Spiderman y la telaraña cósmica
La araña va generando un universo de geometrías perfectas a partir de fibras de seda que extrae de su abdomen y con las cuales consigue un entramado que tuvo aplicaciones médicas en los tiempos de la antigüedad
En un mundo huérfano de mitologías como el que padecemos, los superhéroes de Marvel han venido a ocupar buena parte del sitio destinado los dioses del Olimpo. Hace unos días falleció Stan Lee, el creador de Spiderman -el hombre araña- un superhéroe de sobras conocido y que alcanzaría el estatus de dios mitológico.
Con todo, la peripecia de Peter Parker, el joven científico al que una picadura de araña le cambia la vida, no es la primera historia donde la influencia de los arácnidos forma parte de la trama. En tiempos del Imperio Romano, el poeta latino Ovidio, en su obra Las Metamorfosis, nos cuenta una historia de celos que acaba convertida en una pugna entre dioses y humanos.
Se trata de la historia de Aracne, tejedora de éxito cuya fama se le sube a la cabeza, afirmando poder superar a Minerva - diosa de la artesanía- en sus labores. Minerva le dará una oportunidad para que se redima, apareciéndose ante Aracne convertida en una anciana que aconseja respeto a los dioses. Pero Aracne no hace caso. Es entonces cuando Minerva descubre su identidad y surge el reto; un desafío para ver quién de las dos teje mejor.
Aracne será capaz de elaborar un tejido tan bello como insultante que muestra las infidelidades de los dioses, por lo cual Minerva se enfada, llegando a golpearla y a romper el tapiz. Aracne, humillada, se ahorca. Pero Minerva rocía la soga con el jugo de una planta tóxica, transformando a Aracne en una araña condenada a tejer por toda la eternidad. Esta historia mitológica nos viene a contar que el arte de tejer es imitación de la labor de las arañas. Sus telas son un claro ejemplo de la belleza instintiva del reino animal que el ser humano imita.
Si atendemos a la elaboración de una telaraña, nos daremos cuenta de que es la propia naturaleza de las arañas la que parece inmersa en la labor de desarrollar un continuo ir y venir de hilos que van a servir para atrapar a sus presas. Si tenemos la oportunidad de contemplar la labor de una araña ejecutando la danza cósmica que construye su tejido, asistiremos al uso geométrico que hace del triángulo para construir la base de la tela; una estructura lo suficientemente rígida donde se van añadiendo elipses hasta conseguir un sofisticado ingenio, tan rígido como resistente a la hora de contener el impacto de la presa.
Esta historia mitológica nos viene a contar que el arte de tejer es imitación de la labor de las arañas. Sus telas son un claro ejemplo de la belleza instintiva del reino animal que el ser humano imita
Es curioso comprobar cómo la araña va generando un universo de geometrías perfectas a partir de fibras de seda que extrae de su abdomen y con las cuales teje una tela de estructuras simétricas; un entramado que tuvo aplicaciones médicas en los tiempos de la antigüedad. Sin ir más lejos, los egipcios darían uso a los hilos para suturar heridas. La hebra que extrae la araña de su abdomen es una proteína líquida que se va endureciendo a medida que se estira, y a la que la araña agrega una sustancia adherente para los radios de la tela. Sin embargo, la seda que rodea el centro carece de dicha sustancia adherente, razón por la cual, la araña nunca queda atrapada en su propia tela.
Llegados aquí, es posible imaginar un tejido semejante a escala cósmica que envuelva el espacio hasta formar una red de filamentos que conecten las galaxias entre sí, como una gran telaraña cósmica. Algo parecido fue lo que se detectó con ayuda de los telescopios gemelos Keck, situados en el volcán durmiente Mauna Kea, en Hawái, hace unos años. Los investigadores lograron descubrir una brillante nebulosa de gas que se extiende como una malla en el espacio intergaláctico.
Con tales asuntos, podemos pensar que todo lo que acontece a nuestro alrededor como respuesta de la naturaleza es una réplica, a menor escala, de lo que lleva sucediendo en el cosmos desde hace una montonera de años. Las arañas y sus telas son tan sólo un ejemplo debido a la cantidad de realidad que representan.
Por este motivo, tampoco resulta difícil imaginar a Stan Lee ideando su personaje más real; un personaje heredero de la tradición mitológica con el que resulta fácil identificarse. A cualquiera puede picarle una araña.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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