Debates sobre globalización y derecho
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Debates sobre globalización y derecho - Carlos Julio Pineda
Debates sobre globalización y derecho
© Politécnico Grancolombiano 2006
Calle 57 No. 3 - 00 Este PBX: 3 46 88 00 - Fax: 3 46 92 56
www.poligran.edu.co
Bogotá, D.C. Colombia
Primera edición 2006
ISBN 958-8085-65-9 Número de ejemplares: 500
Editorial Politécnico Grancolombiano
Bogotá, junio de 2006
Facultad de Negocios Internacionales
Vicerrectoría Académica
Carlos Julio Pineda
Compilador
Marcela Giraldo
Editora general
Ángela Sánchez
Camila González
Blanca Marlene Huertas
Editoras
Eduardo Norman Acevedo
Coordinador editorial
Carolina Jaramillo Carvajal
Coordinadora de producción editorial
Lemoine Comunicación
Diagramación y armada electrónica
Diseño de carátula
Editorial Kimpres Ltda.
Editorial perteneciente a la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia, Aseuc.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su totalidad ni en sus partes, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro óptico para fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.
PRESENTACIÓN
En los albores de la década de los ochenta y principios de la de los noventa se acentuó el debate sobre la transición de un país por tradición proteccionista a uno insertado en el mercado mundial, acompañado este proceso de su impacto en los modelos de desarrollo.
Fue así como en septiembre de 2003 y, posteriormente, de 2004 el Politécnico Grancolombiano y la Corporación Escenarios, en el marco de una alianza estratégica para el análisis de temas académicos e investigativos, convocaron a un número representativo de autoridades colombianas para debatir los que por esos años fueron considerados temas de palpitante actualidad y de impacto para el devenir del país en los inicios del siglo XXI. Por supuesto, son aspectos que continúan ocupando la primera plana del devenir nacional.
El encuentro ¿Qué tan preparado está Colombia para la globalización? centró su atención en una reflexión en detalle sobre la apertura y la inserción colombiana a la economía mundial. Sin duda, fue un espacio de excelencia donde se pusieron en común las fortalezas y debilidades del país frente a este proceso internacional.
Los panelistas fueron uno a uno presentando su visión sobre lo que afecta la competitividad nacional y las estrategias para su fortalecimiento desde diferentes ópticas y enfoques, así como desde diversos universos económicos y sociales.
Los desafíos de la globalización, la estabilidad macroeconómica, el sistema financiero, la situación de la infraestructura, el panorama nacional de competitividad, la gobernabilidad y la globalización, la educación, la ciencia y la tecnología fueron aspectos examinados en detalle por una nómina de expositores, sin duda, de alto y reconocido nivel de excelencia.
Ernesto Samper Pizano, Pablo Michelsen Niño, Antonio Hernández Gamarra, María Luisa Chiappe, Luis Fernando Jaramillo Correa, Gonzalo Hernández, Jaime Andrés Niño, Luis Javier Jaramillo, Lucía Tarazona y Fernando Chaparro expusieron sus planteamientos sobre los temas anotados, los que fueron luego debatidos y analizados por cerca de setenta participantes en el Foro del 4 y 5 de septiembre de 2003, realizado en Paipa (Boyacá).
Ante la imperiosa tendencia hacia la globalización que caracterizó la última década en las postrimerías del siglo XX y en las puertas del XXI era claro que el mundo de hoy no está ya dividido entre los que tienen y no tienen sino entre los que saben y los que no saben
, como bien lo señaló uno de los panelistas.
Varios de los analistas coincidieron también en que el debate económico iniciado a principios de los ochenta y que presidió y continúa rigiendo los foros nacionales e internacionales actuales, ha estado signado por la tendencia irreversible de la globalización. Es decir, se imponía la necesidad de plantear la relevancia de esta discusión, como ejercicio político, académico y por supuesto en cuanto a su impacto en las políticas y decisiones sociales, de competitividad, infraestructura y participación de la sociedad civil en los destinos del país.
La controversia quedó en tablas porque si bien hay un relativo consenso en que Colombia no podía postergar ya más su inserción en los mercados internacionales, la forma tan abrupta, poco gradual y sin previsión de ningún tipo, como se adelantó el proceso de globalización en el país, puso de manifiesto que no se contaba con los escenarios y recursos propicios para poder competir en condiciones menos desfavorables, como en efecto ha sucedido.
Y, entonces, se podría afirmar al unísono con varios de los conferencistas que con el proceso de apertura se dejaron atrás los grandes eslabones del engranaje económico y social, al quedar rezagado el empleo como objetivo esencial del proyecto de bienestar del pueblo colombiano.
