Mi vida al desnudo: Diario sin secretos
Por Chus Sánchez
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Mi vida al desnudo - Chus Sánchez
MI VIDA AL DESNUDO
DIARIO SIN SECRETOS
Chus Sánchez
Título: Mi vida al desnudo. Diario sin secretos
Diseño de la portada: Emilio Casado
Primera edición: Enero, 2013
© 2013, Chus Sánchez
Derechos de edición en castellano reservados para todo el mundo:
© 2013, Enxebrebooks, S.L
Campo do Forno, 7 – 15703, Santiago de Compostela, A Coruña
www.descubrebooks.com
ISBN: 978-84-15782-16-2
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual.
Indice
El principio
La cruda realidad. La vuelta a casa
El poder de la cerveza
Que te jodan
Rojo pasión
La fiesta del terror
Puerta a la desesperación
Conejillo de indias
Acojonada
Pasos
De caza
La noche más larga
Seis mil euros es mi precio
Patosa natural
Placer eléctrico
Aire en las bragas
La extraña visita
Amor sin ninguna vista
Destino maldito
Pistas de hielo
Allanamiento
Terror en la mirada
¿Respuestas?
Sexo invisible
Villanos sin rostro
La muerte está echada
Muda
Curvas en las pestañas
Tentación diabólica
Mutación sexy
Besos de regaliz
Citas al sol
Sexo ausente
Misión X
La boca del lobo
Delirios
La fuerza maligna
Adiós sin beso
Cuesta abajo y sin frenos
Beso sin ley
Buenos días, tigresa
El principio
Mi nombre es Sonia Conde. El destino incierto de mi vida es el punto de partida de este diario. Soy periodista en paro, me he divorciado recientemente y tengo una hija de corta edad.
Estas primeras líneas están escritas desde la fría sombra de un calabozo de la comisaría. He sido detenida junto a un piquete sindical al intentar sellar con silicona el candado de la rotativa del periódico en el que estaba trabajando. Espero mi turno para pasar a disposición judicial con el fin de responder a los cargos de daños y resistencia a la autoridad que me imputa la policía.
Supongo que no he nacido para figurar en la lista de los que pretenden cambiar el mundo.
En estos momentos navego entre un montón de despropósitos, dando palos de ciego para encontrar mi lugar en el mundo. Se trata de ese lugar al que han llegado ya la totalidad de mis amigos. Ellos circulan por tierra firme arropados por sus familias, hipotecas, vacaciones y domingos al sol. Mientras tanto, yo me tambaleo sobre una cuerda floja a la que no recuerdo haber decidido subirme.
Lo más gracioso es que mi estabilidad se vino abajo justo después de leerme ese puñetero libro que tanta suerte ha deparado al resto de la humanidad. Se trata de El secreto, un recurso mental concebido como talismán, que nada más ponerlo en práctica ha ido desgajando mis cimientos hasta hundirme. Por mucho que me visualicé feliz junto a mi pareja, esta no dudó en hacer la maleta para mudarse a casa de la que se supone que era mi mejor amiga, con la que compartí cientos de confidencias.
A pesar de que me proyecté triunfante en el duro mundo de las exclusivas, mi empresa ni dudó en invitarme a salir por la puerta de atrás, junto a otros compañeros, con el único objetivo de ver crecer sus beneficios. Ni siquiera han registrado pérdidas.
Cuando decido que no debo rendirme, que alguna estrella me guía y que la lucha sindical puede ser un camino, me convierto en la única presa de los agentes que custodiaban el recinto. ¡Como si conmigo no hubiera nadie más! Y para colmo, quejarse cuando te derriban a dos manos contra el suelo se denomina resistencia
.
La puerta de la celda se abre. El juez me espera. A ver qué sorpresa más me depara hoy el destino.
La cruda realidad. La vuelta a casa
No sé cómo he quedado en libertad con esta cara. Me miré al espejo y yo misma me habría metido en prisión. Nadie en el mundo debería haberme visto así, con el rímel extendido por todo mi contorno de ojos y unas bolsas que podría haber calificado de sacos.
Lo sé. Sé que podía haber ido a mi cita con el piquete con la cara lavada, pero una decide salir bajo una máscara de maquillaje cuando las cosas van mal, pensando que así disfraza los malos momentos. Supongo que lo que ahora veo frente al espejo no es más que el cúmulo de decepciones que arrastro, evidencias que la cosmética no puede ocultar. Podía haber sido un juicio rápido, pero la justicia ha decidido que sea lento. Quién sabe cuánto. Así que un día de estos volveré a encontrarme en un banquillo. Frente a frente con el rostro de la Ley, que me parece tan terrible como el mío en este momento.
