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El empobrecido barrio de Natzaret sale de su aislamiento con la nueva línea del metro de Valencia

La ciudad estrena un recorrido que conectará el apartado barrio marítimo con el centro administrativo y cultural de la capital

Cristina Vázquez
Un convoy de la nueva línea 10 de Metro de Valencia, en periodo de pruebas, en una imagen cedida por Ferrocarrils de la Generalitat.
Un convoy de la nueva línea 10 de Metro de Valencia, en periodo de pruebas, en una imagen cedida por Ferrocarrils de la Generalitat.

Como sucedía en el Oeste americano, la llegada del ferrocarril, en este caso del metro, trae una promesa de progreso para el empobrecido y aislado barrio valenciano de Natzaret, donde residen más de 7.000 almas. Gente, en su mayoría, trabajadora, “que se gana la vida en lo que puede, o en tareas portuarias y fabriles”. Tres siglos después de su creación, este pequeño barrio de pescadores y portuarios surgido entorno a un lazareto u hospicio para enfermos de peste o tuberculosis, sigue peleando por superar el aislamiento.

“Menos poner físicamente las vías, nos ha tocado hacer de todo”, cuenta Julio Moltó, presidente de la asociación de vecinos de Natzaret, que reivindica la conexión de transporte público desde hace décadas. La compañía pública Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana (FGV) pondrá en servicio el próximo lunes 16 de mayo la nueva L-10 de Metrovalencia —un híbrido de suburbano y tranvía— 15 años después de que se iniciara su construcción.

En 2007 fue el entonces gobierno del PP el que diseñó el trazado y comenzó la obra, que se paralizó por la crisis y unos presupuestos anémicos en 2011. La construcción ha estado literalmente abandonada por años y la policía ha disuelto incluso en el interior de sus túneles alguna que otra rave con miles de asistentes.

El nuevo gobierno autonómico, el de Socialistas, Compromís y Unides Podem, retomó la obra en 2019 y 50 millones de euros de inversión después, estrenará la ruta con lo último en tecnología, nueva imagen corporativa y prioridad semafórica, lo que reduce el trayecto de cinco kilómetros [ocho estaciones, tres subterráneas y cinco en superficie) a 16 minutos. La L-10 de Metrovalencia ha costado en total unos 250 millones de euros y será un potente competidor del autobús público —con rutas más largas para dar servicio a todas las zonas—, al coche privado o la bicicleta. Pero el nuevo suburbano no solo mejorará la conectividad de Natzaret con el resto de la capital sino que dará servicio a centros administrativos y turísticos como la Ciudad de las Artes y las Ciencias o la Ciudad de la Justicia. Los planes de movilidad calculan que esta línea tendrá unos 3,5 millones de pasajeros al año. “Solo por el complejo judicial de Valencia y su área de influencia pasan a diario unas 10.000 personas”, recuerda un técnico de FGV.

La Consejería de Territorio y de la empresa FGV, responsables de su apertura, cogen carrerilla para la construcción de otras líneas y ramales siete años después de la última inauguración de una línea de metro. “Tenemos que completar el mallado del que ya disponen otras capitales españolas”, recordaba el consejero Arcadi España.

Una deuda por saldar

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El metro era una de las deudas que Valencia tiene pendiente de saldar con uno de sus barrios más pobres. La capital sacrificó hace décadas su playa y su huerta en beneficio de la expansión hacia el sur del puerto comercial, uno de los más potentes del Mediterráneo. La instalación portuaria, para la que trabajan muchos vecinos de Natzaret, se ha comido buena parte de la barriada, a la que, como recuerda Moltó, se accede casi exclusivamente por puentes, confirmando así su encajonamiento y aislamiento: “Además, somos el barrio con menos nivel de renta del distrito marítimo de Valencia”, sentencia el dirigente.

Por ello, en la lista de reivindicaciones, los vecinos de Natzaret tienen anotado como pendiente el soterramiento de las vías de Renfe o la construcción de un centro público de Secundaria y Escuela de Adultos [no hay ninguno en la zona] que Moltó, ahora con 69 años, recuerda que ya reclamaba cuando los pantalones de campana estaban de moda. Y la otra gran batalla: una salida digna al mar, conectada al Jardín del Turia, el cauce seco del río que la ciudad reconvirtió en una gran área verde.

Este rincón de la ciudad, de muchas casas sin ascensor, habitadas por gente mayor y con algún que otro núcleo de marginalidad, recibe cada día más turistas en bicicleta, pues a solo 10 o 15 minutos emerge una de las zonas más lujosas de la capital, la Marina construida con motivo de la Copa del América y su emblemático edificio Veles e Vents, de los famosos arquitectos David Chipperfield y Fermín Vázquez. “Estamos notando que hay gente que se viene aquí a comprar viviendas para rehabilitarlas y asentarse. La playa está además a solo 10 minutos en bicicelta”, añade Moltó, mientras espera que el barrio se revitalice y florezca más temprano que tarde.


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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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