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Aquello de la crianza que no debe cambiar: Un libro para padres y docentes
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Aquello de la crianza que no debe cambiar: Un libro para padres y docentes
Libro electrónico140 páginas2 horas

Aquello de la crianza que no debe cambiar: Un libro para padres y docentes

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Padres convertidos en extranjeros en la vida del hijo y maestros impotentes ante las dificultades que se les presentan a diario conforman el escenario de las nuevas consultas en nuestra práctica profesional. La vigencia del concepto de infancia surgido en la Edad Media, que hizo de la heteronominia la garantía máxima de cuidado y desarrollo, decae hoy bajo el peso de factores culturales que asumen un papel decisivo en la construcción de la nueva identidad infantil, como lo son las nuevas tecnologías, los medios de comunicación y la ley de mercado. El saber sobre el niño, que por décadas fue patrimonio de la familia y de la escuela, quedó devaluado arrasando con las certezas para el cuidado y del adulto que se espera formar. Este libro se propone analizar cómo impacta la nueva realidad social y cultural en la que crecen los chicos, fundamentando aquellos aspectos de la crianza y educación que no deben cambiar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 abr 2016
ISBN9789876991230
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    Aquello de la crianza que no debe cambiar - Susana Amblard de Elia

    Manuel

    Agradecimientos

    A la Universidad Nacional de Villa María, por financiar esta publicación y generar el clima adecuado para pensar y escribir.

    A mis equipos de investigación.

    A mis pacientitos y a sus padres, de quien tanto aprendo.

    A los maestros y directivos de las escuelas que me convocan haciéndome partícipe de sus experiencias.

    A Andrea Riva por su crítica fecunda.

    A mi hija María Eugenia, por su entusiasta colaboración.

    Al personal de Eduvim por su generosidad y calidez.

    A mi familia.

    Presentación

    Este libro pretende ser un espacio de diálogo con todos aquellos profesionales y padres que, en el encuentro real y cotidiano con los chicos, cualquiera fuere su rol, se interrogan sobre los nuevos modos de crecimiento y desarrollo, que han venido a quebrantar las certezas para la crianza y la lucidez para interpretarlos.

    Digo diálogo, porque estas páginas son el resultado de lo que atentamente escuché y aprendí de aquellos, de mis pacientitos, de mis alumnos y de las investigaciones que al respecto venimos realizando desde la UNVM y compartimos y cotejamos con las realizadas desde la Cátedra de Psicopedagogía Clínica de la UBA.

    También confluyen aquí, los invalorables aportes que significaron para muchos profesionales de nuestra ciudad, los que nos dejara la diplomatura dependiente de la Universidad de París 8, dictada en el 2009/10, sobre los riesgos actuales en jóvenes de Latinoamérica.

    Por todas estas razones, toma relevancia en la escritura de los textos, el uso de la primera persona del plural. Aun la experiencia clínica, solitaria e íntima, no nos pertenece totalmente. A la hora de tomar la palabra, hablan los maestros, los autores, los entrevistados, los sufrientes.

    El contexto complejo y novedoso en el que se construyen las nuevas identidades infantiles, nos invita a reflexionar respecto de las matrices sobre las cuales educamos y a considerar las nuevas variables que inciden en estas. Ya no alcanza el análisis de una disciplina aislada, ni tampoco el de todas las especialidades psi, si no se entrecruzan sus aportes con los de otras ciencias que estudian los contextos sociales, culturales, antropológicos y económicos en los que se desarrolla el sujeto actual, escuchando e incluyendo en el debate, para el caso que nos ocupa, la voz de los actores: padres, maestros y chicos. Sin embargo, ninguna respuesta es posible si no nos atrevemos a tolerar la duda y la incertidumbre que surgen de la tensión que significa ser responsables de sostener el timón en medio de la tormenta. Es preciso entonces que intercambiemos experiencias, que escuchemos todas las voces, en definitiva, que pensemos juntos.

    De estas páginas se derivarán conclusiones bien explícitas: cuando de infancia se trata, los males entran por la puerta que hemos dejado liberada de nuestra reflexión y postura crítica.

    En esta pretendida conversación, se analizan los fundamentos de por qué hay ciertos aspectos de la crianza que no deben cambiar.

    Introducción

    Acerca de la Constitución Subjetiva y los avatares actuales

    Que el amor y la pasión no entienden de razones son argumentos del saber popular, que nadie discute y que los poetas han hecho de ellos los mejores poemas. El amor por los hijos tiene mucho de enamoramiento y, como tal, no está exento de antojadizos impulsos de posesión, agresión, apropiación del cuerpo y otros tantos excesos en nombre del amor. Por esta razón, la cultura se ha encargado de pautar el mundo pasional de los humanos, a fin de que, a través de la trasmisión generacional, se preserven los lazos sociales de convivencia en una comunidad. Dice Freud:

    La cultura se ve obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las tendencias agresivas del hombre para dominar sus manifestaciones mediante formaciones reactivas psíquicas. De ahí pues, ese despliegue de métodos destinados a que los hombres se identifiquen y entablen vínculos amorosos coartados en su fin; de ahí las restricciones de la vida sexual, y de ahí también, el precepto ideal de amar al prójimo como a sí mismo, precepto que efectivamente se justifica, porque ningún otro es, como él, tan contrario y antagónico, a la primitiva naturaleza humana.¹

    Quien tenga un bebito en sus brazos, particularmente la madre o quien cumpla esa función, sabe lo que éste inspira, de la necesidad de cuidarlo, protegerlo y hacerse cargo de su indefensión a través de los recursos aprendidos y apropiados culturalmente. Pero también sabe que inspira ¡ganas de comérselo! Nadie, a menos que sufra una severa perturbación emocional, puede dejar de confundir su piel con la del pequeño, sintiendo placer en el contacto, al tiempo que se le disparan sueños, proyectos e identificaciones para ese cachorrito humano que todavía no es sujeto. Por ello, entre devorarlo y humanizarlo, transitará entre emociones encontradas que, desde las más antiguas civilizaciones, se intentaron regular.

