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Pensiones, Población y Prosperidad
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Libro electrónico128 páginas2 horas

Pensiones, Población y Prosperidad

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En los países desarrollados y en vías de desarrollo, seguridad en la vejez es una preocupación de suma importancia. Los países ricos se enfrentan enfermo sistemas públicos de pensiones, mientras que las naciones menos desarrolladas luchan por construir mecanismos viables para ayudar a los necesitados, ancianos. En esta monografía única y provocativa, Oskari Juurikkala, plenamente conscientes de estas diferencias y basándose en la sabiduría de la tradición social cristiana, sostiene que la solución para ambos grupos de países se encuentra en la misma dirección - lejos de la confianza en el Estado y hacia una fuerte redes privadas familiares y de otro tipo.

Mezcla inusual de la autora del análisis de políticas informadas y comentario cultural incisivo hace de este ensayo una contribución vital al debate en curso sobre la reforma de las pensiones y la seguridad social.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 nov 2012
ISBN9781938948381
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    Pensiones, Población y Prosperidad - Oskari Juurikkala

    Prefacio

    En la experiencia humana, se da un hecho universal: la interacción entre generaciones es a la vez fuente de apoyo material y espiritual, de desarrollo social, y de tensión (si no de conflicto). Por lo tanto se puede decir que resulta un desafío continuo minimizar el potencial negativo y maximizar el potencial positivo de esta interacción.

    La preocupación por la relación entre jóvenes y ancianos aparece de tanto en tanto, acompañando las diversas crisis políticas o culturales. Esa preocupación está basada en problemas reales significativos, y a veces solamente en la percepción de que uno u otro bando de la batalla generacional ha perdido contacto o no ha logrado asimilar el conocimiento o las costumbres necesarias para preservar una civilización floreciente.

    Actualmente estamos inmersos en una de esas épocas de preocupación, tal como lo evidencian incontables investigaciones, conferencias y comentarios que se relacionan de una manera u otra con el tema de lo que algunos llaman solidaridad intergeneracional. Por otra parte, es difícil negar que las preocupaciones contemporáneas acerca de las disputas intergeneracionales carezcan de sentido. La confluencia de grandes fuerzas históricas que no son fáciles de modificar —el aumento sin precedentes de la población anciana junto con la proporción cada vez menor de jóvenes; la mayor tolerancia moral frente a la práctica de terminar con la vida de los minusválidos, los enfermos terminales e incluso los que por su enfermedad o extrema debilidad provocan una situación incómoda; el debilitamiento del vínculo económico entre padres e hijos como resultado del desarrollo económico, cultural y político— parece garantizar que la cuestión de las relaciones generacionales sólo alcanzará mayor importancia en las próximas décadas.

    En este décimo volumen de la Serie de Pensamiento Social Cristiano, Oskari Juurikkala enfoca un aspecto del problema que acabamos de describir: la urgencia por reformar el sistema de pensiones, especialmente los planes manejados por el gobierno (en Estados Unidos, el Seguro Social). Lo que resulta extraordinariamente valioso y singular en este análisis es su interés no sólo por el aspecto económico sino también por la dimensión social y cultural del tema de las pensiones para la tercera edad.

    El enfoque del autor puede ser examinado desde varios niveles. Para aquellos preocupados por cuestiones específicas de orden público, presenta un análisis incisivo sobre la situación de las naciones desarrolladas y las menos desarrolladas, y señala el camino para reformas ventajosas. Para los interesados en el contexto más amplio del tema, ofrece una discusión acerca de las tasas de fertilidad y su relación con el problema de la insustentabilidad de las pensiones. Finalmente, para quienes desean bucear en las profundidades de la cuestión y están dispuestos a considerar un replanteo radical de las pensiones para la vejez, propone un camino provocador: volver a un plan de seguridad social basado en la familia.

    Según admite el autor abiertamente, es difícil lograr una atención masiva adecuada a toda la gente de la tercera edad, pero se pueden intentar diversas estrategias con diferentes grados de éxito. Sin embargo, estamos ante pruebas concluyentes de que en la mayoría de los lugares, los métodos que se emplean en la actualidad serán cada vez menos efectivos a medida que pase el tiempo. Con el objetivo de promover el lado positivo de la interacción generacional —la solidaridad intergeneracional— se debería considerar atentamente la orientación que ofrece este breve libro.

