Pocos manifestantes y altercados violentos en el primer aniversario de los ‘chalecos amarillos’
Decenas de detenidos, vehículos incendiados, gases lacrimógenos y una marcha anulada en París
Pocos, pero ruidosos. Los chalecos amarillos celebraron el sábado el primer aniversario del movimiento con manifestaciones muy minoritarias y marcadas por la violencia. En París, los actos de vandalismo y los altercados con la policía se prolongaron durante buena parte del día en la place de l’Italie, en el sur de la ciudad, donde se congregaron unas 3.000 personas. El prefecto de la policía suspendió la marcha. La incógnita es si la protesta en la calle, que empezó el 17 de noviembre de 2018 y se ha reproducido cada fin de semana, está finiquitada o si puede tomar un nuevo impulso en coalición con otros movimientos sociales.
La manifestación del primer año en París reflejó el ambiente caótico que ha rodeado la revuelta desde el principio: la mezcla de personas con el chaleco amarillo y otras de negro y encapuchadas. La ausencia de lema o servicio de orden en la marcha. Los destrozos, entre otros a un monumento al mariscal Juin, que se unió a De Gaulle durante la Segunda Guerra Mundial para derrotar el nazismo. Los lanzamientos de piedras e incendios de automóviles y barricadas, y los gases lacrimógenos de las fuerzas del orden. Ni siquiera había una sola marcha, sino dos, pero los Campos Elíseos, escenario de los tumultos más espectaculares, quedaron a salvo. Por la tarde había 103 detenidos, y los disturbios se habían trasladado al céntrico barrio de Les Halles.
La jornada conmemorativa dejó constancia de la habilidad de los agitadores para atraer el foco mediático, pero posiblemente el futuro de los chalecos amarillos se juegue en su capacidad para confluir con los múltiples descontentos sociales en la Francia de Emmanuel Macron. Desde la huelga en las urgencias de los hospitales a las protestas estudiantiles por la precariedad, pasando por la jornada de movilizaciones que se prepara para el 5 de diciembre contra la reforma de las pensiones, hay un malestar de fondo, más allá de los chalecos amarillos, en amplios sectores de la sociedad.
La efeméride llevó a más chalecos amarillos que de costumbre a salir a la calle: 4.700 en París y 28.000 en todo Francia, según cifras del Ministerio del Interior, muchos menos que los 280.000 de hace un año exacto. También permitió observar el cambio de piel del movimiento: por un lado, más dominado por la presencia de los violentos del black block, y por otro, más inclinado hacia la izquierda. “Yo soy de izquierdas, pero de extrema izquierda, no la izquierda caviar”, decía en la Place d’Italie Jean-Baptiste Reddé, que se presenta como activista y poeta, y lleva la prescriptiva prenda fluorescente y una pancarta que por un lado dice “París apoya la revolución de Hong-Kong”, y por el otro “Macron lárgate”.
Una de las figuras fundacionales, Jacline Mouraud, que saltó a la fama con un mensaje en Facebook que fue clave en las movilizaciones iniciales, cortó amarras desde el 1 de diciembre, cuando hubo el primer estallido de violencia. “Al principio era un movimiento de adhesión. Ahora es un movimiento de detestación”, dice Mouraud por teléfono desde Bretaña, donde vive. “Fue un movimiento de revuelta fiscal: no podíamos llenar el depósito del coche. Ahora el objetivo es el RIC”, añade. Mouraud alude a las siglas del referéndum de iniciativa ciudadana, una de las reclamaciones centrales de los chalecos amarillos, que permitiría aprobar leyes por iniciativa popular y refrendarlas en las urnas.
En la Place d’Italie, protegiéndose de los gases lacrimógenos, se encontraba uno de los ideólogos del RIC, Étienne Chouard, un profesor jubilado que se dio a conocer 2005 como oponente al proyecto de Constitución de la UE y que hoy inspira a los chalecos amarillos con sus propuestas para organizar referéndums por parte de la ciudadanía y no de las instituciones políticas. “El RIC es la idea esencial de los chalecos amarillos y vale para el mundo entero. Es una institución de la democracia en un régimen que no lo es”, argumentó en un café de la plaza donde algunos manifestantes se han refugiado.
Chouard, que se identifica como anarquista, y de izquierdas, es una figura controvertida en Francia. Ha recibido críticas por su supuesta afinidad con el intelectual de extrema derecha Alain Soral, que él niega, o por declarar, hace unos meses en televisión, su ignorancia sobre la existencia de las cámaras de gas. Ahora dice haber estudiado el tema, admite que se equivocó y lo lamenta. “No es criminal ser ignorante”, dijo refiriéndose a sí mismo al hacer aquellas declaraciones. “No soy un cabrón, la persona horrorosa que describen los diarios, soy amable. La idea que yo defiendo es la del antifascismo”, se defendió, mientras fuera queman las barricadas y la vista se nubla por los gases.
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