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La Abominación Desoladora
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La Abominación Desoladora
Libro electrónico45 páginas1 hora

La Abominación Desoladora

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Cuando los judíos ortodoxos logren construir el Tercer Templo de Jerusalen, harán un pacto de siete años con "su mesías". Pero el pacto será roto a los tres años y medio porque entonces será colocada dentro del templo La Abominación Desoladora. Este libro es un libro atrevido, apto para personas equilibradas que investigan los misterios del bien y del mal sin miedo. Te reto a leerlo. Pero no te garantizo que vayas a encontrar lo que siempre has encontrado. Nuestra investigación escapa a los moldes rancios y costumbristas (repetitivos) de todas las congregaciones cristianas que tienen "diezmada, esclavizada y explotada" a la grey. Este libro es el primer libro que realmente desenmascara a Satanás...

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 may 2014
ISBN9781310233296
La Abominación Desoladora
Autor

Adolfo Sagastume

Construyendo Universos Literarios Latinoamericano

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    La Abominación Desoladora - Adolfo Sagastume

    Índice

    Presentación

    Unicidad de Dios

    El Mesías Esperado

    Más Pistas Reveladoras

    Las Bestias de Daniel

    Las Últimas Pistas

    La Imagen de la Bestia

    Debilidad Histórica de Israel

    Conclusión

    Presentación

    Según la revelación bíblica Israel por fin logrará su anhelado objetivo de construir el Tercer Templo de Jerusalén, la Ciudad de Dios.

    Con la mejor de sus intenciones lo consagra a Jehová Dios, el Dios Único, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; el mismo Dios que, a través de Moisés, les dio el territorio que actualmente ocupan.

    Entonces aparece en el panorama internacional un personaje poderoso que cumple a cabalidad, según ellos, todas las profecías referentes al Mesías y lo aceptan como tal.

    Las profecías hablan de la firma de un tratado, por siete años, entre este mesías e Israel. El tiempo pasa sin obstáculos hasta que a los tres años y medio, el mesías decide poner la abominación desoladora dentro del Tercer Templo de Jerusalén, la Ciudad de Dios. Israel se opone y rompe el tratado con él.

    En todos los libros que he leído sobre este tema, los autores afirman que la abominación desoladora será una imagen del mesías. Pero no hay uno que diga o enseñe lo contrario. Sin embargo, sus citas bíblicas no son tan específicas como ellos creen ver.

    Por primera vez en la historia de los libros apocalípticos, nosotros disentimos de todos esos escritores honorables que, en todo lo demás, merecen nuestro respeto. Nuestra propuesta es completamente diferente y hemos encontrado bases bíblicas.

    La novedad firme de esta obra nos exige plantearla con la mayor serenidad, sin ningún apresuramiento; consideramos que el asunto exige mucha seriedad y la merece.

    Así que comenzaremos planteando y definiendo a Dios, el Dios de Israel, en los términos que lo revelan las escrituras sagradas.

    Ir al inicio

    Unicidad de Dios

    De acuerdo con el judaísmo, Dios es Uno. La Shemá confiesa: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. (Deuteronomio 6:4) La aportación de la unicidad de Dios en la historia es la aportación más importante del pueblo de Israel a toda la humanidad. El enfrentamiento de esta propuesta con las creencias y las costumbres arraigadas y generalizadas de todos los pueblos por los que pasó el éxodo, y de los que estaban en la tierra que mana leche y miel, Canaán, sustituyó sus divinidades y la variedad de procedimientos de adoración.

    Desde el mismo arranque del éxodo, muchos pueblos se unieron al pueblo de Israel, que el Deuteronomio también define como las huestes de Jehová, y se llevaron sus dioses al desierto. Pero en cuanto se dio el acontecimiento del monte Sinaí y la entrega de las tablas de la Ley, desde entonces se estipuló concretamente la unidad indivisible de Jehová Dios.

    Desde entonces, el pueblo de Israel tenía que obedecer a un solo Dios, a Jehová. Sin embargo, aquí está el meollo, la raíz básica del problema de la penetración o filtración de ideas contrarias a la unidad de Dios. Porque los pueblos agregados al contingente del éxodo y por la simpatía sobreentendida con los pueblos que estaban regados en el desierto por donde pasaron,

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