Un año después (el 2 y 3 de septiembre de 2004) la alianza estratégica -cuya secretaría ejecutiva es ejercida por la Facultad de Negocios Internacionales del Politécnico Grancolombiano-, también convocó a un grupo multidisciplinario de panelistas a polemizar sobre un modelo social alternativo de desarrollo en épocas de globalización de mercados.
Temas como Estado, mercado y sociedad, los retos de un mundo global, el empleo y la pobreza como bombas de tiempo sociales, la informatización y el desempleo, la inversión social, y la salud, la educación, la ciencia y la tecnología, de nuevo, fueron aspectos sometidos a la lupa de estos especialistas.
A sus colegas de un año anterior se sumaron con sus aportes Juan Carlos Ramírez, Luis Bernardo Flórez, Mauricio Cabrera y Cecilia López.
El objetivo general para seleccionar esta temática fue el de reflexionar sobre la situación de ingobernabilidad y deterioro institucional que se ha experimentado en el país por causa de factores tanto internos como externos y aventurarse en la formulación de un modelo alternativo de desarrollo que permita un mejor crecimiento y equidad.
Fue, sin duda, un espacio propicio para incursionar en el estado de las fortalezas y debilidades de Colombia frente al desafío inmediato de revaluar el proceso de inserción a la economía internacional, tema que había sido motivo de polémica en el Foro de 2003.
En consecuencia, se podría concluir con el economista y analista Mauricio Cabrera que se va en contravía de los principios constitucionales de 1991 destacados en el artículo 334 pues calidad de vida, distribución equitativa y pleno empleo son algunos de los objetivos constitucionales. Sin embargo, Colombia lleva trece años como un modelo cuyos objetivos han sido: estabilidad macroeconómica, inflación, ajuste fiscal, apertura y liberación de mercados
.
El Politécnico Colombiano y la Corporación Escenarios presentan ante la opinión esta recopilación de las intervenciones de estos reconocidos expertos en temas económicos y sociales, de las cuales se han hecho unas adaptaciones en versiones libres editoriales, por considerarlas materiales de invaluable valor y cuyo aporte, sin duda, enriquecerá el debate nacional sobre temas que han sido y continuarán siendo de palpitante actualidad.
HACIA UN NUEVO
MODELO
DE DESARROLLO
FRENTE A LOS DESAFÍOS DE LA GLOBALIZACIÓN
MERCADO, ESTADO
Y SOCIEDAD
ERNESTO SAMPER PIZANO{*}
La combinación, dentro de un modelo de desarrollo, de los conceptos debe incorporar de alguna manera los conceptos de Estado, sociedad y mercado. Estos tres combinados con mayor o menor énfasis pueden determinar el sentido y la dirección de un modelo de desarrollo.
Desde hace muchos años el concepto de Estado-nación ha presidido los modelos de desarrollo en el mundo. Éste, nace a raíz de la suscripción de la paz de Westfalia en 1648 cuando los países acuerdan, para terminar la cadena infinita de guerras que habían padecido, repartirse el mapa político por territorios. A cada nación se le asignaba uno con sus límites naturales sobre los cuales se ejercía el poder de manera excluyente y soberana.
Los conceptos de territorio, poder y soberanía, de alguna manera, permitieron el nacimiento de los Estados modernos. Ahora comienzan a revaluarse con las nuevas discusiones sobre el concepto de regiones como es el caso de Europa o el de ciudades globales, al estilo de ciudades como Roma o las Romas globales, que consisten en atribuirle los méritos del desarrollo económico y social de una manera autónoma a ciudades que se equiparían así para asumir la globalización.
Más adelante con la revolución industrial, al viejo concepto del Estado-nación se le agregó el de modernidad o progreso, el cual asignaba a estos Estados la función primordial de buscar la modernidad o progreso. El mito de la modernidad prevaleció en relación con las tareas del Estado en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX. Sin embargo, América Latina tuvo una experiencia dolorosa con respecto a la asunción, en cierto modo gratuita, del mito de la modernidad que se interpretó como un rechazo a las tradiciones y la cultura, y una renuncia al pasado.
De ahí surgieron teorías modernizadoras
en el sentido peyorativo de la palabra, que de cierta manera construyeron Estados identificados con ciertos mitos o supuestos de desarrollo extraños. Sería una pena que América Latina cayera del mito de la modernidad de entonces a lo que hoy en día se llamaría mito de la globalidad, es decir, aceptar como una versión sin discusión el tema de la globalización e incursionar de una manera gratuita y sin ningún tipo de protección ni reglas de juego por los vericuetos de la globalización simple.
