Un cuarto de siglo bajo el mando del PP
De Gallardón a Ayuso, la formación conservadora celebra 25 años de Gobiernos consecutivos y marcados por el boom económico, las nuevas infraestructuras y la corrupción
Madrid no es la locomotora económica de España. Gürtel, Púnica o Lezo son nombres desconocidos, porque los casos de corrupción protagonizados por cargos del PP aún no existen. Todavía no se han hecho 200 nuevos kilómetros de metro, ni se han inaugurado más de una decena de hospitales. Y la burbuja inmobiliaria no se ha hinchado, ni ha explotado. Es 28 de junio de 1995, y Alberto Ruiz-Gallardón se presenta como “el cambio” para inaugurar un cuarto de siglo de gobiernos ininterrumpidos de la formación conservadora en la Comunidad. Este domingo se cumplen 25 años.
Entonces nadie lo sabe, pero ya se han establecido los lazos invisibles que atan al partido a una forma de hacer que se mantiene independientemente de quien lo dirija. Junto a Gallardón se sienta Pío García-Escudero, que hoy sigue al frente del PP regional. Detrás, Cristina Cifuentes. El PP ha empezado un reinado que va de Gallardón a Isabel Díaz Ayuso, pasando por el Tamayazo, que benefició a Esperanza Aguirre.
“Desde el punto de vista de la política madrileña, el sello de estos 25 años es un enfoque liberal que ha implicado una apuesta sostenida por la privatización de la educación y de la sanidad públicas, y también por la reducción de impuestos”, dice Ángel Valencia, catedrático de Ciencia Política de la universidad de Málaga. “Desde el punto de vista de la política nacional, Madrid constituye el lugar privilegiado del PP para hacer oposición al Gobierno cuando los populares están en la oposición”, sigue, en referencia a la estrategia que aplicó Esperanza Aguirre con los Ejecutivos de José Luis Rodríguez Zapatero, o ahora Díaz Ayuso con el de Pedro Sánchez.
“Lo mejor de los 25 años de gobiernos ininterrumpidos del PP sería su protagonismo a la hora de definir el modelo de ciudad, a través de una política ambiciosa de obras públicas: la ampliación del Metro, carreteras…”, opina. “Lo peor ha sido su relación con la corrupción. Desde la llegada a la presidencia de Esperanza Aguirre gracias al Tamayazo nada de lo que ocurre parece sorprender ya a los madrileños”.
10 de junio de 2003. Asamblea regional. Manuel Cobo, consejero de la presidencia en funciones, se acerca a Rafael Simancas, el socialista de 36 años que negocia con IU para recuperar la Comunidad para el PSOE tras dos legislaturas de gobiernos populares.
—Este y yo no tenemos nada que ver en esto—, dice Cobo, en referencia a sí mismo y a Alberto Ruiz-Gallardón, el presidente saliente.
—¿No tenéis nada que ver en qué?—, contesta Simancas.
Es el Tamayazo. Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, dos diputados socialistas, no están en la Cámara. Ya no volverán nunca a la disciplina del PSOE. Los números para la investidura de Simancas ya no salen.
Se convocan otras elecciones. Aguirre vuelve a ganar, esta vez con mayoría absoluta. Eso no solo consolida el poder del PP. Cimienta una política económica y fiscal liberal que la formación conservadora ha convertido en su santo y seña. Y abre la puerta a las legislaturas del boom económico, que son las de la transformación de infraestructuras y la corrupción.
De los seis presidentes populares que han llevado el timón de la región tras ser investidos en la Asamblea, cuatro han tenido problemas con la justicia. Por el caso Lezo fue investigado Ruiz-Gallardón, que luego dejó de estarlo, y pasó por prisión preventiva Ignacio González. Por Púnica han sido imputadas Cifuentes y Aguirre, que también ha visto cómo el 57% de los consejeros de sus gobiernos están o han estado investigados. Solo Ángel Garrido e Isabel Díaz Ayuso han pisado la Real Casa de Correos sin tener problemas con la justicia.
El desgaste consecuente se ha traducido en un castigo en las urnas. El PP, un partido acostumbrado a acumular una mayoría absoluta tras otra, se vio obligado a pactar con Ciudadanos para mantener el poder en 2015. En 2019 le fue peor: perdió unos comicios regionales por primera vez desde 1989, y tuvo que llegar a un acuerdo con Cs y Vox que hasta ahora no ha derivado en ni una sola ley aprobada.
