Este el origen de la aventura. El eco de una conversación entre amigos en una noche lejana resuena frenético en mi cabeza desde hace años. Todo empezó en la costa de Sitía, Creta, en el eterno verano de 2016. Miguel, Eduardo y yo divagamos sobre libros, viajes, recuerdos compartidos y futuros por vivir. Es allí, en el patio de una pequeñísima casa griega que hemos alquilado para pasar unos días, bajo el insomne centelleo de las estrellas, donde la charla deriva hasta Javier Marías y el reino de Redonda.
¿Sabéis que Javier Marías es rey de Redonda?, les pregunto. Redonda, su reino, existe, les insisto. Es decir, que no es solo un juego literario, existe físicamente: la isla de Redonda, así bautizada por Cristóbal Colón en su segundo viaje a América, se ubica exactamente en las coordenadas 16º56’18” de latitud norte y 62º20’42” de longitud oeste, a unas veinticinco millas náuticas de la isla de Nieves, a treinta y cinco de Antigua y a algo menos de veinte millas de Montserrat.
LA HISTORIA Desde finales del siglo XIX una dinastía de escritores ha reinado en Redonda. M.P. Sheil fue el primer monarca, coronado como Felipe I de Redonda. Su padre, que se hizo con la propiedad de la isla, rogó a la reina Victoria que le concediera para su hijo el título de Rey de Redonda, y la pragmática reina británica se lo concedió, bajo la condición de que no se discutiera jamás la preeminencia ni la autoridad de los monarcas británicos sobre la isla.