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El gobierno de Ayuso deja en el aire la reapertura de la línea 7B de Metro, que ha obligado a derribar 73 viviendas en San Fernando

Tras casi dos años de cierre, Transportes reconoce que debe evaluar si se cumplen las condiciones de seguridad, y avanza que cerrará la parte que sigue abierta

Juan José Mateo
Vista general de la zona afectadas por las obras de la línea 7B de Metro.
Vista general de la zona afectadas por las obras de la línea 7B de Metro.FERNANDO VILLAR (EFE)

El gobierno de la Comunidad de Madrid, que preside Isabel Díaz Ayuso, no puede confirmar que se vaya a reabrir el tramo de tres estaciones de la línea 7B de Metro que lleva cerrado casi dos años, tras haber alterado el subsuelo del municipio de San Fernando de Henares, provocando el derribo de 73 viviendas. Así lo avanza el Consejero de Vivienda, Transportes e Infraestructuras, Jorge Rodrigo, que también precisa que el tramo de la infraestructura que está abierto ahora mismo entre las estaciones de Estadio Metropolitano y San Fernando se cerrará próximamente, previsiblemente en verano y durante hasta siete meses, para que se acometan obras de mejora. Las dos decisiones fotografían la dramática trayectoria de una línea del suburbano que inauguró en 2007 el gobierno de Esperanza Aguirre a toda prisa, justo antes de las elecciones autonómicas, y que ha marcado para siempre la vida de casi 200 vecinos del municipio de San Fernando (40.000 habitantes) que han perdido sus casas como consecuencia de la llegada del suburbano a su localidad. Desde ahora, su futuro uso está rodeado de incógnitas.

“Tras el verano vamos a acondicionar las vías”, explicó Rodrigo durante un encuentro con periodistas. “Vamos a hacer una inversión de 28,2 millones de euros en el tramo específico, con unas obras que tienen un plazo de ejecución de siete meses”, sigue. “Próximamente vamos a tener que invertir en el tramo que actualmente está abierto, desde el Metropolitano a San Fernando, para mejorarlo″, detalla, advirtiendo que eso implicará su cierre. “Cuando se cierren esas actuaciones, en el medio o largo plazo, tenemos que valorar si se cumplen todos los estándar técnicos de seguridad para [re]abrir [el tramo de tres estaciones actualmente cerrado de] la línea 7B de Metro”, admite. Y remata: “No hay fecha. No estoy en condiciones de asegurar que vaya a volver a funcionar. Cuando llegue el momento decidiremos si vuelve a funcionar o no. No hay plazo específico de la futura o no reapertura de la línea, porque lo desconocemos”.

Tras nueve cierres en apenas 15 años de vida, el tramo final de la línea 7B lleva sin ver pasar un tren desde agosto de 2022 ―casi dos años, para más de 1.000 días sin funcionar en total―.

La zona cero de esta pesadilla está oculta bajo tierra. En 2007, las obras del túnel del metro facilitaron la entrada del agua en el subsuelo. El líquido contactó así con terrenos solubles, rebosantes de sales incrustadas. Y los problemas aparecieron de inmediato.

El mismo año del estreno de la línea 7B, 2007, los gestores de la infraestructura conocen que se han detectado “diversas patologías en relación con una anómala y creciente entrada de agua de elevada conductividad al pozo de bombeo situado entre la estación 7 (San Fernando) y 8 (Henares)”. Apenas seis meses después, en junio de 2008, otro informe advierte a la Comunidad “del consiguiente riesgo de colapsos en el túnel de metro y las edificaciones del entorno”. En 2009, un tercer balance alerta a la Administración de que es “de extrema urgencia” actuar por ese motivo. Y en 2010, cuando los problemas de las casas son aún incipientes, se registra un documento taxativo.

“La construcción del túnel y posterior drenaje comenzó a movilizar el flujo de agua subterránea y a iniciar un progresivo proceso de disolución del terreno, en concreto y preferentemente, de los niveles salinos existentes”, se lee. “(…) En este tipo de terreno, movimiento de agua significa capacidad de disolución”, subraya, en alusión a los cambios del terreno que afectan al asentamiento de los cimientos de los edificios.

Finalmente, en el verano de 2022, la memoria justificativa de la necesidad de las obras que mantienen aún hoy cerrado un tramo de tres paradas de la línea 7B es concluyente. “La confluencia de estos factores que provocan daños muy graves como consecuencia del movimiento del terreno con un desarrollo muy rápido requieren de la actuación global de emergencia”, alerta. “La anchura aproximada de algunas grietas en los edificios alcanza los 10 centímetros (...) Esta categoría implica peligro de inestabilidad estructural con el consiguiente peligro grave de daños a los edificios y a las personas”.

Infraestructuras fantasma

Tras años de discusiones, el gobierno de Ayuso, que lleva invertidos más de 70 millones de euros en intentar solucionar el problema, admitió que el origen de los problemas en las casas, llenas de grietas y crujidos, de puertas y ventanas que no cuadran, se debía a las obras de Metro.

Como consecuencia, ya ha habido que derribar 41 viviendas. Próximamente, se tirarán abajo otras 14. Y después se sumarán otras 18, hasta un total de 73. Un drama que ha obligado a desalojar 87 viviendas, según la Comunidad, y a 183 personas, según el Ayuntamiento de la localidad. Todo, para que nadie pueda asegurar ahora que aquella obra que inauguró Aguirre sirva para algo: Transportes ya no puede asegurar que la línea 7B de Metro vuelva a funcionar, por lo que corre peligro de unirse a la lista de infraestructuras fantasma que pueblan la región.

Entre ellas destacan el tren que debía unir Móstoles con Navalcarnero, y que se dejó a medio construir tras gastar cientos de millones; la carretera MP-203, completada a falta de unos metros, y por la que nunca ha circulado ni un solo vehículo; o el clausurado tren de San Martín de la Vega.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.
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