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Lo que esconde el divorcio en Balenciaga

La casa ha terminado su relación con Nicolas Ghesquière, director creativo desde 1997 ¿Dónde irá el diseñador más copiado? ¿Quién le sustituirá? Empiezan las apuestas

Eugenia de la Torriente
Nicolas Ghesquière, tras su desfile de 'prêt-à-porter' de primavera/verano 2012.
Nicolas Ghesquière, tras su desfile de 'prêt-à-porter' de primavera/verano 2012.VICTOR VIRGILE (getty)

Imaginen que Mourinho anuncia mañana que deja el Real Madrid con efecto inmediato. Es la clase de sobresalto que para la industria de la moda supuso saber el lunes que Nicolas Ghesquière y Balenciaga rompían su relación tras 15 años. Con esta sacudida inesperada, Balenciaga añade intensidad al movimiento sísmico que ha agitado las grandes casas de moda –Dior, Saint Laurent, Balmain…– en el último año. El diseñador francés, de 41 años, y la marca que fundó Cristóbal Balenciaga en 1919 aseguran que se trata de una “decisión compartida”. Pero la ruptura, oficial el próximo 30 de noviembre, parece más bien poco amigable: en el comunicado que la anuncia no hay declaración alguna del director creativo desde hace 15 años.

Hace poco más de un mes, Ghesquière presentó una de las mejores colecciones para primavera/verano 2013 de la Semana de la Moda de París. En septiembre lanzó un perfume junto a la actriz del momento, Kristen Stewart. Pero bajo esa superficie de éxito latía el descontento. Ghesquière ya estuvo a punto de dejar la compañía en 2003 por desacuerdos con la gestión de Tom Ford y Domenico De Sole. La salida de estos del grupo Pinault Printemps Redoute (PPR) y la llegada de Robert Polet recondujo la situación. Pero volvió a emborronarse el año pasado cuando Polet dejó la dirección de la división de lujo del conglomerado en manos de François-Henri Pi­nault, hijo del fundador. Al parecer, Ghesquière no se entiende con Isabelle Guichot, consejera delegada de Balenciaga desde 2007.

El cheque en blanco a Hedi Slimane ha encendido los ánimos

El diseñador francés, que gozaba de aparente libertad creativa, estaba frustrado por la falta de recursos que el grupo destinaba a la marca. Carencia especialmente llamativa al tratarse de una prestigiosa firma de lujo. Aunque de puertas afuera todo era esplendor, en el interior la realidad era diferente. El cheque en blanco –económico y creativo– que François-Henri Pinault le ha entregado este año a Hedi Slimane para rehacer Saint Laurent (otra de las marcas del grupo) ha encendido los ánimos de Ghesquière. La compañía, por su parte, reclamaba de Balenciaga volúmenes de negocio más cercanos a los de otras firmas del grupo, como Gucci o Bottega Veneta. Balenciaga, con 62 tiendas propias, ha multiplicado por 11 su tamaño desde 2001, pero no ha alcanzado el potencial que PPR ­anhelaba. Aunque los hallazgos de Ghesquière eran sistemáticamente copiados, él se ha mantenido como uno de los pocos diseñadores que no transige con las enormes demandas comerciales y de comunicación que la industria demanda hoy. Los aforos de sus desfiles eran reducidos, y sus entrevistas y apariciones, contadas.

Establecidos los motivos del divorcio, la atención se centra ahora en dos interrogantes: quién le ­reemplazará en Balenciaga y dónde irá Ghesquière. Los nombres que suenan para sustituirlo son, como siempre, un juego de hipótesis. Pero la coincidencia en el perfil de los principales candidatos podría dar una pista de lo que la casa está buscando. Christopher Kane, Joseph Altuzarra y Alexander Wang aparecen en todas las quinielas. Se trata de diseñadores jóvenes (30 años el primero y 28 los otros dos) que gozan del favor de una nueva generación de consumidores. “Anunciaremos el nombramiento cuando estemos listos. Mi intención es que sea lo antes posible”, ha asegurado Guichot en el diario WWD. “Tenemos una lista corta de candidatos. Esta clase de relevos es parte de la vida de una casa de moda”.

Curiosamente, hasta la llegada de Slimane a Saint Laurent este año, en las marcas de PPR la mayor parte de estos relevos se ha solucionado con promociones internas. Así sucedió en YSL con Stefano Pilati, en Gucci con Frida Giannini y en Alexander McQueen con Sarah Burton. De ahí que algunos apunten que la casa podría sorprender con el nombramiento de Natacha Ramsay, hasta ahora ayudante de Ghesquière.

Christopher Kane, Altuzarra y Alexander Wang aparecen en las quinielas para sustituirle

Cuando él llegó al cargo en 1997 era un asistente de 26 años, que sucedió a Josephus Thimister. La intención inicial de los propietarios de Balenciaga –entonces, el grupo Jacques Bogart– al reflotar la división de moda era bastante modesta. Pero el talento de su diseñador cogió por sorpresa a casi todos y volvió a colocar en el mapa al nombre más insigne de la era dorada de la alta costura. Un nombre que había caído en letargo con el cierre del taller de Cristóbal en 1968. Convertido en uno de los creadores más influyentes y admirados de París, Ghesquière ha recibido en los últimos años múltiples ofertas para abandonar Balenciaga. Una de ellas, de hecho, terminó en la compra de toda la compañía. En 2000, el francés rechazó establecerse por su cuenta con Gucci y el grupo optó por comprar Balenciaga para quedarse con él. Ghesquière adquirió entonces un 9% de la firma y nadie ha aclarado todavía qué va a pasar con ese porcentaje.

Dos de las voces más respetadas en la moda, Cathy Horyn y Suzy Menkes, han sugerido que Bernard Arnault podría ser el tercero en discordia en este divorcio al haber propuesto a Ghesquière crear su propia etiqueta bajo el paraguas del grupo LVMH. El jueves, el siempre locuaz Karl Lagerfeld expresó su deseo de que este fuera el caso, dado que LVMH posee “muchas marcas antiguas” y pocas de nuevo cuño. Si este extremo se confirmara finalmente, estaríamos ante un nuevo capítulo en la ya antigua rivalidad que Arnault mantiene con los Pinault. Una suerte de respuesta de LVMH al golpe de efecto que para PPR supuso contratar a Hedi Slimane, diseñador que abandonó el grupo de Arnault en 2007.

En todo caso, nunca hay una sola explicación para esta clase de terremotos. “Era el momento de Ghesquière para marcharse”, sostiene el zapatero Pierre Hardy en WWD. “La colección era un éxito comercial y crítico. Está en el cénit. Probablemente, se sentía en una jaula. Y era demasiado pequeña para él”.

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