    Kevin Schmiesing

    Acton Institute

    * * * * *

    I

    Pensiones, vejez y ética cristiana

    Los sistemas de pensión en el llamado mundo desarrollado no están funcionado bien. Mayor esperanza de vida, menor participación de los trabajadores mayores en la fuerza laboral y tasas de nacimiento en descenso son todos factores que contribuyen a la actual falta de sustentabilidad de muchos planes, tanto públicos como privados. Las tasas de dependencia (el número de jubilados dividido por el número de trabajadores) han estado subiendo a ritmo constante durante varias décadas. Los gobiernos han implementado medidas de corto plazo que ayudan a mantener los sistemas en funcionamiento. Sin embargo, se necesita un plan de reforma a largo plazo, ya que se avizora una importante crisis de financiamiento, particularmente para planes de pensiones PAYGO (siglas en inglés de Pay-As-You-Go o pago a medida que se avanza) o de seguridad social.¹ Los planes de pensión públicos son un grave problema para las economías nacionales. Recientemente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estimó cercano al 10 por ciento el déficit de presupuesto de los sistemas de pensión alemanes e italianos para 2030. A causa de deudas por pensiones sin financiamiento, la proporción ‘deuda / producto bruto interno (PBI)’ en estos países pasaría a situarse por encima del 100 por ciento. Ello suscita algunas preguntas críticas, tales como: durante cuánto tiempo pueden funcionar los planes de jubilación fuertemente endeudados, o incluso si pueden seguir existiendo. Si deben cancelarse, ¿cómo se hará y quién cargará con el costo?

    Las opiniones respecto del futuro de las pensiones, tanto públicas como privadas, varían enormemente. Algunos llegan a dudar de la posibilidad de algo similar a una crisis de las pensiones en un futuro cercano. La gran diversidad de opiniones es entendible; es difícil saber con certeza qué ocurrirá, dada la extraordinaria duración del lapso en cuestión. Por ello las predicciones que se puedan formular serán altamente sensibles a numerosos supuestos —los índices de empleo total, el comportamiento educacional, el crecimiento económico, la longevidad y las tasas de fertilidad— la mayoría de los cuales son difíciles de prever en cualquier caso. Esta incertidumbre da lugar a muchas discusiones políticas —algunas veces productivas, otras no tanto. Desde el punto de vista moral, la triste consecuencia es que, sin importar lo que realmente termine sucediendo, los ancianos son considerados cada vez más, no como una fuente de estabilidad, sabiduría y experiencia, sino como una carga sobre el resto de la sociedad.

    Este capítulo introductorio sirve como fundamento para el resto del libro: reflexiona acerca de los principios relevantes de la doctrina social y moral cristiana, mientras que los capítulos restantes abordan con mayor profundidad los problemas que enfrentan las sociedades actuales respecto de las pensiones. A pesar de que se trata principalmente de una cuestión económica, las pensiones van más allá dado que involucran, influyen y redefinen a las personas y comunidades humanas de maneras complejas. Este aspecto debe ser siempre considerado cuando se aborda el desafío que plantea el actual régimen de pensiones.

    Principios cristianos relativos al seguro de pensión y los cuidados para la vejez

    La persona humana

    Antes de abordar los problemas de las pensiones que enfrentan las sociedades actuales, examinemos brevemente los aspectos pertinentes de la doctrina social y moral cristiana. La idea central de esta doctrina es que la persona no es solamente un cuerpo material que vive durante un tiempo y luego muere. El individuo ha sido creado como una unidad de cuerpo y alma, que juntos constituyen la persona humana. El cuerpo no es meramente un instrumento o un portador de una supuesta persona humana, sino una parte esencial de ésta, y por ello no existen cuestiones sociales o económicas que no afecten a la persona humana como tal.

    Los interrogantes respecto de la seguridad social suelen estar formulados en términos puramente económicos. Sin embargo, la persona humana no es ni un mero factor de producción ni una máquina que busca placer o dispensa servicios, como suele representarlo la teoría económica moderna. Es la culminación de la obra creadora de Dios, un ser libre y racional, un ser social por naturaleza, capaz de comulgar y llamado a comulgar con otros hombres y con el mismo Dios —está hecho a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1, 26).

    Después de su creación, el hombre rechazó a Dios. A esto lo llamamos pecado original. Sin embargo, el misterio de Cristo —eterno Hijo de Dios, que asumió la humanidad, se hizo perfecto Dios y perfecto hombre, y sufrió a causa de la salvación del hombre— revela y magnifica la identidad especial de la cual está dotado el hombre. A pesar de su rechazo libre y voluntario de su Creador, el hombre sigue siendo tan intensamente amado por Dios que cada persona merece el acto redentor de Cristo.

    La caridad

    A partir de estas consideraciones de la antropología cristiana se desprenden ciertos principios que marcan y definen una actitud cristiana frente a las pensiones de seguridad y los cuidados para la vejez. En primer lugar, el principio esencial del mensaje cristiano es el amor o la caridad. San Juan enseña que, por naturaleza, Dios es amor (1 Juan, 4, 8). En los Evangelios, es evidente el cariño que siente Cristo por los enfermos y los necesitados. Tradicionalmente, las obras de misericordia corporales —dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, cobijar al peregrino— son rasgos distintivos de la solidaridad, ingrediente esencial de la ética cristiana.

    Los primeros cristianos sabían todo esto y lo practicaban.² Entre los primeros cristianos se destacaba especialmente su solidaridad hacia los huérfanos y las viudas. Por cierto, ello ya es evidente en uno de los últimos actos de Jesús antes de su muerte en la Cruz: confió a su madre a Juan para que la cuidara

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