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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aniversario iraní

La República Islámica necesita una reforma que piden sus propios ciudadanos

El ministro de Exteriores de Irán, Javad Zarif, durante una rueda de prensa en Teherán.
El ministro de Exteriores de Irán, Javad Zarif, durante una rueda de prensa en Teherán. ATTA KENARE (AFP)

Irán ha vuelto a exhibir músculo el pasado lunes en la manifestación conmemorativa de su 40º aniversario. Decenas de miles de personas se congregaron como cada año en Teherán reivindicando la vigencia de los ideales que en 1979 llevaron al derrocamiento del sah. Los dirigentes restregaron a sus enemigos —EE UU e Israel, como recordaban los eslóganes— que el régimen sigue en pie, que va a continuar fabricando misiles balísticos y que no se amilana ante sanciones.

Pero en un país de 82 millones de personas, esa no es la imagen completa. Falta una parte importante de la postal. Si el sistema islámico —una teocracia chií— recibió el apoyo masivo de los iraníes hace cuatro décadas, dos tercios de la población actual o no había nacido o era demasiado joven para participar en aquel voto. Incluso entre quienes creyeron con convicción en las promesas de independencia, libertad y justicia social hace años que cundió la desilusión al ver el amiguismo y las corruptelas que se han instalado en todos los niveles de gobierno. Los reformistas, que cuando no son apartados de la contienda por el sistema obtienen la mayoría de los votos, son revolucionarios de primera hora desencantados con su evolución. El régimen de los ayatolás es en realidad el régimen de los Pasdarán. El Ejército ideológico formado por Jomeini para defender el sistema ha adquirido tales intereses económicos que usa la política para defenderlos, en clara desobediencia de su propia Constitución.

A pesar de las dificultades económicas, infligidas desde fuera y autoinfligidas desde dentro, la República Islámica no está al borde del colapso pero atraviesa, eso sí, una crisis mucho más grave de lo que sus dirigentes reconocen en público; una crisis que exige algo más que la retórica. Por primera vez, dentro del sistema se está hablando abiertamente de esa necesidad de reforma, una reforma que piden los propios iraníes. Si sus gobernantes consiguen hacer esa transición y frenar a los grupos de interés que mantienen secuestrada la República, tienen a su alcance un triunfo mucho mayor que cualquier programa nuclear o misilístico.

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