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Las embarazadas de Gaza viven una situación límite sin comida, agua ni anestesia para las cesáreas

Unas 50.000 mujeres gestantes viven en la Franja, de las que unas 5.500 darán a luz a lo largo del mes, lo que supone más de 180 partos diarios, según la ONU. Ni madres ni recién nacidos reciben la asistencia que necesitan

A health worker with a premature Palestinian baby lying in an incubator in the maternity ward of Al Shifa Hospital on October 22.
Un trabajador médico asiste a un bebé palestino prematuro que yace en una incubadora en la sala de maternidad del hospital Al Shifa, el pasado 22 de octubre.Mohammed Al-Masri (REUTERS)
Patricia R. Blanco

Islam Hussein alumbró a su bebé horas después de haber perdido a otro hijo en un bombardeo israelí en Gaza. Le faltaban 10 días para salir de cuentas y recuerda que estaba desayunando con su familia cuando las fuerzas aéreas de Israel atacaron “la casa de al lado”. El techo de la suya también se derrumbó. “Sentí que había escombros sobre mí y no podía moverme, empecé a gritar hasta que los rescatistas me encontraron y me llevaron a la ambulancia”, según el testimonio recogido en el hospital Al Shifa por Bisan Ouda, trabajadora del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), en un audio compartido con este periódico. Le hicieron una ecografía y al encontrar que el pulso del feto era débil, le practicaron una cesárea de urgencia. “Gracias a Dios, el bebé está bien”, continúa, aunque ella no tiene “una sola parte del cuerpo sin heridas”. Ha llamado a su recién nacido Sanad (“apoyo” en árabe) porque otro de sus hijos, “al que asesinaron, quería llamarlo así”, rememora.

Hussein es una de las 50.000 gestantes que la UNFPA calcula que vivían en Gaza cuando el pasado 7 de octubre Hamás atacó Israel y el Gobierno de Benjamín Netanyahu respondió con una campaña diaria de bombardeos contra la Franja. Unas 5.500 mujeres, según los cálculos del fondo de la ONU, darán a luz a lo largo del mes, lo que suponen más de 180 nacimientos cada día, de los que por pura estadística “el 15% puede presentar complicaciones”. La tasa de fertilidad en la Franja es de 4,1 hijos por mujer en edad fértil, según las estadísticas de Unicef, una cifra que triplica ampliamente a la de España (1,2).

“Las embarazadas de Gaza no tienen adónde ir”, denuncia en conversación telefónica Dominic Allen, representante de la UNFPA para Palestina. Muchas no logran llegar a los hospitales por los bombardeos constantes “y tienen que dar a luz en casa, con los consejos por teléfono de médicos o matronas”, siempre que la línea telefónica funcione. Las que consiguen llegar a un centro sanitario están siendo enviadas “tres horas después del parto” a sus casas para dejar espacio a otras mujeres o a heridos. Sin comida, agua limpia, electricidad o combustible que mantenga en funcionamiento las incubadoras y las unidades de cuidados intensivos, y con un sistema sanitario “maltrecho y al borde del colapso”, que ha obligado a doctores a “tener que trabajar sin anestesia”, ni las madres ni los recién nacidos reciben la asistencia que necesitan, condena Allen.

Una cesárea “es una operación en la que se corta la piel, el músculo y el útero de la mujer y, sin anestesia o medicinas, se tiene que hacer con lo que se puede para salvar la vida de estas mujeres y estos niños”, a veces con tan solo anestésico local para la piel, explica Raquel Vives, experta en salud sexual y reproductiva en España de Médicos Sin Fronteras (MSF). Allen asegura que ya se están realizando cesáreas sin anestesia en Gaza. “Es impensable y terrible lo que debe ser para una mujer sufrir una cesárea en estas condiciones”, lamenta la trabajadora de MSF, que recuerda que en la Franja, desde hace días, “se hacen operaciones en pasillos, sin luz y en condiciones desesperadas”.

Pero no solo corren peligro las mujeres a punto de alumbrar. Alaa al Bayaa, palestina de 30 años, abortó tras un ataque aéreo israelí. “Estaba embarazada de cuatro meses, nos ordenaron evacuar la casa y la bombardearon; el miedo se apoderó de mí y bajé corriendo las escaleras… Corrí y corrí y sentí que tropezaría por el miedo”, narra en una entrevista realizada por la UNFPA, a cuya grabación también ha tenido acceso este diario. Poco después, comenzó a sentirse “abrumadoramente fatigada”, pero no pudo ir al hospital porque “las calles eran demasiado peligrosas”. Cuando lo logró y una médica la examinó, todo su cuerpo “temblaba”. La mujer, que no había comido nada, recibió la peor noticia: “La doctora me dijo que el feto no tenía pulso, que no había esperanza”. El feto, sin embargo, continuó en sus entrañas. Ante la falta de medios, los médicos la enviaron a casa sin poder hacer nada más en ese momento y le dijeron que solo podrían intervenir cuando experimentara complicaciones como calambres o dolores de espalda.

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Sin leche para los bebés

Aunque no hay datos de abortos ni de nacimientos prematuros como consecuencia del “trauma” de los bombardeos, Allen asegura que “han aumentado” los embarazos que no llegan a término. Ante un mayor número de bebés que nacen antes de tiempo, “no hay incubadoras suficientes y se agotan el agua o los alimentos” que requieren estos niños, explica.

“Normalmente, el cuerpo de una mujer que acaba de dar a luz está preparado para amamantar a un recién nacido por las hormonas” que segrega durante el embarazo y tras el nacimiento, pero el estrés, los partos prematuros o la falta de alimentos y de hidratación pueden obstaculizar la lactancia, recuerda Vives. El representante de la UNFPA en Palestina afirma que la alimentación de los bebés es una de las grandes preocupaciones en Gaza en estos momentos. “Conozco a una madre con un bebé de siete meses, lactante, angustiada porque, tras la primera semana de los bombardeos, se le estaba acabando la leche [materna] y ella sabía que esa leche era la vida para su hijo”, describe. Esa mujer “tenía que buscar alternativas, pero necesitas agua limpia para preparar leche de fórmula”, añade.

“El riesgo para la salud es enorme” para todas las gestantes, insiste Allen. Reham Rashad Bakr, de 24 años, está embarazada de dos meses. “Tuve una hemorragia y hay un tratamiento que debería tomar, pero no puedo”, se entristece, según un testimonio hecho público por la UNFPA. “No tomo ácido fólico [suplemento necesario en los primeros meses de gestación] como debería, me falta la comida, y solo como queso, dukkah [mezcla de frutos secos y semillas] y tomillo”, cuenta. Ni siquiera hay pan “porque todas las panaderías han sido bombardeadas”, añade. “Es decir”, puntualiza, “no hay nada de todo lo que necesita un embarazo”.

Sin embargo, pese a la falta de agua y alimentación, lo que esta mujer reclama, sobre todo, es seguridad. Hace unos días, a las dos de la mañana, tuvo que abandonar su casa tras una llamada de aviso ante un bombardeo inminente. “Empezamos a correr. Ni siquiera logré ponerme mis zapatillas, mis hijos corrían descalzos... Solo logramos cubrirnos la cabeza y corríamos rápido por miedo”, recuerda cansada por los ataques incesantes. Y concluye: “Estamos psicológicamente cansados; morimos 100 veces de miedo cada día”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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