Alrededor del Estado y el mercado, las discusiones en América Latina han sido si no retóricas, algunas de ellas simplistas. Por ejemplo, la que se concentra en la necesidad de tener más o menos Estado, las que identifican de una manera ideológica su preponderancia con teorías de izquierda y el Estado mínimo con teorías de derecha.
Proyectos nórdicos de desarrollo
Los países más globalizados son los nórdicos como Dinamarca y Noruega. Se creería que éstos han conseguido, como lo proponen las recetas neoliberales, rebajar al mínimo los impuestos directos, pero no es cierto. Se trata de los países con los más altos niveles de tributación. Tampoco es acertado decir que la flexibilización laboral ha garantizado su inscripción adecuada en la globalización.
La mayor parte de esos países tiene un sistema de seguridad social y contratos laborales muy amarrados que hacen prácticamente imposible la movilidad en el mercado de trabajo. Tampoco tienen pequeños Estados que, según las teorías neoliberales, garantizarían el progreso. La preponderancia del Estado en su PIB supera dos veces la de otros países que se consideran industrializados.
Lo cierto es que en estos países ha existido una visión o proyecto de desarrollo consistente y duradero a lo largo de los años que es lo que les ha permitido, independientemente del tamaño del Estado, conseguir niveles de apertura sin sacrificar expectativas sociales como sucede en América Latina.
Estado o mercado
Estado y mercado no son dos realidades excluyentes. América Latina tiene dos experiencias recientes de modelos de desarrollo. Uno proteccionista en su totalidad que se vivió en las décadas de los cincuenta y ochenta, y uno neoliberal que se ha venido viviendo o sobreviviendo entre la década de los ochenta y finales del siglo XX. El papel que representó el Estado en estos modelos de desarrollo fue totalmente distinto. En el proteccionista, su papel fue el de gran dispensador de beneficios, privilegios y subsidios, así como el intérprete o árbitro de la puja redistributiva por fuerzas de protección que al final le hizo más daño al modelo.
En el esquema neoliberal, el Estado se ha convertido en un representante de los ganadores del juego de la globalización en muchos de nuestros países. El papel neoliberal del Estado ha sido el de representar a los ganadores y no tener en cuenta a los perdedores.
En conclusión, en un modelo alternativo es necesario que el Estado represente la reinstitucionalización de la sociedad, la política y la economía para asumir los desafíos de la globalización. En otras palabras, detrás del problema de la globalización hay una carencia de una adecuada institucionalidad que permita manejar sus propios desafíos, nuevos instrumentos institucionales en materia social, una moderna institucionalidad económica que va desde una arquitectura financiera actual hasta nuevas redes de gobernabilidad en lo político, nuevos vínculos, conceptos de cadenas productivas para el desarrollo tecnológico, novedosos diseños institucionales para asumir riesgos.
Estos riesgos hoy, a diferencia de hace cuatro siglos, no son causados de forma aleatoria por la naturaleza sino por los mismos hombres: contaminación ambiental, riesgos eventuales de una catástrofe nuclear, vicisitudes de mercados caprichosos o aleatorios en su totalidad, riesgos inherentes a las empresas globales que a través de la desagregación industrial crean dificultades en distintos países con un sistema apoyado en la informática.
Este modelo alternativo, ante todo, debe llevar a una nueva institucionalidad dentro de la cual el Estado aparecería revalorizado y redimensionado sin detenernos a pensar si es el Estado o el mercado o si es un Estado grande o pequeño.
Papel de la sociedad
La segunda reflexión sobre este modelo tiene que ver con el papel que puede desempeñar la sociedad. La literatura de la globalización contemporánea habla sobre el papel de la sociedad civil, término tan reiterado como confuso y difuso. Con el nuevo esquema global el concepto de lo público y lo privado debe ser revalorizado. Ya no se le puede atribuir en exclusiva el papel de lo público al Estado y el de lo privado al sector o a la iniciativa particular. Al contrario, muchas actividades estatales de carácter privado deberían ser atendidas por el sector particular o actividades a las cuales puede entrar el Estado a competir o a regular a través de sus propias inversiones como las telecomunicaciones.
Asimismo, muchos agentes de la sociedad cumplen un papel que antes estaba reservado para el Estado de manera exclusiva, como por ejemplo la distribución de bienes públicos sociales. Entonces, se debe superar la vieja discusión del Estado y ser pragmáticos. De 26.000 organizaciones mundiales, la mitad son civiles sociales. Ya no sólo se habla de ONG sino de OCS (organizaciones civiles y sociales) para distinguir a aquellas organizaciones no gubernamentales en las cuales podrían estar incluidas hasta las mafias del narcotráfico y aquellas distribuidas para el aseguramiento de unos bienes públicos sociales que van desde bienes materiales hasta servicios educativos, de salud y hasta aquellos intangibles como el concepto de derechos humanos.
