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COLUMNA
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El perro y la jauría

Una carta como la que Pedro Sánchez ha hecho pública solo resulta concebible en un sistema político viciado al extremo

Pedro Sánchez, este miércoles durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso.
Pedro Sánchez, este miércoles durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso.Claudio Álvarez

La carta de Pedro Sánchez ha dejado desconcertadísimo a todo el mundo (a mí desde luego). Es algo insólito. Resulta complicado pensar en precedentes de algo así. Nos pone a todos a hacer cábalas y a pensar obsesivamente en la suerte del presidente y, también, del país. Supone un movimiento difícil de asimilar. Si se trata de una dimisión, resulta extraño prepararla con un anuncio lleno de incertidumbre. Y, si no piensa dimitir, ¿para qué este drama colectivo? Con esta carta, parece imposible que el lunes 29 anuncie que todo seguirá como siempre. ¿Hay alguna interpretación razonable de lo sucedido?

Supongamos que la carta es un toque de atención, no a las derechas, que pensarán que están a punto de lograr su objetivo y van a redoblar la presión en el corto plazo, sino a la ciudadanía. Algo así como “en estas condiciones es imposible gobernar, háganse cargo, piensen en mí y en mi familia”. Desde este punto de vista, la carta vendría a ser una especie de “moción de confianza ciudadana”. En lugar de solicitar al Parlamento que renueve su confianza en el presidente, estaría pidiéndole a la propia ciudadanía que le dé una oportunidad para defenderse y actuar frente a la campaña ininterrumpida e inmisericorde de deslegitimación que viene padeciendo desde que llegó a la presidencia del Gobierno en 2018. Quizá quiera cargarse de razones para argumentar que ahora está siendo víctima de un episodio de lawfare.

Aunque la espera se va a hacer larga, pronto saldremos de dudas. Lo que me interesa destacar en este momento es que una carta como la que hemos conocido solo resulta concebible en un sistema político tóxico, viciado al extremo. Hace un par de décadas, en las páginas de este periódico, se habló de selección adversa, de cómo las estructuras y reglas de los partidos políticos creaban incentivos para que los malos políticos ganaran posiciones. En el contexto de fuerte enfrentamiento y crispación en el que nos encontramos, el problema de la selección adversa tiene otras características: solo sobreviven en política aquellos que aguantan la presión insoportable del debate público.

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Si tuviera que apostar, diría que Sánchez se va a retirar. Si lo hace, es probable que la coalición de gobierno se deshaga, que vayamos a elecciones y arrasen las derechas, envalentonadas por haberse cobrado su pieza más preciada. Solo nos queda esperar que, en estos días de calma, Sánchez relea su Manual de resistencia.

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