Michael Richards, de ‘Seinfeld’, sobre los insultos racistas que hundieron su carrera hace 20 años: “Mi rabia estaba por todas partes”
El actor, de 74 años y alejado desde hace casi dos décadas del ojo público, está encarando un tímido regreso coincidiendo con el lanzamiento de sus memorias, en las que repasa su infancia, el ascenso a la fama y la fatídica noche que le costó su trabajo
Las primeras apariciones de Kramer en Seinfeld son como el propio personaje: caóticas, inexplicables, sin sentido. Luego lo siguen siendo, pero a medida que avanzan las temporadas de la serie ese desconcierto inicial por el vecino histriónico del protagonista se transforma en admiración y aprecio hacia él y hacia Michael Richards, el actor con alma de clown que lo interpreta, que se ganó el corazón de los espectadores con su peculiar humor. Esta comedia de situación de 180 episodios ―Richards aparece en 178 de ellos―, emitida entre 1989 y 1998, consagró al intérprete californiano, ahora de 74 años, como uno de los grandes comediantes de la época. En los años 2000 estaba todavía en su mejor momento, pero de repente desapareció. ¿El motivo? Unos insultos racistas que lanzó en 2006 durante un show y que no le hicieron gracia a nadie.
“Me arrepentí de inmediato en el momento en que lo dije en el escenario”, ha confesado a People 18 años después. Richards también admite ahora que no espera que el mundo perdone y olvide: “No estoy buscando un regreso”. Aun así, el pasado 30 de abril los seguidores de Seinfeld se sorprendieron al verlo de nuevo delante en la alfombra roja del estreno de Sin edulcorar, la nueva película de Jerry Seinfeld, su compañero en la serie junto a Jason Alexander y Julia Louis-Dreyfus. Su tímido regreso al ojo público se debe al lanzamiento de sus memorias, Entrances and Exits [Entradas y salidas], que saldrán a la venta el próximo 4 de junio en Estados Unidos y en las que escribe sobre su infancia, su ascenso a la fama en Seinfeld y sí, sobre la noche en un Laugh Factory [una cadena de clubes de comedia en los Estados Unidos] que puso patas arriba su carrera.
El incidente en cuestión tuvo lugar en el Laugh Factory de Los Ángeles, cuando durante su actuación varios miembros del público que se encontraban en el balcón interrumpieron a Richards. Según describe ahora en su libro, después de escuchar hablar desde esa zona y ordenar que se “callaran”, uno de los presentes le gritó algo que lo alteró: “No eres gracioso. ¡No creemos que seas muy gracioso!”. El actor confiesa haberse tomado el comentario “bastante mal, como un golpe sólido debajo del cinturón”. Y en respuesta, ofreció un baño de insultos racistas que, además, fueron grabados por el público. Insultos como: “Hace 50 años te tendríamos colgado boca abajo con un tenedor en el culo”, acompañados de palabras despectivas hacia los negros.
Richards asegura que ha pasado los últimos 17 años en un “análisis profundo”. “Era hora de averiguar de dónde venía toda la ira”, ha comentado en su entrevista con People. Parte de ello, dice, se debía a sus propias inseguridades y a la sensación de no ser querido (fue criado por una madre soltera que inicialmente había querido abortar, pero no pudo porque era ilegal y peligroso en aquella época). Sin embargo, no tiene ninguna excusa válida para esa noche de 2006 en la que dijo lo que dijo. “No soy racista. No tengo nada en contra de los negros. El hombre que me dijo que no era gracioso acababa de decir lo que me había estado diciendo a mí mismo durante un tiempo. Me sentí menospreciado. Quería acabar con él”, admite. “Mi rabia estaba por todas partes y llegó fuerte y rápido. La ira es una gran fuerza. Pero sucedió. En lugar de huir de ello, me sumergí en lo más profundo y traté de aprender de ello. No ha sido fácil”, continúa. Y añade: “Los gestores de crisis querían que hiciera un control de daños. Pero en lo que a mí respecta, el daño estaba dentro de mí”.
El actor, que después de interpretar a Kramer apenas ha vuelto a la ficción más que en contados papeles menores, reconoce que a pesar de su gran éxito en los noventa no pudo “conectarse con la alegría de ser un artista”. “Era un buen actor de carácter, pero me sentía cómodo siendo el personaje, no siendo yo”, confiesa. Esa inseguridad también lo llevó a rechazar buenas oportunidades: “Dije que no a la oferta de una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. No me sentía merecedor. Dije que no a presentar Saturday Night Live dos veces porque no me sentía lo suficientemente bien. Nunca estuve realmente satisfecho con mi actuación en Seinfeld. La fama magnificó mis inseguridades”.
Con sus nuevas memorias, no solo se desahoga sobre ese incidente que hundió su carrera hace casi dos décadas, también repasa su crianza poco convencional por parte de su madre, su tiempo en el ejército, su ascenso a la fama después de convertirse en Cosmo Kramer y su dificultad para ser una celebridad. Además, escribe sobre el diagnóstico de cáncer de próstata que tuvo en 2018. “Pensé: ‘Bueno, este es mi momento. Estoy listo para irme”, detalla a People, “pero luego me vino mi hijo a la mente solo unos segundos después y me escuché a mí mismo decir: ‘Tengo un niño de nueve años y me gustaría estar cerca de él. ¿Hay alguna manera de que pueda tener un poco más de vida?”. Se sometió a una cirugía completa que le salvó la vida. “Si no lo hubiera hecho, probablemente habría muerto en unos ocho meses”, explica.
Encontrarse cara a cara con su mortalidad fue una de las razones por las que decidió publicar sus memorias, basadas en más de 40 diarios que ha mantenido a lo largo de su vida. El nuevo libro resultante es un resumen del trabajo interpersonal que ha realizado y de su vida durante los últimos 17 años, en los que se ha dedicado principalmente a leer y estudiar religión y filosofía. “Estoy aprendiendo y sanando. Sanación y aprendizaje”, dice al medio estadounidense sobre su vida ahora, como marido de la actriz Beth Skipp y padre de su hijo Antonio. “Pero la vida siempre tiene altibajos. Continúo trabajando durante el día y la noche, la luz y la oscuridad que soy”.
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