria superior). Todos ellos pueden acceder a un nivel terciario (en Osterwalder, 2005, se explica el sistema de forma esquemática).
Este proceso no ha concluido aún en Suiza, y hasta hoy se ha estudiado poco. No obstante, se han publicado conclusiones empíricas asombrosas. La reorganización del sistema educativo suizo fue resultado del azar. En los pasados años sesenta y setenta, hubo muchas reformas parciales, pero ninguna política educativa global que se plasmara en un proyecto de «expansión de la educación», ni se puede encontrar ninguna dirección nacional ni regional de este proceso (Criblez y Magnin, 2001, pág. 8).
Es todo un contraste: se dice que en la Francia de la Revolución hubo «muchísimas propuestas pero ninguna reforma». En Suiza ha habido «muchísimos cambios pero ningún programa».
¿Es que los programas y los actores no son importantes para el desarrollo de los centros educativos? No se puede afirmar que así sea, como mostraré en lo que sigue. Las conclusiones sobre la expansión de la educación en Suiza y sobre los programas de reforma de la época de la Revolución francesa tienen algo que ver con el tipo de investigación. Son consecuencia del horizonte temporal de la perspectiva de esta. Pero hay otra perspectiva posible: la de la longue durée. Voy a explicarlo con dos ejemplos.
Los programas educativos de la Revolución francesa en la longue durée del desarrollo de las escuelas elementales
En Francia, mucho antes de la Revolución, había un gran debate público sobre la educación. Originariamente, la educación y la escuela fueron temas secundarios. La cuestión principal era un debate teológico sobre la política de la Iglesia dentro del catolicismo francés.
Desde el inicio del siglo xvii, al público le preocupaba el conflicto entre la orientación neoagustiniana/galicana de la Iglesia y la orientación hacia el liderazgo de la Iglesia Romana y la teología de la orden jesuita.
Al concluir el siglo xvii, parecía que el conflicto se había resuelto. Con la clausura y el desmantelamiento físico de los edificios del convento de Port Royal en 1709, y con la bula papal Unigenitus promulgada en 1713, de momento el movimiento de la Iglesia neoagustiniana/galicana y nacional fue aplastado. Pero a mediados de siglo se recompuso y se convirtió en el poderoso movimiento de oposición político-religiosa de la burguesía urbana y una gran parte de nobleza de toga (noblesse de robe): aristócratas que debían su rango a que ocupaban un puesto en la administración o la judicatura. Era un movimiento contrario a la política de la corte real. A los políticos de la corte se les identificaba con los jesuitas. La corte real sufrió una grave pérdida de prestigio por la política extranjera, consecuencia de las guerras coloniales y la preocupación que generaban los asuntos internos debido a la deuda nacional. La oposición religioso-política consiguió obtener la mayoría en los parlamentos locales. Esos parlamentos aprobaron la prohibición a los jesuitas de dirigir centros de enseñanza (Palmer, 1985; Van Kley, 1975), Los jesuitas, y con ellos la corte real, dejaron de poder influir en la educación y los estudios de los jóvenes y la élite social. El rey no tuvo opción y fue obligado a acatar la prohibición de los parlamentos.
De ese