La función de este modelo alternativo consiste en construir ciudadanía y por tanto dejar atrás el concepto de exclusión social. Más allá de la oferta y asistencialismo social que caracterizó las políticas sociales de América Latina entre los años sesenta y setenta, que medía el desarrollo social en función del crecimiento de la oferta de bienes sociales como por ejemplo más escuelas, hospitales, camas hospitalarias y aulas escolares, y que constituye una manera disfrazada de populismo. Hoy día se debe pensar en la articulación del concepto de libertad y necesidad.
Eso permite pensar en procesos sociales acompañados de participación política a través de los cuales la gente reclame la satisfacción de sus necesidades y se convierta en el fiscal de la acción del Estado o del mercado en la provisión de estos bienes esenciales. Entonces el concepto de exclusión o inclusión social va a permitir la superación de este síndrome de crecimiento social o neoliberal que muestra que solamente las fuerzas del mercado pueden asignar de manera eficiente los recursos públicos o privados para estos mismos destinos.
Posición de los partidos políticos
Para lograr que estas reclamaciones de la sociedad civil sean, de alguna manera, interpretadas por los proyectos políticos, el modelo alternativo debe tener una propuesta clara en cuanto al papel que deben cumplir los partidos políticos. El problema de los partidos contemporáneos es que se parecen cada vez más a la idea que se tiene de ellos. La gente piensa que son corruptos y lo son, que no tienen ideología y no la tienen o la están perdiendo. Pero aún con todas estas dificultades nadie puede afirmar que existe democracia sin partidos políticos.
Sería un acto de temeridad ideológica dejar la fijación de los proyectos políticos y la consecución de los objetivos políticos de la sociedad a fuerzas que de alguna manera han entrado a suplir la política porque ésta ya no la hacen los políticos, sino por ejemplo los jueces a través de la figura de la judicialización de la política o de la politización de la justicia. La política la están haciendo los medios de comunicación en lo que se llama la video política, las organizaciones no gubernamentales que es a lo que se llama la subpolítica y esto no sería algo de criticar si de manera simultánea con este ejercicio de actividades de representación existiera la posibilidad de una responsabilidad política. El problema no es que hagan política, sino que la hagan sin responsabilidad política. Por eso se debe tener en cuenta una reestructuración de los partidos.
Las crisis de los partidos en América Latina y las políticas están de una u otra manera asociadas con las crisis de los partidos, tanto en Venezuela donde la congelación de las opciones políticas reventó en mil pedazos el sistema político, como en Brasil donde existen de 82 a 87 partidos anárquicos y dispersos o este Estado de hibernación ideológica y partidista en que se encuentran países como Costa Rica o Colombia por cuenta de algunos partidos que se han deslegitimado en la medida en que las realidades políticas los van superando.
En ese sentido es importante analizar el presidencialismo o parlamentarismo, un tema asociado de manera coyuntural en Colombia con la reelección, que debe ser una preocupación continental y hemisférica. ¿Cuál es el sistema de gobierno y el político que encaja en este modelo alternativo de desarrollo? En la actualidad América Latina tiene una concentración de más de 70% de los sistemas presidencialistas mundiales. En los últimos veinte años se han conocido en el mundo aproximadamente 45 procesos de transición democrática, de los cuales alrededor de 38 la han hecho hacia sistemas parlamentarios y apenas cinco hacia presidencialistas.
El presidencialismo es el sistema político típico de América Latina por razones históricas. Nuestros países vieron la luz de la República o amanecieron como repúblicas de la mano de una gran cantidad de jefes militares o generales que ganaron las guerras de independencia e impusieron regímenes autoritarios propios de su misma condición para poder mantener la gobernabilidad inicial.
Más adelante, el sistema presidencialista se afirmó ante la necesidad de evitar la desintegración geográfica de los países por las guerras civiles, como fue el caso de Colombia en la segunda mitad del siglo XIX. Luego, se terminó de reafirmar una vez liberados de la influencia europea y fue calcado el sistema presidencialista norteamericano, sin adoptar sus características. Éste cuenta con tres contrapesos fundamentales: el poder Federal, la Corte Suprema de Justicia y el Congreso.
El Federal limita al Ejecutivo. El sistema presidencialista norteamericano nació cuando se le entregó al Presidente de Estados Unidos la capacidad de administrar los Estados federales. En segundo lugar, la presencia de una Corte