‘Suburbia’, el sueño americano entre la fascinación y el delirio
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona recorre la historia y el impacto en el imaginario artístico y cultural de los suburbios de clase media norteamericana
El suburbio estadounidense como espacio físico y mental, a medio camino entre la ciudad y el campo, y en el que viven la mitad de los norteamericanos. Casa, jardín y dos coches. Y como fenómeno aspiracional, contradictorio y máquina de producir actitudes, hábitos, valores e imágenes. El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) recorre en una exposición la historia y el impacto en el imaginario artístico y cultural de los suburbios de clase media entre finales del siglo XIX y la actualidad. La muestra que se inaugura este martes y se podrá ver hasta septiembre, recorre en paralelo la historia de los suburbios y la producción cultural que han generado en cada época. Es una ambiciosa producción propia del CCCB, una idea del comisario, el periodista Philipp Engel, dirigida por Jordi Costa y un extenso equipo que ha trabajado durante dos años. La exposición toma el nombre de Suburbia, el libro en el que Bill Owens fotografió esta realidad fascinante que nos vendieron como símbolo del sueño americano pero tiene claroscuros y por momentos se convierte en una pesadilla o un delirio. La muestra también tiene una potente lectura en clave de género o racial.
La exposición relata que los primeros suburbios fueron creados para clases altas gracias al ferrocarril (¡el primer suburbio fue Brooklyn!, recuerda el comisario), crecieron gracias a la extensión de los tranvías (impresionante el plano de tranvías de la ciudad de Los Ángeles antes de que los coches la llenaran de asfalto) y estalló en los años 50 del siglo pasado gracias al santificado coche. En este caso el Ford T, lo que vendría a ser nuestro Seat 600. El boom lo protagonizaron en parte familias de soldados que regresaban de la Segunda Guerra Mundial a unas ciudades donde no tenían espacio. De “la utopía burguesa” a la “democratización” gracias a casas prefabricadas, pero también “la pesadilla” en la que se convirtió para muchas mujeres (las Reinas del Hogar se las llamaba), o las paranoias y temores que provocó la idea de inseguridad en estos barrios, donde hay familias armadas hasta los dientes gracias a la Segunda Enmienda de la Constitución. Además de la “disturbia”, como se diagnosticó la ansiedad de habitar el suburbio. O “el color del paraíso”, que cuenta episodios de rechazo a las primeras familias no blancas que se mudaron a los suburbios. Las palabras entre comillas son títulos de espacios de la exposición.
Ya al final, “el infierno de las MacMansions”, el delirio de millonarios que se construyen mansiones que tienen todo menos contención y equilibrio. Casas de 1.500 metros cuadrados y hasta tres millones de dólares de propietarios que prescinden de arquitectos y donde las cocinas parecen de programas de televisión o hay salones que parecen la recepción de un hotel. Lo cuenta bien la inventora del concepto, periodista y crítica de arquitectura Kate Wagner, que ha estado en la inauguración y cuya obra se puede ver su web. La exposición termina con imágenes de malls (gigantescos centros comerciales) abandonados, porque sus clientes compran ahora por Amazon. Y un impresionante pasillo de imágenes aéreas de suburbios de Benjamin Grant que permiten hacerse a la idea de la bestial dimensión y extensión de este modelo urbanístico. También de las iglesias (mega-church, precisan los pies de foto) que albergan.
La muestra reúne muchísimo material. Desde cuadros del siglo XIX, hasta esculturas recientes que evocan el colapso del modelo, pasando por los cuadros del sevillano Alberto Ortega, que pinta al óleo escenas nocturnas de suburbios. Hay series de televisión de los años 50 hasta la actualidad. Publicidad institucional que llamaba a abandonar el alquiler al grito de “el dinero de tu alquiler pagará una casa”, o anuncios de cortacéspedes de 1890. Un Ford T de verdad. Lavadoras, batidoras, neveras y tostadoras vintage. Y manuales como The American Womens Home, de 1869. Multitud de libros y revistas (un ejemplar de Life, por ejemplo, con una portada que explica cómo actuar ante un ataque nuclear). Una entrevista a Todd Solondz, que ha hecho del suburbio escenario de las películas en las que desnuda la sociedad americana. Una ilustración de Norman Rockwell que muestra la llegada de afroamericanos a los suburbios en 1967.
La directora del CCCB, Judit Carrera, ha celebrado que, en su 30 aniversario, el centro cultural “vuelva a poner la ciudad en el debate cultural, justo cuando más lo necesita” y ha alertado de que “la ciudad dispersa resuena en Europa”, donde el 73% de los ciudadanos viven en zonas urbanas y el resto en barrios periféricos. Carrera ve en la exposición “un espejo para pensar la ciudad que tenemos y queremos, recordatorio de que la forma de las ciudades tiene consecuencias políticas y sociales” y ha señalado que hasta septiembre habrá una extensa programación, con voces norteamericanas, unas jornadas sobre el fenómeno en Cataluña y un ciclo de cine que se proyectará en agosto. El director del proyecto, Jordi Costa, ha afirmado que el fenómeno Suburbia “nos interpela a todos, aunque parezca lejano, como espacio mental y en las ficciones, espacio de vida” y que “en pandemia la idea de reconectar con la naturaleza volvió a mostrar estos espacios como deseables”. Al borde de las lágrimas, el comisario Philipp Engels ha dicho que se “quedaría a vivir” en la exposición.
Después de la parte de Suburbia que reflexiona sobre los barrios periféricos de Estados Unidos, en una colaboración con el geógrafo Francesc Muñoz, se analizan también el fenómeno de los suburbios en Cataluña. Desde las casas unifamiliares cerca de Barcelona para pasar el fin de semana, hasta los adosados los retos que plantea la dispersión.
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