La física está cambiando. De hecho, puede que el mayor cambio que haya experimentado este campo de la ciencia en la historia de la humanidad esté ocurriendo en estos momentos y nos encontremos a las puertas de responder a la cuestión que más ha inquietado al campo de la física desde hace mucho, que es cómo conciliar la mecánica cuántica y la relatividad general. Para ponerte en antecedentes, la mecánica cuántica funciona exquisitamente en lo referente a describir el comportamiento de la naturaleza en el nivel subatómico, mientras que la relatividad general tiene una capacidad inigualable para revelar el comportamiento cósmico en la escala que está más allá del alcance cuántico. Por desgracia, una y otra son fundamentalmente incompatibles.
El problema va mucho más lejos de que una herramienta funcione solo a pequeña escala mientras que la otra opera a gran escala. Al fin y al cabo, no habría nada de malo en que la caja de herramientas de la ciencia estuviera equipada con toda una serie de artilugios útiles. No, la cuestión no es que necesitemos herramientas matemáticas diferentes para explicar los sistemas cuánticos y los macroscópicos, sino que, a pesar de que estos dos sistemas estén ostensiblemente conectados como parte del gran sistema que es nuestro cosmos, parece ser que operan bajo dos conjuntos de reglas completamente distintas y no pueden comunicarse entre sí.
Por ejemplo, para saber dónde estará la luna mañana a mediodía es necesario conocer las leyes de la gravedad, la forma de la órbita lunar y la masa de la luna, y tener información sobre en qué posición se la ha observado en ocasiones anteriores. El comportamiento de nuestro satélite atiende a las mismas leyes y la misma lógica que rigen el movimiento de los objetos en nuestra vida diaria, como cuando un amigo nos lanza las llaves del