De desconocida a presidenta
Desde entonces, el partido ha puesto su destino en manos de Díaz Ayuso, que llegó a la primera línea política como una desconocida, para multiplicarse enseguida de polémica en polémica. Hoy ganaría las elecciones, entre otras cosas gracias a que ya le conoce el 96,8%, según un sondeo de Sigma Dos para Telemadrid. Eso garantiza al PP de Madrid que tiene una líder con tirón para defender a ultranza la continuidad práctica del ADN teórico de la formación.
“Lo que domina es la apuesta por un menú fiscal de impuestos bajos: Madrid es, con diferencia, la Comunidad que ofrece un menú fiscal más barato entre las de régimen común”, resume Santiago Lago, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo. “También hay una apuesta por la prestación privada, ya que es la segunda Comunidad Autónoma en peso de los conciertos en el gasto educativo, y la tercera en sanidad concertada”, añade. “Y hay una menor inversión en los servicios públicos. Todo, claro está, dentro del margen de actuación que impone la legislación básica del Estado y la autonomía tributaria efectiva que proporciona el sistema de financiación”.
¿Cuál ha sido el resultado de esas políticas? Madrid se ha convertido en la locomotora económica de España: ya es la región que más aporta al PIB nacional, por delante de Cataluña. En enero celebró que había roto todos sus récords de empleo: cerró 2019 con 3.174.500 trabajadores ocupados, el mejor dato desde que hay registros (2002). Y su baja presión fiscal es un imán para los inversores extranjeros y las grandes fortunas: entre 2004 y 2019, las arcas públicas dejaron de ingresar 48.292 millones de euros por las sucesivas rebajas fiscales de los Ejecutivos populares, según datos de la consejería de Hacienda.
La fórmula ha permitido una transformación radical de las infraestructuras de la región ―Metro, hospitales, carreteras, trenes ligeros…―, que ha venido acompañada de deuda ―34.000 millones―. También ha convertido a Madrid en una Comunidad dinámica ―igual atrae una sede de Netflix que forma un polo de industria aeroespacial―; atractiva ―la población ha crecido en 1,6 millones de personas en estos últimos 25 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)―; y plural ―la población extranjera se ha disparado en 785.000 personas―.
El milagro económico, sin embargo, no ha beneficiado a todos. El 49% de los hogares tenía dificultades para llegar a fin de mes en 2018, según los últimos datos del INE. La tasa de riesgo de pobreza o exclusión social era ese año del 19. Y el 31,8% de la población no podía afrontar gastos imprevistos, según esta institución.
Es el retrato de una región tan rica como desigual, aún desequilibrada entre el norte y el sur, y en la que lo privado gana terreno frente a lo público. Hay ejemplos en educación: desde la proliferación de universidades privadas (una decena desde 1996, cuando se fundó la última pública) a la apuesta de los sucesivos gobiernos por pagar con dinero público plazas en colegios privados, lo que ya se extiende al bachillerato. También, en sanidad: Aguirre creó más de una decena de nuevos hospitales a cambio de que las constructoras recibieran un canon anual por su uso (algunas conservan durante décadas la propiedad) o cobraran por gestionar la actividad no sanitaria. Sin la colaboración público-privada, esas obras no habrían sido posibles, según el PP, que considera un anatema la opción de acabar con las rebajas fiscales.
Normativa liberal
“Lo mejor ha sido haber conseguido con una normativa liberal de los comercios el que las calles de Madrid tengan siempre una sensación de euforia consumista que levanta el ánimo”, opina el dramaturgo Albert Boadella, que fue fichado por Aguirre. “Y en relación con mi gremio, la creación de los Teatros del Canal. Todo un ejemplo europeo de cómo debe ser un teatro público”, asegura sobre el centro que dirigió. “Lo peor, la sensación de inseguridad de hace unos años, derivada de los descréditos en los más altos cargos cuya consecuencia directa es el deterioro de la función de ejemplaridad de los dirigentes y la indiferencia de los ciudadanos por la política”.
¿Habrá otros 25 años del PP? Díaz Ayuso afronta una tarea llena de dificultades. Gobierna en minoría; la tragedia del coronavirus le aboca a una crisis económica y social sin precedentes, a lo que se unirán las consecuencias políticas y judiciales de los 6.000 muertos que ha provocado la pandemia en las residencias; y la inestabilidad de su coalición gubernamental tienta a las dos partes con un adelanto electoral (PP) y una moción de censura (Cs).
Como poco, Díaz Ayuso no podría hacer suyas las palabras de Gallardón cuando accedió al poder, hace ahora 25 años. “Queremos cambiar la realidad de Madrid”, dijo. “Proclamamos que representábamos el cambio, y vamos a demostrarlo con hechos, sencillamente porque la realidad actual no nos gusta”.
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