Ideas para frenar el cambio climático desde casa
Las etiquetas nos aportan información muy útil sobre el origen de los productos que llegan a nuestro hogar: desde los alimentos a la ropa con la que nos vestimos e incluso la electricidad que hemos contratado. Una muestra de que, como consumidores, cada vez somos más conscientes de la importancia que tiene cuidar el planeta
En una sociedad cada vez más preocupada por la sostenibilidad y el futuro del planeta, todas las acciones importan. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el etiquetado de los productos. Admitámoslo: hasta hace poco tiempo no nos planteábamos si los pantalones que colgaban de nuestro armario procedían de un taller próximo a nuestra ciudad o si llegaban del otro extremo del globo, con el consiguiente impacto sobre el mismo. Tampoco pensábamos que las cerezas que comíamos en el mes de enero (fuera de temporada) viajaban hasta nuestra mesa desde Chile o Perú. O si el frigorífico que íbamos a instalar en la cocina gastaba más o menos electricidad. Todo esto ha cambiado en los últimos años. Hoy, más que nunca, nos preocupa el origen de los productos que adquirimos, entre otros motivos porque somos conscientes de la vulnerabilidad del mundo que habitamos y de que los recursos no son infinitos.
Esta percepción también ha llegado a la industria, que apuesta por ofrecer a los clientes una información cada vez más clara y transparente sobre la procedencia de sus artículos. A través de las etiquetas, sabemos si un jamón es de bellota o si un salmón procede de un río del norte o es de piscifactoría. También podemos conocer la trazabilidad de los tejidos con los que nos vestimos, la eficiencia energética de la casa que queremos comprar o si la crema cosmética que empleamos utiliza únicamente ingredientes naturales. Incluso existen etiquetas que nos informan del origen de la electricidad que entra en nuestros hogares. Porque no toda la electricidad procede de las mismas fuentes: puede ser hidroeléctrica, solar o eólica, pero también nuclear o estar generada a partir de carbón o gas natural.
¿Energía renovable? No siempre
Aunque mucha gente no lo sabe y tal vez ni siquiera nos hemos fijado, esta información podemos consultarla en la factura de la luz. En España, es la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) la encargada de certificar el origen de la electricidad que llega hasta nuestras casas. Lo hace a través de etiquetas idénticas que van de la letra A a la G, en función del menor o mayor grado de impacto ambiental. Así, la A representa la mínima repercusión y la G, la mayor.
Los consumidores son cada vez más conscientes y quieren saber si, a la hora de adquirir productos o contratar servicios, lo están haciendo de la manera más responsable con el medio ambienteJavier Arjona, Estrategia y Producto de Repsol Electricidad y Gas
Este etiquetado indica qué porcentaje de la luz que comercializa cada empresa tiene un origen renovable, proviene de una central nuclear, se produce por cogeneración o bien a partir de carbón, gas, etc., así como sus emisiones de CO2 y los residuos radiactivos que genera. Todas estas características están recogidas en leyes europeas y nacionales, por lo que la medición está completamente regulada.
Eu su último informe, la CNMC ha analizado a 244 empresas y, por segundo año consecutivo, Repsol es la única gran comercializadora, en términos de clientes suministrados, que ha obtenido la etiqueta A (la máxima certificación). En 2020, el 100% de la electricidad comercializada por esta compañía energética fue de origen renovable, es decir, procedió de fuentes limpias, como pueden ser las energías eólica, solar, hidroeléctrica o biogás, con el respeto y el compromiso por la sostenibilidad que eso supone.
“Los consumidores son cada vez más conscientes y quieren saber si, a la hora de adquirir productos o contratar servicios, lo están haciendo de la manera más responsable y cuidadosa posible con el medio ambiente”, admite el responsable de Estrategia y Producto de Repsol Electricidad y Gas, Javier Arjona. De ahí la importancia de este tipo de certificaciones, que aportan transparencia e información útil a los clientes y les ayudan a elegir de forma más consciente en su elección de compra.
Una idea que comparte el profesor de Psicología del Consumo en la Universidad Autónoma de Barcelona, Albert Vinyals. “Cuanta más información reciba el consumidor, mejor. De hecho, cualquier producto o servicio puede estar etiquetado. Y en una sociedad más comprometida, representa un gesto que ayuda a tomar mejor las decisiones”, apunta. En su opinión, la sostenibilidad y el medio ambiente son cuestiones que empiezan a preocupar y a calar en la sociedad española, pero es necesaria una mayor concienciación colectiva.
Gestos que ayudan al planeta
Con pequeñas acciones cotidianas es posible ayudar a frenar el calentamiento global. En casa, también, haciendo un uso eficiente de la energía. Por ejemplo, ahorraremos recursos si utilizamos bombillas led y apagamos los aparatos electrónicos por la noche, para evitar a toda costa el modo stand by. Lo mismo ocurre si aseguramos la eficiencia energética de nuestros electrodomésticos y utilizamos buenos materiales aislantes en nuestras casas.
La CNMC certifica el origen de la electricidad que llega hasta nuestras casas, con etiquetas que van de la letra A a la G, en función del grado de impacto ambiental
A todo esto podemos añadir ahora la posibilidad de consultar la etiqueta energética que aparece en la factura de la luz y comprobar qué porcentaje de energía renovable suministra nuestra comercializadora. Muchos gestos, en apariencia nimios, pero que sumados contribuyen a hacer de nuestro planeta un lugar mejor tanto para las generaciones del presente como para las que están por venir.