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Barcelona recela de la turismofobia en un verano récord de visitantes

Las administraciones y el sector critican los efectos para la ciudad de la imagen de dos jóvenes mojando con pistolas de agua a un grupo de visitantes

turismo europa
Varios turistas sentados en la terraza de un bar ante el paso de la manifestación organizada por entidades ecologistas, vecinales y sociales, en Barcelona, para reclamar "poner límites" al turismo en la ciudad.Toni Albir (EFE)
Alfonso L. Congostrina

En agosto de 2014 los vecinos de la Barceloneta fueron los primeros en alzar la voz contra la industria turística. Denunciaban que la llegada masiva de visitantes expulsaba a los vecinos de sus hogares, transformaba el tejido comercial y erosionaba la identidad del barrio pesquero de Barcelona. Aquellas protestas fueron el embrión de la irrupción de la turismofobia en la ciudad en 2017. Mensajes como “Tourist Go Home” se multiplicaron por la ciudad. El clímax del fenómeno lo protagonizó un grupo de encapuchados que atacó un bus turístico llenándolo —en nombre de la izquierda independentista de Arran— de pintadas en contra de los visitantes. En 2019 se alcanzó una cifra de 28 millones de visitantes en la ciudad. Este 2024, algunas estimaciones indican que vendrá un millón más. El sector y las administraciones han encendido todas las alarmas ante el resurgimiento del rechazo social al turismo, como se pudo comprobar en la manifestación celebrada el pasado sábado 6 de julio.

La protesta, convocada por 120 entidades, atrajo a unas 3.000 personas en el centro de la capital catalana, según datos del Ayuntamiento, y durante su celebración un grupo de jóvenes armadas con pistolas de agua se encararon con turistas en las terrazas del paseo Joan de Borbó. Dispararon las pistolas y les mojaron. Las imágenes de la escena fueron difundidas por la BBC, CNN y otros medios de comunicación internacionales. Anni participó en aquella manifestación y estaba justo al lado de las chicas de las pistolas: “Fue una tontería. Los turistas de las terrazas parecía que se reían de nosotros y las chicas les tiraron un poco de agua”. Broma infantil o ataque turismofóbico, el sector turístico considera que la acción perjudica a la imagen de la ciudad.

El director general de Turisme de Barcelona, Mateu Hernández, admite que estas imágenes son “una pésima promoción” de la ciudad. “La turismofobia va en contra de la naturaleza de los barceloneses. Nosotros somos gente de acogida y buenos anfitriones. En nuestros estudios, los turistas nos dan una nota de 8,6 en cuanto a la acogida en la ciudad y esta imagen no nos representa”, afirma. Hernández, ejecutivo de un ente que comparte intereses públicos y privados, admite que Barcelona no puede seguir aumentando el número de turistas, por lo que apuesta por “mejorar la calidad del destino”.

El presidente del Gremio de Hoteles de Barcelona, Jordi Clos, se mostró molesto por el comportamiento “agresivo” de las manifestantes, aunque cree que hay menos vecinos preocupados por el turismo que en años anteriores. Según el Barómetro Municipal, a finales del pasado año solo el 6,3% de los encuestados lo consideraban el problema más grave de la ciudad (por delante estaban la inseguridad, el acceso a la vivienda o la limpieza). La misma estadística municipal registró en junio de 2017 que la principal preocupación de los barceloneses era el turismo para el 19% de los encuestados (seguido del paro y el tráfico).

El teniente de alcalde de Economía, Hacienda, Promoción Económica y Turismo, Jordi Valls, condenó en redes sociales las imágenes de las pistolas de agua, destacando la importancia del turismo para la ciudad y subrayando que “la protesta contra el turismo de masas debe ser compatible con el respeto a los visitantes de Barcelona”. Valls aprovechó para destacar que el turismo es un sector importante para la ciudad y subrayó las medidas que desde la ciudad se han impulsado, “pioneras para gestionarlo, mejorando el equilibrio y el retorno social”.

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Una mujer precinta un restaurante de la Barceloneta ante el paso de la manifestación del pasado sábado..
Una mujer precinta un restaurante de la Barceloneta ante el paso de la manifestación del pasado sábado..Toni Albir (EFE)

El experto en turismo y profesor de la Universitat de Girona José Antonio Donaire sostiene que la reacción adversa de los vecinos hacia el turismo no sigue una proporción causa-efecto con el número de visitantes, por lo que las reacciones turismofóbicas (a Donaire no le gusta utilizar esta expresión, ya que cree que criminaliza a entidades que se oponen al crecimiento desmedido) son imprevisibles. “Entre 1950 y 2000 todas las ciudades del mundo quisieron crecer turísticamente. Entre 2000 y 2020 se optó por mejorar la oferta y la calidad turística y ahora estamos en una fase de contención y redefinición”, sostiene. El experto mantiene que las administraciones ahora se dedican a gestionar y poner límites al sector. “En París, Berlín, Lisboa, Oporto, Málaga o Barcelona se ha consolidado una opinión pública contraria al turismo y vinculada a problemas como el acceso a la vivienda. Esta relación causa-efecto sucede en ciudades europeas, pero no ha llegado a América Latina”, teoriza. “En Barcelona el turismo se concentra solo en unas zonas de la ciudad, lo que provoca una reacción de los vecinos. En Ámsterdam, por ejemplo, el turismo que se critica es el relacionado con el cannabis, en París hay problemas de movilidad… Hay puntos diferenciadores pero también elementos comunes como la oposición a la implantación de Airbnb”, argumenta Donaire. El profesor destaca que en Barcelona la llegada de los expatriados, los nómadas digitales y estudiantes internacionales “ha llevado a la crisis del modelo de ciudad, el modelo lingüístico y a perder la identidad, por eso genera voces en contra”.

Adecuación del turismo

La directora general de Turismo de Cataluña, Marta Domènech, defiende la gestión de visitantes que lleva construyendo desde 2021 la Generalitat. Este modelo se materializó el pasado año con la firma del Compromiso Nacional por un Turismo Responsable. El documento gestiona el turismo para que sea responsable con el medio ambiente —en especial se busca que sea eficiente en el gasto de agua y la gestión de residuos— pero también con los residentes en Cataluña y con el propio territorio. “Barcelona, la Costa Brava, alguna parte del Maresme o la Costa Daurada no puede seguir creciendo”, destaca. “Ha llegado el momento de dejar de promocionar el turismo para gestionarlo. No podemos evitar que la gente siga visitándonos, es el turismo el que se tiene que adecuar”, concluye.

Donaire asegura que este 2024 puede acabar siendo una cifra récord en toda España con cerca de 100 millones de turistas, de las que 18 millones se centrarán en la ciudad de Barcelona. Esta misma semana, el Ayuntamiento de Barcelona ha retirado 14 jardineras de los entornos de la Sagrada Familia. Estas macetas ocupaban parte de la acera y el Consistorio entiende que ese espacio será necesario para los turistas que vengan en masa, este verano, a visitar el templo.

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