Prepárate para llorar a cántaros (otra vez): llega el musical de ‘Ghost’
Este año se estrena en Madrid la versión teatral de la película por la que todos nos apuntamos a cursos de cerámica.
Era inevitable. Tras la buena respuesta del público al musical de Dirty Dancing, más tarde o más temprano tenía que llegar la versión teatral del otro gran tótem del cine romántico de fin de siglo, Ghost. Una película con más miga que el pan de payés y una temática controvertida (¿asesinatos?, ¿lesbianismo interracial?, ¿necrofilia?) que, sin embargo, nos resulta irresistible.
El libreto viene firmado por Bruce Joel Rubin, que también se encargó del guion de la película. Rubin es un tipo singular que ganó un Óscar por aquel trabajo y lleva viviendo del éxito del filme toda su vida. Según confesión propia, Rubin dio con la historia de amor más bizarra de la historia tras la ingesta de LSD. Eso explica muchas cosas. Porque no se nos escapa que toda la historia de Rubin era de lo más lisérgica: o sea, una viuda se cree a una vidente excéntrica e histérica que le cuenta que si le da un beso se lo estará dando en realidad a su difunto esposo, y esta se lo cree hasta el punto de tener un orgasmo. Pero faltaba la escena que convirtiera el filme en inmortal. Rubin, que era un hippie de manual, que había visitado India, Nepal y el Tibet para abrir sus chakras, necesariamente tenía como pareja a una hippie no menos intensa. Su mujer, por supuesto, además de hacer su propio pan era aficionada a la cerámica, así que fueron capaces de convertir la expresión castellana “¡y dale Perico al torno!” (o como se diga en inglés) en una de las más inolvidables metáforas sexuales que nos ha brindado el cine. Ayudó, y no poco, un temazo como el Unchained Melody, tan inmortal como el filme, interpretado por los Righteous Brothers con producción de Phil Spector en 1964. Por cierto, que en esta historia en la que uno ya no sabe lo que es verdad y lo que es un mal viaje, Spector está cumpliendo condena por asesinar a su novia en 2003.
Tenían la historia. Tenían la escena. Y tenían la prota: Demi Moore aceptó ipso facto… pero se presentó en el rodaje con un peinado que puso los pelos de punta a producción: el hoy mítico corte paje (pageboy o pixie si nos ponemos finas). Como buena súper estrella, daba igual: Moore está guapa de todas las formas posibles. El problema era su amante fantasma. Se ve que en Hollywood son como los toreros, y lo de los muertos les da lagarto: ni Harrison Ford, ni Michael J. Fox, ni el –créanselo– por entonces muy famoso Cocodrilo Dundee aceptaron el papel de Sam el banquero bueno (¿tal vez el único de la historia) protagonista.
Demi Moore se convirtió en la actriz mejor pagada del mundo, la película fue la más exitosa del año con más de 500 millones de dólares y superó en taquilla a la superproducción del por entonces marido de la actriz, Bruce Willis (La jungla de cristal II), e incluso batió en números a otro súper clásico del cine romántico como Pretty Woman. Whoopie Goldberg se convirtió, gracias a su papel de la Bruja Lola neoyorquina en la primera afroamericana en ganar un Óscar en 50 años (el último fue el de Hattie McDaniel por Lo que el viento se llevó, en 1939). Y Ghost, a la que aquí el traductor caprichoso le puso la coletilla “Más allá del amor”, quemó VHS y reventó shares en todas las televisiones del planeta.
Era inevitable que, en la cultura del reciclaje, llegara el musical y que se gastaran sus buenos cuartos en él. Además de –por supuesto– la ‘Melodía desencadenada’ de los Righteous Brothers, el resto de canciones han sido compuestas por Dave Stewart y Glen Ballard. El primero lo tendrán más presente, pues es el hombre del dúo Eurythmics, ese tipo (bastante genial, por cierto) que parecía un pigmeo ante esa fuerza de la naturaleza llamada Annie Lennox. El segundo no les sonará demasiado, pero sí sus canciones: escribió el Man in the Mirror de Michael Jackson, por ejemplo, ha producido a lo más granado del universo pop, y se le considera el principal responsable del éxito de Alanis Morissette. La obra se estrenó en Londres en 2011 y, como ya sucedió con la película, los críticos dijeron “meh” y el público dijo “guau”: en 2012 pasó a Broadway y desde entonces no ha dejado de girar por todo el mundo.
Así que ya lo saben. Preparen los paquetes de clínex, y váyanse apuntando a un curso de cerámica, que en octubre se estrena en el Teatro de la Luz Philips Gran Vía. Pero guárdense algún pañuelito: en Estados Unidos se estrenó el año pasado la versión musical de Pretty Woman… No creemos que tarde mucho en llegar a España.
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