Necesitaba desempolvarme del mal rollo de las últimas horas y me he metido en la bañera. Con el agua hasta el cuello he desnudado hasta mi alma y me he reído de mí misma, por alguna razón que desconozco. Quizá es que en este momento la vida me parece una broma pesada. Pero no me rindo. Ya que no tengo trabajo, voy a tomarme el día libre. Una bocanada de aire fresco me vendrá bien para empezar.
Y no voy a llamar a nadie para que me acompañe. La soledad a veces es una buena consejera.
El poder de la cerveza
Me he sometido al influjo de la cerveza. ¡Y ha funcionado! Un tercio y compañía divertida es la mejor receta para dar carpetazo a más de un asunto de esos que no dejan de rondar por tu cabeza.
Me he reído tanto que aún me duelen las mandíbulas.
Resulta que estoy atravesando una crisis positiva
. Se trata de un estado que ya definió Alfredo Bryce Echenique en su libro La vida exagerada de Martín Romaña. Bryce aseguraba que la superó sentado en un sillón Voltaire, pero a mí me parece que también bebía para olvidar. Además, no hay ninguna pieza de diseño en mi modesto hogar, donde impera un sobrio estilo sueco. De hecho, decidí correr hacia la barra a por otro tercio, incapaz de imaginarme cómo debe ser una crisis negativa, lo cual fue motivo de más cachondeo entre mis colegas.
Uno de mis amigos mantiene que la cerveza, consumida con moderación, mata las neuronas lentas, con lo cual las rápidas se activan e impulsan la agilidad mental, mejorando el rendimiento laboral y creativo. Pero claro, yo he desterrado la moderación de mi mente, la cual navega entre los extremos de casi todo. Arriba o abajo, blanco o negro. Dejando de lado cualquier emoción que te acerque al ansiado equilibrio.
Pero esta noche estoy arriba, justo al filo de un trampolín. Y todo es blanco. Y me río hasta caerme muerta.
Por alguna traición del subconsciente alguien me ha recordado a uno de mis ex. Un tipo extraño al que conocí de forma casual y que, tras un viaje a París, decidí que era una relación imposible. Su mayor preocupación en la ciudad del amor era encontrar un regalo adecuado para su madre, otro para su hermana y otro para su sobrina. Y la misión fue agotadora. Lo peor es que tras darle muchas vueltas a su cartera y a unos cuatrocientos escaparates se decidió por comprar tres muñecas de porcelana. Enormes y terroríficas. Formaban una especie de trío maquiavélico que me quitó el sueño durante el resto del viaje. Me preguntó si me gustaban. Dije que no, una y otra vez. Mi opinión no sirvió de nada, aunque me alegré de no conocer aún a su familia. Por lo visto en sus dormitorios reposaban centenares de esas pequeñas, pálidas y mofletudas.
Lo peor vino después. Dedicó todo su esfuerzo en vigilarlas para que no sufrieran ningún daño.
El recorrido por el aeropuerto para emprender la vuelta a casa fue una tortura, con las trillizas acomodadas sobre las maletas del carro, al que nadie podía acercarse y que protegía con su vida. Mientras aquellos ojillos de las parientes de la familia Monster se abrían y cerraban a través del celofán de sus cajas, yo ya tenía muy claro que nuestra historia había muerto. Sobre todo, deseaba que nunca, nunca jamás, me hiciera un regalo.
No sé por qué conté aquel instante de mi vida, que afloró de repente detrás de esa persiana que le echamos al pasado. Pero no sabéis hasta qué punto mis inseparables camaradas de cervezas se han reído de mí. Y yo, de mí misma.
Para colmo, aseguran que lo que necesito en este punto de mi vida es ligar. Y además, insisten con gente normal
. ¿Gente normal?, ¿en qué se diferencian los normales del resto?, ¿seré normal?
Creo que necesito otra cerveza.
Que te jodan
El flotador de grasa que mostraba alrededor de la cintura el jefe de la redacción anunciaba que se trataba de un hombre poco generoso, con tendencia a retenerlo todo. Ese rasgo físico es, por lo visto, uno de los muchos que pueden delatar nuestros defectos. Si te fías de las reglas del lenguaje corporal del Feng Shui, claro. Al parecer, esta filosofía la puedes aplicar a cualquier cosa. En este caso, creo que la sabiduría oriental acertó, que el sobrepeso concentrado en aquel hombre entre el tórax y los genitales era una consecuencia propia de su manera de ser, más que de una mala alimentación y falta de ejercicio.
De hecho, este personaje, colocado a dedo por algún político de chicha y nabo, no estaba dispuesto a regalarme nada desde su puesto de mando en una televisión local. Ni un sueldo decente, ni tiempo libre, ni horario establecido, ni compensación económica por trabajar horas de más… "Ya sabes,