    El sujeto se irá construyendo con caricias que lo erotizan y lo impulsan a desear alivio y placer que provienen de un semejante, alguien de su especie, con quien habrá de identificarse a través del lenguaje. Con lo cual, en algún momento, el placer que se desprende del alivio de tensiones corporales (hambre, sueño, frío, etc.), no será suficiente e irá por más: irá al encuentro del sentido de las cosas, necesitará entender la realidad en la que está inserto y el posicionamiento que él mismo tiene frente a ella. La voz materna que interpreta sus necesidades, le impone ritmos, le preserva la vida y le trasmite las pautas de cultura que habrán de servirle para la adaptación a esa realidad. Constituyen recursos psíquicos que le permiten introducirse en un orden simbólico que le evitará actuar por ensayo y error, anticiparse a los hechos y adoptar una postura activa ante ella. De este modo, la madre propicia el desarrollo del pensamiento y su riqueza implica la posibilidad de postergar de manera masiva la descarga impulsiva, implica poder esperar, fantasear y crear, deseando la satisfacción, también, en objetos que no son el propio cuerpo o el de aquella.

    Se abre acá una tremenda paradoja de la comprensión humana y es que la adaptación a las cosas del mundo, como dice Bleichmar, no ocurre si antes no hubo una desadaptación. Desadaptación en tanto que, en la perentoria búsqueda de placer en el cuerpo, puede al revés de otras especies encontrar la muerte (por intoxicación, por ejemplo) y es función de la madre prohibir, pautar y orientar la libido para que esto no suceda y, además, evite la búsqueda reiterada del mismo modo de placer, encontrando así, en otros objetos, satisfacciones libidinales necesarias para el enriquecimiento de la producción simbólica.²

    Por identificación, se irá desarrollando la inteligencia en un esfuerzo por encontrar una relación con el mundo y una cultura que lo incluya.

    La identidad y el reconocimiento de sí mismo, se van conformando a partir del lenguaje materno, que aún antes de que el bebé pueda entenderla, le habla descifrando y a la vez codificando la realidad que lo rodea, procesando aquello ininteligible para el pequeño, mientras le cuenta quien es.

    Será poseedor de rasgos identitarios básicos como lo son el nombre, el sexo, el lugar que ocupa en la familia, el género, la edad, su lugar de origen, la relación de parentesco con quienes conviva, etc. Pero desde esta individuación, al adulto que llegará a ser, a lo que los responsables de su crianza pretendan que llegue a ser, existe un camino sinuoso e impredecible, por cuanto la subjetividad se irá transformando, enriqueciendo o no, según las experiencias contextuales que vaya teniendo a lo largo de la vida.

    No obstante, según lo que hemos podido observar, al menos en las últimas décadas, es que la sinuosidad de ese camino se ha profundizado. Piera Aulagnier decía que la madre era portavoz de la cultura que su estructura psíquica organizada en función de las pautas y leyes que operan en una sociedad determinada servía de prótesis a ese niño pequeño, que en su profunda dependencia del adulto, se apropiaba de lo que para ellos era bueno, saludable y promisorio para convertirse en el futuro ciudadano. Sin embargo, las investigaciones sobre la situación en la que se encuentra la infancia actual, realizadas desde la UNVM en los últimos ocho años y la experiencia en psicología clínica de niños por más de tres décadas, nos muestra la recurrencia de consultas, tanto de padres como de docentes, respecto de lo incierto que resulta hoy saber, justamente, qué es lo bueno y saludable para el niño y qué de lo que ellos aporten será eficaz para el adulto que algún día será.

    Los párrafos anteriores referidos a cómo el pensamiento, la fantasía, la capacidad de esperar y, finalmente, el desarrollo de la inteligencia son producto de frustraciones necesarias (quitarle oportunamente el pecho, la mamadera, imponer horarios, separar al bebé del cuerpo de la madre), sustituyendo estos objetos de placer por otros que ofrece la cultura (juguetes, cuentos, cantos, etc.), es pertinente como introducción de este libro, por cuanto la incertidumbre mencionada en gran medida surge a la hora de regular las demandas infantiles, a partir de nuevas representaciones de los conceptos de autoridad, saber y poder. De algún modo la pregunta se sintetiza alrededor de la tan bastardeada consigna sobre la puesta de límites y en ese sentido cuáles y cómo para no reprimir innecesariamente a un niño.

    Señalar el tiempo y el lugar que enmarcan nuestras investigaciones es sustancial, en tanto describen el recorte de la realidad que elegimos para el análisis de la incidencia de aquella sobre el desarrollo de la subjetividad infantil.

    Acordamos con las teorías que conciben la existencia de infancias en plural. El concepto de infancia es una construcción social, cuya definición de aquella estará determinada por el contexto socio-cultural, geográfico y económico en el que el niño se desarrolle.

    Es por eso que las voces que escuchamos en la consulta son las concernientes a actores pertenecientes a una ciudad del interior de la provincia de Córdoba, de clase media y de contextos habitacionales urbanos, a los cuales, si bien los alcanzan los nuevos modos de subjetivación que imperan en el planeta, globalización mediante, su modo de impacto es singular.

    Muchos autores que el lector podrá encontrar en la bibliografía de este libro han desarrollado bastamente conceptos acerca de nuevos actores en la construcción de identidad en la infancia, como lo son los medios masivos de comunicación, la tecnología y la ley del mercado, con lo

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