El 3 de octubre de 1936 se publicó en la portada del periódico Mundo Obrero un encendido artículo de Dolores Ibárruri donde se certificó el nacimiento de la expresión que mejor define desde entonces a una organización clandestina alojada en el seno de su contraria: Quinta Columna.
Con ello la Pasionaria hacía suyas las palabras atribuidas al general Mola, quien poco antes manifestó públicamente que Madrid sería conquistada por las cuatro columnas de tropas que se encaminaban hacia la ciudad y por una quinta formada por aquellos que desde la capital de España conspiraban para ponérselo más fácil a los sitiadores.
No puede afirmarse que en aquellos momentos estuviera constituida una organización estructurada y bien dotada para socavar la legalidad republicana desde dentro. Será con el desarrollo de la guerra cuando aquella oposición interior irá tomando cuerpo y se convierta en un solvente entramado clandestino que a la postre resultará decisivo para acabar con el conflicto fratricida.
La lucha contra los quintacolumnistas fue una obsesión de las autoridades republicanas durante toda la guerra, a la que se entregaron sin descanso. Prueba de ellos son los numerosos recursos dedicados a la persecución de los emboscados o la extendida cartelería que recordaba a la ciudadanía en pueblos y ciudades la necesidad de