El patriarca González, Willy Brandt y su legado
González y Zapatero reivindican la necesidad de algunos grandes pactos incluso para evitar que el PP se derechice
Felipe González quiere que le quieran y consulten más, sobre todo en el entorno de Pedro Sánchez, pero no le gusta interferir ni molestar. Quiere poder seguir diciendo lo que piensa, pensando lo que dice, y defiende que aún se le acumulan cosas que pensar y que opinar. Y no está contento con que la ponencia marco del 40º Congreso Federal del PSOE, que se celebra por todo lo alto estos días en la Feria de Valencia, no realce suficientemente las grandes transformaciones de su legado de 23 años como secretario general al frente del partido y casi 14 como presidente del Gobierno. Y este sábado, a sus 79 años y aún incómodo por unas molestias estomacales tras una comida reciente en Yuste después de la entrega de un premio a Angela Merkel, quiso que todo eso se supiera sin expresarlo.
Al gran patriarca heredero de la socialdemocracia pragmática de Willy Brandt no le agradan las nuevas exigencias del feminismo más radical, y por eso reivindicó el estilo pionero de su exministra Carmen Alborch, fallecida en 2018, a la que atribuyó verdaderos avances sociales. González se subió a la tribuna principal del cónclave, tras un discurso encendidamente feminista del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, y marcó muchas distancias con él desde el primer segundo. Tantas que en alguna alusión velada, sobre todo en relación a que no soporta las tiranías de ningún signo, el expresidente Zapatero se sintió tan cuestionado que luego transmitió a algunos dirigentes socialistas que entendía esas críticas de González a su relación con Venezuela como un punto de inflexión en su tirante relación y que eso no pensaba perdonárselo, según varias personas que le escucharon tras finalizar el acto.
Felipe González no se dejó contagiar en ningún instante por el entusiasmo de exaltación total de la unidad que ha presidido este Congreso de reafirmación del liderazgo de Pedro Sánchez. Avisó de que pensaba bajar los decibelios con alguna reflexión. Y lo hizo. Pero en el auditorio quedó constancia de que ya no conecta igual con los delegados socialistas de ahora que con los de antaño. Varios ministros del Gabinete actual y relevantes dirigentes territoriales reconocieron más tarde que les habían gustado mucho más las intervenciones entregadas de Zapatero y hasta de Adriana Lastra que las de un expresidente “que ha venido a reconciliarse con el mundo” o a “vanagloriarse del pasado”. Y esa preferencia es más que un aviso.
El veterano expresidente, ubicado en primera fila, observó antes de subir a escena los vídeos publicitarios del PSOE y a los otros oradores y aplaudió poco. “Avanzamos”, decían las imágenes. Y se sucedían logros y reformas emprendidas fundamentalmente por los últimos ejecutivos socialistas. González tuvo que recordar, para comenzar su lección de reparación histórica, que justo ahora hace 47 años fue elegido con 32 secretario general del PSOE desde el exilio de Suresnes “por exclusión” y luego rememoró, con esa memoria prodigiosa, con fechas y nombres, todas las “pequeñas cosas” que tuvo que administrar en su larga etapa en el poder: universalizar la educación, implantar el sistema nacional de salud, los entonces criticados por clientelistas viajes del Inserso, la modernización de las Fuerzas Armadas... En suma, los grandes méritos de su etapa en el Gobierno.
Los dos expresidentes sí coincidieron en sus críticas al PP ahora en la oposición por pregonar y atribuirse tanto la defensa de la Constitución del 78 y luego no cumplir sus obligaciones cuando pierden el poder, como sucede en estos momentos con los bloqueos de algunos órganos institucionales como el Consejo del Poder Judicial. Zapatero y González aprovecharon la plataforma para diferenciar sus estilos y reivindicar como promovieron grandes acuerdos políticos con la derecha. Pero lo hicieron de distinta manera.
Zapatero impulsó entonces la firma con el Gobierno de José María Aznar de los pactos antiterrorista y por la Justicia. Y ahora argumenta que hay que volver a hacer “todo lo posible” para que ese tipo de consensos fundamentales “se mantengan”, incluso para evitar “la derechización de la derecha”, y dedicó ahí un elogio personalizado al actual interlocutor en esas negociaciones del Ejecutivo de Pedro Sánchez, Félix “superBolaños”. Luego el ministro le devolvió en un ágora más especializada todos esos piropos “al presidente de los derechos sociales” por triplicado. Zapatero, además, hizo todo lo que pudo para contentar a un auditorio entregado a la dirección actual y llegó a catalogar a Sánchez como el presidente “iluminado del porvenir y la decencia del país”.
González negoció con aquel PP que le tocó en suerte en su época el reparto de los vocales del Poder Judicial y le contó a Sánchez su asombró ante el “irrespeto” de los que llamó “espabilados ilustres” de ahora. Al histórico líder socialista le parece “de mucha y vital importancia”, sobre ese asunto y sobre otras reivindicaciones, como las independentistas, que se respete en todo “el marco constitucional, los fundamentos del Estado de Derecho y el ordenamiento jurídico” y que si se quieren cambiar se haga conforme a las reglas existentes. Y para acabar volvió al pensamiento pragmático de su viejo amigo Willy Brandt, canciller alemán, premio Nobel, perseguido por el nazismo y exalcalde de Berlín, del que citó: “La virtualidad de la socialdemocracia es que siempre tiene nuevos comienzos”.
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